Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo 46 (45)
El Señor del universo está con nosotros
46 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Para voces de tonos altos. Cántico.
2 Es Dios nuestro refugio y fortaleza,
es ayuda constante en la desgracia.
3 Por eso no tememos si la tierra tiembla,
si se desmoronan los montes en medio del mar,
4 si sus aguas se agitan encrespadas,
si por su oleaje las montañas se mueven. [ Pausa]
5 La corriente de un río alegra la ciudad de Dios,
la más santa morada del Altísimo.
6 Dios está en medio de ella y nunca caerá,
Dios la auxilia al despertar el día.
7 Las naciones se turban, tiemblan los reinos,
él levanta su voz y se deshace la tierra.
8 El Señor del universo está con nosotros,
el Dios de Jacob es nuestro baluarte. [ Pausa]
9 Vengan y contemplen las obras de Dios,
pues ha hecho prodigios sobre la tierra.
10 Hasta sus confines detiene las guerras,
rompe el arco, quiebra la lanza,
destruye en el fuego los carruajes.
11 “Desistan y sepan que soy Dios,
que me alzo sobre las naciones,
sobre todos los pueblos de la tierra.”
12 El Señor del universo está con nosotros,
el Dios de Jacob es nuestro baluarte. [ Pausa]
12 Mientras, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le decía:
— Ten en cuenta que los profetas están anunciado unánimemente la victoria al rey, procura que tu profecía coincida también con la suya y anuncia la victoria.
13 Miqueas contestó:
— ¡Juro por el Señor que sólo le anunciaré lo que me diga mi Dios!
14 Cuando llegó ante el rey, este le preguntó:
— Miqueas, ¿podemos ir a atacar Ramot de Galaad o no?
Él le contestó:
— Ataquen, que tendrán éxito, pues el Señor se la entregará a ustedes.
15 Pero el rey le dijo:
— ¿Cuántas veces tendré que pedirte bajo juramento que me digas sólo la verdad en nombre del Señor?
16 Entonces Miqueas dijo:
— He visto a todo Israel disperso por los montes como un rebaño sin pastor y el Señor decía: “No tienen dueño; que vuelvan en paz a sus casas”.
17 El rey de Israel dijo a Josafat:
— ¿Qué te decía yo? No me profetiza venturas, sino desgracias.
18 Miqueas añadió:
— Por eso, escuchen la palabra del Señor. He visto al Señor sentado en su trono y toda la corte celeste estaba de pie, a su derecha y a su izquierda. 19 El Señor preguntó: “¿Quién confundirá a Ajab, el rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y perezca?”. Unos decían una cosa y otros, otra. 20 Entonces un espíritu se presentó ante el Señor y le dijo: “Yo lo confundiré”. Y el Señor preguntó: “¿Cómo lo harás?”. 21 Él respondió: “Iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas”. A lo que el Señor dijo: “¡Conseguirás confundirlo! Vete y hazlo así”. 22 Ahora ya sabes que el Señor ha inspirado mentiras a estos profetas tuyos y ha anunciado tu desgracia.
23 Se necesitaban, pues, tales sacrificios para purificar lo que sólo era esbozo de las realidades celestiales; pero estas mismas realidades celestiales precisaban de sacrificios más valiosos. 24 Por eso Cristo no entró en un santuario construido por manos humanas —que era simple imagen del verdadero santuario—, sino que entró en el cielo mismo donde ahora intercede por nosotros en presencia de Dios. 25 Y tampoco tuvo que ofrecerse muchas veces, como tiene que hacerlo el sumo sacerdote judío que año tras año entra en “el lugar santísimo” con una sangre que no es la suya. 26 De no ser así, Cristo debería haber padecido muchas veces desde que el mundo es mundo; y, sin embargo, le ha bastado con manifestarse una sola vez ahora, en el momento culminante de la historia, destruyendo el pecado con el sacrificio de sí mismo.
27 Y así como está establecido que todos los seres humanos deben pasar por la muerte una sola vez para ser a continuación juzgados, 28 así también Cristo se ofreció una sola vez para cargar con los pecados de la humanidad. Después se mostrará por segunda vez, pero ya no en relación con el pecado, sino para salvar a quienes han puesto su esperanza en él.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España