Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 83 (82)
Dios, no te quedes callado
83 Canto. Salmo de Asaf.
2 Oh Dios, no te quedes callado,
no enmudezcas ni estés impasible.
3 Mira, tus enemigos se amotinan,
se ensoberbecen quienes te odian.
4 Traman intrigas contra tu pueblo,
conspiran contra tus protegidos.
9 también Asiria se ha unido a ellos
y prestan su apoyo a los hijos de Lot. [ Pausa]
10 Trátalos tú como a Madián,
como a Sísara y Jabín en el torrente Quisón:
17 Cubre sus rostros de vergüenza
y que ellos, Señor, busquen tu nombre.
18 Sean avergonzados y turbados para siempre,
que sean deshonrados y perezcan;
8 Barac le respondió:
— Si tú vienes conmigo, yo también iré. Pero si tú no vienes conmigo, tampoco yo iré.
Respondió ella:
9 — Iré contigo, pero ya no será tuya la gloria de la campaña que vas a emprender, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.
Débora se levantó y marchó con Barac a Cadés. 10 Y Barac convocó en Cadés a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él diez mil hombres y Débora subió con él.
11 Jéber, el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los hijos de Jobab, el suegro de Moisés, y había plantado su tienda cerca de la Encina de Sananín, en Cadés.
12 Avisaron a Sísara que Barac, el hijo de Abinoán, había subido al monte Tabor. 13 Y Sísara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todas sus tropas, llevándolas desde Jaróset Goyín al torrente Quisón. 14 Débora dijo a Barac:
— ¡Ánimo! que este es el día en que el Señor te va a entregar a Sísara. ¿Acaso no va el Señor delante de ti?
Barac bajó del monte Tabor seguido de sus diez mil hombres. 15 El Señor sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Barac. Sísara se bajó del carro y huyó a pie. 16 Barac persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Goyín. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno. 17 Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Jael, mujer de Jéber, el quenita, porque reinaba la paz entre Jabín, rey de Jasor, y la familia de Jéber, el quenita. 18 Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo:
— Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas.
Sísara entró en la tienda y ella lo cubrió con una manta. 19 Él le pidió:
— Por favor, dame de beber un poco de agua, que tengo sed.
Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar. 20 Sísara le dijo:
— Quédate a la entrada de la tienda y si alguien viene y te pregunta: “¿Hay alguien aquí?”, respóndele que no.
21 Pero Jael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en la mano, se le acercó silenciosamente y le hincó la clavija en la sien hasta clavarla en tierra. Y Sísara que, agotado de cansancio, estaba profundamente dormido, murió. 22 Cuando llegó Barac persiguiendo a Sísara, Jael le salió al encuentro y le dijo:
— Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.
Barac entró en la tienda donde Sísara yacía muerto con la clavija clavada en la sien.
23 Así humilló Dios aquel día a Jabín, rey cananeo, ante los israelitas 24 que cada vez fueron acosando más duramente a Jabín, rey cananeo, hasta que terminaron con él.
El justo juicio de Dios
2 Por eso, tú, quienquiera que seas, no tienes excusa cuando te eriges en juez de los demás. Al juzgar a otro, tú mismo te condenas, pues te eriges en juez no siendo mejor que los demás. 2 Es sabido que el juicio de Dios cae con rigor sobre quienes así se comportan. 3 Y tú que condenas a quienes actúan así, pero te portas igual que ellos, ¿te imaginas que vas a librarte del castigo de Dios? 4 ¿Te es, acaso, indiferente la inagotable bondad, paciencia y generosidad de Dios, y no te das cuenta de que es precisamente esa bondad la que está impulsándote a cambiar de conducta? 5 Eres de corazón terco y obstinado, con lo que estás amontonando castigos sobre ti para aquel día de castigo, cuando Dios se manifieste como justo juez 6 y pague a cada uno según su merecido: 7 a los que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad mediante la práctica constante del bien, les dará vida eterna; 8 en cambio, a los contumaces en rechazar la verdad y adherirse a la injusticia les corresponde un implacable castigo. 9 Habrá angustia y sufrimiento para cuantos hacen el mal: para los judíos, desde luego; pero también para los no judíos. 10 Gloria, honor y paz, en cambio, para los que hacen el bien, tanto si son judíos como si no lo son. 11 Porque en Dios no caben favoritismos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España