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Old/New Testament

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
2 Crónicas 17-18

Josafat, rey de Judá

17 En lugar de Asá reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel. Estableció bases militares en todas las ciudades amuralladas de Judá y situó guarniciones en todo el país, y en las ciudades de Efraín, que su padre Asá había conquistado.

El Señor estaba con Josafat, porque seguía en la buena senda en que su padre anduvo al principio, y no adoraba las imágenes de Baal. Al contrario, adoró al Dios de su padre, estuvo dispuesto a obedecer los mandamientos de la ley de Dios, y no imitó la conducta de los reyes israelitas. Por eso, el Señor lo ayudó, de modo que pudo gobernar con firmeza a Judá. El pueblo de Judá lo quería mucho y le daba regalos. Así que Josafat llegó a tener mucha riqueza, y a disfrutar de popularidad. Seguía con entusiasmo las sendas de Dios, incluso derribó los altares paganos de los cerros y destruyó los ídolos de la diosa Aserá.

7-9 En el tercer año de su reinado inició un programa de educación en todo el país. Envió a sus funcionarios a enseñar la ley del Señor a la gente de las ciudades de Judá. Entre ellos estaban: Ben Jayil, Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías. Para esta misma finalidad hizo uso también del servicio de levitas como Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías; y de sacerdotes como Elisama y Jorán. Llevaron copias del libro de la ley del Señor a todas las ciudades de Judá, para enseñar las Escrituras al pueblo.

10 Y el temor del Señor sobrecogió a los reinos circunvecinos, de tal manera que ninguno de ellos se atrevía a declararle la guerra al rey Josafat. 11 Aun algunos de los filisteos le traían obsequios y tributo anual; y los árabes le trajeron siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos chivos.

12 Y Josafat se hizo poderoso, y construyó, a lo largo de Judá, fortalezas y ciudades para almacenar alimentos. 13 Su programa de obras públicas era extenso, y tenía muchos hombres de guerra en Jerusalén, que era su capital. 14-15 Trescientos mil soldados de Judá se encontraban bajo el mando del Adnás. Le seguía en mando Johanán, quien estaba al frente de doscientos ochenta mil. 16 Luego estaba Amasías hijo de Zicrí, que estaba al frente de doscientos mil. Amasías se había ofrecido para servir voluntariamente al Señor. 17 La tribu de Benjamín hizo un aporte de doscientos mil hombres equipados con arcos y escudos, los cuales estaban bajo el mando del valeroso general Eliadá. 18 Jozabad estaba bajo sus órdenes con ciento ochenta mil soldados adiestrados para la guerra. 19 Estas eran las tropas destacadas en Jerusalén, aparte de las que estaban destacadas en las ciudades fortificadas en toda la nación.

Micaías profetiza contra Acab

18 El rey Josafat llegó a ser muy rico y poderoso, y emparentó con Acab, quien era el rey de Israel. Algunos años más tarde bajó a Samaria para visitar al rey Acab, el cual mató muchas ovejas y vacas para darles la bienvenida a Josafat y a sus acompañantes. Luego, el rey Acab le pidió al rey Josafat que uniera fuerzas con él en contra de Ramot de Galaad.

3-5 ―¡Por supuesto! —contestó el rey Josafat—. Estoy contigo en todo. ¡Estaremos contigo en la batalla! Sin embargo, será bueno que primero lo pongamos a la consideración del Señor.

El rey Acab mandó a buscar a cuatrocientos de sus profetas paganos, y cuando estos llegaron, les preguntó:

―¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o no?

Y ellos aconsejaron:

―¡Vayan a la guerra, porque Dios les dará una gran victoria!

6-7 Pero Josafat no estaba satisfecho, y dijo:

―Quiero saber si hay también por aquí algún profeta del Señor, a quien le podamos consultar.

―Sí —dijo Acab—, hay uno, pero lo detesto, ¡porque nunca profetiza otra cosa sino el mal! Su nombre es Micaías hijo de Imlá.

―¡No hables de esa manera! —exclamó Josafat—. Veamos lo que nos dice.

El rey de Israel llamó, pues, a uno de sus ayudantes, y le ordenó que fuera con toda prisa a llamar a Micaías hijo de Imlá.

Los dos reyes tenían puestas sus vestiduras reales y estaban sentados en sus tronos, en un lugar alto, a la entrada de Samaria. Todos los profetas estaban delante de ellos dando sus profecías. 10 Uno de ellos, llamado Sedequías, hijo de Quenaná, se hizo algunos cuernos de hierro para esta ocasión y proclamó: «¡El Señor dice que ustedes acornearán a los sirios hasta acabar con ellos! 11 Y los demás asentían en coro: “Sí, suban a Ramot de Galaad y vencerán, porque el Señor la entregará en manos del rey”».

12 El hombre que fue a llamar a Micaías, al llegar le dijo:

―Mira, todos los profetas, sin excepción, han profetizado la victoria del rey. Así que procura dar un mensaje similar.

13 No obstante, como respuesta, Micaías expresó:

―Prometo delante del Señor que sólo diré lo que él me diga.

14 Cuando llegó a la presencia del rey, este le dijo:

―Micaías, ¿debemos ir a la guerra en contra de Ramot de Galaad o no?

Y Micaías le respondió:

―¡Claro que sí! ¡Vayan y obtendrán una gloriosa victoria!

