Old/New Testament
Defensa de la justicia
8 Bildad de Súaj respondió así:
2 ¿Hasta cuándo hablarás de ese modo,
con el viento impetuoso de tus palabras?
3 ¿Puede Dios trastocar el derecho,
pervertir la justicia el Todopoderoso?
4 Si tus hijos pecaron contra él,
ya los hizo cargar con su delito.
5 Mas si buscas cuanto antes a Dios,
si diriges tu súplica al Todopoderoso,
6 si eres honrado e intachable,
entonces se ocupará de ti,
te devolverá tu legítima heredad.
7 Tu pasado será insignificante
comparado con tu glorioso futuro.
8 Ve y pregunta a pasadas generaciones,
seguras en la experiencia de sus mayores.
9 Ayer nacimos, nada sabemos;
nuestra vida en este mundo es una sombra.
10 Pero ellos te enseñarán, te informarán
con máximas que brotan de su reflexión.
11 ¿Brota el papiro fuera de la marisma
o prosperan los juncos si falta el agua?
12 Todavía verdes, sin ser segados,
pueden agostarse antes que otra hierba.
13 Así acaba quien se olvida de Dios,
la esperanza del malvado sucumbe;
14 su confianza no es más que un hilo;
su seguridad, una tela de araña;
15 si se apoya en ella, no lo aguanta;
si se aferra a ella, no lo sostiene.
16 Como planta lozana a pleno sol,
sus tallos brotaban por el jardín;
17 sus raíces escalaban el muro,
se adherían firmes a las tapias.
18 Pero si es arrancada de su sitio,
este la niega: “Nunca te he visto”.
19 Así acabará su existencia,
otros brotarán en su lugar.
20 Pero Dios no rechaza al honrado,
ni tiende la mano al malvado.
21 Llenará de nuevo tu boca de risas,
tus labios gritarán jubilosos.
22 Tus enemigos quedarán avergonzados,
la tienda del malvado dejará de existir.
La aparente injusticia divina
9 Respondió Job:
2 Sé que las cosas son así:
que no es justo ante Dios el ser humano.
3 Si quiere litigar con él,
no le rebatirá de mil razones una.
4 Dios es sabio y poderoso,
¿quién le hace frente y queda ileso?
5 Con su cólera remueve los montes,
los desplaza y nadie lo nota.
6 Sacude la tierra en sus cimientos,
hace que vacilen sus pilares;
7 si lo ordena, el sol ya no brilla
y retiene bajo sello a las estrellas.
8 Él solo despliega los cielos
y camina sobre la espalda del Mar;
9 él ha hecho la Osa y el Orión,
las Pléyades y las Cámaras del Sur.
10 Hace prodigios inexplicables,
realiza maravillas incontables.
11 Si pasa a mi vera, no lo veo;
me roza y no me doy cuenta;
12 si apresa algo, ¿quién se lo impedirá
o quién le dirá: “qué estás haciendo”?
13 Dios no renuncia a su cólera,
a él se someten los aliados de Rahab.
14 ¡Cuánto menos podré yo defenderme,
afinando argumentos contra él!
15 Aun teniendo yo razón, no respondería;
tendría que suplicar a mi adversario;
16 aunque respondiera a mi requerimiento,
no creo que atendiera a mis palabras.
17 ¡Él es capaz de aplastarme por una tontería,
de multiplicar sin motivo mis heridas;
18 no me deja respirar tranquilo,
me tiene saciado de amargura!
19 Si es cuestión de fuerza,
ahí está su poder;
si se trata de justicia,
¿quién lo emplazará?
20 Aun teniendo yo razón,
su boca me condenaría;
aun siendo yo inocente,
demostraría mi culpa.
21 Pero ¿soy inocente?
Ni siquiera lo sé.
¡Desprecio mi existencia!
22 Aunque da lo mismo. Así que afirmo:
destruye igual al inocente que al culpable.
23 Si una peste matase de repente,
se burlaría del dolor del inocente.
24 Entrega un país a un malvado
y ciega los ojos de los magistrados.
¿Quién puede hacerlo, sino él?
25 Mis días corren más que un correo,
escapan sin que pueda ver la dicha;
26 se deslizan como balsas de junco,
como el águila al caer sobre la presa.
27 Si me digo: “Olvidaré la tristeza,
que la alegría cambie mi semblante”,
28 tengo miedo de lo que pueda sufrir,
pues sé que no me crees inocente.
29 Y si resulta que soy culpable,
¿qué sentido tiene luchar en vano?
