Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 78 (77)
Contaremos las proezas del Señor
78 Salmo de Asaf.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
atiendan a las palabras de mi boca.
2 Con sentencias sabias hablaré,
proclamaré enigmas de antaño.
3 Lo que nosotros oímos y sabemos,
lo que nuestros padres nos contaron,
4 no lo ocultaremos a sus hijos;
a la nueva generación le contaremos
las proezas del Señor y su poder,
las maravillas que él hizo.
5 Él estableció una norma en Jacob,
una ley instituyó en Israel;
él ordenó a nuestros padres
enseñarlas a sus hijos,
6 para que la generación venidera lo sepa
y los hijos que habrán de nacer
se dispongan a contarlo a sus hijos.
7 Así estos confiarán en Dios,
no olvidarán sus proezas
y respetarán sus mandatos;
Sacrificio en el monte Ébal y lectura de la ley
30 Entonces Josué construyó un altar al Señor, Dios de Israel, en el monte Ébal, 31 conforme a lo que Moisés, siervo del Señor, había mandado a los israelitas y está escrito en el libro de la Ley de Moisés, a saber: un altar de piedras sin labrar, no tocadas por el hierro. A continuación ofrecieron al Señor holocaustos sobre él e inmolaron sacrificios de comunión.
32 Y allí mismo grabó Josué sobre las piedras una copia de la ley que Moisés había escrito en presencia de los israelitas. 33 Y todo Israel, con sus ancianos, sus funcionarios y sus jueces, estaba de pie a ambos lados del Arca, ante los sacerdotes levitas que portaban el Arca de la alianza del Señor; extranjeros y nativos se colocaron la mitad en la falda del monte Garizín y la otra mitad en la falda del monte Ébal, según había mandado Moisés, siervo del Señor, cuando bendijo por primera vez al pueblo de Israel. 34 Luego, Josué leyó todas las palabras de la ley —tanto bendiciones como maldiciones— tal como está escrito en el libro de la Ley. 35 Ni una sola palabra de cuantas Moisés había prescrito dejó Josué de leer en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos.
13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz que, procedente de los ángulos del altar de oro que está delante de Dios, 14 decía al ángel que tenía en su mano la trompeta:
— Desata a los cuatro ángeles que están encadenados en la ribera del gran río Éufrates. 15 Y desató a los cuatro ángeles que estaban preparados para aniquilar en esa hora, día, mes y año a la tercera parte de la humanidad. 16 Y pude oír el número de soldados de este ejército de caballería: eran doscientos millones de jinetes. 17 Vi igualmente los caballos y sus jinetes, que vestían corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos eran como de león, y sus bocas despedían fuego, humo y azufre; 18 tres calamidades —fuego, humo y azufre— que salían de la boca de los caballos y que aniquilaron a la tercera parte de la humanidad. 19 El poder destructor de los caballos residía en su cabeza y en su cola, que estaba armada de mortíferas cabezas de serpiente.
20 A pesar de todo, quienes no fueron aniquilados por estas calamidades, se negaron a cambiar de conducta. Siguieron adorando a los demonios, a los ídolos de oro, plata, bronce, madera y piedra, dioses que no pueden ver, ni oír, ni caminar. 21 Siguieron aferrados a sus crímenes, a sus hechicerías, a su lujuria y a sus rapiñas.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España