Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
7 El Señor dijo a Josué:
— Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte ante todo Israel, para que sepan que estoy contigo, lo mismo que estuve con Moisés. 8 Tú da esta orden a los sacerdotes encargados de transportar el Arca de la alianza: “En cuanto ustedes lleguen a tocar el agua de la orilla del Jordán, deténganse allí”.
9 Josué dijo a los israelitas:
— Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios.
10 Y añadió:
— Esta será la señal de que el Dios vivo está en medio de ustedes y de que, al llegar ustedes, va a expulsar al cananeo, al hitita, al jeveo, al fereceo, al guirgaseo, al amorreo y al jebuseo. 11 El Arca del Señor, dueño de toda la tierra, va a cruzar el Jordán delante de ustedes. 12 Escojan, pues, doce hombres de las tribus de Israel, un hombre por cada tribu. 13 En cuanto toquen las aguas del Jordán las plantas de los pies de los sacerdotes encargados de transportar el Arca del Señor, dueño de toda la tierra, las aguas del Jordán que vienen de arriba quedarán cortadas y se detendrán formando como un dique.
El paso milagroso del Jordán
14 Cuando el pueblo levantó el campamento dispuesto a cruzar el Jordán, los sacerdotes marchaban al frente del pueblo llevando el Arca de la alianza. 15 Pues bien, en cuanto los sacerdotes que llevaban el Arca llegaron al Jordán y sus pies tocaron el agua de la orilla (el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega), 16 el agua que bajaba de arriba se detuvo y formó como un embalse hasta muy lejos, hasta Adam, ciudad que está cerca de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, quedaron completamente cortadas de manera que el pueblo pudo cruzar el río frente a Jericó. 17 Los sacerdotes que transportaban el Arca de la alianza del Señor se mantuvieron a pie firme, en medio del cauce seco del Jordán, mientras todo Israel iba atravesando el río por el cauce seco, hasta que todo el pueblo acabó de cruzarlo.
Salmo 107 (106)
Alaben al Señor por su bondad
107 Alaben al Señor por su bondad,
porque es eterno su amor.
2 Que lo digan los que el Señor ha salvado,
los que ha salvado del poder del enemigo,
3 los que reunió de entre los países,
de oriente y de occidente,
del norte y del poniente.
4 Vagaban perdidos por el árido desierto,
no hallaban el camino a una ciudad habitada.
5 Estaban hambrientos, tenían sed,
su vida se iba agotando.
6 Pero en su angustia gritaron al Señor
y él los salvó de sus penurias;
7 los guió por un camino recto
hasta llegar a una ciudad habitada.
33 El Señor convierte en un desierto los ríos,
los manantiales en tierra seca,
34 la tierra fértil en tierra estéril,
por la maldad de quienes la habitan.
35 Convierte el desierto en un lago,
en un manantial el árido yermo,
36 y allí asienta a los hambrientos
que fundan la ciudad donde vivir.
37 Siembran campos, plantan viñas,
cosechan frutos de la tierra.
9 Recuerden, hermanos, nuestros afanes y fatigas: cómo trabajamos día y noche para no ser gravosos a nadie, mientras les anunciábamos el mensaje evangélico de Dios. 10 Testigos son, y lo es Dios también, de lo noble, honrado e irreprochable que fue nuestro proceder para con ustedes, los creyentes. 11 Tratamos a cada uno —¡bien lo saben!— como un padre trata a sus hijos: 12 exhortándolos, animándolos y amonestándolos para que se comporten de una manera digna del Dios que los ha llamado a su reino glorioso.
13 Damos por ello gracias a Dios constantemente, pues al acoger el mensaje evangélico de Dios que les proclamamos, no fue un mensaje humano el que ustedes acogieron sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en ustedes los creyentes.
Jesús denuncia la hipocresía (Mc 12,38-40, Lc 11,43; 20,46)
23 Jesús se dirigió entonces a la gente y a sus propios discípulos 2 y les dijo:
— Los maestros de la ley y los fariseos han sido los encargados de interpretar la ley de Moisés. 3 Obedézcanlos, pues, y cumplan cuanto les digan; pero no imiten su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan: 4 echan cargas pesadas e insoportables sobre los hombros de los demás, pero ellos no están dispuestos a mover ni siquiera un dedo para llevarlas. 5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Usan filacterias más anchas y flecos más largos que ningún otro; 6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes, sentarse en los lugares preferentes en las sinagogas, 7 ser saludados en público y que la gente los llame “maestros”. 8 Ustedes, en cambio, no se hagan llamar “maestro”; el único maestro de ustedes es Cristo y todos ustedes son hermanos unos de otros. 9 Ni tampoco llamen a nadie “padre nuestro” en este mundo, porque el único Padre de ustedes es el del cielo. 10 Ni tampoco se hagan llamar “maestros”, porque el único maestro de ustedes es Cristo. 11 El más grande entre ustedes será el que se ponga al servicio de los demás. 12 Al que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España