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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
2 Crónicas 22-23

Ocozías, rey de Judá

22 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a Ocozías, su hijo menor, porque una banda armada que había venido con los árabes al campamento había matado a todos los mayores. Por eso asumió el reinado Ocozías hijo de Joram, rey de Judá. Ocozías tenía veintidós años[a] cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía hija de Omri.

Él anduvo en los caminos de la casa de Acab, porque su madre lo aconsejaba a que actuara impíamente. E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, como la casa de Acab; porque después de la muerte de su padre, ellos lo aconsejaban para su perdición. También siguió sus consejos y con Joram hijo de Acab, rey de Israel, fue a la guerra contra Hazael, rey de Siria, en Ramot de Galaad. Los sirios hirieron a Joram, y este volvió a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado en Ramot cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Ocozías[b] hijo de Joram, rey de Judá, descendió a Jezreel para ver a Joram hijo de Acab, porque este estaba enfermo.

La caída de Ocozías, al visitar a Joram, ocurrió de parte de Dios, pues cuando llegó, salió con Joram contra Jehú hijo de Nimsi, al cual el SEÑOR había ungido para que exterminara a la casa de Acab. Y sucedió que cuando Jehú ejecutaba juicio contra la casa de Acab, encontró a los jefes de Judá y a los hijos de los hermanos de Ocozías, que servían a Ocozías, y los mató. Después mandó buscar a Ocozías, y lo capturaron en Samaria, donde se había escondido; lo llevaron a Jehú y lo mataron. Y le dieron sepultura, porque dijeron: “Era hijo de Josafat, quien buscó al SEÑOR con todo su corazón”.

No quedó nadie de la casa de Ocozías para retener el poder del reino.

Atalía usurpa el trono de Judá

10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y exterminó a toda la descendencia real de la casa de Judá. 11 Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás hijo de Ocozías, lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey a quienes estaban dando muerte, y puso a él y a su nodriza en un dormitorio. Josabet, hija del rey Joram y mujer del sacerdote Joyada (siendo ella hermana de Ocozías), lo escondió de Atalía, para que no lo matara. 12 Y estuvo escondido con ellos en la casa de Dios seis años. Entre tanto, Atalía reinaba en el país.

Joás asciende al trono de Judá

23 Al séptimo año, Joyada cobró ánimo y trajo, para hacer un convenio con él, a jefes de centenas: Azarías hijo de Jerojam, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed, Maasías hijo de Adaías y Elisafat hijo de Zicri. Ellos recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los jefes de las casas paternas de Israel, y fueron a Jerusalén. Entonces toda la congregación hizo un convenio con el rey en la casa de Dios, y Joyada les dijo:

—He aquí el hijo del rey, el cual reinará, como el SEÑOR ha prometido acerca de los hijos de David. Esto es lo que han de hacer: Una tercera parte de ustedes, los sacerdotes y los levitas que entran de turno el sábado, estarán de porteros. Otra tercera parte estará en la casa del rey, y la otra tercera parte estará en la puerta del Cimiento. Todo el pueblo estará en los atrios de la casa del SEÑOR, pero nadie entrará en la casa del SEÑOR, excepto los sacerdotes y los levitas que sirven. Estos podrán entrar, porque están consagrados; y todo el pueblo guardará la ordenanza del SEÑOR. Entonces los levitas formarán un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en su mano. Cualquiera que entre en el templo morirá. Estarán con el rey cuando entre y cuando salga.

Los levitas y todo Judá hicieron conforme a todo lo que había mandado el sacerdote Joyada. Tomaron cada uno a sus hombres, a los que habían de entrar el sábado y a los que habían de salir el sábado, porque el sacerdote Joyada no dio licencia a los grupos. El sacerdote Joyada dio a los jefes de centenas las lanzas y los escudos pequeños y grandes que habían sido del rey David, y que estaban en la casa de Dios. 10 Luego puso a toda la gente en su lugar, cada uno con su lanza en la mano, desde el lado sur del templo hasta el lado norte del templo, entre el altar y el templo, alrededor del rey.

11 Luego sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona, le dieron el testimonio y lo proclamaron rey. Joyada y sus hijos lo ungieron diciendo:

—¡Viva el rey!

