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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
2 Crónicas 18

Josafat y Acab van contra los sirios

18 Josafat tenía riquezas y gloria en abundancia, y emparentó con Acab. Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab, por lo que Acab mató muchas ovejas y vacas para él y para la gente que estaba con él. Y lo persuadió a que subiera con él[a] a Ramot de Galaad. Acab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá:

—¿Irás conmigo a Ramot de Galaad?

Y él le respondió:

—Yo soy como eres tú, y mi pueblo como tu pueblo. Iremos contigo a la guerra.

Además, Josafat dijo al rey de Israel:

—Por favor, consulta hoy la palabra del SEÑOR.

Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, a cuatrocientos hombres, y les preguntó:

—¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré?

Ellos respondieron:

—Sube, porque Dios la entregará en mano del rey.

Entonces preguntó Josafat:

—¿No hay aquí todavía algún profeta del SEÑOR, para que consultemos por medio de él?

El rey de Israel respondió a Josafat:

—Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar al SEÑOR; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal, todos sus días. Es Micaías hijo de Imla.

Josafat respondió:

—No hable así el rey.

Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo:

—Trae pronto a Micaías hijo de Imla.

El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos. 10 Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y decía:

—Así ha dicho el SEÑOR: “¡Con estos embestirás a los sirios, hasta acabar con ellos!”.

11 Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo:

—Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque el SEÑOR la entregará en mano del rey.

12 El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo:

—He aquí, las palabras de los profetas unánimemente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien.

13 Pero Micaías respondió:

—¡Vive el SEÑOR, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré!

Llegó al rey, 14 y el rey le preguntó:

—Micaías, ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré?

Él respondió:

—Suban y triunfen, porque serán entregados en su mano.

15 El rey le dijo:

—¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre del SEÑOR?

16 Entonces respondió:

—He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no tienen pastor. Y el SEÑOR dijo: “Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz”.

17 Entonces el rey de Israel dijo a Josafat:

—¿No te dije que no profetizaría acerca de mí el bien, sino el mal?

18 Luego dijo Micaías:

—Escuchen, pues, la palabra del SEÑOR: Yo he visto al SEÑOR sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba de pie a su derecha y a su izquierda. 19 Entonces el SEÑOR preguntó: “¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?”. Y uno respondía de una manera, y otro respondía de otra manera. 20 Entonces salió un espíritu, se puso delante del SEÑOR y dijo: “Yo lo induciré”. El SEÑOR le preguntó: “¿De qué manera?”. 21 Y él respondió: “Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”. Y el SEÑOR dijo: “Tú lo inducirás, y también prevalecerás. Sal y hazlo así”. 22 Ahora pues, he aquí que el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas, porque el SEÑOR ha decretado el mal con respecto a ti.

23 Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciéndole:

—¿Por qué camino se apartó de mí el Espíritu del SEÑOR, para hablarte a ti?

24 Y Micaías respondió:

—¡He aquí, tú lo verás aquel día, cuando te metas de cuarto en cuarto para esconderte!

25 Entonces dijo el rey de Israel:

—Tomen a Micaías y háganlo volver a Amón, alcalde de la ciudad, y a Joás, hijo del rey. 26 Y diles: “El rey ha dicho así: ‘Pongan a este en la cárcel y manténganlo con una escasa ración de pan y de agua, hasta que yo vuelva en paz’”.

27 Y Micaías dijo:

—Si logras volver en paz, el SEÑOR no ha hablado por medio de mí. —Y añadió—: ¡Óiganlo, pueblos todos!

28 El rey de Israel subió con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. 29 El rey de Israel dijo a Josafat:

—Yo me disfrazaré y entraré en la batalla; pero tú, vístete con tus vestiduras.

Entonces el rey de Israel se disfrazó, y entraron en la batalla.

Derrota de Israel y muerte de Acab

30 Ahora bien, el rey de Siria había mandado a los jefes de los carros que tenía, diciendo: “No luchen contra chico ni contra grande, sino solo contra el rey de Israel”. 31 Y sucedió que cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron:

—¡Este es el rey de Israel!

