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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
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La Palabra (España) (BLP)
Version
2 Crónicas 13-14

Reinado de Abías (914-911) (1 Re 15,1-2.6-8)

13 Abías comenzó a reinar en Judá en el año décimo octavo del reinado de Jeroboán y reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá. Abías y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. Abías se preparó para el combate con un ejército de cuatrocientos mil guerreros escogidos y valerosos, mientras que Jeroboán se enfrentó a él con ochocientos mil guerreros igualmente escogidos y valerosos. Abías subió a la cima del monte Semaráin, en la sierra de Efraín, y gritó:

— Jeroboán e israelitas todos, escuchadme: ¿Acaso no sabéis que el Señor, Dios de Israel ha concedido a David y a sus hijos la realeza perpetua sobre Israel mediante alianza inviolable? Sin embargo, Jeroboán, hijo de Nabat y servidor de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor, seguido por una cuadrilla de vagos e indeseables que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, aprovechándose de que Roboán era un joven apocado que no pudo controlarlos. Y ahora vosotros pretendéis enfrentaros al reino del Señor, regido por los descendientes de David, porque os sabéis numerosos y tenéis con vosotros los becerros de oro que Jeroboán os impuso por dioses. Ya habéis expulsado a los sacerdotes del Señor, descendientes de Aarón, y a los levitas, para haceros sacerdotes como los de los demás pueblos, pues a todo el que llega con un novillo y siete carneros lo consagráis sacerdote de dioses falsos. 10 Para nosotros, en cambio, el Señor es nuestro Dios y no lo hemos abandonado; los sacerdotes que lo sirven son descendientes de Aarón y los levitas, los encargados del culto; 11 y ofrecen al Señor los sacrificios matutinos y vespertinos, el incienso perfumado, preparan los panes de la ofrenda sobre la mesa y encienden cada tarde el candelabro de oro con sus lámparas; pues nosotros guardamos las prescripciones del Señor nuestro Dios, al que vosotros habéis abandonado. 12 Sabed que nuestro Dios viene con nosotros en cabeza y sus sacerdotes tienen las trompetas preparadas para dar el toque de guerra contra vosotros. Así que, israelitas, no luchéis contra el Señor, Dios de vuestros antepasados, porque no venceréis.

13 Jeroboán tendió una emboscada para atacarles por la espalda, de modo que ellos quedaban frente a Judá y la emboscada por detrás. 14 Cuando los judaítas se volvieron y se dieron cuenta de que les presentaban batalla de frente y por detrás, clamaron al Señor mientras los sacerdotes hacían sonar las trompetas 15 y los hombres de Judá lanzaban el grito de guerra. Cuando los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra, Dios derrotó a Jeroboán y a todo Israel ante Abías y Judá. 16 Los israelitas huyeron ante Judá y Dios los entregó en su poder. 17 Abías y su ejército les infligieron una gran derrota, pues Israel sufrió quinientas mil bajas. 18 En aquella ocasión los israelitas quedaron humillados, mientras que los judaítas vencieron por haberse apoyado en el Señor, Dios de sus antepasados. 19 Abías persiguió a Jeroboán y le arrebató las ciudades de Betel, Jesaná y Efrón con sus respectivas aldeas anejas.

20 Jeroboán ya no volvió a recuperarse en tiempos de Abías: el Señor lo hirió y murió. 21 En cambio, Abías se fortaleció: tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas.

22 El resto de la historia de Abías, su conducta y sus hechos están escritos en el comentario del profeta Idó. 23 Cuando murió Abías, fue enterrado en la ciudad de David y su hijo Asá le sucedió como rey. Durante su reinado el país disfrutó de diez años de paz.

Reinados de Asá y Josafat (14—20)

Comienzos del reinado de Asá (1 Re 15,11-12)

14 Asá hizo el bien y agradó con su conducta al Señor, su Dios. Suprimió los altares extranjeros y los santuarios locales; destruyó las columnas y los postes sagrados; exhortó a Judá a buscar al Señor, Dios de sus antepasados, y a cumplir la ley y los mandamientos; y eliminó de todas las ciudades de Judá los santuarios locales de los montes y los altares de incienso. Y el reino disfrutó de paz bajo su gobierno.

Como el Señor le había dado tranquilidad, y el país estaba por aquellos años en paz y sin guerras, Asá construyó ciudades fortificadas en Judá. Asá les dijo:

— Puesto que hemos seguido al Señor nuestro Dios y él nos ha dado paz con los vecinos, fortifiquemos estas ciudades construyendo a su alrededor murallas, torres, puertas y cerrojos, ahora que el país está en nuestro poder.

