Book of Common Prayer
Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de David.
8 Oh Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos! 2 Has enseñado a los pequeños y a los niños de pecho a rendirte perfecta alabanza. ¡Que su ejemplo avergüence a tus enemigos!
3 Cuando alzo la vista al cielo nocturno y contemplo la obra de tus manos, la luna y las estrellas que tú hiciste, 4 no logro comprender por qué te ocupas de nosotros, simples mortales. 5 Nos hiciste apenas un poco inferior a un dios, y nos coronaste de gloria y de honra.
6 Pusiste a nuestro cuidado todo cuanto has hecho; todo ha sido puesto bajo nuestra autoridad: 7 las ovejas, bueyes, los animales salvajes, 8 las aves, los peces y todos los seres del mar. 9 ¡Oh Señor nuestro, la majestad y gloria de tu nombre llenan la tierra!
Salmo de David.
138 Señor, te doy gracias de todo corazón. Cantaré tus alabanzas delante de los dioses. 2 Al adorarte me inclino ante tu santo templo. Agradeceré a tu nombre por tu gran amor y fidelidad. Porque has exaltado tu nombre y tu palabra por sobre todas las cosas. 3 Cuando oro me respondes y me animas dándome la fuerza que necesito. 4 Todos los reyes de la tierra te darán gracias, Señor, porque todos ellos oirán tus palabras. 5 Sí, cantarán de los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es muy grande. 6 Aunque el Señor es grande, toma en cuenta a los humildes, y está lejos de los orgullosos. 7 Aunque me rodeen tribulaciones, tú me librarás de la ira de mis enemigos. Contra el enojo de mis enemigos extenderás tu mano. Tu poder me salvará. 8 El Señor cumplirá sus planes para mi vida. Porque tu gran amor, Señor; es para siempre. No me abandones, pues tú me hiciste.
La caída del ser humano
3 La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo creados por Dios el Señor, se le acercó a la mujer y le preguntó:
―¿Es verdad que Dios no les permite comer de ningún árbol que hay en el jardín?
2 La mujer le contestó:
―Sí podemos comer los frutos de cualquier árbol, 3 menos del que está en el centro del jardín. Dios nos dijo que si comemos o tocamos el fruto de ese árbol, moriremos.
4 ―¡Mentira! —silbó la serpiente—. ¡No morirán! 5 Lo que pasa es que Dios sabe que, cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, obtendrán todo el conocimiento, pues podrán conocer el bien y el mal. ¡Ese día ustedes serán como Dios!
6 La mujer contempló el árbol y se convenció de que su fruto era bueno para comer. Además, lo vio muy hermoso, y pensó que era su oportunidad para conseguir la sabiduría. Así que agarró el fruto y comió. Luego le dio de comer a su marido, el cual estaba con ella. 7 Tan pronto lo comieron, se dieron cuenta de que estaban desnudos y sintieron vergüenza. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrir su desnudez.
8 Aquella tarde, a la hora en que sopla la brisa, el hombre y la mujer oyeron que Dios andaba por el jardín. Entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios el Señor no los viera. 9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó:
―¿Dónde estás?
10 El hombre le contestó:
―Oí que andabas por el jardín y me dio miedo, pues estoy desnudo. Así que me escondí.
11 ―¿Quién te dijo que estás desnudo? —le preguntó Dios el Señor—. ¿Acaso comiste del fruto del árbol que te ordené que no comieras?
12 El hombre contestó:
―La mujer que me diste para que me acompañara me dio del fruto de ese árbol, y yo lo comí.
13 Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer:
―¿Qué es lo que has hecho?
Ella respondió:
―La serpiente me engañó, y por eso comí de ese fruto.
14 Entonces Dios el Señor le dijo a la serpiente:
―Por haber hecho esto, te maldeciré. Serás la más desdichada de todos los animales, incluyendo los domésticos y los salvajes. A partir de este momento andarás arrastrándote sobre tu vientre y comerás polvo durante toda tu vida. 15 Habrá siempre enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la de ella. El descendiente de la mujer te aplastará la cabeza, mientras tú solamente le morderás el talón.
De Adán, la muerte; de Cristo, la vida
12 Por el pecado de un hombre, el pecado entró en el mundo, y por el pecado llegó la muerte. Y como todos pecaron, la muerte ha pasado a todos. 13 Antes de la ley, la humanidad pecaba; pero como no había ley, no se le podía declarar culpable de haberla transgredido. 14 Lo cierto es que, desde los días de Adán hasta Moisés, la gente experimentó la muerte. Claro, su pecado no fue como el de Adán, que transgredió un mandato de Dios. Este Adán fue figura de aquel que habría de venir.
15 Sin embargo, no hay comparación entre el pecado de Adán y el regalo que Dios nos da: El primer hombre provocó la muerte de muchos con su pecado; pero por el amor de otro hombre, Jesucristo, abundó para muchos el amor y el regalo gratuito de Dios.
16 Aquel pecado de un solo hombre no puede compararse con el regalo de Dios. Por un pecado vino la condenación a muchos, mientras que por causa de muchos pecados vino el regalo de Dios que nos hace justos. 17 El pecado de aquel solo hombre trajo por consecuencia el imperio de la muerte; pero por causa de otro hombre, Jesucristo, reinarán en vida los que reciben la abundancia del amor y del don gratuito de Dios por el cual nos hace justos.
18 Así como por el pecado de uno vino la condenación a todos los seres humanos, de la misma manera, la justicia de uno nos hace justos y nos da vida.
19 En otras palabras, al desobedecer a Dios, Adán hizo que nos volviéramos pecadores; pero Cristo, que obedeció, nos hizo aceptables ante Dios.
20 La ley vino después para que aumentara el pecado; pero si el pecado aumentó muchísimo, mucho mayor ha sido el amor gratuito de Dios.
21 De la misma manera como el pecado se enseñoreó de la humanidad y la condujo a la muerte, así también la gracia de Dios reina, nos hace justos y nos da vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor.
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