Entonces se dirigieron hacia él para atacarlo pero Josafat gritó, y el SEÑOR le ayudó. Dios los desvió de él. 32 Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. 33 Entonces un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza. Y él dijo al que guiaba el carro:

—¡Da la vuelta y sácame de la batalla[b], porque he sido herido!

34 La batalla arreció aquel día, y el rey de Israel fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios, hasta el atardecer. Y murió al ponerse el sol.

Apocalipsis 7

Los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel

Después de esto, vi a cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, y que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Y vi que otro ángel, subiendo del oriente, tenía el sello del Dios vivo. Y llamó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes les fue dado hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: “¡No le hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con un sello la frente de los siervos de nuestro Dios!”.

Oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. Sellados,

de la tribu de Judá, doce mil;

de la tribu de Rubén, doce mil;

de la tribu de Gad, doce mil;

de la tribu de Aser, doce mil;

de la tribu de Neftalí, doce mil;

de la tribu de Manasés, doce mil;

de la tribu de Simeón, doce mil;

de la tribu de Leví, doce mil;

de la tribu de Isacar, doce mil;

de la tribu de Zabulón, doce mil;

de la tribu de José, doce mil;

de la tribu de Benjamín, doce mil.

La multitud de los redimidos

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud de todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, y nadie podía contar su número. Están de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y llevando palmas en sus manos. 10 Aclaman a gran voz diciendo:

“¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado sobre el trono,

y al Cordero!”.

11 Todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios diciendo: 12 “¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!”.

13 Uno de los ancianos me preguntó diciendo:

—Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?

14 Y yo le dije:

—Señor mío, tú lo sabes.

Y él me dijo:

—Estos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios y le rinden culto de día y de noche en su templo. El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. 16 No tendrán más hambre, ni tendrán más sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ningún otro calor; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

Zacarías 3

Visión de la investidura de Josué

Después me mostró a Josué, el sumo sacerdote, el cual estaba delante del ángel del SEÑOR; y Satanás estaba a su mano derecha para acusarlo.

El SEÑOR dijo a Satanás:

—El SEÑOR te reprenda, oh Satanás. El SEÑOR, quien ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del fuego?

Josué estaba delante del ángel, vestido con vestiduras sucias. Entonces el ángel habló y ordenó a los que estaban delante de él, diciendo:

—Quítenle esas vestiduras sucias. —Y a Josué dijo—: Mira que he quitado de ti tu iniquidad y te visto con ropa de gala. —También dijo[a]—: Pongan sobre su cabeza un turbante limpio.

Pusieron un turbante limpio sobre su cabeza y lo vistieron con sus vestiduras. El ángel del SEÑOR estaba de pie. Y el ángel del SEÑOR advirtió a Josué diciendo:

—Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: “Si andas en mis caminos y guardas mi ordenanza, tú también gobernarás mi casa y guardarás mis atrios; y yo te daré libre acceso entre estos que están de pie. Escucha, pues, oh Josué, sumo sacerdote; tú y tus amigos que se sientan delante de ti, puesto que son hombres de carácter simbólico: He aquí yo traigo a mi siervo, el Retoño[b]. Porque he aquí que yo mismo grabaré aquella piedra que he puesto delante de Josué (sobre esta única piedra hay siete ojos)[c], dice el SEÑOR de los Ejércitos, y quitaré la iniquidad de la tierra en un solo día. 10 En aquel día, dice el SEÑOR de los Ejércitos, cada uno de ustedes invitará a su amigo para estar debajo de su vid y debajo de su higuera”.

Juan 6

Jesús alimenta a cinco mil

Después de esto fue Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, o sea de Tiberias, y lo seguía una gran multitud porque veían las señales que hacía en los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

Cuando Jesús alzó los ojos y vio que se le acercaba una gran multitud, le dijo a Felipe:

—¿De dónde compraremos pan para que coman estos?

Pero decía esto para probarle, porque Jesús sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió:

—Ni con el pan comprado con el salario de más de seis meses bastaría para que cada uno de ellos reciba un poco.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:

—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescaditos. Pero, ¿qué es esto para tantos?

10 Entonces Jesús dijo:

—Hagan recostar a la gente.

