Old/New Testament
7 Mejor es el buen nombre que el perfume fino, y el día de la muerte que el día del nacimiento.
2 Mejor es ir a la casa de duelo que a la casa del banquete. Porque eso es el fin de todos los hombres, y el que vive lo tomará en serio.
3 Mejor es el pesar que la risa, porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón. 4 El corazón de los sabios está en la casa del duelo, pero el corazón de los necios está en la casa del placer.
5 Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios. 6 Porque la risa del necio es como el crepitar de las espinas debajo de la olla. Esto también es vanidad. 7 Ciertamente la opresión entontece al sabio, y el soborno corrompe el corazón.
8 Mejor es el fin del asunto que el comienzo.
Mejor es el de espíritu paciente que el de espíritu altivo. 9 No te apresures en tu corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. 10 No digas: “¿A qué se deberá que los tiempos pasados fueron mejores que estos?”. Pues no es la sabiduría la que te hace preguntar sobre esto.
11 Mejor es la sabiduría con posesiones, y es una ventaja para los que ven el sol. 12 Porque la protección de la sabiduría es como la protección del dinero, pero la ventaja de conocer la sabiduría es que da vida a los que la poseen.
La mesura y la prudencia
13 Considera la obra de Dios. Porque, ¿quién podrá enderezar lo que él ha torcido? 14 En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no puede descubrir nada de lo que sucederá después de él.
15 Todo esto he observado en los días de mi vanidad. Hay justos que perecen en su justicia, y hay pecadores que en su maldad alargan sus días. 16 No seas demasiado justo ni seas sabio en exceso. ¿Por qué habrás de destruirte? 17 No seas demasiado malo ni seas insensato. ¿Por qué morirás antes de tu tiempo? 18 Bueno es que te prendas de esto y que tampoco apartes tu mano de lo otro, porque el que teme a Dios saldrá bien en todo.
19 La sabiduría ayudará[a] al sabio más que diez gobernantes que haya en la ciudad.
20 Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga lo bueno y no peque.
21 No prestes atención a todas las cosas que se dicen, no sea que oigas a tu siervo que habla mal de ti. 22 Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros.
Afanosa búsqueda de la sabiduría
23 Todas estas cosas he probado con la sabiduría y dije: “Me he de hacer sabio”. Pero ella estaba lejos de mí. 24 Lo que está lejos y muy profundo, ¿quién lo podrá hallar? 25 Pero yo volví en mi corazón a conocer, a explorar y a buscar la sabiduría y la razón, para conocer lo malo de la necedad y la insensatez de la locura. 26 Y yo he hallado más amarga que la muerte a la mujer que es una trampa, cuyo corazón es una red y cuyas manos son ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador quedará atrapado por ella.
27 “Mira”, dice el Predicador[b], “habiendo considerado las cosas una por una, para dar con la razón, he hallado esto 28 —mi alma aún busca pero no halla—: Un hombre he hallado entre mil, pero una mujer no he hallado entre todos estos. 29 Mira, he hallado solo esto: que Dios hizo al hombre recto, pero los hombres se han buscado muchas otras razones”.
8 ¿Quién como el sabio? ¿Quién conoce la interpretación de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante.
La autoridad y la justicia
2 Digo yo[c]: Guarda el mandamiento del rey, y a causa del juramento hecho a Dios, 3 no te apresures a irte de su presencia ni te detengas en cosa mala, porque él hará todo lo que le plazca. 4 Ya que la palabra del rey tiene poder, ¿quién le preguntará lo que hace? 5 El que guarda el mandamiento no conocerá el mal. El corazón del sabio conoce el tiempo y el proceder. 6 Pues para todo deseo hay un tiempo y un proceder, aunque grande es el mal que le sobreviene al hombre. 7 Porque este no sabe qué ha de suceder; pues lo que ha de ser, ¿quién se lo declarará? 8 No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni hay poder sobre el día de la muerte. No hay tregua en semejante guerra ni la impiedad librará a los que la poseen.
9 Todo esto he observado, y he dedicado mi corazón a todo lo que se hace debajo del sol. Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para su propio mal. 10 Asimismo, he observado esto: que los impíos, que antes entraban y salían del lugar santo, son sepultados y reciben elogios[d] en la ciudad donde así hicieron. Esto también es vanidad.
11 Cuando la sentencia contra la mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos del hombre queda más predispuesto para hacer el mal. 12 Aunque un pecador haga mal cien veces y prolongue sus días, con todo yo sé que a los que temen a Dios, a los que temen ante su presencia, les irá bien. 13 Pero al impío no le irá bien ni le serán alargados sus días como la sombra; porque no teme ante la presencia de Dios.
