Old/New Testament
Mentiras de Efraín
12 Efraín me ha rodeado de mentiras
y el pueblo de Israel de engaños,
pero Judá aún camina con Dios
y se mantiene fiel al muy Santo.
2 Efraín se alimenta de aire
y corre todo el día tras el viento;
multiplica sus mentiras y violencias,
hace pactos con Asiria
y regala aceite a Egipto.
Una larga historia de rebeldía
3 El Señor entabla pleito a Israel,
va a castigar la conducta de Jacob,
le va a retribuir según sus acciones.
4 Ya en el seno materno
suplantó a su hermano
y en su edad viril luchó con Dios,
5 luchó con un ángel y lo venció.
Luego lloró y pidió compasión;
Dios lo encontró en Betel
y allí habló con nosotros.
6 El Señor es Dios del universo;
su nombre es el Señor.
7 En cuanto a ti, conviértete a tu Dios,
practica el amor y el derecho
y confía siempre en tu Dios.
8 Canaán maneja pesas falsas,
pues le agrada estafar.
9 Y Efraín dice: “Me he hecho rico,
he conseguido una fortuna;
en todas mis ganancias
nadie podrá acusarme de pecado”.
10 Pero yo que soy el Señor, tu Dios,
desde que estabas en Egipto,
haré que vivas de nuevo
en tiendas de campaña
como en los días del encuentro.
11 Hablaré a los profetas,
multiplicaré sus visiones
y me expresaré en parábolas
por medio de esos profetas.
12 En Galaad se da culto a ídolos
que no son más que dioses falsos;
en Guilgal se inmolan toros
en altares que sólo son majanos
en medio de los surcos del campo.
13 Huyó Jacob a la campiña de Aram;
allí Israel sirvió por una mujer
y por ella se hizo pastor de rebaños.
14 Más tarde el Señor
sacó a Israel de Egipto
por medio de un profeta,
y por medio de un profeta lo cuidó.
15 Pero Efraín ha irritado [al Señor]
cometiendo una amarga ofensa;
así que su Señor le devolverá los agravios
y le hará pagar por sus crímenes.
Juicio implacable sobre Israel
13 Cuando Efraín hablaba,
imponía respeto en Israel.
Pero se hizo culpable
al adorar a Baal, y pereció.
2 Con todo, aún siguen pecando:
con su plata se fabrican estatuas,
ídolos fundidos con destreza,
obra de expertos artesanos.
Luego dicen: “Ofrecedles sacrificios”;
y rinden homenaje a los becerros.
3 Por eso serán como nube mañanera,
como el rocío de madrugada
que al instante se disipa;
como paja que el viento
arrebata de la era,
o humo que sale por chimenea.
4 Pero yo que soy el Señor, tu Dios,
desde el país de Egipto
—tú no conoces a otro Dios
ni tienes otro salvador fuera de mí—,
5 te he conocido en el desierto,
en una tierra abrasadora.
6 Pero cuando hallaron alimento
y tuvieron ocasión de saciarse,
se les llenó de orgullo el corazón
y terminaron olvidándose de mí.
7 Seré, pues, para ellos un león,
una pantera acechando en el camino.
8 Los atacaré como una osa
cuando es privada de sus crías;
desgarraré sus entrañas,
los devoraré allí como leona,
y las bestias salvajes los destrozarán.
9 Te destruiré, Israel,
y nadie podrá evitarlo.
10 ¿Dónde está ahora tu rey
para que te salve en tus ciudades?
¿Dónde, tus jueces a los que decías:
“Dame un rey y autoridades”?
11 Bien a mi pesar te di un rey
y en mi furor ahora te lo quito.
12 Anotada está la culpa de Efraín,
puesto a buen recaudo su pecado.
13 Le sobrevendrán dolores de parto,
pero es un hijo torpe que, para nacer,
no sabe colocarse a la puerta del útero.
