Book of Common Prayer
113 ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaben, siervos del Señor, alaben el nombre del Señor. 2 Bendito es su nombre por los siglos de los siglos. 3 ¡Alábenlo desde el amanecer hasta que el sol se ponga! 4 Porque él está muy por encima de las naciones; su gloria es mucho más grande que los cielos.
5 ¿Quién podrá compararse con el Señor nuestro Dios, que tiene su trono en las alturas? 6 Allá por debajo de él están los cielos y la tierra; él se inclina a mirar, 7 y levanta al pobre del polvo, y al necesitado del basurero, 8 y los hace sentarse entre los príncipes, con los príncipes de su pueblo. 9 El da hijos a la mujer estéril, un hogar para que sea una madre feliz. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Cántico de los peregrinos. Salmo de David.
122 Me alegré mucho cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor». 2 Hemos llegado, Jerusalén. ¡Ya estamos dentro de tus muros! 3 Jerusalén, ciudad que estás bien edificada, bien unida entre sí. 4 Todo el pueblo de Israel, el pueblo del Señor, sube aquí. Vienen para alabar el nombre del Señor como la ley lo ordena. 5 Aquí están los tronos de justicia, los tronos de la dinastía de David.
6 Pidamos por la paz de Jerusalén: «Que vivan en paz los que te aman. 7 Que reine la paz dentro de tus muros y la prosperidad en tus palacios». 8 Por causa de mi familia y amigos, yo diré: «Deseo que tengas paz». 9 Por la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bienestar.
20 Pasado el tiempo, ella tuvo un hijo. Y le puso Samuel (Pedido a Dios) porque, como ella dijo: «Se lo pedí al Señor».
Ana dedica a Samuel
21 Al año siguiente, Elcaná y Penina y sus hijos fueron a ofrecer el sacrificio anual al santuario, 22 pero Ana no fue esa vez porque le dijo a su marido:
―Espera hasta que el niño haya sido destetado. Entonces yo lo llevaré y lo dejaré allí para siempre.
23 ―Bien, haz lo que te parezca mejor —contestó Elcaná—. Quédate hasta que destetes al niño, y que el Señor vea el cumplimiento de tu voto.
Así que se quedó en casa hasta que destetó al niño. 24 Entonces, aunque era muy pequeño, lo llevaron al santuario en Siló, juntamente con un becerro de tres años para el sacrificio y veinticuatro kilos de harina y un odre de vino.
25 Después del sacrificio llevaron al niño ante la presencia de Elí. 26 «Señor, ¿te acuerdas de mí? —le preguntó Ana—. Yo soy la mujer que estuvo aquí hace algún tiempo orando al Señor. 27 Le pedí a él que me diera un hijo, y él ha respondido a mi petición. 28 Ahora lo traigo para entregarlo al Señor para toda la vida». Y adoraron allí al Señor.
14 Los hijos de Dios son los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios.
15 Ustedes no recibieron un espíritu que los haga esclavos del miedo; recibieron el Espíritu que los adopta como hijos de Dios y les permite clamar: «Padre, Padre», 16 porque el Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
17 Y como somos sus hijos, somos herederos: herederos de Dios y coherederos junto con Cristo. Pero si compartimos su gloria, también hemos de participar de sus sufrimientos.
La gloria futura
18 Sin embargo, lo que ahora sufrimos no tiene comparación con la gloria que se nos dará después, 19 pues la creación aguarda con ansiedad el día en que se manifieste que somos hijos de Dios, 20 ya que la creación misma fue sometida a frustración. Eso no sucedió por su propia voluntad, sino que sucedió por la voluntad de Dios que así lo dispuso. Pero lo hizo con la confianza 21 de que la creación será liberada de la corrupción a la que está sujeta. Así compartirá la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
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