Vanidad del destino humano
14 Hay una vanidad que se hace sobre la tierra: Hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes sucede como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad. 15 Por eso yo elogio la alegría, pues el hombre no tiene debajo del sol mejor bien que comer, beber y alegrarse. Esto lo acompañará en su duro trabajo durante los días de su vida que Dios le ha dado debajo del sol.
16 Al dedicar mi corazón a conocer la sabiduría y a ver la tarea que se realiza sobre la tierra (porque ni de noche ni de día los ojos del hombre disfrutan del sueño), 17 vi todas las obras de Dios. Ciertamente el hombre no logra comprender la obra que se hace debajo del sol. Por más que se esfuerce buscándolo, no lo alcanzará; aunque el sabio diga que lo conoce, no por ello podrá alcanzarlo.
9 Ciertamente he dedicado mi corazón a todas estas cosas para aclarar todo esto: que los justos y sabios, y sus hechos, están en la mano de Dios. Si se trata del amor o del odio, el hombre no lo sabe. Todo lo que está delante de ellos 2 es vanidada, puesto que a todos les sucede lo mismo: al justo y al impío, al bueno y al malob, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece. Como el bueno, así es el que peca; y el que jura, como el que teme el jurar.
3 Este es el mal que hay en todo lo que se hace debajo del sol: que a todos les sucede lo mismo; también que el corazón de los hijos del hombre está lleno de mal, que la locura está en su corazón mientras dura su vida, y que después descienden al lugar de los muertos. 4 Pero para todo aquel que está unido a los vivos hay esperanza, pues mejor es perro vivo que león muerto. 5 Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos no saben nada ni tienen más recompensa, pues la memoria de ellos es puesta en el olvido. 6 También han desaparecido su amor, su odio y su envidia. Ya no tienen parte en este mundo, en todo lo que se hace debajo del sol.
7 Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son aceptables a Dios. 8 En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte aceite perfumado sobre tu cabeza. 9 Goza de la vida, con la mujer que amas, todos los días de tu vana vida que Dios te ha dado debajo del sol[e]; porque esta es la porción de tu vida y del duro trabajo con que te afanas debajo del sol. 10 Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo con empeño. Porque en el Seol, a donde vas, no hay obras, ni cuentas, ni conocimiento, ni sabiduría.
El poder de la sabiduría
11 Entonces volví a observar debajo del sol que no es de los veloces la carrera, ni de los valientes la batalla, ni de los sabios el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los conocedores la gracia; sino que a todos les llegan el tiempo y el contratiempo. 12 Porque el hombre tampoco conoce su tiempo. Como los peces que son atrapados en la mala red y como los pájaros que quedan presos en la trampa, así son atrapados los hijos del hombre en el tiempo malo, cuando este cae de repente sobre ellos.
13 También he visto esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grandiosa: 14 Había una ciudad pequeña con pocos hombres en ella, y contra ella vino un gran rey y la rodeó edificando contra ella grandes torres de asedio. 15 Y se encontraba en ella un hombre pobre, pero sabio, el cual con su sabiduría libró a la ciudad. Pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre. 16 Entonces dije: “Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque el conocimiento del pobre sea menospreciado y sus palabras no sean escuchadas”.
17 Las palabras del sabio, oídas con sosiego, son mejores que el grito del que gobierna entre los necios. 18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra, pero un solo pecador destruye mucho bien.
Amonestaciones
13 Esta es la tercera vez que voy a ustedes. Por la boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto[a]. 2 Lo he dicho antes, cuando estaba presente en mi segundo viaje y, ahora que estoy ausente, también lo repito a los que antes han pecado y a todos los demás: que si voy otra vez, no seré indulgente, 3 puesto que buscan una prueba de que Cristo habla en mí. Y él no es débil para con ustedes sino que es poderoso en ustedes. 4 Porque fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios. Pues nosotros también somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con ustedes.
5 Examínense a ustedes mismos para ver si están firmes en la fe; pruébense a ustedes mismos. ¿O no conocen en cuanto a ustedes mismos que Jesucristo está en ustedes, a menos que ya estén reprobados? 6 Pero espero que reconozcan que nosotros no estamos reprobados. 7 Y oramos a Dios que no hagan nada malo; no para que nosotros luzcamos como aprobados sino para que ustedes hagan lo que es bueno, aunque nosotros quedemos como reprobados. 8 Porque no podemos nada contra la verdad sino a favor de la verdad. 9 Por eso nos gozamos en que nosotros seamos débiles y que ustedes sean fuertes. Y esto pedimos: la madurez de ustedes. 10 Por tanto, les escribo esto estando ausente para que estando presente no use de dureza conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación y no para destrucción.
Conclusión
11 En cuanto a lo demás, hermanos, regocíjense. Sean maduros; sean confortados; sean de un mismo sentir. Vivan en paz, y el Dios de paz y de amor estará con ustedes.
12 Salúdense unos a otros con un beso santo. 13 Todos los santos les saludan.
14 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes[b].
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