Y concluyeron con éxito las obras de construcción. Asá tenía un ejército de trescientos mil judaítas armados de escudos y lanzas, y doscientos ochenta mil benjaminitas armados de escudos y arcos; todos ellos, guerreros valerosos.

Invasión de Zéraj

El cusita Zéraj los atacó con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá. Asá salió a su encuentro y tomaron posiciones para la batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá. 10 Entonces Asá invocó al Señor, su Dios, diciendo:

— Cuando tú ayudas, Señor, no haces distinciones entre el fuerte y el débil. Ayúdanos, Señor Dios nuestro, pues en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos a luchar contra esa multitud. Señor, tú eres nuestro Dios. Que nadie prevalezca contra ti.

11 El Señor derrotó a los cusitas ante Asá y Judá, y ellos se dieron a la fuga. 12 Asá y su gente los persiguieron hasta Guerar y los cusitas cayeron sin dejar supervivientes, pues habían quedado destrozados ante el Señor y ante su ejército, que capturó un enorme botín. 13 Luego atacaron y saquearon todas las ciudades de la región de Guerar, que estaban aterrorizadas ante el Señor y tenían mucho botín. 14 Atacaron también los campamentos de ganado y se llevaron gran cantidad de ovejas y camellos. Finalmente regresaron a Jerusalén.

Juan 12:1-26

Unción de Jesús en Betania (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9)

12 Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, el mismo a quien había resucitado de entre los muertos. Ofrecieron allí una cena en honor de Jesús. Marta servía la mesa y Lázaro era uno de los comensales. María tomó un frasco de perfume muy caro —casi medio litro de nardo puro— y lo derramó sobre los pies de Jesús; después los secó con sus cabellos. La casa entera se llenó de la fragancia de aquel perfume.

Entonces Judas Iscariote, el discípulo que iba a traicionar a Jesús, se quejó diciendo:

— Ese perfume ha debido costar el equivalente al jornal de todo un año. ¿Por qué no se ha vendido y se ha repartido el importe entre los pobres?

En realidad, a él los pobres lo traían sin cuidado; dijo esto porque era ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que depositaban en ella. Jesús le dijo:

— ¡Déjala en paz! Esto lo tenía guardado con miras a mi sepultura. Además, a los pobres los tendréis siempre con vosotros; a mí en cambio, no siempre me tendréis.

También Lázaro debe morir

Un gran número de judíos se enteró de que Jesús estaba en Betania, y fueron allá, no sólo atraídos por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. 10 Los jefes de los sacerdotes tomaron entonces la decisión de eliminar también a Lázaro, 11 pues, por su causa, muchos judíos se alejaban de ellos y creían en Jesús.

Entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,28-40)

12 Al día siguiente, muchos de los que habían acudido a la fiesta, al enterarse de que Jesús se acercaba a Jerusalén, 13 cortaron ramos de palmera y salieron a su encuentro gritando:

— ¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el rey de Israel!

14 Jesús encontró a mano un asno y montó sobre él. Así lo había predicho la Escritura:

15 No temas, Jerusalén;
mira, tu rey viene a ti
montado sobre un asno.

16 Sus discípulos no entendieron entonces el significado de este gesto; solamente después, cuando Jesús fue glorificado, recordaron que aquello que habían hecho con Jesús ya estaba escrito de antemano sobre él. 17 Y la gente que estaba con él cuando resucitó a Lázaro y mandó que saliera del sepulcro, contaba también lo que había visto. 18 Así que una multitud, impresionada por el relato del milagro, salió en masa al encuentro de Jesús. 19 En vista de ello, los fariseos comentaban entre sí:

— Ya veis que no conseguimos nada; todo el mundo lo sigue.

Unos griegos quieren ver a Jesús

20 Entre los que habían llegado a Jerusalén para dar culto a Dios con ocasión de la fiesta, se encontraban algunos griegos. 21 Estos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron:

— Señor, quisiéramos ver a Jesús.

22 Felipe se lo dijo a Andrés, y los dos juntos se lo notificaron a Jesús. 23 Jesús les dijo:

— Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. 24 Os aseguro que si un grano de trigo no cae en tierra y muere, seguirá siendo un único grano. Pero si muere, producirá fruto abundante. 25 Quien vive preocupado solamente por su vida, terminará por perderla; en cambio, quien no se apegue a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna. 26 Si alguien quiere servirme, que me siga. Correrá la misma suerte que yo. Y todo el que me sirva será honrado por mi Padre.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España