Old/New Testament
Aviso de guerra santa contra Sión
6 Busquen refugio, benjaminitas,
búsquenlo fuera de Jerusalén;
toquen la trompeta en Tecoa,
alcen una enseña en Bet Queren,
pues acecha por el norte una desgracia,
se cierne un desastre imponente.
2 A un pastizal delicioso
puede compararse Sión;
3 en ella entran los pastores
al frente de sus rebaños,
plantan en torno sus tiendas
y apacienta cada cual en su sección.
4 ¡Convoquen contra Sión la guerra santa;
adelante, la atacaremos a mediodía!
¡Ay de nosotros, que declina el día
y se extienden las sombras de la tarde!
5 ¡Adelante, ataquemos de noche,
dejemos en ruinas sus palacios!
6 Pues así dice el Señor del universo:
Talen árboles, preparen contra Jerusalén
un terraplén para asaltarla:
es una ciudad condenada,
toda repleta de opresión.
7 Como el agua fresca de un pozo,
así mantiene fresca su maldad:
se oye en ella violencia y destrucción,
soy testigo de desgracias y de heridas.
8 Aprende la lección, Jerusalén,
no sea que me hastíe de ti,
no sea que te deje desolada,
como una región deshabitada.
El juicio será generalizado
9 Así dice el Señor del universo:
Rebusca en el resto de Israel
igual que se rebusca en una viña;
pasa tu mano como el vendimiador
examinando los pámpanos.
10 ¿A quién me voy a dirigir,
a quién conjuraré para que me escuchen?
¡Si tienen un oído incircunciso,
incapaz de prestar atención!
¡Si consideran la palabra del Señor
vergüenza, porque no les agrada!
11 Pues yo estoy repleto de la ira del Señor,
y me siento incapaz de contenerla.
Derrámala sobre los niños, en la calle;
también sobre los grupos de jóvenes.
Caerán a la vez marido y mujer,
adultos junto con ancianos.
12 Sus casas pasarán a otros,
también sus campos y mujeres,
pues voy a extender mi mano
sobre los habitantes del país
—oráculo del Señor—.
13 Es que del pequeño al grande
todos piensan en medrar;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.
14 Han curado la herida de mi pueblo,
pero sólo por encima, diciendo:
“Paz, paz”, pero no hay paz.
15 Deberían sentirse avergonzados
por haber cometido abominaciones;
pero no se van a avergonzar,
ni siquiera conocen el pudor.
Por eso caerán entre otros caídos,
se hundirán cuando venga a castigarlos
—dice el Señor—.
Rechazo de las advertencias, y juicio
16 Esto es lo que ha dicho el Señor:
Párense en los caminos y observen,
pregunten por las sendas de antaño,
por el buen camino: anden por él
y así encontrarán reposo.
Pero dijeron: “No iremos”.
17 Les di también centinelas:
“Atención al toque de trompeta”.
Pero dijeron: “No haremos caso”.
18 Por tanto, escuchen, naciones,
sepan lo que he decidido;
19 escucha también tú, tierra,
lo que voy a hacer con ellos:
Traeré sobre este pueblo un desastre,
como fruto de sus maquinaciones,
pues no escucharon mis palabras,
despreciaron lo que yo les ordenaba.
20 ¿Para qué me traes incienso de Sabá,
caña aromática de tierras lejanas?
No me agradan sus holocaustos,
no me gustan sus sacrificios.
21 Por eso, así ha dicho el Señor:
Pondré a este pueblo obstáculos,
donde tropiecen padres e hijos,
donde sucumban vecinos y amigos.
Invasión del país
22 Así dice el Señor:
Miren, viene un pueblo de tierras del norte,
una nación poderosa del extremo de la tierra,
23 armados con arco y jabalina;
son crueles, no tienen compasión,
sus gritos son un mar embravecido,
cabalgan a lomos de caballo,
todos dispuestos para el combate,
para atacarte, Sión capital.
24 Al oír la noticia nos fallaron las fuerzas,
llenos de angustia, con dolores de parturienta.
25 No se aventuren por campos ni caminos,
la espada enemiga siembra el terror en torno.
26 Capital de mi pueblo, vístete de sayal
y revuélcate en el polvo;
haz duelo y llora amargamente
como por un hijo único,
pues de improviso nos llegará el devastador.
