Old/New Testament
Himno triunfal de los salvados
26 Aquel día entonarán
este canto en tierra de Judá:
“Nuestra ciudad es una fortaleza,
murallas y baluartes la protegen.
2 Abran los portones,
que pase el pueblo fiel,
el pueblo que guarda lealtad.
3 Su propósito es firme,
va atesorando bienestar,
pues confía en ti.
4 Confíen siempre en el Señor,
él es nuestra Roca eterna:
5 humilló a los habitantes de la altura,
doblegó a la ciudad encumbrada,
la aplastó, la aplastó por tierra,
la hizo morder el polvo.
6 La pisotean los pies del humilde,
los pobres al caminar”.
Angustia y esperanza en un tiempo sin futuro
7 El camino del justo es derecho,
tú allanas la senda del justo.
8 Echamos de menos, Señor,
tu forma de hacer justicia;
anhelamos tu nombre y tu recuerdo.
9 Mi ser te ansía de noche,
mi espíritu madruga en tu busca,
pues de tu forma de juzgar en la tierra
aprenden justicia sus habitantes.
10 Aunque el malvado sea perdonado,
nunca aprenderá justicia:
pervierte el derecho en el país,
no se fija en la grandeza del Señor.
11 Señor, tu mano está alzada,
pero no se fijan en ella.
Que vean avergonzados tu celo por el pueblo,
que un fuego devore a tus adversarios.
12 Señor, de seguro nos darás bienestar,
pues tú realizas todas nuestras obras.
13 Señor, Dios nuestro,
nos dominaron otros señores,
mas sólo reconocemos tu nombre.
14 Los que han muerto ya no viven,
no se levantan las sombras,
por eso los castigas y destruyes,
y acabas así con su recuerdo.
15 Pero tú multiplicas el pueblo,
lo multiplicas y demuestras tu poder,
ensanchas las fronteras del país.
16 Señor, en el peligro acudíamos a ti,
cuando más nos afligía tu castigo:
17 como embarazada a punto de parir,
que se retuerce y grita entre dolores,
eso parecíamos, Señor, ante ti.
18 Parimos, nos retorcimos,
pero dimos a luz viento:
no supimos socorrer al país,
no parimos habitantes al mundo.
19 Tus muertos revivirán
y se alzarán sus despojos,
despertarán clamorosos
los que habitan en el polvo.
Pues tu rocío es rocío de luz
y el país de las sombras parirá.
Castigo de desórdenes
20 Pueblo mío, entra en tu casa,
cierra las puertas tras de ti,
escóndete sólo un momento
hasta que pase la cólera.
21 Que el Señor sale de su morada
y piensa castigar la culpa
de todo el que habita en el país:
la tierra, empapada de sangre,
ya no ocultará a sus muertos.
El último enemigo
27 Aquel día el Señor castigará
con su espadón, sólido y fuerte,
a Leviatán, serpiente huidiza,
a Leviatán, serpiente tortuosa,
y matará al Dragón del mar.
Canción a la viña selecta
2 Aquel día canten a la viña selecta:
3 Yo, el Señor, me ocupo de ella,
la riego muy a menudo;
para que no le falten hojas,
la cuido de noche y día.
4 Se me ha pasado el enfado:
aunque dé zarzas y cardos,
me acerco y les prendo fuego.
5 Quien quiera mi protección,
que haga las paces conmigo,
las paces haga conmigo.
Prosperidad tras el perdón
6 Vienen días en que echará raíces Jacob,
en que Israel rebrotará y florecerá,
sus frutos llenarán el mundo.
7 ¿Lo ha herido como hiere a los que lo hieren?
¿Lo ha matado como mata a los que lo matan?
8 Lo condenas expulsándolo con espanto,
lo castigas con un viento impetuoso,
como un día con viento del este.
9 Así será expiada la culpa de Jacob,
este será el coste de borrar su pecado:
cuando convierta las piedras del altar
en piedra caliza desmenuzada,
cuando no queden en pie estelas
ni altares en honor del sol.
La ciudad solitaria
10 Sola está la ciudad fortificada:
no es más que una morada abandonada,
olvidada lo mismo que un desierto.
Allí pastan los terneros,
tumbados consumen sus ramas.
11 Al secarse, el ramaje se quiebra;
se acercan mujeres y lo queman.
Este pueblo no tiene conocimiento,
por eso no se apiada de él su Hacedor,
no se compadece su Creador.
Vuelta de los desterrados
12 Aquel día el Señor trillará las mieses
desde el Éufrates al torrente de Egipto.
Pero ustedes serán espigados
uno a uno, hijos de Israel.
13 Aquel día sonará el cuerno grande,
volverán los dispersos por Asiria,
los prófugos de la tierra de Egipto.
Todos se postrarán ante el Señor
en el monte santo de Jerusalén.
Siguiendo el ejemplo de Cristo
2 Si alguna fuerza tiene una exhortación hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve un consejo nacido del amor, si nos une el mismo Espíritu, si alienta en ustedes un corazón entrañable y compasivo, 2 llénenme de alegría teniendo el mismo pensar, alimentando el mismo amor, viviendo en armonía, compartiendo los mismos sentimientos. 3 No hagan nada por egoísmo o vanagloria; al contrario, sean humildes y consideren que los demás son mejores que ustedes. 4 Que cada uno busque no su propio provecho, sino el de los otros. 5 Compórtense como lo hizo Cristo Jesús,
6 el cual, siendo de condición divina
no quiso hacer de ello ostentación,
7 sino que se despojó de su grandeza,
asumió la condición de siervo
y se hizo semejante a los humanos.
Y asumida la condición humana,
8 se rebajó a sí mismo
hasta morir por obediencia,
y morir en una cruz.
9 Por eso, Dios lo exaltó sobremanera
y le otorgó el más excelso de los nombres,
10 para que todos los seres,
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
caigan de rodillas ante el nombre de Jesús,
11 y todos proclamen que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Lumbreras en medio del mundo
12 Y puesto que siempre me han obedecido, queridos míos, ahora que estoy ausente, afánense con santo temor en lograr la propia salvación, con más empeño aún que si yo estuviese presente. 13 Es Dios mismo quien realiza en ustedes el querer y el hacer, más allá de la buena disposición que tengan.
14 Háganlo todo sin protestas ni discusiones. 15 Serán así irreprochables y sencillos, serán hijos de Dios, intachables en medio de gentes depravadas y perversas, y brillarán entre ellas como lumbreras que iluminan el mundo. 16 Mantengan con firmeza la palabra que es fuente de vida; así, el día en que Cristo se manifieste, podré enorgullecerme de no haber corrido en vano ni de haberme fatigado inútilmente. 17 Y aunque tuviera que sufrir el martirio como ofrenda sacrificial en favor de la fe que ustedes profesan, me sentiría dichoso compartiendo con todos ustedes mi alegría; 18 alégrense igualmente ustedes de compartir conmigo su alegría.
Timoteo y Epafrodito
19 Con la ayuda de Jesús, el Señor, confío en que podré enviarles cuanto antes a Timoteo para que, al tener noticias de ustedes, me sienta confortado. 20 Nadie como él comparte mis sentimientos ni se ocupa tan sinceramente de los asuntos de ustedes. 21 Todos, en efecto, buscan sus propios intereses y no los de Jesucristo; 22 pero en lo que respecta a Timoteo, ya conocen su excelente hoja de servicios, pues se ha portado conmigo en la tarea evangelizadora como un hijo con su padre. 23 Espero poder enviárselo tan pronto como vea claro el curso que toman mis cosas. 24 Y confío en que también yo, con la ayuda del Señor, iré pronto a visitarlos.
25 Entre tanto, me ha parecido necesario enviarles al hermano Epafrodito, colaborador y compañero mío de lucha, que vino como embajador de ustedes con la misión de socorrerme. 26 Los echaba mucho de menos y estaba inquieto sabiendo que se habían enterado de su enfermedad. 27 Es cierto que estuvo enfermo y a las puertas de la muerte; pero Dios se apiadó de él, y no sólo de él, sino también de mi, no queriendo añadir más tristeza a mi tristeza.
28 Así que me he apresurado a enviárselo para que, al verlo de nuevo, recobren ustedes su alegría y disminuya mi preocupación. 29 Acójanlo, pues, en el Señor, con alegría y estimen a quienes se portan como él; 30 pues, en efecto, por causa de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para suplir la ayuda que ustedes no podían prestarme.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España