Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 28 (27)
Escucha mi grito de súplica
28 De David.
Señor, a ti te llamo;
no me ignores, fortaleza mía,
que si tú no me hablas
seré como los muertos.
2 Escucha mi grito de súplica
cuando te invoco,
cuando alzo mis manos
hacia tu santuario.
3 No me arrojes con los malvados
ni con los que hacen el mal:
hablan de paz con sus amigos,
pero en su corazón hay violencia.
4 Trátalos según sus acciones
y la maldad de sus actos;
trátalos de acuerdo a sus obras,
¡dales tú su merecido!
5 Pues no reconocen las acciones del Señor
ni tampoco la obra de sus manos,
¡que él los derribe
y no vuelva a levantarlos!
6 Bendito sea el Señor
que escucha mi grito de súplica.
7 El Señor es mi fortaleza y mi escudo,
en él mi corazón confía.
Me ha socorrido y estoy alegre,
con mis cantos le doy gracias.
8 El Señor es el baluarte de su pueblo,
la fortaleza que salva a su ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad,
sé su pastor y guíalos por siempre.
Sueños del copero y del panadero del faraón
40 Ocurrió, pasado algún tiempo, que el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor. 2 Se encolerizó el faraón con sus dos cortesanos —el copero mayor y el panadero mayor— 3 y los hizo poner bajo custodia en casa del capitán de la guardia, que era la misma cárcel donde se hallaba preso José. 4 El capitán de la guardia encargó a José que los atendiera.
Llevaban varios días en la cárcel, 5 cuando en la misma noche, ambos —el copero y el panadero del rey de Egipto— tuvieron un sueño, cada uno el suyo, y cada sueño con su propio significado. 6 Por la mañana, cuando José fue a verlos, los encontró preocupados; 7 así que preguntó a los dos cortesanos del faraón que estaban presos con él en casa de su señor:
— ¿Qué les pasa hoy que tienen tan mala cara?
8 Ellos contestaron:
— Hemos tenido un sueño, y no tenemos quien nos lo interprete.
José les respondió:
— Dios es quien interpreta los sueños; cuéntenmelos.
9 Entonces el copero mayor contó su sueño a José:
— En mi sueño veía una vid delante de mí, 10 que tenía tres sarmientos. La vid echó brotes y flores y las uvas iban madurando en los racimos. 11 Con la copa del faraón en mano, yo tomaba los racimos, los estrujaba en la copa y luego yo mismo la ponía en la mano del faraón.
12 José le dijo:
— Esta es la interpretación: los tres sarmientos son tres días. 13 De aquí a tres días, el faraón revisará tu caso y te repondrá en tu cargo, y volverás a poner la copa del faraón en su mano como antes, cuando eras su copero. 14 Sólo te pido que te acuerdes de mí cuando todo se haya arreglado. Por favor, háblale de mí al faraón para que me saque de este lugar, 15 pues me raptaron del país de los hebreos, y aquí no he hecho nada para que me tengan en la cárcel.
16 Cuando el panadero mayor vio que José había acertado con la interpretación del sueño le dijo:
— Pues yo soñé que llevaba tres canastillos de mimbre sobre mi cabeza. 17 En el canastillo de arriba llevaba los pasteles que se hacen para el faraón, pero las aves venían a picotear de ese canastillo sobre mi cabeza.
18 José le dijo:
— Esta es la interpretación: Los tres canastillos son tres días. 19 De aquí a tres días, el faraón revisará tu caso y te hará colgar de una horca, y las aves picotearán la carne de tu cuerpo.
20 Efectivamente, al cabo de tres días, el faraón celebraba su cumpleaños y ofrecía un banquete a todos sus cortesanos. En presencia de estos, mandó sacar de la cárcel al copero mayor y al panadero mayor; 21 al copero mayor lo repuso en el cargo, para que volviese a ser quien pusiera la copa en la mano del faraón; 22 en cambio, mandó ahorcar al panadero mayor, tal como José había dicho. 23 Pero el copero mayor no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo.
Jesús apacigua una tempestad (Mc 4,35-41; Lc 8,22-25)
23 Subió Jesús a una barca acompañado de sus discípulos, 24 cuando de pronto se levantó en el lago una tempestad tan violenta que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había quedado dormido. 25 Los discípulos se acercaron a él y lo despertaron, diciendo:
— ¡Señor, sálvanos! ¡Estamos a punto de perecer!
26 Jesús les dijo:
— ¿A qué viene ese miedo? ¿Por qué es tan débil su fe?
Entonces se levantó, increpó a los vientos y al lago y todo quedó en calma. 27 Y los discípulos se preguntaban asombrados:
— ¿Quién es este, que hasta los vientos y el lago le obedecen?
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España