12 Cuando Atalía oyó el bullicio de la gente que corría y loaba al rey, se acercó a la gente en la casa del SEÑOR. 13 Y cuando miró, he aquí que el rey estaba de pie junto a su columna, a la entrada. Los magistrados y los que tocaban las trompetas estaban junto al rey. Todo el pueblo de la tierra se regocijaba y tocaba las trompetas, y los cantores dirigían la alabanza con instrumentos musicales. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó:

—¡Conspiración! ¡Conspiración!

14 Luego el sacerdote Joyada sacó a los jefes de centenas que estaban al mando del ejército, y les dijo:

—¡Sáquenla de entre las filas; y el que la siga sea muerto a espada!

Porque el sacerdote había dicho que no la mataran en la casa del SEÑOR. 15 Entonces le echaron mano, y cuando ella llegó a la entrada de la puerta de los Caballos de la casa del rey, allí la mataron.

16 Joyada hizo un pacto entre él, todo el pueblo y el rey, de que serían el pueblo del SEÑOR. 17 Después todo el pueblo entró en el templo de Baal, y lo destruyeron. Rompieron sus altares y sus imágenes, y delante de los altares mataron a Matán, sacerdote de Baal.

18 Luego Joyada designó oficiales para la casa del SEÑOR, a cargo de los sacerdotes levitas[c], a quienes David había organizado para estar a cargo de la casa del SEÑOR, a fin de ofrecer los holocaustos del SEÑOR, como está escrito en la ley de Moisés, con alegría y canto, conforme a lo establecido por David. 19 También puso porteros junto a las puertas de la casa del SEÑOR, para que no entrara ninguna persona impura por cualquier razón.

20 Después tomó a los jefes de centenas, a los poderosos, a los que gobernaban el pueblo y a todo el pueblo de la tierra; e hizo descender al rey desde la casa del SEÑOR. Entraron en la casa del rey por la puerta superior, e hicieron que el rey se sentara en el trono del reino. 21 Todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estaba en calma, después que a Atalía le habían dado muerte a espada.

Apocalipsis 10

El ángel y el librito

10 Vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube, y el arco iris estaba sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego, y tenía en su mano un librito abierto. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra, y gritó a gran voz, como cuando ruge el león. Cuando gritó, los siete truenos emitieron sus voces. Cuando los siete truenos hablaron, yo estaba por escribir, pero oí una voz del cielo que decía: “Sella las cosas que los siete truenos hablaron; no las escribas”.

Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano derecha al cielo y juró por el que vive para siempre jamás, quien creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él: “Ya no hay más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él esté por tocar la trompeta, también será consumado el misterio de Dios, como él lo anunció a sus siervos los profetas”.

Y la voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, diciendo: “Ve, toma el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”. Fui al ángel diciéndole que me diera el librito, y me dijo: “Toma y trágalo; y hará amargar tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel”.

10 Y tomé el librito de la mano del ángel y lo tragué. Y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo comí, mi estómago se hizo amargo. 11 Y me dijeron: “Te es necesario profetizar otra vez a muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes”.

Zacarías 6

Los cuatro carros de juicio

Volví a alzar mis ojos y miré. Y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes. Aquellos montes eran de bronce. En el primer carro había caballos rojos, en el segundo carro caballos negros, en el tercer carro caballos blancos y en el cuarto carro caballos moteados y bayos. Entonces pregunté al ángel que hablaba conmigo:

—Señor mío, ¿qué son estos?

Y el ángel me respondió diciendo:

—Estos son los cuatro vientos de los cielos que salen desde donde están, delante del SEÑOR de toda la tierra. Los caballos negros atados al carro salen hacia la tierra del norte; los blancos salen hacia el occidente; los moteados salen hacia la tierra del sur, y los bayos salen e intentan recorrer la tierra. —Entonces dijo—: ¡Vayan, recorran la tierra!

Y recorrieron la tierra.

Luego me llamó y me habló diciendo:

—Mira, los que salen hacia la tierra del norte han aplacado mi Espíritu en la tierra del norte.

La corona para Josué

La palabra del SEÑOR vino a mí diciendo: 10 “Tomarás una ofrenda de los del cautiverio: de Heldai, de Tobías y de Jedaías, que han venido de Babilonia; y el mismo día irás a la casa de Josías hijo de Sofonías. 11 Toma plata y oro, haz una corona[a] y ponla sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué hijo de Josadac. 12 Y le hablarás diciendo que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘¡He aquí el hombre cuyo nombre es el Retoño[b] brotará de su lugar y edificará el templo del SEÑOR! 13 Él edificará el templo del SEÑOR. Tendrá gloria, se sentará en su trono y gobernará. Habrá un sacerdote junto a su trono, y habrá consejo de paz entre ambos’ ”.

