Read the New Testament in 24 Weeks
Los fariseos y saduceos piden señales
16 Se acercaron los fariseos y los saduceos, y para probarle le pidieron que les mostrara una señal del cielo. 2 Pero él les respondió diciendo: “Al atardecer dicen: ‘Hará buen tiempo, porque el cielo está enrojecido’; 3 y al amanecer dicen: ‘Hoy habrá tempestad, porque el cielo está enrojecido y sombrío’. Saben discernir el aspecto del cielo, pero no pueden discernir las señales de los tiempos. 4 Una generación malvada y adúltera pide señal, pero no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás”.
Y dejándolos se fue.
Levadura de los fariseos y saduceos
5 Cuando los discípulos cruzaron a la otra orilla, se olvidaron de tomar consigo pan. 6 Entonces Jesús les dijo:
—Miren, guárdense de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
7 Ellos discutían entre sí, diciendo:
—Es porque no trajimos pan.
8 Pero como Jesús lo entendió, les dijo:
—¿Por qué discuten entre ustedes que no tienen pan, hombres de poca fe? 9 ¿Todavía no entienden, ni se acuerdan de los cinco panes para los cinco mil hombres y cuántas canastas recogieron? 10 ¿Ni tampoco de los siete panes para los cuatro mil y cuántas cestas recogieron? 11 ¿Cómo es que no entienden que no les hablé del pan? ¡Pero guárdense de la levadura de los fariseos y de los saduceos!
12 Entonces entendieron que no les habló de guardarse de la levadura del pan, sino más bien de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
La confesión de Pedro
13 Cuando llegó Jesús a las regiones de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos diciendo:
—¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Ellos dijeron:
—Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o uno de los profetas.
15 Les dijo:
—Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
16 Respondió Simón Pedro y dijo:
—¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!
17 Entonces Jesús respondió y le dijo:
—Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Mas yo también te digo que tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos.
20 Entonces mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.
Jesús anuncia su muerte y victoria
21 Desde entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que le era preciso ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. 22 Pedro lo tomó aparte y comenzó a reprenderlo diciendo:
—Señor, ten compasión de ti mismo. ¡Jamás te suceda esto!
23 Entonces él volviéndose, le dijo a Pedro:
—¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Condiciones para seguir a Jesús
24 Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
—Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la hallará. 26 Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿O qué dará el hombre en rescate por su vida? 27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos.
28 »De cierto les digo que hay algunos que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
La transfiguración
17 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los hizo subir aparte a un monte alto. 2 Y fue transfigurado delante de ellos. Su cara resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías hablando con él.
4 Entonces intervino Pedro y le dijo a Jesús:
—Señor, bueno es que nosotros estemos aquí. Si quieres, yo levantaré aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les hizo sombra, y he aquí salió una voz de la nube diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oigan”.
6 Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús se acercó, los tocó y les dijo:
—Levántense y no teman.
8 Y cuando ellos alzaron los ojos no vieron a nadie sino a Jesús mismo, solo.
9 Mientras ellos descendían del monte, Jesús les mandó, diciendo:
—No mencionen la visión a nadie, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
10 Entonces los discípulos le preguntaron diciendo:
—¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
11 Y respondiendo dijo:
—A la verdad, Elías viene y restaurará todas las cosas. 12 Pero yo les digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron; más bien, hicieron con él todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de ellos.
13 Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan el Bautista.
Jesús sana a un muchacho
14 Cuando llegaron a la multitud, vino a él un hombre y se arrodilló delante de él, 15 diciendo:
—¡Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece gravemente! Pues muchas veces cae en el fuego, y muchas veces en el agua. 16 Lo traje a tus discípulos, y no lo pudieron sanar.
17 Jesús respondió y dijo:
—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los soportaré? ¡Tráiganmelo acá!
18 Jesús le reprendió, y el demonio salió de él; y el niño fue sanado desde aquella hora. 19 Luego, los discípulos se acercaron en privado a Jesús y le dijeron:
—¿Por qué no pudimos nosotros echarlo fuera?
20 Jesús les dijo:
—Por causa de la poca fe de ustedes. Porque de cierto les digo que si tienen fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: “Pásate de aquí, allá”; y se pasará. Nada les será imposible. 21 [a]
Jesús vuelve a anunciar su muerte
22 Estando ellos reunidos en Galilea, Jesús les dijo: “El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, 23 y lo matarán. Pero al tercer día resucitará”. Y ellos se entristecieron en gran manera.
Jesús paga el impuesto del templo
24 Cuando ellos llegaron a Capernaúm, fueron a Pedro los que cobraban el impuesto del templo y le dijeron:
—¿Su maestro no paga el impuesto del templo?
25 Él dijo:
—Sí.
Al entrar en casa, Jesús le habló primero diciendo:
—¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de otros?
26 Pedro le dijo:
—De otros.
Jesús le dijo:
—Luego, los hijos están libres de obligación. 27 Pero, para que no los ofendamos, ve al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que suba, tómalo. Cuando abras su boca, hallarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mí y por ti.
Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano