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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
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Josué 4-6

Monumento conmemorativo

Cuando toda la gente acabó de cruzar el Jordán, el SEÑOR habló a Josué diciendo: —Toma del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mándales diciendo: “Tomen de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales llevarán con ustedes, y las pondrán en el lugar donde han de pasar esta noche”.

Josué llamó a los doce hombres a quienes había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu, y les dijo Josué:

—Pasen delante del arca del SEÑOR su Dios hasta la mitad del Jordán, y cada uno de ustedes tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, para que esto sea señal entre ustedes. Y cuando sus hijos les pregunten en el futuro, diciendo: “¿Qué significan para ustedes estas piedras?”, les responderán: “Las aguas del Jordán fueron cortadas ante el arca del pacto del SEÑOR. Cuando esta cruzó el Jordán, las aguas del Jordán fueron cortadas, por lo cual estas piedras sirven de monumento conmemorativo a los hijos de Israel, para siempre”.

Los hijos de Israel hicieron como les mandó Josué: Tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como el SEÑOR había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel. Las llevaron consigo al lugar donde pasaron la noche y las colocaron allí. Josué también erigió doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Y están allí hasta el día de hoy.

10 Los sacerdotes que llevaban el arca se quedaron de pie en medio del Jordán, hasta que se cumplió todo lo que el SEÑOR había mandado a Josué que hablara al pueblo, conforme a todo lo que Moisés había mandado a Josué. Y el pueblo se dio prisa y cruzó.

11 Aconteció que cuando todo el pueblo acabó de cruzar, también cruzó el arca del SEÑOR con los sacerdotes, en presencia del pueblo. 12 También los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés cruzaron armados al frente de los hijos de Israel, según Moisés les había dicho. 13 Como cuarenta mil soldados, listos para la guerra, cruzaron delante del SEÑOR hacia las llanuras de Jericó para la batalla. 14 Aquel día el SEÑOR engrandeció a Josué ante los ojos de todo Israel, y le temieron, como habían temido a Moisés todos los días de su vida.

15 El SEÑOR habló a Josué diciendo:

16 —Manda a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio, que salgan del Jordán.

17 Y Josué mandó a los sacerdotes diciendo:

—Salgan del Jordán.

18 Aconteció que cuando los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del SEÑOR salieron de en medio del Jordán, y las plantas de sus pies pasaron a lugar seco, las aguas del Jordán volvieron a su lugar, desbordando todas sus orillas, como antes.

19 El pueblo salió del Jordán el diez del mes primero[a], y acamparon en Gilgal al este de Jericó. 20 Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán, 21 y habló a los hijos de Israel, diciendo:

—Cuando en el futuro sus hijos pregunten a sus padres diciendo: “¿Qué significan estas piedras?”, 22 darán a conocer a sus hijos diciendo: “Israel cruzó en seco este Jordán”. 23 Porque el SEÑOR su Dios secó las aguas del Jordán delante de ustedes, hasta que acabaron de cruzar, de la manera que el SEÑOR su Dios había hecho con el mar Rojo, el cual secó delante de nosotros hasta que acabamos de cruzar; 24 para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano del SEÑOR es poderosa, y para que teman al SEÑOR su Dios todos los días.

La circuncisión en Gilgal

Sucedió que cuando todos los reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, hacia el occidente, y todos los reyes de los cananeos que estaban al lado del mar oyeron cómo el SEÑOR había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel, hasta que habían cruzado, desfalleció su corazón y no hubo más ánimo en ellos a causa de los hijos de Israel.

En aquel tiempo el SEÑOR dijo a Josué: “Hazte cuchillos de pedernal y de nuevo vuelve a circuncidar a los hijos de Israel”. Entonces Josué se hizo cuchillos de pedernal y circuncidó a los hijos de Israel en Guivat-haaralo[b]. Esta es la razón por la que Josué los circuncidó: Todos los varones del pueblo que salieron de Egipto, todos los hombres de guerra, habían muerto por el camino en el desierto, después que salieron de Egipto. Todos los que habían salido habían sido circuncidados; pero los que habían nacido en el camino, por el desierto, después que salieron de Egipto, no habían sido circuncidados. Porque los hijos de Israel caminaron por el desierto cuarenta años, hasta que murió toda la nación, es decir, los hombres de guerra que salieron de Egipto; pues no habían obedecido la voz del SEÑOR. Por eso el SEÑOR les juró que no los dejaría ver la tierra que él había jurado a sus padres que nos daría: una tierra que fluye leche y miel. Y fue a estos, a los hijos de aquellos, a quienes el SEÑOR había levantado en su lugar, a los que Josué circuncidó. Eran incircuncisos, porque no habían sido circuncidados en el camino. Cuando habían acabado de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el campamento en el mismo lugar, hasta que se sanaron.

Entonces el SEÑOR dijo a Josué: “Hoy he quitado de ustedes la afrenta de Egipto”. Por eso se llamó el nombre de aquel lugar Gilgal[c], hasta el día de hoy.

Cesa el maná en Canaán

10 Los hijos de Israel acamparon en Gilgal y celebraron la Pascua el día catorce del mes primero[d], al atardecer, en las llanuras de Jericó. 11 Al día siguiente de la Pascua, en ese mismo día, comieron del producto de la tierra, panes sin levadura y espigas tostadas. 12 Y el maná cesó al día siguiente, cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra. Los hijos de Israel nunca más tuvieron maná. Más bien, ese año ya comieron del producto de la tierra de Canaán.

El Jefe del Ejército del SEÑOR

13 Sucedió que estando Josué cerca de Jericó, alzó los ojos y miró; y he aquí que un hombre estaba delante de él, con su espada desenvainada en su mano. Josué, yendo hacia él, le preguntó:

—¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?