14 Heldai[c], Tobías, Jedaías y el hijo[d] de Sofonías tendrán coronas para gracia y como un recordatorio en el templo del SEÑOR. 15 Y los que están lejos vendrán y edificarán el templo del SEÑOR. Así conocerán que el SEÑOR de los Ejércitos me ha enviado a ustedes. Esto sucederá si escuchan atentamente la voz del SEÑOR, su Dios.

Juan 9

Jesús sana a un ciego de nacimiento

Mientras pasaba Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron diciendo:

—Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?

Respondió Jesús:

—No es que este pecó, ni tampoco sus padres. Al contrario, fue para que las obras de Dios se manifestaran en él. Me es preciso hacer las obras del que me envió mientras dure el día. La noche viene cuando nadie puede trabajar. Mientras yo esté en el mundo, luz soy del mundo.

Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y con el lodo untó los ojos del ciego. Y le dijo:

—Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa enviado).

Por tanto fue, se lavó y regresó viendo. Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto que era mendigo decían:

—¿No es este el que se sentaba para mendigar?

Unos decían:

—Este es.

Y otros:

—No. Pero se parece a él.

Él decía:

—Yo soy.

10 Entonces le decían:

—¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

11 Él respondió:

—El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: “Ve a Siloé y lávate”. Entonces, cuando fui y me lavé, recibí la vista.

12 Y le dijeron:

—¿Dónde está él?

Él dijo:

—No sé.

Los fariseos interrogan al sanado

13 Llevaron ante los fariseos al que antes era ciego, 14 porque el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos era sábado. 15 Entonces los fariseos le volvieron a preguntar de qué manera había recibido la vista, y les dijo:

—Él me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo.

16 Entonces algunos de los fariseos decían:

—Este hombre no es de Dios porque no guarda el sábado.

Pero otros decían:

—¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales?

Había una división entre ellos. 17 Entonces volvieron a hablar al ciego:

—¿Qué dices tú de él, puesto que te abrió los ojos?

Y él dijo:

—Que es profeta.

18 Los judíos, pues, no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista 19 y les preguntaron diciendo:

—¿Es este su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

20 Respondieron sus padres y dijeron:

—Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Pero cómo ve ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Edad tiene; pregúntenle a él y él hablará por su cuenta.

22 Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, porque ya los judíos habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por esta razón dijeron sus padres: “Edad tiene; pregúntenle a él”. 24 Así que, por segunda vez, llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron:

—¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que este hombre es pecador.

25 Entonces él respondió:

—Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que, habiendo sido ciego, ahora veo.

26 Luego le dijeron:

—¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

27 Les contestó:

—Ya les dije y no escucharon. ¿Por qué lo quieren oír otra vez? ¿Acaso quieren también ustedes hacerse sus discípulos?

28 Entonces lo ultrajaron y dijeron:

—¡Tú eres discípulo de él! ¡Pero nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado por Moisés, pero este no sabemos de dónde sea.

30 Respondió el hombre y les dijo:

—¡Pues en esto sí tenemos una cosa maravillosa! Que ustedes no sepan de dónde es, y a mí me abrió los ojos. 31 Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ese oye. 32 Desde la eternidad nunca se oyó que alguien abriera los ojos de uno que había nacido ciego. 33 Si este no procediera de Dios, no podría hacer nada.

34 Le contestaron diciendo:

—Tú naciste sumido en pecado, ¿y tú quieres enseñarnos a nosotros?

Y lo echaron fuera.

El ciego sanado cree en Jesús

35 Jesús oyó que lo habían echado fuera y, cuando lo halló, le dijo:

—¿Crees tú en el Hijo del Hombre?[a].

36 Él respondió y dijo:

—Señor, ¿quién es para que yo crea en él?

37 Jesús le dijo:

—Lo has visto, y el que habla contigo, él es.

38 Y dijo:

—¡Creo, Señor!

Y lo adoró.

39 Y dijo Jesús:

—Para juicio yo he venido a este mundo; para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos.

40 Al oír esto, algunos de los fariseos que estaban con él le dijeron:

—¿Acaso somos nosotros también ciegos?

41 Les dijo Jesús:

—Si fueran ciegos no tendrían pecado; pero ahora, porque dicen: “Vemos”, su pecado permanece.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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