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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Ester 6-8

III.— LA LIBERACIÓN (6,1—9,19)

El rey honra a Mardoqueo

Aquella noche, como el rey estaba desvelado, mando que le trajeran el libro de los anales de la historia nacional para que se lo leyesen. En él encontraron escrito que Mardoqueo había delatado a Bigtán y Teres, dos eunucos de la guardia real, que habían planeado atentar contra el rey Asuero. El rey preguntó:

— ¿Qué honor o reconocimiento se concedió a Mardoqueo por esto?

Los cortesanos a su servicio respondieron:

— No se le concedió ninguno.

Entonces el rey preguntó:

— ¿Quién está en el patio?

Amán acababa de entrar en el patio exterior del palacio para solicitar al rey que ordenara colgar a Mardoqueo en la horca que le estaba preparando.

Los cortesanos le respondieron:

— Es Amán el que está en el patio.

— ¡Háganlo pasar! —ordenó el rey—.

Cuando Amán hubo entrado, el rey le preguntó:

— ¿Qué se puede hacer por una persona a quien el rey desea honrar?

Amán dijo para sí: “¿A quién va a querer el rey honrar sino a mí?”. Así que respondió al rey:

— Para esa persona a la que el rey quiere honrar habría que mandar traer vestiduras reales, de las que usa su majestad, un caballo de los que monta el rey, y un distintivo real para su cabeza. La vestidura y el caballo se entregarían a uno de los más dignos funcionarios reales, para que él mismo vista a la persona a la que el rey quiere honrar; luego la paseará a caballo por la plaza de la ciudad, pregonando ante ella: “¡Así se agasaja a quien el rey quiere honrar!”.

10 Entonces dijo el rey a Amán:

— Vete de inmediato, toma las vestiduras y el caballo, como acabas de sugerir, y haz eso mismo con Mardoqueo, el judío que está sentado a la puerta del palacio real. No descuides ningún detalle de lo que has dicho.

11 Así pues, Amán tomó las vestiduras y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo paseó a caballo por la plaza de la ciudad, pregonando ante él: “¡Así se agasaja a quien el rey quiere honrar!”.

12 Después, mientras Mardoqueo volvía a la puerta real, Amán se dirigió a su casa entristecido y tapándose la cara. 13 Amán contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos lo que había sucedido. Zeres y sus consejeros le dijeron:

— Si ese Mardoqueo, ante el cual estás empezando a caer, es de raza judía, no podrás vencerlo. Sin duda que acabarás fracasando.

Humillación y muerte de Amán

14 Aún estaban hablando con Amán, cuando llegaron los eunucos reales para acompañarle inmediatamente al banquete que ofrecía Ester. El rey Asuero y Amán asistieron al banquete de la reina Ester, y también en este segundo día, durante el brindis, dijo el rey a Ester:

— ¡Dime lo que deseas, y lo tendrás; aunque sea la mitad de mi reino!

La reina Ester respondió:

— Si me he ganado el favor del rey, y si esto le parece bien, mi petición y mi deseo es que el rey me conceda mi vida y la de mi pueblo. Pues mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser exterminados, asesinados, aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, me habría callado, pues este no sería un motivo tan serio como para molestar al rey.

El rey Asuero le preguntó a la reina Ester:

— ¿Quién es y dónde está el que ha concebido tal cosa?

— ¡El enemigo y adversario es ese miserable de Amán! —respondió Ester—.

Amán, entonces, quedó aterrado ante el rey y la reina. El rey, por su parte, se levantó enfurecido del banquete y salió al jardín del palacio. Mientras tanto, Amán, dándose cuenta de que el rey seguramente lo iba a condenar a muerte, se quedó implorando a la reina Ester que le perdonara la vida.

Cuando el rey regresó del jardín del palacio y entró en la sala del banquete se encontró a Amán reclinado sobre el diván donde Ester estaba recostada. Al ver esto, el rey exclamó:

— ¡Además te atreves a abusar de la reina en mi propia casa!

Enseguida cubrieron la cabeza de Amán, pues las palabras pronunciadas por el rey ya lo habían sentenciado. Y Jarboná, uno de los eunucos reales, dijo:

— En la casa de Amán está preparada una horca de veinticinco metros de altura, que él mandó levantar para Mardoqueo, aquel que denunció la conspiración contra el rey.

— ¡Pues cuélguenlo en ella! —ordenó el rey—.

10 Y Amán fue colgado en la horca que él había dispuesto para Mardoqueo, con lo que la ira del rey se aplacó.

Triunfo de los judíos

Ese mismo día el rey Asuero dio a la reina Ester las posesiones de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, porque ya Ester le había revelado el parentesco que los unía. El rey se quitó el anillo que había recobrado de Amán y se lo dio a Mardoqueo a quien Ester nombró administrador de las posesiones que habían sido de Amán.

