Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 39 (38)
Sólo vanidad es el ser humano
39 Al maestro del coro. De Yedutún. Salmo de David.
2 Me dije: “Mis pasos vigilaré
para no pecar con mi lengua;
en mi boca pondré una mordaza
cuando esté ante mí el malvado”.
3 Guardé un completo silencio,
quedé totalmente callado,
pero mi dolor crecía,
4 ardía mi corazón dentro de mí;
de tanta angustia me iba inflamando
hasta que mi lengua rompió a hablar:
5 “Señor, hazme saber mi fin
y cuánto va a durar mi vida,
hazme saber lo efímero que soy”.
6 Concedes a mi vida unos instantes,
mi existencia no es nada para ti.
Sólo es vanidad el ser humano, [ Pausa]
7 una sombra fugaz que deambula,
que en vano se angustia
acumulando riquezas
que no sabe para quién serán.
8 Dios mío, ¿qué puedo esperar yo?
Sólo tú eres mi esperanza.
9 Líbrame de todos mis pecados,
no me conviertas en burla del necio.
10 Guardo silencio, no abro mi boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
11 Aparta de mí tus golpes,
que por la ira de tu mano muero.
12 Corriges a los seres humanos
castigando sus culpas;
como la polilla destruyes sus encantos,
pues sólo es vanidad el ser humano. [ Pausa]
13 Señor, escucha mi oración,
presta oído a mi grito;
no seas sordo a mi llanto
pues soy un huésped que habita contigo,
un forastero como mis antepasados.
14 Concédeme poder serenarme
antes de que me vaya y deje de existir.
III.— INTERVENCIÓN DE ELIHÚ (32—37)
Introducción
32 Aquellos tres hombres ya no respondieron a Job, convencidos de que se consideraba inocente. 2 Pero Elihú, hijo de Baraquel, del clan de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía tener razón frente a Dios. 3 También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no encontrar respuesta, habían dejado a Dios por culpable. 4 Elihú había esperado en silencio mientras hablaban con Job, porque eran mayores que él; 5 pero, al ver que ninguno de los tres daba una respuesta convincente, 6 Elihú, hijo de Baraquel el buzita, intervino molesto en los siguientes términos:
Exordio
Yo soy joven, ustedes ya viejos;
por eso, intimidado, he evitado
exponerles todo lo que sé.
7 Yo pensaba: “Que hable la edad,
los muchos años enseñan sabiduría”.
8 Pero lo que hace perspicaz al ser humano,
es el espíritu que infunde el Todopoderoso;
9 pues los años no dan sabiduría,
ni la vejez procura discernimiento.
10 Por eso les pido que me escuchen,
pues quiero exponerles mi saber.
11 He esperado mientras hablaban,
escuchaba atento sus razones,
cómo afinaban los argumentos.
12 Me iba fijando con atención,
pero ninguno refutaba a Job,
ninguno desmentía sus cargos.
13 No digan: “¡Dimos con una sabiduría
que sólo Dios, no los humanos, puede refutar!”.
14 Como no ha argumentado contra mí,
no lo refutaré con las razones de ustedes.
15 Ahí están, perplejos, sin respuesta;
sus argumentos los han abandonado.
16 He esperado a que acabaran de hablar,
y ahí están, plantados, sin respuesta.
17 Pero quiero hacer mi aportación;
expondré mi saber, desde luego,
18 pues estoy repleto de palabras,
preñado de un aliento incontenible.
19 Mi vientre es un odre nuevo
que el vino sin escape revienta.
20 Hablaré y me quedaré tranquilo,
abriré mi boca y responderé.
21 Con nadie seré parcial,
a nadie voy a adular.
22 Primero porque no sé adular;
además mi Creador me destruiría.
El rico glotón y Lázaro el mendigo
19 Jesús prosiguió:
— Había una vez un hombre rico que vestía de púrpura y finísimo lino, y que todos los días celebraba grandes fiestas. 20 Y había también un pobre, llamado Lázaro que, cubierto de llagas, estaba tendido a la puerta del rico. 21 Deseaba llenar su estómago con lo que caía de la mesa del rico y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. 22 Cuando el pobre murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo después murió también el rico, y fue enterrado. 23 Y sucedió que, estando el rico en el abismo, levantó los ojos en medio de los tormentos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su compañía. 24 Entonces exclamó: “¡Padre Abrahán, ten compasión de mí! ¡Envíame a Lázaro, que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque sufro lo indecible en medio de estas llamas!”. 25 Abrahán le contestó: “Amigo, recuerda que durante tu vida terrena recibiste muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente recibió males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca sufrir. 26 Además, entre nosotros y ustedes se abre una sima infranqueable, de modo que nadie puede ir a ustedes desde aquí, ni desde ahí puede venir nadie hasta nosotros”. 27 El rico dijo: “Entonces, padre, te suplico que envíes a Lázaro a mi casa paterna 28 para que hable a mis cinco hermanos, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento”. 29 Pero Abrahán le respondió: “Ellos ya tienen lo que han escrito Moisés y los profetas. Que los escuchen”. 30 El rico replicó: “No, padre Abrahán, sólo si alguno de los que han muerto va a hablarles, se convertirán”. 31 Abrahán le contestó: “Si no quieren escuchar a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite uno de los que han muerto”.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España