Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo 17 (16)
Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras
17 Oración de David.
¡Escucha, Señor, lo que es justo! Atiende mi súplica,
presta oído a mi ruego, pues mis labios no mienten.
2 Tú dictarás mi sentencia,
tus ojos discernirán lo que es justo.
3 Me has sondeado, me has examinado de noche,
me has probado y no has hallado mal alguno.
Mi boca no ha pecado;
4 frente a otras conductas humanas,
yo evité el camino del violento,
siguiendo la palabra de tus labios.
5 He mantenido mis pasos firmes en tus sendas
y no he dejado que mis pies se extravíen.
6 Yo te invoco y tú, Dios, me respondes.
¡Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras!
7 Haz resplandecer tu amor,
tú que salvas de sus atacantes
a quienes se refugian en ti.
8 Protégeme como a la niña de tus ojos,
dame cobijo a la sombra de tus alas,
9 que los injustos me acosan,
los enemigos me asedian con saña.
13 Moisés le respondió:
— De acuerdo, me presentaré ante los israelitas y les diré: “El Dios de sus antepasados me envía a ustedes”; pero si ellos me preguntan cuál es su nombre, ¿qué les responderé?
14 Dios dijo a Moisés:
— Soy el que soy.
Y añadió:
— Esto responderás a los israelitas: “Yo soy” me envía a ustedes. 15 Les dirás también: “Yahweh, el Dios de nuestros antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre eterno: así me llamarán de generación en generación”. 16 Reúne, pues, a los ancianos de Israel y diles: “El Señor, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido y me ha dicho: Los he visitado y he observado cómo los tratan los egipcios; 17 así que he determinado acabar con sus penalidades y llevarlos al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”. 18 Ellos te harán caso. Entonces, tú y los ancianos de Israel se presentarán al rey de Egipto, y le dirán: “El Señor, el Dios de los hebreos, ha salido a nuestro encuentro. Permítenos que nos adentremos durante tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios”. 19 Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar, a no ser por la fuerza. 20 Pero yo desplegaré mi poder y heriré a Egipto valiéndome de toda clase de prodigios, hasta que el faraón los deje marchar.
La autoridad de Jesús (Mt 21,23-27; Mc 11,27-31)
20 Un día en que estaba Jesús enseñando al pueblo en el Templo y les anunciaba la buena noticia, se presentaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos, 2 y le preguntaron:
— Dinos, ¿con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado para ello?
3 Jesús les contestó:
— Yo también voy a preguntarles una cosa. Díganme, 4 ¿de quién recibió Juan el encargo de bautizar: de Dios o de los hombres?
5 Ellos se pusieron a razonar entre sí: “Si contestamos que lo recibió de Dios, él dirá: ¿Por qué, pues, no le creyeron? 6 Y si decimos que lo recibió de los hombres, el pueblo en masa nos apedreará, porque todos están convencidos de que Juan era un profeta”. 7 Así que respondieron:
— No sabemos de dónde.
8 Entonces Jesús les replicó:
— Pues tampoco yo les diré con qué derecho hago todo esto.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España