M’Cheyne Bible Reading Plan
El trabajo de los descendientes de Leví
3 Cuando Dios le habló a Moisés en el monte Sinaí, Aarón tenía cuatro hijos: 2 Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Nadab era su hijo mayor. 3 Cada uno de los cuatro fue elegido y consagrado para ser sacerdote. 4 Pero sólo Eleazar e Itamar se ocuparon del sacerdocio, bajo el cuidado de su padre. Nadab y Abihú nunca tuvieron hijos. Dios les quitó la vida a ambos por haber prendido el incienso del santuario sin seguir cuidadosamente las instrucciones exactas que Dios había dado.
5 Dios le dijo a Moisés:
6-8 «Llama a la tribu de Leví, para que se ponga al servicio del sacerdote Aarón y del pueblo. Cuidarán el santuario y todos los utensilios que hay en él.
9-10 »De entre todo el pueblo de Israel, solamente Aarón y sus descendientes serán sacerdotes. Aparta al resto de los descendientes de Leví para que estén a su servicio. Cualquiera que tome el lugar de un sacerdote y no sea descendiente de Aarón morirá».
Los descendientes de Leví pertenecen a Dios
11 Dios le dijo a Moisés:
12-13 «El día en que le quité la vida al primer hijo de cada familia egipcia, decidí que los israelitas debían entregarme todo primer hijo varón, tanto de personas como de animales. En lugar de sus hijos quiero que me consagren a los descendientes de Leví para que estén a mi servicio y me pertenezcan de manera especial. Yo soy el Dios de Israel».
Moisés hace una lista de los descendientes de Leví
14 Dios le dijo a Moisés en el desierto de Sinaí: 15 «Haz una lista de todos los descendientes de Leví mayores de un mes, según la familia a la que pertenezcan». 16-21 Ésta es la lista que hizo Moisés siguiendo el orden de cada familia levita:
Hijos de Leví:
Guersón,
Quehat y
Merarí.
Hijos de Guersón:
Libní y
Simí.
Hijos de Quehat:
Amram,
Ishar,
Hebrón y
Uziel.
Hijos de Merarí:
Mahli y
Musí.
22-24 Los varones de la familia de Guersón, mayores de un mes, eran siete mil quinientos. El jefe de todas las familias de Guersón era Eliasaf hijo de Lael. Todos ellos acampaban al occidente, atrás del santuario, 25 y estaban a cargo del santuario y su toldo. Cuidaban la cubierta de piel del santuario, la cortina de la entrada, 26 las cortinas del patio de la entrada y las de la puerta del patio que rodeaba el santuario y el altar. Además eran responsables de las cuerdas que se usaban para las cortinas.
27-30 Las familias de Quehat eran las de Amram, Ishar, Hebrón y Uziel, y acampaban en el costado sur del santuario. Los varones mayores de un mes eran ocho mil seiscientos. Su jefe era Elisafán hijo de Uziel.
31 Los descendientes de Quehat tenían a su cargo el cofre del pacto, la mesa del pan consagrado a Dios, el candelabro, los altares, la cortina del Lugar Santísimo y todo lo que se usaba para el culto a Dios.
32 El jefe principal de todos los descendientes de Leví y de todos los que cuidaban el santuario era Eleazar, hijo del sacerdote Aarón.
33-35 Las familias de Merarí eran las de Mahli y Musí, y acampaban en el costado norte del santuario. Los varones mayores de un mes eran seis mil doscientos. Su jefe era Suriel hijo de Abihail.
36-37 Los descendientes de Merarí tenían a su cargo las tablas del santuario con sus barras de madera, postes, bases, los postes que rodeaban el patio, con sus bases, estacas y cuerdas, más todos los utensilios del santuario.
38 Moisés, Aarón y sus hijos acampaban en el costado este, frente al santuario. Ellos cuidaban el santuario y estaban al servicio del pueblo de Israel. Si alguien que no fuera sacerdote hacía lo que sólo un sacerdote puede hacer, era condenado a muerte.
39 Moisés y Aarón hicieron lo que Dios les había mandado. Contaron y anotaron a todos los varones de la tribu de Leví que eran mayores de un mes, según sus familias. En total fueron veintidós mil.
La tribu de Leví, propiedad especial de Dios
40 Dios le dijo a Moisés:
«Haz una lista de todos los varones de cada familia israelita que hayan sido los primeros en nacer y que sean mayores de un mes. Anota sus nombres, 41 y apártame a los descendientes de Leví a cambio de los primeros hijos varones del pueblo de Israel. Apártame también el ganado de la tribu de Leví en lugar de todos los animales que hayan nacido primero. Yo soy el Dios de Israel».
42 Tal como Dios se lo había mandado, Moisés contó en cada familia a todos los hijos varones que nacieron primero. 43 En total fueron veintidós mil doscientos setenta y tres.