15 ―Mira, Micaías —le dijo en tono enérgico el rey—, ¿cuántas veces tengo que decirte que sólo me digas la verdad en nombre del Señor?

16 Entonces Micaías se dirigió al rey de Judá en los siguientes términos:

―En mi visión observé al pueblo de Israel desparramado sobre la montaña como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: “Esta gente no tiene un jefe que los dirija. ¡Regresen a sus hogares en paz!”.

17 El rey de Israel, dirigiéndose a Josafat, exclamó:

―¿No te lo dije? Siempre hace lo mismo. Nunca profetiza sino lo malo para mí.

18 ―El Señor me dijo algo más —agregó Micaías—. Yo vi al Señor sentado en su trono y rodeado por una inmensa multitud de ángeles. 19-20 Y dijo el Señor: “¿Quién puede incitar al rey Acab a que vaya a la guerra en contra de Ramot de Galaad, para que encuentre allí la muerte?”. Hubo muchas propuestas, pero finalmente un espíritu avanzó, y delante del Señor dijo: “¡Yo puedo hacerlo!”. El Señor le preguntó: “¿Cómo lo harás?”. 21 Y el espíritu respondió: “¡Actuaré como un espíritu de mentira en la boca de todos los profetas del rey!”. Entonces el Señor le dijo: “Anda y hazlo, porque así lo seducirás”. 22 Así que el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de tus profetas. ¡En realidad, el Señor ha decidido precisamente lo contrario de lo que ellos te están diciendo!

23 Entonces Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le pegó una cachetada.

―¡Eres un mentiroso! —vociferó—. ¿Cuándo fue que el espíritu de Dios me dejó para entrar en ti?

24 ―Lo sabrás pronto —dijo Micaías—, ¡cuando tengas que esconderte en el más oscuro y apartado aposento!

25 ―Prendan a este hombre y entréguenlo al gobernador Amón y a mi hijo Joás —ordenó el rey de Israel—. 26 ¡Díganles que yo ordeno que pongan a este sujeto en prisión y lo alimenten a pan y agua hasta que yo regrese a salvo de esta batalla!

27 Micaías respondió:

―Si regresas sano y salvo, el Señor no ha hablado a través de mí.

Entonces, dirigiéndose a los que lo rodeaban, recalcó:

―¡Tomen nota de lo que he dicho!

Muerte de Acab en Ramot de Galaad

28 Así que el rey de Israel y el rey de Judá subieron contra Ramot de Galaad.

29 El rey de Israel dijo a Josafat:

―Me disfrazaré para que nadie pueda reconocerme, pero tú vístete con los trajes reales.

Y así lo hicieron.

30 Por su parte, el rey de Siria había dado orden a sus jinetes y cocheros de cumplir estas instrucciones: «¡Despreocúpense de los demás y concéntrense en atrapar al rey de Israel!».

31 De modo que cuando los capitanes de los carros de combate sirios vieron a Josafat, rey de Judá, en sus ropas de gala, lo rodearon para atacarlo, por cuanto suponían que él era el hombre que debían tomar prisionero. Pero Josafat clamó al Señor para que lo salvara, y el Señor hizo que los cocheros vieran su error, y lo dejaran libre. 32 Tan pronto se dieron cuenta de que aquel no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33 Pero uno de los soldados sirios disparó una flecha al azar contra las tropas israelitas y acertó a dar sobre el rey de Israel, justamente en la abertura donde se juntan la parte baja de la armadura y la placa que cubre el tórax. Entonces el rey le dijo al que guiaba su carro: «¡Da la vuelta, y sácame del campo de batalla, porque estoy herido!». 34 La batalla se fue tornando cada vez más encarnizada, y tuvieron que sostener al rey Acab hasta el atardecer, para que permaneciera de pie peleando contra los sirios. Pero al ponerse el sol, el rey Acab murió.

Juan 13:1-20

Jesús les lava los pies a sus discípulos

13 La fiesta de la Pascua se acercaba. Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo para reunirse con el Padre. Él había amado a los suyos que estaban en el mundo, y los amó hasta el fin. Antes de llegar la hora de la cena, el diablo ya había hecho que Judas Iscariote se decidiera a traicionar a Jesús. Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas, y que él había venido de Dios y a Dios iba a regresar, así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla. Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo:

―Señor, ¿vas tú a lavarme los pies a mí?

Jesús le respondió:

―Ahora no entiendes por qué lo hago, pero más tarde lo entenderás.

Pedro dijo:

―¡No! ¡Jamás dejaré que me laves los pies!

Jesús le respondió:

―Si no te los lavo, no serás uno de los míos.

Simón Pedro le dijo:

―¡Señor, entonces no sólo los pies sino también las manos y la cabeza!

10 Jesús le contestó:

―El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.

11 Jesús sabía quién lo iba a traicionar, y por eso dijo que no todos estaban limpios.

12 Después de lavarles los pies, se puso el manto y otra vez se sentó. Entonces les preguntó:

―¿Entienden ustedes lo que les he hecho? 13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen la verdad porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Yo les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. 16 Les aseguro que ningún sirviente es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. 17 Si entienden esto y lo hacen serán dichosos.

Jesús predice la traición de Judas

18 »No estoy hablando de todos ustedes; yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla la Escritura que dice: “El que come conmigo se ha puesto en contra mía”.

19 »Les digo esto ahora, antes que suceda, para que cuando ocurra, ustedes crean que yo soy. 20 Les aseguro que el que recibe al que yo envío me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió».

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