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Revised Common Lectionary (Semicontinuous)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with sequential stories told across multiple weeks.
Duration: 1245 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Salmos 17:1-7

Salmo 17 (16)

Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras

17 Oración de David.
¡Escucha, Señor, lo que es justo! Atiende mi súplica,
presta oído a mi ruego, pues mis labios no mienten.
Tú dictarás mi sentencia,
tus ojos discernirán lo que es justo.
Me has sondeado, me has examinado de noche,
me has probado y no has hallado mal alguno.
Mi boca no ha pecado;
frente a otras conductas humanas,
yo evité el camino del violento,
siguiendo la palabra de tus labios.
He mantenido mis pasos firmes en tus sendas
y no he dejado que mis pies se extravíen.
Yo te invoco y tú, Dios, me respondes.
¡Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras!
Haz resplandecer tu amor,
tú que salvas de sus atacantes
a quienes se refugian en ti.

Salmos 17:15

15 Pero yo, Señor, me he portado rectamente
y por eso contemplaré tu rostro;
al despertarme, me saciaré de tu imagen.

Génesis 31:22-42

Labán persigue a Jacob

22 Tres días después Labán recibió la noticia de que Jacob había huido. 23 Entonces, acompañado de sus parientes, salió en su búsqueda; después de siete días lo alcanzó en los montes de Galaad. 24 Pero esa misma noche Dios se apareció en sueños a Labán, el arameo, y le dijo:

— ¡Que no se te ocurra hacer reproche alguno a Jacob, ni para bien ni para mal!

25 Labán alcanzó a Jacob cuando este acababa de montar su campamento en el monte Galaad; entonces Labán y sus parientes montaron también allí su campamento. 26 Y Labán le preguntó a Jacob:

— ¿Por qué has hecho esto? Me has traicionado y te has llevado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra. 27 ¿Por qué has huido en secreto, con engaños y sin comunicármelo? Yo te habría despedido con festejos, con cánticos y al son de panderos y cítaras. 28 Pero ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Te has portado como un insensato! 29 Ahora yo podría castigarlos, pero anoche el Dios de tu padre me habló y me dijo que no se me ocurriera hacerte reproche alguno, ni para bien ni para mal. 30 Pero si te marchas porque añoras la casa de tu padre, ¿por qué me has robado mis dioses?

31 Entonces Jacob respondió a Labán:

— Es que tuve miedo. Pensé que tal vez me ibas a arrebatar por la fuerza a tus hijas. 32 Eso sí, aquel en cuyo poder se encuentren tus dioses, que lo pague con su vida. Pongo a nuestros parientes como testigos: busca si hay algo tuyo, y llévatelo.

Pero Jacob no sabía que los había robado Raquel.

33 Labán entró en la tienda de Jacob, luego en la de Lía, y también en la de las dos criadas, pero no encontró nada. Cuando salió de la tienda de Lía pasó a la de Raquel. 34 Pero Raquel ya había tomado los ídolos, los había escondido debajo de la montura del camello y se había sentado encima de ellos. Mientras tanto Labán registró toda la tienda y no encontró nada. 35 Entonces Raquel le dijo a su padre:

— No tome a mal mi señor que no me levante ante ti; tengo la menstruación.

Y por más que buscó, Labán no logró encontrar los ídolos.

36 Así que Jacob se enojó con Labán y le recriminó todo indignado:

— ¿Qué delito, qué falta he cometido para que me persigas así? 37 ¿Has encontrado algo que te pertenezca después de registrar todas mis cosas? Si lo has encontrado, enséñalo aquí, delante de tus parientes y los míos, y que sean ellos quienes decidan quién de los dos tiene razón. 38 Durante los veinte años que pasé contigo jamás tus ovejas o tus cabras abortaron ni yo jamás comí un carnero de tu rebaño; 39 jamás te traje un animal despedazado por las fieras, ya que te lo compensaba con uno de los míos, mientras tú me reclamabas si de día o de noche me robaban ganado. 40 De día me consumía el calor, de noche el frío, y no conciliaba el sueño. 41 Veinte años he estado en tu casa, y esto es lo que me ha tocado: trabajar catorce años a tu servicio por tus dos hijas, y seis años más por tu ganado; y tú continuamente me cambiabas el salario. 42 Si el Dios de mi padre —el Dios de Abrahán, el Terror de Isaac— no hubiera estado conmigo, es bien seguro que me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y anoche salió en mi defensa.

Romanos 1:8-15

Pablo y los cristianos de Roma

Quiero empezar dando gracias por todos ustedes a mi Dios, mediante Jesucristo, porque en el mundo entero se habla con admiración de la fe de ustedes. Dios mismo, a quien sirvo de todo corazón anunciando la buena noticia de su Hijo, puede garantizar que pienso constantemente en ustedes. 10 Una y otra vez insto a Dios en mis oraciones, a ver si tiene a bien facilitarme el que por fin pueda visitarlos. 11 ¿Hará falta que les diga cuántas ganas tengo de verlos y poder así comunicarles algún bien espiritual que los fortalezca? 12 Aunque, en realidad, se trata de animarnles mutuamente con esa fe que ustedes y yo tenemos en común.

13 No quiero que ignoren, hermanos, las muchas veces que he intentado visitarlos, sin éxito hasta el momento. Abrigaba la ilusión de cosechar también entre ustedes algún fruto, lo mismo que en otras regiones paganas, 14 ya que me debo por igual a civilizados y a no civilizados, a sabios y a ignorantes. 15 Así que, en cuanto de mí depende, estoy enteramente dispuesto a proclamar la buena noticia también entre ustedes, los que residen en Roma.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España