44 Tiempo después Dios le dijo a Moisés:
45-48 «Los descendientes de Leví me pertenecen y ocuparán el lugar de todos los primeros hijos varones de los israelitas. También el ganado de ellos me pertenece en lugar del ganado del pueblo. Como los primeros hijos varones de los israelitas son más numerosos que los descendientes de Leví, se podrá rescatar a los doscientos setenta y tres que hay de más. Para rescatarlos se pedirá a cada persona cinco monedas de plata, de once gramos cada una. Ésa es la cantidad aprobada para las ofrendas que se entregan en el santuario. Ese dinero les pertenece a Aarón y a sus descendientes. Yo soy el Dios de Israel».
49 Moisés tomó el pago por el rescate de los hijos mayores de los israelitas que había de más, 50 y recogió mil trescientas sesenta y cinco monedas de plata, según lo aprobado para las ofrendas del santuario. 51 Ese dinero se lo entregó a Aarón y a sus descendientes, tal como Dios se lo había ordenado.
Triunfo del bueno, fracaso del malvado
SALMO 37 (36)
Himno de David.
37 No te enojes
por causa de los malvados,
ni sientas envidia
de los malhechores,
2 pues son como la hierba
que al cortarla pronto se seca.
3 Tú debes confiar en Dios.
Dedícate a hacer el bien,
establécete en la tierra
y mantente fiel a Dios.
4 Entrégale a Dios tu amor,
y él te dará lo que más deseas.
5 Pon tu vida en sus manos,
confía plenamente en él,
y él actuará en tu favor;
6 así todos verán con claridad
que tú eres justo y recto.
7 Calla en presencia de Dios,
y espera paciente a que actúe;
no te enojes
por causa de los que prosperan
ni por los que hacen planes malvados.
8 No des lugar al enojo
ni te dejes llevar por la ira;
eso es lo peor que puedes hacer.
9 Los malvados serán destruidos,
pero los que esperan en Dios
recibirán la tierra prometida.
10 Dentro de poco no habrá malvados;
podrás buscar y rebuscar,
pero no encontrarás uno solo.
11 En cambio, la gente humilde
recibirá la tierra prometida
y disfrutará de mucha paz.
12 Los malvados, en su enojo,
miran con rabia a los buenos
y buscan hacerles mal;
13 pero Dios se burla de ellos,
pues sabe que pronto serán destruidos.
14 Los malvados sacan la espada
y preparan sus arcos y flechas
para matar a la gente pobre,
a los que viven honradamente.
15 ¡Pero sus arcos y sus flechas
quedarán hechos pedazos,
y será su propia espada
la que les parta el corazón!
16 Más vale un pobre honrado
que muchos ricos malvados.
17 Dios pondrá fin
al poder de los malvados,
pero apoyará a los que son honrados.
18 Dios conoce la conducta
de los que viven honradamente;
la tierra prometida
será de ellos para siempre.
19 Cuando lleguen los días malos
no pasarán vergüenzas;
cuando otros no tengan comida,
a ellos les sobrará.
20 Los malvados serán destruidos;
¡se desvanecerán como humo!
Los enemigos de Dios se marchitarán
como si fueran flores silvestres.
21 Los malvados piden prestado
y nunca pagan sus deudas,
pero los justos prestan
y dan con generosidad.
22 Los que Dios ha bendecido
vivirán en la tierra prometida,
pero los que él ha maldecido
serán eliminados.
23 Cuando a Dios le agrada
la conducta de un hombre,
lo ayuda a mantenerse firme.
24 Tal vez tenga tropiezos,
pero no llegará a fracasar
porque Dios le dará su apoyo.
25 Ni antes cuando era joven,
ni ahora que ya soy viejo,
he visto jamás gente honrada
viviendo en la miseria,
ni tampoco que sus hijos
anden pidiendo pan.
26 Cuando la gente honrada regala algo,
siempre lo hace con generosidad;
sus hijos son una bendición.
27 Así que aléjate de la maldad
y haz siempre lo bueno,
así te quedarás para siempre
en la tierra prometida.
28-29 Dios ama la justicia
y jamás abandonará a su pueblo.
¡Siempre lo protegerá!
Los suyos vivirán para siempre
en la tierra prometida,
pero los malvados y sus hijos
serán destruidos por completo.
30 Cuando los buenos hablan,
lo hacen siempre con sabiduría,
y siempre dicen lo que es justo.
31 Siempre tienen presentes
las enseñanzas de su Dios;
por eso jamás tienen tropiezos.
32 Los malvados espían a los buenos
para matarlos cuando menos lo esperan,
33 pero Dios no permite
que caigan en sus manos;
y si los llevan a juicio,
no permite que los condenen.
34 Pero tú, confía en Dios
y cumple su voluntad.
Él te pondrá muy en alto
y te dará la tierra prometida.
¡Ya verás con tus propios ojos
cuando los malvados sean destruidos!
35 A mí me ha tocado ver
a gente malvada y grosera,
que se extiende por todos lados
como si fuera un árbol frondoso.
36 Pero esa gente pronto pasa;
en un instante deja de existir;
cuando la buscas, ya no la encuentras.