30 Aunque me lavase con jabón
y frotara mis manos con sosa,
31 tú me arrastrarías por la porquería
hasta que me diera asco mi ropa.
32 No es un ser humano como yo para decirle:
“Enfrentémonos juntos en un juicio”.
33 Pero no existe un mediador
que ponga su mano entre los dos,
34 que retire su vara de mi espalda
y me libre del terror que me atenaza.
35 Si lo hubiera, le hablaría sin miedo,
pues creo que no soy culpable.
10 Me da asco mi existencia,
daré rienda suelta a mis quejas,
hablaré repleto de amargura.
2 Diré a Dios: “No me declares culpable;
y dime por qué eres mi adversario.
3 ¿Disfrutas acaso oprimiéndome,
rechazando la obra de tus manos,
y aprobando los planes del malvado?
4 ¿Son acaso tus ojos de carne
y ves las cosas lo mismo que un humano?
5 ¿Es tu vida la de un simple mortal,
tu existencia la de un ser humano,
6 para que busques algo malo en mí
e indagues si tengo pecado?
7 De sobra sabes que no soy culpable,
pero nadie me librará de tus manos.
8 Tus manos me modelaron, me hicieron,
¿y ahora te vuelves y me destruyes?
9 Recuerda que me hiciste de barro
y que al polvo me vas a devolver.
10 ¿No me vertiste como leche
y me cuajaste como al queso?
11 Me forraste de piel y carne,
me tejiste con huesos y tendones.
12 Me concediste el favor de la vida,
rodeaste mi existencia de atenciones.
13 Pero algo planeabas en secreto,
sé que planeabas lo siguiente:
14 si pecaba, me estarías vigilando
y no disculparías mis fallos;
15 si era culpable, ¡pobre de mí!;
si inocente, no alzaría la frente,
saciado de afrentas, harto de aflicción;
16 si tratara de mostrarme firme,
me darías caza como un león,
repitiendo tus hazañas a mi costa;
17 renovarías tu enemistad contra mí,
contra mí aumentarías tu furor
atacándome con tropas de relevo.
18 ¿Para qué me sacaste del vientre?
Habría muerto sin que nadie lo viese,
19 sería como si no hubiera existido,
arrastrado del vientre a la tumba.
20 ¡Qué rápida discurre mi vida!
¡Déjame! ¡Aléjate de mí!
Deja que disfrute un poco,
21 antes de que vaya al país de tinieblas,
y de sombras de muerte,
sin que pueda regresar,
22 al país lúgubre como la oscuridad,
con sombras de muertos, caótico,
donde la luz sólo es oscuridad”.
Felipe y el ministro de la reina de Etiopía
26 Un ángel del Señor dio a Felipe estas instrucciones:
— Ponte en camino y dirígete hacia el sur por la ruta que va desde Jerusalén hasta Gaza, la ruta del desierto.
27 Felipe partió sin pérdida de tiempo. A poco divisó a un hombre, que resultó ser un eunuco etíope, alto funcionario de Candace, reina de Etiopía, de cuyo tesoro era administrador general. Había venido en peregrinación a Jerusalén 28 y ahora, ya de regreso, iba sentado en su carro leyendo el libro del profeta Isaías. 29 El Espíritu dijo a Felipe:
— Adelántate y acércate a ese carro.
30 Felipe corrió hacia el carro y, al oír que su ocupante leía al profeta Isaías, le preguntó:
— ¿Entiendes lo que estás leyendo?
31 El etíope respondió:
— ¿Cómo puedo entenderlo si nadie me lo explica?
E invitó a Felipe a subir al carro y sentarse a su lado. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:
Como oveja fue llevado al sacrificio;
y como cordero que no abre
la boca ante el esquilador,
tampoco él despegó sus labios.
33 Por ser humilde no se le hizo justicia.
Nadie hablará de su descendencia,
porque fue arrancado del mundo de los vivos.
34 El etíope preguntó a Felipe:
— Dime, por favor, ¿de quién habla el profeta, de sí mismo o de otro?
35 Felipe tomó la palabra y, partiendo de este pasaje de la Escritura, le anunció la buena noticia de Jesús. 36 Prosiguieron su camino y, al llegar a un lugar donde había agua, dijo el etíope:
— Mira, aquí hay agua. ¿Hay algún impedimento para bautizarme?
38 El etíope mandó parar el carro; bajaron ambos al agua y Felipe lo bautizó. 39 Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de alegría. 40 Felipe, a su vez, se encontró en Azoto, circunstancia que aprovechó para anunciar la buena noticia en las ciudades por las que fue pasando hasta llegar a Cesarea.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España