Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 83 (82)
Dios, no te quedes callado
83 Canto. Salmo de Asaf.
2 Oh Dios, no te quedes callado,
no enmudezcas ni estés impasible.
3 Mira, tus enemigos se amotinan,
se ensoberbecen quienes te odian.
4 Traman intrigas contra tu pueblo,
conspiran contra tus protegidos.
5 Dicen: “¡Destruyámoslos como nación!
¡Que no vuelva a recordarse el nombre de Israel!”.
6 Se confabulan, se ponen de acuerdo
y sellan un pacto contra ti:
7 las gentes de Edom e Ismael,
Moab y los agarenos,
8 Guebal, Amón y Amalec,
Filistea con los de Tiro;
9 también Asiria se ha unido a ellos
y prestan su apoyo a los hijos de Lot. [ Pausa]
10 Trátalos tú como a Madián,
como a Sísara y Jabín en el torrente Quisón:
11 en Endor ellos fueron arrasados,
sirvieron de abono a la tierra.
12 Trata a sus nobles como a Oreb y Zeb,
a sus príncipes como a Zebaj y Salmaná
13 quienes decían: “¡Hagamos nuestros
los dominios de Dios!”.
14 Dios mío, haz que sean como hojarasca,
como una brizna ante el viento.
15 Como fuego que abrasa el bosque,
como llama que devora las montañas,
16 así tu huracán los ponga en fuga
y los llene de terror tu torbellino.
17 Cubre sus rostros de vergüenza
y que ellos, Señor, busquen tu nombre.
18 Sean avergonzados y turbados para siempre,
que sean deshonrados y perezcan;
19 que sepan que tu nombre es el Señor
y sólo tú eres Altísimo en la tierra entera.
5 Así dice ahora el Señor del universo: Voy a entablar juicio contra ustedes y a testificar diligentemente contra los hechiceros, adúlteros o perjuros, contra los que defraudan al jornalero en su salario, contra los que oprimen a la viuda y al huérfano, o sojuzgan al extranjero y no sienten ningún respeto por mí.
Denuncia del fraude en los diezmos
6 Yo, el Señor, no cambio, pero ustedes no han dejado de ser hijos de Jacob. 7 Desde los días de sus antecesores se apartaron de mis preceptos y continúan incumpliéndolos. ¡Vuélvanse a mí y yo me volveré hacia ustedes!, —dice el Señor del universo—. Sin embargo, ustedes replican: “¿En qué hemos de cambiar?”. 8 ¿Acaso es justo que una persona defraude al Señor como ustedes me están defraudando? De nuevo replican: “¿En qué te hemos defraudado?”. ¡En los diezmos y en las ofrendas! 9 Por eso están amenazados de maldición, porque todos ustedes, la nación entera, no cesan de defraudarme. 10 Traigan los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; pónganme a prueba procediendo así —dice el Señor del universo— y verán cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre ustedes bendiciones a raudales. 11 Alejaré de ustedes la plaga voraz para que no destruya el fruto de su tierra ni malogre el viñedo de sus campos —dice el Señor del universo—. 12 Todas las naciones los considerarán dichosos y serán un país envidiable —dice el Señor del universo—.
Curación de un paralítico (Mt 9,1-8; Lc 5,17-26)
2 Algunos días después, Jesús regresó a Cafarnaún. En cuanto se supo que estaba en casa, 2 se reunió tanta gente, que no quedaba sitio ni siquiera ante la puerta. Y Jesús les anunciaba su mensaje. 3 Le trajeron entonces, entre cuatro, un paralítico. 4 Como a causa de la multitud no podían llegar hasta Jesús, levantaron un trozo del techo por encima de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla con el paralítico. 5 Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico:
— Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6 Estaban allí sentados unos maestros de la ley, que pensaban para sí mismos: 7 “¿Cómo habla así este? ¡Está blasfemando! ¡Solamente Dios puede perdonar pecados!”. 8 Jesús, que al instante se dio cuenta de lo que estaban pensando en su interior, les preguntó:
— ¿Por qué están pensando eso? 9 ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, recoge tu camilla y anda”? 10 Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en este mundo.
Se volvió al paralítico y le dijo:
11 — A ti te hablo: Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
12 Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. Todos los presentes quedaron asombrados y alabaron a Dios diciendo:
— Nunca habíamos visto cosa semejante.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España