14 ¿Tendré que librarlos
del reino de los muertos,
rescatarlos del sepulcro?
¿Dónde está, muerte,
tu poder destructor?
¿Dónde tus calamidades,
reino de los muertos?
Ya no volveré a tener compasión.
15 Aunque prospere entre los suyos,
vendrá el viento del este,
el viento que el Señor
hace soplar desde el desierto,
un viento que secará las fuentes,
agotará los manantiales
y arrebatará de su tesoro
todos los objetos preciosos.
14 Pagará su culpa Samaría,
pues contra su Dios se ha rebelado.
Morirán a filo de espada,
sus niños serán estrellados,
las embarazadas abiertas en canal.
Conversión y promesa de salvación
2 ¡Vuelve, Israel, al Señor tu Dios
pues caíste a causa de tu iniquidad!
3 Buscad las palabras oportunas
y volved al Señor diciendo:
“Perdona toda nuestra culpa
y acepta esto que es bueno
y que nosotros te ofrecemos:
las palabras de nuestros labios.
4 Asiria no puede salvarnos;
tampoco escaparemos a caballo
ni llamaremos más ‘Dios nuestro’
a las obras de nuestras manos.
Sólo en ti halla el huérfano piedad”.
5 Yo curaré su apostasía,
los amaré generosamente,
pues mi cólera ya no los afecta.
6 Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio
y sus raíces serán tan firmes
como los árboles del Líbano.
7 Sus retoños se extenderán,
tendrá el esplendor del olivo
y la fragancia del Líbano.
8 Regresarán aquellos
que habitaban a su sombra,
crecerán como el trigo,
florecerán como la vid
y como el vino del Líbano,
será famoso su recuerdo.
9 Entonces Efraín [se dirá]:
“¿Qué me importan los ídolos?”.
Y yo respondo y lo protejo,
pues soy como abeto siempre verde
y de mí procede tu fruto.
Epílogo
10 Que los sabios y prudentes
entiendan este mensaje:
los caminos del Señor son rectos
y por ellos caminan los justos;
los malvados, en cambio, tropiezan.
II.— LOS SIETE SELLOS (4,1—8,1)
El trono de Dios
4 Después de todo esto tuve una visión. Vi una puerta abierta en el cielo, y aquella voz como de trompeta que me había hablado primero, me dijo:
— Sube aquí, que voy a mostrarte lo que tiene que suceder en adelante.
2 Al instante caí en éxtasis, y vi un trono colocado en medio del cielo y alguien sentado en él. 3 El que estaba sentado resplandecía como el jaspe y el sardonio, mientras un halo de color esmeralda rodeaba el trono alrededor. 4 Rodeando también el trono había otros veinticuatro tronos y, sentados en ellos, veinticuatro ancianos vestidos de blanco y ceñidas sus cabezas con coronas de oro. 5 Relámpagos y truenos fragorosos salían del trono ante el que ardían siete lámparas, que eran los siete espíritus de Dios; 6 y un mar transparente, como de cristal, se extendía también delante del trono. En medio del trono y a su alrededor había cuatro seres vivientes, todo ojos por delante y por detrás. 7 El primero era semejante a un león; el segundo, como un toro; con rostro como de hombre el tercero; y el cuarto, semejante a un águila en pleno vuelo. 8 Cada uno de los cuatro vivientes tenía seis alas y eran todo ojos por fuera y por dentro. Día y noche proclaman sin descanso:
— Santo, santo, santo,
Señor Dios, dueño de todo,
el que era, el que es,
el que está a punto de llegar.
9 Y cada vez que los cuatro vivientes tributan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por siempre, 10 los veinticuatro ancianos caen de rodillas ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por siempre y arrojan sus coronas a los pies del trono, diciendo:
11 — Señor y Dios nuestro:
¡Nadie como tú merece recibir
la gloria, el honor y el poder!
Porque tú has creado todas las cosas;
en tu designio existían,
y conforme a él fueron creadas.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España