37 Fíjate bien en la gente honrada,
observa a los que hacen lo bueno;
para esta gente de paz
hay un futuro brillante,
38 pero los pecadores
serán todos destruidos;
¡el único futuro de los malvados
es su total destrucción!
39 Dios salva a los buenos.
Cuando llegan los días malos,
Dios es su único refugio.
40 Dios les brinda su ayuda
y los salva de los malvados;
les da la victoria
porque en él confían.
1 Éste es el poema más hermoso de Salomón.
Primer canto
La novia
2 ¡Ay, amado mío,
cómo deseo que me beses!
Prefiero tus caricias,
más que el vino;
3 prefiero disfrutar
del aroma de tus perfumes.
Y eso eres tú:
¡perfume agradable!
¡Ahora me doy cuenta
por qué te aman las mujeres!
4 ¡Vamos, date prisa
y llévame contigo!
¡Llévame ya a tus habitaciones,
rey de mi vida!
Por ti haremos fiesta,
por ti estaremos alegres;
nos olvidaremos del vino
y disfrutaré de tus caricias.
¡Ahora me doy cuenta
por qué las mujeres te aman tanto!
5 ¡Mujeres de Jerusalén!
Yo soy morena, sí,
como las tiendas de Quedar.
Y soy también hermosa,
como las cortinas de Salomón.
6 No se fijen en mi piel morena,
pues el sol la requemó.
Mis hermanos se enojaron contra mí,
y me obligaron a cuidar sus viñas,
¡y así mi propia viña descuidé!
7 Cuéntame, amor de mi vida,
¿a dónde llevas tus rebaños?
A la hora de la siesta,
¿dónde los haces descansar?
No tengo por qué andar
como una vagabunda;
¡no tengo por qué buscarte
entre los rebaños de tus amigos!
Los pastores
8 Si acaso no lo sabes,
mujer bella entre las bellas,
sigue las huellas del rebaño
y lleva a pastar tus cabritos
junto a las carpas de los pastores.
El novio
9 Amada mía,
tu andar tiene la gracia
del trote de las yeguas
que tiran del carro del rey.
10 ¡Preciosas se ven tus mejillas
en medio de tus trenzas!
¡Bellísimo luce tu cuello
entre tan bellos collares!
11 ¡Voy a regalarte
joyas de oro,
incrustadas de plata!
La novia
12 Mientras el rey se recuesta,
mi perfume esparce su fragancia.
13 Mi amado es para mí
como el saquito perfumado
que llevo entre mis pechos.
14 Mi amado es para mí
como un ramito de flores
de las viñas de En-gadi.
El novio
15 ¡Tú eres bella, amada mía;
eres muy bella!
¡Tus ojos son dos luceros!
La novia
16 ¡Tú eres hermoso, amado mío!
¡Eres un hombre encantador!
Los novios
La verde hierba será
nuestro lecho de bodas,
17 y a la sombra de los cedros
pondremos nuestro nido de amor.
Introducción
1 Hace mucho, mucho tiempo, los profetas comunicaron el mensaje de Dios a nuestros antepasados. Lo hicieron muchas veces y de muchas maneras. 2 Pero ahora, en estos últimos tiempos, Dios nos lo ha comunicado por medio de su Hijo. Porque por medio de él Dios creó el universo, y lo hizo dueño de todas las cosas. 3 El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre, y con su gran poder hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios nos perdonara nuestros pecados, y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.
El Hijo de Dios es superior a los ángeles
4 El Hijo de Dios llegó a ser superior a los ángeles, pues Dios le dio un nombre mucho más importante que el de ellos. 5 Porque nunca Dios le dijo a ningún ángel:
«Tú eres mi Hijo;
desde hoy soy tu padre.»
Tampoco dijo de ningún ángel:
«Yo seré para él como un padre,
y él será para mí como un Hijo.»
6 Y cuando Dios envió a su Hijo a este mundo, ordenó:
«Que todos mis ángeles lo adoren.»
7 Además, cuando Dios habla acerca de los ángeles, dice:
«Mis ángeles son el viento,
y mis sirvientes son relámpagos.»
8 Pero, cuando habla de su Hijo, Dios dice:
«Tu reinado durará para siempre,
y usarás tu poder en favor de la justicia.
9 Te complaces en lo bueno,
y rechazas la injusticia.
Yo te declaro mi rey favorito,
¡el rey más feliz de la tierra!»
10 Y también dice:
«Señor,
en el principio
tú afirmaste la tierra;
tú mismo hiciste los cielos,
11 pero se irán gastando,
como la ropa,
y un día los destruirás.
»Pero tú te mantendrás firme;
12 siempre serás el mismo,
y tus años no tendrán fin.»
13 Dios nunca le dijo a ningún ángel:
«Siéntate a la derecha de mi trono,
hasta que yo derrote a tus enemigos.»
14 Porque los ángeles son solamente espíritus que sirven a Dios, y él los envía para ayudar a toda la gente que Dios habrá de salvar.
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