27 Te he nombrado examinador de mi pueblo,
para que pruebes y examines su conducta.
28 Son todos rebeldes y calumniadores,
una cuadrilla de devastadores.
29 El fuelle resopla, el fuego está listo:
¡echa el plomo, el bronce y el hierro!
Pero es inútil refinarlos,
no se desprende la escoria.
30 Les llaman plata de desecho,
pues el Señor los ha desechado.
Discurso sobre el Templo
7 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:
— 2 Ponte en la puerta del Templo del Señor y proclama allí esta palabra. Dirás: Escuchen la palabra del Señor, judaítas todos que entran por estas puertas para postrarse ante el Señor. 3 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Mejoren su conducta y sus acciones, y habitaré entre ustedes en este lugar. 4 No confíen en las mentiras de quienes dicen: “Este es el Templo del Señor, el Templo del Señor, el Templo del Señor”. 5 Si mejoran su conducta y sus acciones; si actúan con justicia entre unos y otros; 6 si no oprimen al huérfano y a la viuda; si no derraman sangre inocente en este lugar; si no van tras dioses extraños para su desgracia, 7 entonces habitaré entre ustedes en este lugar, en la tierra que di a sus antepasados antaño y para siempre. 8 Ustedes confían en mentiras que no sirven de nada. 9 Roban, matan, cometen adulterio, juran en falso, ofrecen incienso a Baal, van tras dioses extraños que no conocían, 10 ¿y vienen después a ponerse ante mí, en este Templo que lleva mi nombre, diciendo “Estamos a salvo”, para seguir cometiendo todas esas abominaciones? 11 ¿Piensan que es una cueva de bandidos este Templo que lleva mi nombre? ¡Pero si yo mismo lo he visto! —oráculo del Señor—. 12 Vayan a mi santuario de Siló, en el que habité al principio; vean lo que hice con él por la maldad de mi pueblo Israel. 13 En consecuencia, por haber perpetrado todas estas acciones —oráculo del Señor—, porque les hablé sin descanso y no me escucharon, porque los llamé y no respondieron, 14 pienso hacer con este Templo que lleva mi nombre, en el que confían, y con el lugar que di a sus antepasados y a ustedes, lo mismo que hice con Siló. 15 Los arrojaré de mi presencia como arrojé a sus hermanos, a toda la estirpe de Efraín.
16 En cuanto a ti, no intercedas por este pueblo, ni eleves por ellos gritos ni súplicas; no insistas ante mí, pues no pienso escucharte. 17 ¿No ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 Los hijos recogen palos, los padres hacen fuego y las mujeres amasan para hacer tortas votivas a la Reina del Cielo, y derraman libaciones en honor de dioses extraños, con el fin de irritarme. 19 ¿Y piensan que me irritan a mí —oráculo del Señor—? ¿No se hacen daño a sí mismos, para su propia vergüenza? 20 Por eso, así dice el Señor Dios: Voy a derramar mi ira y mi cólera sobre este lugar, sobre personas y animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra; arderán y no se apagarán. 21 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel:
— ¡Ofrezcan, si quieren, holocaustos y sacrificios, y coman la carne! 22 Pero cuando saqué a sus antepasados del país de Egipto, no les hablé ni les di instrucciones sobre holocaustos o sacrificios; 23 sólo les impuse este precepto: Háganme caso, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; sigan por el camino que yo les ordene, para que todo les vaya bien. 24 Pero no escucharon ni prestaron atención; más bien siguieron su propio parecer, la maldad de su mente retorcida; me dieron la espalda en lugar de volver su rostro hacia mí. 25 Desde el día en que salieron sus antepasados del país de Egipto hasta el día de hoy, les he estado enviando sin descanso a mis siervos los profetas. 26 Pero no me escucharon ni prestaron atención; se hicieron más tercos y se portaron peor que sus antepasados. 27 Les repetirás esto palabra por palabra, pero no te escucharán; los llamarás, pero no te contestarán. 28 Dirás en su presencia: “Esta es la nación que no obedeció al Señor su Dios, que no aprendió la lección; la sinceridad ha desaparecido, ha sido extirpada de su boca”. 29 Corta tu melena de consagrado, tírala por ahí, y entona en las dunas esta endecha, pues el Señor ha rechazado y abandonado a la generación que se ha hecho objeto de su cólera. 30 En efecto, la gente de Judá hizo lo que me parece mal —oráculo del Señor—: instalaron ídolos en el Templo que lleva mi nombre, y lo contaminaron; 31 construyeron recintos sagrados en el Tófet, que está en el valle de Ben Hinón, para quemar allí a sus hijos e hijas, algo que no les mandé hacer y que ni siquiera me pasó por la imaginación. 32 Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se llamará Tófet ni valle de Ben Hinón, sino valle de la Matanza, y enterrarán en el Tófet por falta de sitio. 33 Los cadáveres de este pueblo servirán de alimento a las aves y a las bestias carroñeras, y nadie las ahuyentará. 34 Haré que enmudezcan en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén las voces alegres de fiesta, las canciones del novio y de la novia, pues el país quedará en ruinas.
