Old/New Testament
41 No esperes atraparlo, que es inútil;
su sola presencia causa terror;
2 ¡nadie es capaz de provocarlo!
¿Quién, pues, será capaz de hacerme frente?
3 ¿Quién me ha venido con regalos
para que deba yo recompensarle?
¡Si todo bajo el cielo es mío!
4 ¿No hice que callara su arrogancia,
su firme palabra y su alegato?
5 ¿Quién le abrió el manto de su piel
y penetró por su doble coraza?
6 ¿Quién abrió las puertas de sus fauces,
tachonadas de dientes espantosos?
7 Su lomo son hileras de escudos,
bien apretados y sellados;
8 sus piezas se unen tan trabadas
que ni el aire se filtra entre ellas;
9 se sueldan unas con otras,
formando un bloque compacto.
10 Su estornudo proyecta destellos,
sus ojos parpadean como el alba.
11 Sus fauces lanzan antorchas,
proyectan chispas de fuego;
12 de su hocico sale una humareda,
como caldero que hierve atizado;
13 su aliento enciende carbones,
arroja llamaradas por su boca.
14 Su fuerza está en su cuello,
ante él tiembla el espanto.
15 Son compactos los pliegues de su carne;
como pegados a su cuerpo, ni se mueven.
16 Su corazón es duro como la roca,
resistente como piedra de moler.
17 Su majestad asusta a los dioses;
cuando oyen su estrépito, retroceden.
18 De nada sirve la espada contra él,
tampoco dardo, lanza o jabalina.
19 El hierro es paja para él,
madera podrida el bronce.
20 No hay flecha que lo ponga en fuga,
las piedras de la honda son como paja.
21 Paja le parece el mazo,
se ríe del silbar de las saetas.
22 Su vientre son lastras afiladas,
que arrastra como trillo por el lodo.
23 Hace hervir las aguas profundas,
convierte el mar en pebetero.
24 Deja tras de sí un surco luminoso,
una blanca cabellera en el Abismo.
25 Nadie lo iguala en la tierra,
pues es criatura sin miedo.
26 Se enfrenta a los más altivos,
es el rey de todas las bestias.
Intervención final de Job
42 Job respondió al Señor:
2 Reconozco que todo lo puedes,
que ningún proyecto se te resiste.
[Dijiste:]
3 “¿Quién es ese que confunde mis designios
pronunciando tales desatinos?”.
Sí, hablé de cosas que no sabía,
de maravillas que superan mi comprensión.
[Dijiste:]
4 “Escucha y déjame hablar;
te preguntaré y tú me instruirás”.
5 Te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos;
6 por eso, me retracto y me arrepiento,
tumbado en el polvo y la ceniza.
V.— Epílogo (42,7-17)
7 Cuando el Señor terminó de decir esto a Job, se dirigió a Elifaz de Temán:
— Estoy enfadado contigo y con tus dos compañeros, porque no han hablado de mí como hay que hablar, al contrario de como lo ha hecho mi siervo Job. 8 Así que tomen siete novillos y siete carneros, vayan donde está mi siervo Job y ofrézcanlos por ustedes en holocausto. Mi siervo Job intercederá por ustedes, yo le haré caso y no los trataré como merece su audacia, por no haber hablado de mí como hay que hablar, al contrario de como lo ha hecho mi siervo Job.
9 Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat hicieron lo que el Señor ordenó, y el Señor mostró su favor a Job.
10 Cuando Job intercedió en favor de sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones. 11 Vinieron a visitarlo sus hermanos y hermanas, junto con viejos conocidos; comieron con él en su casa, se lamentaron y lo consolaron de la desgracia que el Señor le había enviado. Cada uno le regaló una suma de dinero y un anillo de oro.
12 El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio. Se hizo con catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. 13 Tuvo siete hijos y tres hijas: 14 la primera se llamaba Paloma; la segunda, Acacia; y la tercera, Azabache. 15 No había en toda la comarca mujeres más hermosas que las hijas de Job. Su padre las hizo herederas, igual que a sus hermanos.
16 Job vivió ciento cuarenta años más y conoció a sus hijos, a sus nietos y a sus biznietos. 17 Murió anciano tras una larga vida.
22 El populacho se amotinó contra ellos, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran. 23 Después de azotarlos con ganas, los metieron en la cárcel y encomendaron al carcelero que los mantuviera bajo estricta vigilancia. 24 Ante tal orden, el carcelero los metió en la celda más profunda de la prisión y les sujetó los pies en el cepo.
Pablo y Silas liberados
25 Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban. 26 Repentinamente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos. 27 El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la prisión abiertas de par en par, desenvainó su espada con intención de suicidarse, pues daba por sentado que los presos se habían fugado. 28 Pablo, entonces, le dijo a voz en grito:
— ¡No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí!
29 El carcelero pidió una luz, corrió hacia el interior y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y Silas. 30 Los llevó luego al exterior y les preguntó:
— Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?
31 Le respondieron:
— Cree en Jesús, el Señor, y tú y tu familia alcanzarán la salvación.
32 Luego les explicaron a él y a todos sus familiares el mensaje del Señor. 33 El carcelero, por su parte, a pesar de lo avanzado de la noche, les lavó las heridas y a continuación se hizo bautizar con todos los suyos. 34 Los introdujo seguidamente en su casa y les sirvió de comer. Y junto con toda su familia, celebró con gran alegría el haber creído en Dios.
35 Al llegar la mañana, los magistrados enviaron a los guardias con estas instrucciones para el carcelero: “Deja en libertad a esos hombres”. 36 El carcelero fue sin demora a comunicar a Pablo:
— Los magistrados han ordenado que se los ponga en libertad. Así que pueden salir y marchar en paz.
37 Pero Pablo dijo a los guardias:
— Ellos nos han hecho azotar en público sin juicio previo, y eso que somos ciudadanos romanos. Después nos han metido en la cárcel. ¿Y ahora pretenden que salgamos a hurtadillas? ¡Ni mucho menos! ¡Que vengan ellos a sacarnos!
38 Los guardias transmitieron estas palabras a los magistrados, quienes, alarmados al saber que se trataba de ciudadanos romanos, 39 vinieron a presentarles sus excusas. En seguida los condujeron fuera y les suplicaron que abandonaran la ciudad. 40 Una vez que salieron de la cárcel, se encaminaron a casa de Lidia. Y después de entrevistarse con los hermanos y confortarlos en la fe, partieron de allí.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España