Volvió luego Ester a interceder ante el rey; echándose a sus pies y llorando le suplicó que anulase los perversos planes ideados por Amán, de Agag, contra los judíos.

Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se levantó, y de pie ante el rey dijo:

— Si me he ganado el favor del rey y cree que mi petición es justa, si está contento conmigo, haga revocar por escrito los decretos que mandó redactar Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, para exterminar a los judíos de todas las provincias del reino. Porque no puedo soportar la tragedia que se cierne sobre mi pueblo. ¿Cómo podría contemplar el exterminio de los de mi raza?

Entonces el rey Asuero les dijo a Ester y a Mardoqueo, el judío:

— Miren, he mandado ahorcar a Amán por sus maquinaciones contra los judíos, y sus posesiones ya están en manos de Ester. Pero un decreto escrito en mi nombre y sellado con mi anillo es irrevocable. Así pues, redacten ahora, en mi nombre, otro decreto en favor de los judíos, como ustedes consideren más adecuado y séllenlo con mi anillo real.

Inmediatamente se llamó a los escribas reales. Era el día veintitrés del mes tercero, es decir, el mes de Siván. Todo lo que ordenó Mardoqueo fue puesto por escrito para los judíos, los sátrapas reales, los gobernadores y los altos funcionarios de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, en la escritura de cada provincia y en la lengua de cada pueblo. A los judíos también se les escribió en su escritura y lengua. 10 Los decretos se escribieron en nombre del rey Asuero, se sellaron con el anillo real y se enviaron por medio de mensajeros reales, que montaban veloces corceles de las caballerizas reales.

11 El edicto real concedía permiso a los judíos, en cualquier ciudad donde estuvieran, a organizarse y defenderse, a destruir y matar, aniquilar y apoderarse de los bienes de toda la gente armada, de cualquier pueblo o provincia que los atacase, sin respetar a mujeres ni a niños. 12 Para llevar todo esto a cabo en todas las provincias del rey Asuero se fijo una fecha: el día trece del duodécimo mes, es decir, el mes de Adar.

13 El texto de este edicto debía ser promulgado como una ley en todas las provincias, y dado a conocer en cada pueblo a fin de que los judíos estuvieran preparados ese día para vengarse de sus enemigos.

14 Los mensajeros, según la orden real, partieron de inmediato montando veloces corceles de las caballerizas reales. El decreto se promulgó también en la ciudad de Susa.

15 Mardoqueo salió del palacio real con vestiduras regias de color violeta y blanco, con una gran corona de oro y un manto de lino fino de color púrpura. En la ciudad de Susa se escucharon gritos de alegría, 16 pues para los judíos fue tiempo de luz y alegría, de fiesta y triunfo. 17 En cada provincia y en cada ciudad, a medida que iba llegando el decreto real, los judíos se llenaban de alegría y felicidad, y celebraban fiestas y banquetes. Muchos habitantes del país se hicieron judíos por miedo a ellos.

Hechos 6

Elección de los siete

Por entonces, al crecer extraordinariamente el número de los discípulos, surgió un conflicto entre los creyentes de procedencia griega y los de origen hebreo. Aquellos se quejaban de que estos últimos no atendían debidamente a las viudas de su grupo cuando distribuían el sustento diario. Los doce apóstoles reunieron entonces al conjunto de los discípulos y les dijeron:

— No conviene que nosotros dejemos de proclamar el mensaje de Dios para ocuparnos en servir a las mesas. Por tanto, hermanos, escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, que estén llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, y les encomendaremos esta misión. Así podremos nosotros dedicarnos a la oración y a la proclamación del mensaje.

Toda la comunidad aceptó de buen grado esta propuesta, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes, haciendo oración por ellos, les impusieron las manos.

El mensaje de Dios se extendía y el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso fueron muchos los sacerdotes que abrazaron la fe.

Detención de Esteban

El favor y el poder de Dios estaban plenamente con Esteban, que realizaba milagros y prodigios entre el pueblo. Pero unos miembros de la sinagoga llamada “de los libertos”, a la que pertenecían también oriundos de Cirene y Alejandría, así como de Cilicia y de la provincia de Asia, empezaron a discutir con él. 10 Al no poder hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que se expresaba, 11 sobornaron a unos individuos para que manifestaran que le habían oído pronunciar blasfemias contra Moisés y contra Dios. 12 De este modo consiguieron soliviantar al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la ley, los cuales, saliendo al encuentro de Esteban, lo apresaron y lo condujeron ante el Consejo Supremo. 13 Al mismo tiempo presentaron testigos falsos que declararon:

— Este hombre está siempre hablando contra este santo lugar y contra la ley. 14 Le hemos oído decir que el tal Jesús de Nazaret va a destruirlo y a cambiar las tradiciones que nos legó Moisés.

15 Todos los presentes en el Consejo fijaron entonces sus ojos en Esteban y vieron que su rostro parecía el de un ángel.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España