8 En aquel tiempo —oráculo del Señor— sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén. 2 Los expondrán al sol y a la luna, y a todo el ejército del cielo, a quien amaban, a quien servían, a quien seguían, a quien consultaban y a quien adoraban; no los recogerán ni los enterrarán; quedarán como estiércol en el campo. 3 Todos los supervivientes de esta gente perversa, en todos los lugares por donde los dispersé, preferirán la muerte a la vida —oráculo del Señor del universo—.
Un pueblo necio y recalcitrante
4 Les dirás: Así dice el Señor:
¿No se levantan los que caen?
¿No vuelve el que se marchó?
5 ¿Por qué, pues, se ha extraviado este pueblo,
y Jerusalén es una apóstata recalcitrante?
Se aferran al engaño, se niegan a volver.
6 Presté atención y escuché:
Sus palabras no eran de fiar;
nadie se arrepiente de su maldad
preguntándose: “¿Qué he hecho?”.
Cada cual sigue sus correrías,
como caballo lanzado al ataque.
7 Hasta la cigüeña en el cielo
conoce el tiempo establecido;
la tórtola, la golondrina y la grulla
están atentas al tiempo del regreso.
Pero mi pueblo no conoce
el orden fijado por el Señor.
8 ¿Cómo dicen “Somos sabios,
tenemos la ley del Señor”,
si resulta que la ha corrompido
la pluma corrupta de los expertos?
9 Los sabios están avergonzados,
asustados, y quedan atrapados.
Si han rechazado la palabra del Señor,
¿de qué puede servirles su sabiduría?
10 Por eso, voy a dar a otros sus mujeres,
entregaré sus campos a los conquistadores.
Es que del pequeño al grande
todos piensan en medrar;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.
11 Han curado la herida de mi pueblo,
pero sólo por encima, diciendo:
“Paz, paz”, pero no hay paz.
12 Deberían sentirse avergonzados
por haber cometido abominaciones;
pero no se van a avergonzar,
ni siquiera conocen el pudor.
Por eso caerán entre otros caídos,
se hundirán cuando venga a castigarlos
—oráculo del Señor—.
13 Quisiera cosechar algo
—oráculo del Señor—,
pero no hay uvas en la cepa,
tampoco higos en la higuera;
tienen las hojas marchitas.
¡Pues los convertiré en bosque pelado!
Juicio del pueblo y dolor del profeta
14 ¿Qué hacemos aquí sentados?
Vayamos juntos a las ciudades fortificadas
y acabemos allí de una vez,
pues es el Señor nuestro Dios
quien quiere acabar con nosotros;
nos da a beber nuestras lágrimas,
pues hemos pecado contra el Señor.
15 Esperábamos paz y nada va bien;
un tiempo saludable, y llega el terror.
16 Desde Dan se puede oír
resoplar a sus caballos,
relinchar a sus corceles:
la tierra se estremece.
Llegan devorando la tierra y cuanto contiene,
las ciudades y todos sus habitantes.
17 Voy a enviar contra ustedes
serpientes y víboras,
que no responden a encantamientos:
los morderán. —Oráculo del Señor—.
18 Me siento abrumado de dolor,
tengo enfermo el corazón,
al oír los gritos de mi pueblo
desde una tierra lejana:
19 “¿No está el Señor en Sión?
