Old/New Testament
Tercer ciclo de discursos (22—27)
Job es invitado a arrepentirse
22 Elifaz de Temán respondió así:
2 ¿Puede un mortal ser útil a Dios
cuando apenas el sabio lo es para sí?
3 ¿Le importa al Todopoderoso tu honradez?
¿Le aprovecha en algo tu recta conducta?
4 ¿Crees que te castiga por tu piedad,
o te emplaza a juicio por eso?
5 ¿No será por tu maldad sin límites,
por tus incontables delitos?
6 Exigías sin motivo prendas a tus hermanos,
despojabas de su ropa al desnudo;
7 no dabas agua al sediento,
negabas el pan al hambriento;
8 Como poderoso dueño del país,
arrogante habitante de él,
9 despedías a las viudas de vacío
y debilitabas los brazos de los huérfanos.
10 Por eso te encuentras entre redes,
te asalta de improviso el terror,
11 la oscuridad no te permite ver,
te engullen aguas caudalosas.
12 ¿No está Dios en lo alto del cielo?
¡Bajo él contempla las altas estrellas!
13 Y encima dices: “¿Qué sabe Dios?
¿Podrá ver a través de las nubes?
14 El manto de nubes no le deja ver
cuando recorre la órbita del cielo”.
15 ¿Caminarás por la antigua ruta
que hollaron perversos mortales,
16 aventados antes de tiempo,
cuando la riada arrancó sus cimientos?
17 Decían a Dios: “¡Déjanos en paz!,
¿qué puede hacernos el Todopoderoso?”.
18 Y eso que colmaba sus casas de bienes.
¡Lejos de mí el consejo de los malvados!
19 Los justos se alegran al verlo,
los rectos se burlan de ellos,
20 pues sus posesiones han sido barridas,
su abundancia ha sido consumida por el fuego.
21 Reconcíliate con él y haz las paces,
de ese modo te devolverá la dicha.
22 Acepta la instrucción de su boca,
piensa siempre en lo que te dice.
23 Si vuelves al Todopoderoso con humildad,
si alejas de tu hogar la injusticia,
24 si arrojas tu oro al polvo,
el Ofir a las piedras del arroyo,
25 el Todopoderoso será tu tesoro,
será tu plata en abundancia;
26 el Todopoderoso será tu delicia,
mirarás a Dios con confianza.
27 Él escuchará tus plegarias
y podrás cumplir tus votos;
28 tendrás éxito en tus decisiones,
la luz iluminará tu camino.
29 Él humilla a los arrogantes,
el humilde encontrará un salvador;
30 incluso el culpable se verá a salvo
gracias a la pureza de tus manos.
Triunfo del mal y aparente ausencia de Dios
23 Job respondió así:
2 También hoy me lamento y me rebelo
pues su mano multiplica mis gemidos.
3 ¡Si supiera al menos dar con él,
si pudiese entrar en su morada!
4 Expondría mi causa ante él,
llenaría mi boca de razones;
5 sabría en qué términos se defiende,
entendería lo que quiere decirme.
6 ¿Recurriría en el pleito a su gran fuerza?
No creo; me escucharía con atención.
7 Yo discutiría limpiamente con él
y ganaría finalmente el caso.
8 Mas voy a Oriente y no está allí;
a Occidente y no puedo distinguirlo;
9 se oculta en el Norte y no lo veo;
escondido en el Sur, no lo descubro.
10 Él, en cambio, conoce mis andanzas;
si me prueba, saldré purificado como el oro.
11 He seguido de cerca sus huellas,
firme en su camino, sin desviarme;
12 no me he apartado de las normas de su boca,
he guardado en el pecho sus decretos.
13 Pero él es firme en sus decisiones,
¿quién podrá disuadirlo?
Siempre lleva a cabo sus proyectos.
14 Seguro que ejecuta mi sentencia,
como hace en casos parecidos.
15 Por eso tengo miedo de verlo;
cuando pienso en ello, me espanto.
16 Dios me ha arrancado el valor,
me aterroriza el Todopoderoso.
17 ¡Ojalá desapareciese en la tiniebla
y la oscuridad ocultase mi rostro!
24 Si Dios todopoderoso
se reserva tiempos de juicio,
¿por qué sus fieles no los descubren?
2 Hay personas que remueven linderos,
roban rebaños y los llevan a apacentar;
3 se llevan el asno del huérfano,
y en prenda el buey de la viuda;
4 apartan del camino a los necesitados,
los pobres de la región se esconden.
5 Hay otros que, como onagros,
viajeros de la estepa,
madrugan para iniciar su tarea,
en busca de la presa,
mientras la estepa alimenta a sus crías.
6 Espigan en el campo del inicuo,
rebuscan en la viña del malvado;
7 pasan la noche desnudos,
sin ropa alguna que ponerse,
sin abrigo, expuestos al frío.
8 La lluvia del monte los empapa;
sin refugio, se arriman a las rocas.
9 Arrancan del pecho al huérfano
y toman en prenda al hijo del pobre.
10 Andan desnudos, sin ropa;
hambrientos, acarrean gavillas.
11 Prensan aceite en el molino;
sedientos, pisan en el lagar.
12 Moribundos gimen en la ciudad,
¡gritos de auxilio de los heridos!