Había mucha hierba en aquel lugar. Se recostaron, pues, como cinco mil hombres. 11 Entonces Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados. De igual manera repartió de los pescados, cuanto querían. 12 Cuando fueron saciados, dijo a sus discípulos:

—Recojan los pedazos que han quedado para que no se pierda nada.

13 Recogieron, pues, y llenaron doce canastas de pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14 Entonces, cuando los hombres vieron la señal que Jesús había hecho, decían:

—¡Verdaderamente este es el profeta[a] que ha de venir al mundo!

15 Como Jesús entendió que iban a venir para tomarlo por la fuerza y hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

Jesús camina sobre el agua

16 Cuando anochecía, sus discípulos descendieron al mar 17 y, entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos. 18 Y se agitaba el mar porque soplaba un gran viento. 19 Entonces, cuando habían remado como cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, y tuvieron miedo. 20 Pero él les dijo:

—¡Yo soy! ¡No teman!

21 Entonces ellos quisieron recibirlo en la barca y, de inmediato, la barca llegó a la tierra a donde iban.

Jesús: el pan de vida

22 Al día siguiente, la multitud que había estado al otro lado del mar se dio cuenta de que no había habido allí sino una sola barca, y que Jesús no había entrado en la barca con sus discípulos sino que estos se habían ido solos. 23 (Sin embargo, de Tiberias habían llegado otras barcas cerca del lugar donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias). 24 Entonces, cuando la multitud vio que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, ellos entraron en las barcas y fueron a Capernaúm buscando a Jesús. 25 Cuando lo hallaron al otro lado del mar, le preguntaron:

—Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

26 Jesús les respondió diciendo:

—De cierto, de cierto les digo que me buscan, no porque han visto las señales sino porque comieron de los panes y se saciaron. 27 Trabajen, no por la comida que perece sino por la comida que permanece para vida eterna que el Hijo del Hombre les dará; porque en este, Dios el Padre ha puesto su sello.

28 Entonces le dijeron:

—¿Qué haremos para realizar las obras de Dios?

29 Respondió Jesús y les dijo:

—Esta es la obra de Dios: que crean en aquel que él ha enviado.

30 Entonces le dijeron:

—¿Qué señal, pues, haces tú para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer[b].

32 Por tanto Jesús les dijo:

—De cierto, de cierto les digo que no les ha dado Moisés el pan del cielo sino mi Padre les da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo.

34 Le dijeron:

—Señor, danos siempre este pan.

35 Jesús les dijo:

—Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás. 36 Pero les he dicho que me han visto, y no creen. 37 Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene jamás lo echaré fuera. 38 Porque yo he descendido del cielo no para hacer la voluntad mía sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final. 40 Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el día final.

41 Entonces los judíos murmuraban de él porque había dicho: “Yo soy el pan que descendió del cielo”. 42 Y decían:

—¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: “He descendido del cielo”?

43 Jesús respondió y les dijo:

—No murmuren más entre ustedes. 44 Nadie puede venir a mí a menos que el Padre que me envió lo traiga; y yo lo resucitaré en el día final. 45 Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios[c]. Así que todo aquel que oye y aprende del Padre viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que proviene de Dios, este ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto les digo: El que cree[d] tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo para que el que coma de él no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne.

52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo:

—¿Cómo puede este darnos a comer su carne?

53 Y Jesús les dijo:

—De cierto, de cierto les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y beben su sangre, no tienen vida en ustedes. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. 57 Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo. No como los padres que comieron y murieron; el que come de este pan vivirá para siempre.

59 Estas cosas dijo en la sinagoga cuando enseñaba en Capernaúm.

Palabras de vida eterna

60 Entonces, al oírlo, muchos de sus discípulos dijeron:

—Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?

61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:

—¿Esto los escandaliza? 62 ¿Y si vieran al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero? 63 El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay entre ustedes algunos que no creen.

Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, 65 y decía:

—Por esta razón les he dicho que nadie puede venir a mí a menos que le haya sido concedido por el Padre.

66 Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él. 67 Entonces Jesús les dijo a los doce:

—¿Quieren acaso irse ustedes también?

68 Le respondió Simón Pedro:

—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios[e].

70 Jesús les respondió:

—¿No los escogí yo a ustedes doce y uno de ustedes es diablo?

71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque este, siendo uno de los doce, estaba por entregarlo.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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