¿No está su rey en ella?”.
“¿Por qué me irritaron con sus ídolos,
con esas naderías extranjeras?”.
20 Pasó la cosecha, se acabó el verano,
pero nosotros no hemos sido salvados.
21 Los destrozos en la capital
me tienen del todo destrozado,
ando entristecido, presa del espanto.
22 ¿Ya no hay bálsamo en Galaad?
¿No quedan médicos allí?
¿Por qué, pues, sigue abierta
la herida de la capital de mi pueblo?
23 ¿Por qué no será mi cabeza una fuente
y mis ojos un manantial de lágrimas,
para llorar de día y de noche
por las víctimas de la capital de mi pueblo?
La familia cristiana
5 No trates duramente al anciano. Exhórtalo, más bien, como harías con un padre. Pórtate con los jóvenes como si fueran hermanos. 2 A las ancianas trátalas como a madres, y a las jóvenes como a hermanas, con toda pureza.
Las viudas
3 Toma en consideración a las viudas, siempre que lo sean de verdad. 4 Pero si una viuda tiene hijos o nietos, a ellos toca, antes que a nadie, cuidar con dedicación de su propia familia, correspondiendo así a lo que recibieron de sus progenitores; esto es, en efecto, lo que agrada a Dios. 5 En cuanto a la auténtica viuda —la que está sola en el mundo—, ha puesto su esperanza en Dios y vive día y noche ocupada en oraciones y plegarias. 6 En cambio, la de conducta licenciosa, aunque parezca viva, está muerta. 7 Incúlcales esto para que sean irreprochables. 8 Pues quien no mira por los suyos, especialmente por los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que los infieles.
9 Para que una viuda sea admitida en la asociación correspondiente, debe tener al menos sesenta años, haber sido esposa de un solo hombre 10 y gozar de buena fama por haber educado bien a sus hijos, por haber practicado la hospitalidad, por haber atendido solícitamente a los creyentes y por haber socorrido a los atribulados; en una palabra, por haber practicado toda clase de bien.
11 Pero no admitas a viudas jóvenes, pues el ansia de placer las aparta de Cristo y las impulsa a contraer nuevo matrimonio, 12 con lo que se hacen culpables al romper su primer compromiso. 13 Además, aprenden a vivir ociosamente y no hacen más que andar de casa en casa; desocupadas como están, viven del comadreo, se entrometen en todo y hablan de lo que no deben. 14 Así que prefiero que las viudas jóvenes se casen otra vez, tengan hijos, cuiden de su casa y no den pie a las críticas de nuestros enemigos. 15 Porque algunas ya se han pervertido siguiendo las huellas de Satanás.
16 Si una creyente tiene viudas en su familia, que las cuide ella y evite así que se conviertan en carga para la comunidad; de esta manera la comunidad podrá atender a las que son verdaderamente viudas.
Los dirigentes
17 Los presbíteros que desempeñan con acierto el cargo de dirigentes, merecen una especial consideración; sobre todo los que se afanan en la proclamación de la palabra y en la enseñanza. 18 Ya lo dice la Escritura: No pongas bozal al buey que trilla; y también: “El que trabaja tiene derecho a su salario”. 19 No aceptes acusación contra un presbítero a no ser que venga avalada por dos o tres testigos.
Consejos a Timoteo
20 Reprende públicamente a los que pequen. Así escarmentarán los demás. 21 Ante Dios, ante Cristo Jesús y ante los ángeles elegidos te ruego encarecidamente que cumplas todo esto con imparcialidad, sin dejarte arrastrar por preferencias humanas.
22 No impongas a nadie las manos demasiado a la ligera, no sea que te hagas responsable de culpas ajenas. Y tú mismo conserva limpia la conciencia. 23 En adelante, no bebas agua sola; mézclala con un poco de vino para hacer mejor la digestión; ya sabes que con frecuencia sufres indisposiciones.
24 Los pecados de algunos son del dominio público aun antes de ser aireados en juicio; los de otros, en cambio, sólo después del juicio salen a la luz. 25 Así sucede con las acciones: las buenas son de dominio público; las que no lo son, tampoco podrán permanecer ocultas.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España