Pero Dios nada malo ve en ello.
13 Otros son rebeldes a la luz:
no conocen sus caminos,
no suelen andar por sus senderos.
14 El asesino madruga con el alba
para matar a pobres y necesitados;
por la noche se dedica a robar.
15 El adúltero acecha entre dos luces
y piensa que no hay quien lo vea,
pues lleva cubierto su rostro.
16 De noche asaltan casas,
de día se encierran en ellas;
ignoran lo que es la luz.
17 Para ellos la mañana es sombra,
habituados al terror de la noche.
18 Son broza que arrastra el agua,
su hacienda es maldita en la tierra,
nadie toma el sendero de su viña.
19 Sequía y bochorno derriten la nieve;
de igual modo el reino de los muertos
arrebata a los pecadores.
20 El seno materno los olvida,
son la delicia de los gusanos;
su nombre no es recordado.
¡Es tronchada como un árbol la injusticia!
21 Maltratan a la estéril sin hijos
y privan de bienes a la viuda.
22 Aunque siga el poderoso en el poder
y parezca prosperar, su vida es insegura;
23 Dios puede hacer que se sienta confiado,
pero sus ojos vigilan todos sus pasos.
24 Se encumbra un momento y ya no existe;
se abate como flor que se marchita,
se agosta lo mismo que una espiga.
25 Esto es así, ¿quién me dejará por mentiroso,
restando valor a mis argumentos?
Informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén
11 Los apóstoles y los fieles de origen judío se enteraron de que los no judíos habían recibido también el mensaje de Dios. 2 Así que, cuando Pedro subió a Jerusalén, les faltó tiempo a los partidarios de la circuncisión para echarle en cara en tono acusador:
3 — ¡Has entrado en casa de incircuncisos y hasta has comido con ellos!
4 Pedro comenzó entonces a relatarles detalladamente y desde el principio lo ocurrido.
5 — Estaba yo orando en Jope —les dijo— cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi algo así como un enorme mantel que descendía del cielo colgado de sus cuatro puntas y que llegaba hasta mí. 6 Al mirarlo con detenimiento, comprobé que contenía cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. 7 En esto oí una voz que me decía: “¡Anda, Pedro, mata y come!”. 8 “¡De ninguna manera, Señor —respondí—, pues jamás entró en mi boca nada profano o impuro!”. 9 La voz replicó por segunda vez desde el cielo: “No consideres tú profano lo que Dios ha purificado”. 10 Esto ocurrió por tres veces, y después todo volvió al cielo. 11 En ese mismo momento llegaron tres hombres a la casa donde me encontraba. Venían a buscarme desde Cesarea, 12 y el Espíritu me había dicho que los acompañara sin ningún reparo.
Mis seis acompañantes, aquí presentes, entraron conmigo en casa de aquel hombre, 13 que nos refirió cómo en su propia casa se le había aparecido un ángel para decirle: “Envía a alguien a Jope y haz venir a Simón, a quien también se conoce como Pedro. 14 Él te hablará de algo que puede ser tu salvación y la de tu familia”. 15 Apenas comencé a hablarles, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, como lo hizo sobre nosotros al principio. 16 Recordé entonces que el Señor había dicho: “Juan bautizaba con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. 17 Por consiguiente, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros que hemos creído en Jesucristo el Señor, ¿quién era yo para oponerme a Dios?
18 Estas razones hicieron callar a los oyentes, que alabaron a Dios y comentaron:
— ¡Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna!
La iglesia de Antioquía
19 Los creyentes que se habían dispersado a raíz de la persecución desencadenada en el caso de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje únicamente a los judíos. 20 Pero algunos creyentes de Chipre y Cirene viajaron a Antioquía y anunciaron también a los griegos la buena nueva de Jesús, el Señor. 21 El Señor estaba con ellos, y un buen número de personas abrazaron la fe y se convirtieron al Señor. 22 Cuando esta noticia llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, enviaron a Bernabé a Antioquía. 23 Al llegar este y ver el resultado de la gracia de Dios, se llenó de alegría, y animaba a todos a permanecer en constante fidelidad al Señor. 24 No en vano Bernabé era hombre cabal, de fe acendrada y lleno del Espíritu Santo. Y fueron muchos los que allí se unieron al Señor.
25 Bernabé marchó después a Tarso en busca de Saulo. 26 Cuando lo encontró, lo llevó consigo a Antioquía. Y a lo largo de todo un año trabajaron los dos juntos en aquella iglesia, instruyendo en la fe a un buen número de personas. Fue precisamente en Antioquía donde por primera vez se llamó “cristianos” a los discípulos [de Jesús]. 27 Por aquellos días llegaron a Antioquía unos hermanos de Jerusalén que tenían el don de profecía. 28 Uno de ellos llamado Agabo, impulsado por el Espíritu, anunció que iba a sobrevenir una gran escasez en el mundo entero (la cual, en efecto, tuvo lugar durante el reinado de Claudio). 29 Decidieron, pues, los fieles, conforme a las posibilidades de cada uno, enviar ayuda para atender a las necesidades de los hermanos residentes en Judea. 30 Y así lo hicieron, y remitieron dicha ayuda a los dirigentes por conducto de Bernabé y Saulo.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España