14 Él le respondió:

—No. Yo soy el Jefe del Ejército del SEÑOR, que he venido ahora.

Entonces Josué, postrándose en tierra sobre su rostro lo adoró y le preguntó:

—¿Qué dice mi Señor a su siervo?

15 El Jefe del Ejército del SEÑOR respondió a Josué:

—Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás santo es.

Y Josué lo hizo así.

La caída de Jericó

Jericó estaba cerrada y atrancada por causa de los hijos de Israel. Nadie entraba ni salía. Pero el SEÑOR dijo a Josué:

—Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó, a su rey y a sus hombres de guerra. Asediarán la ciudad ustedes, todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez. Esto harán durante seis días. Siete sacerdotes llevarán siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca. Al séptimo día darán siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las cornetas. Y sucederá que cuando hagan sonar prolongadamente el cuerno de carnero, cuando oigan el sonido de la corneta, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad se derrumbará. Entonces el pueblo subirá, cada uno hacia adelante.

Josué hijo de Nun llamó a los sacerdotes y les dijo:

—Lleven el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca del SEÑOR. —Dijo, además, al pueblo—: Pasen y rodeen la ciudad. Los que están armados pasen delante del arca del SEÑOR.

Sucedió, después que Josué había hablado al pueblo, que los siete sacerdotes, llevando las siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca[e] del SEÑOR, pasaron y tocaron las cornetas. El arca del pacto del SEÑOR los seguía. La vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las cornetas, y la retaguardia iba detrás del arca, tocando prolongadamente las cornetas. 10 Pero Josué mandó al pueblo diciendo:

—Ustedes no gritarán ni harán oír su voz ni saldrá palabra de su boca hasta el día que yo diga: “¡Griten!”. Entonces gritarán.

11 Así él hizo que el arca del SEÑOR diera una vuelta alrededor de la ciudad; y regresaron al campamento, donde pasaron la noche. 12 Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del SEÑOR. 13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete cornetas de cuernos de carnero caminaron delante del arca del SEÑOR tocando las cornetas prolongadamente, mientras caminaban, y la vanguardia iba delante de ellos. La retaguardia iba detrás del arca del SEÑOR, mientras tocaban las cornetas prolongadamente. 14 Así dieron una vuelta a la ciudad el segundo día y regresaron al campamento. De esta manera hicieron durante seis días.

15 Aconteció que el séptimo día se levantaron al amanecer y fueron alrededor de la ciudad de la misma manera, siete veces. Solamente ese día dieron vuelta a la ciudad siete veces. 16 Y sucedió que a la séptima vez, cuando los sacerdotes habían tocado las cornetas, Josué dijo al pueblo:

—¡Griten, porque el SEÑOR les entrega la ciudad! 17 Pero la ciudad será anatema al SEÑOR; ella con todas las cosas que están en ella. Solo vivirá la prostituta Rajab, con todos los que estén en su casa con ella, porque escondió a los mensajeros que enviamos. 18 Pero ustedes guárdense del anatema. No toquen ni tomen nada del anatema; no sea que hagan anatema el campamento de Israel y le ocasionen destrucción. 19 Pero toda la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro serán consagrados al SEÑOR y formarán parte del tesoro del SEÑOR.

20 Entonces el pueblo gritó, y tocaron las cornetas. Y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la corneta, gritó con gran estruendo. ¡Y el muro se derrumbó! Entonces el pueblo subió a la ciudad, cada uno directamente delante de él; y la tomaron. 21 Destruyeron a filo de espada todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos.

22 Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra:

—Entren en la casa de la mujer prostituta, y saquen de allí a ella y todo lo que sea suyo, como se lo han jurado.

23 Entraron los jóvenes espías y sacaron a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo. Sacaron a toda su familia, y los pusieron fuera del campamento de Israel. 24 Y consumieron con fuego la ciudad, junto con todo lo que había en ella. Solamente pusieron en el tesoro de la casa del SEÑOR la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro. 25 Pero Josué preservó la vida a la prostituta Rajab, a la familia de su padre y todo lo que era suyo. Ella ha habitado entre los israelitas hasta el día de hoy, porque escondió a los mensajeros que Josué envió para espiar Jericó.

26 En aquel tiempo Josué les hizo este juramento diciendo:

—¡Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad de Jericó! A costa de su primogénito colocará sus cimientos, y a costa de su hijo menor asentará sus puertas.

27 El SEÑOR estuvo con Josué, y su fama se divulgó por toda la tierra.

Lucas 1:1-20

Prólogo: dedicatoria a Teófilo

Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

Anuncio del nacimiento de Juan

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor. No tenían hijos, porque Elisabet era estéril y ambos eran de edad avanzada.

Aconteció que cuando Zacarías ejercía el sacerdocio delante de Dios, en el turno de su clase[a], conforme a la costumbre del sacerdocio le tocó por sorteo entrar en el templo del Señor para quemar el incienso. 10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del incienso.

11 Entonces el ángel del Señor se le apareció, puesto de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Zacarías se turbó cuando lo vio, y el temor se apoderó de él. 13 Pero el ángel le dijo:

—¡No temas, Zacarías! Porque tu oración ha sido atendida. Tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo y llamarás su nombre Juan. 14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento 15 porque él será grande delante del Señor[b]. Nunca beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios. 17 Él mismo irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo apercibido.

18 Y Zacarías dijo al ángel:

—¿Cómo podré estar seguro de esto? Pues yo soy viejo y mi esposa es de edad avanzada.

19 Respondió el ángel y le dijo:

—Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. 20 He aquí, quedarás mudo e incapaz de hablar hasta el día en que se realice esto, por cuanto no has creído a mis palabras las cuales se cumplirán a su debido tiempo.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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