M’Cheyne Bible Reading Plan
El becerro de oro
(Dt 9:6-29)
32 El pueblo vio que Moisés se estaba demorando en bajar del monte, así que se reunieron alrededor de Aarón y le dijeron:
—Ven y haznos unos dioses para que nos guíen porque no sabemos qué le pasó a Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto.
2 Aarón le dijo al pueblo:
—Quítenles los aretes de oro que sus esposas, hijos e hijas tienen en las orejas y tráiganmelos.
3 Entonces todo el pueblo se quitó los aretes de oro de las orejas y se los llevaron a Aarón. 4 Aarón recibió el oro, lo fundió, y con un cincel le dio la forma de un becerro. Luego el pueblo dijo:
—¡Israel, aquí están tus dioses! ¡Estos son los dioses que te sacaron de Egipto!
5 Cuando Aarón vio todo esto, construyó un altar frente al becerro y anunció:
—Mañana vamos a celebrar una fiesta en honor al SEÑOR.
6 A la mañana siguiente el pueblo se levantó muy temprano, ofreció sacrificios que deben quemarse completamente y trajo ofrendas para festejar. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber y después se levantó a celebrar. 7 El SEÑOR le dijo a Moisés:
—Baja, porque el pueblo que sacaste de Egipto cometió un terrible pecado. 8 Rápidamente se olvidaron de lo que les ordené, hicieron un becerro de oro, se inclinaron ante él y le ofrecieron sacrificios. El pueblo dijo: “¡Israel, aquí están tus dioses que te sacaron de Egipto!”
9 El SEÑOR le dijo a Moisés:
—Ya me he fijado en este pueblo y me he dado cuenta de que son muy tercos. 10 Ahora, déjame solo para poder descargar mi ira contra ellos. Después haré de ti una gran nación.
11 Moisés le rogó al SEÑOR su Dios y le dijo:
—Oh SEÑOR, ¿por qué vas a descargar tu ira contra tu pueblo, el que tú mismo sacaste de Egipto demostrando tu gran poder? 12 Si lo haces, el pueblo de Egipto podría decir: “Los liberó con malas intenciones, para matarlos en las montañas y borrarlos de la superficie de la tierra”. Deja ya esa ira y quítate esa idea de hacerle daño a tu pueblo. 13 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel a los que les juraste en tu nombre y les prometiste: “Voy a multiplicar a tus descendientes y haré que sean tantos como las estrellas del cielo. Les voy a dar esta tierra a tus descendientes tal como lo prometí y será de ellos por siempre”.
14 Entonces el SEÑOR renunció a la idea de hacerle daño a su pueblo.
15 Luego Moisés bajó del monte llevando en las manos las dos tablas de piedra del Testimonio, estaban escritas por ambos lados, por el frente y por atrás. 16 Dios mismo hizo las piedras y él mismo escribió los mandamientos en ellas.
17 Cuando Josué escuchó los gritos del pueblo, le dijo a Moisés:
—Se oyen sonidos de guerra en el campamento.
18 Moisés respondió:
—No oigo sonido de gritos de victoria ni lamentos de derrota; son cantos lo que oigo.
19 Moisés se enojó mucho cuando llegó al campamento y vio al becerro de oro y al pueblo bailando. Entonces arrojó las tablas contra el suelo, las cuales se hicieron pedazos al pie del monte. 20 Luego Moisés agarró al becerro que el pueblo había hecho, lo quemó en el fuego y lo molió hasta volverlo polvo. Después roció el polvo sobre el agua e hizo que los israelitas se tomaran esa agua.
21 Moisés le preguntó a Aarón:
—¿Qué te hizo este pueblo para que los hayas llevado a cometer un pecado tan grande?
22 Aarón respondió:
—Señor, no te enojes conmigo. Tú sabes que este pueblo siempre está dispuesto a hacer el mal. 23 Ellos me dijeron: “Haznos unos dioses para que nos guíen porque no sabemos qué le pasó a Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto”. 24 Entonces yo les dije: “Si alguien tiene oro quíteselo y entréguemelo”. Luego lo arrojé en el fuego y salió este becerro.
25 Moisés vio que el pueblo estaba fuera de control convirtiéndose en motivo de burla de sus enemigos porque Aarón no los había controlado. 26 Entonces Moisés se puso a la entrada del campamento y dijo:
—Que se acerquen a mí los que están del lado del SEÑOR.
Todos los levitas se le unieron. 27 Luego Moisés les dijo:
—El SEÑOR, Dios de Israel dijo: “Tome cada uno de ustedes la espada y vaya de un extremo a otro del campamento matando a su hermano, su amigo y vecino”.
28 Los levitas hicieron lo que Moisés les dijo. Ese día murieron aproximadamente 3000 hombres. 29 Luego Moisés les dijo:
—Hoy el SEÑOR los eligió por haberse opuesto a sus hijos y a sus hermanos. Así que hoy él los bendice.
30 A la mañana siguiente, Moisés le dijo al pueblo:
—Ustedes cometieron un gran pecado. Sin embargo yo voy a subir ahora a donde está el SEÑOR para ver si puedo hacer algo para que él los perdone.
31 Entonces Moisés subió a donde estaba el SEÑOR y le dijo:
—Por favor escúchame. Este pueblo cometió un gran pecado por haberse hecho dioses de oro. 32 Ahora, ¡perdónalos por su pecado! Si no los perdonas borra mi nombre del libro[a] que tú escribiste.
33 El SEÑOR le dijo a Moisés:
—A los únicos que borro de mi libro son a los que cometen pecado contra mí. 34 Baja y guía al pueblo a donde yo te diga. Mi ángel irá frente a ti para guiarte. Cuando llegue el momento de castigar a los que han pecado contra mí, los castigaré.
35 Luego el SEÑOR hizo que una plaga cayera sobre el pueblo y se enfermaron por haber adorado al becerro de oro que Aarón les había hecho.
Muerte de Lázaro
11 Había un enfermo llamado Lázaro de Betania, el pueblo donde vivían María y su hermana Marta. 2 María era la misma que derramó perfume en aceite sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Lázaro, el enfermo, era su hermano. 3 Así que las dos hermanas le mandaron decir a Jesús:
—Señor, tu estimado amigo Lázaro está enfermo.
4 Cuando Jesús escuchó esto, dijo:
—Esa enfermedad no llevará a la muerte. Al contrario, servirá para mostrar la gloria de Dios, y también la gloria del Hijo de Dios.
5 Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando supo que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más allí donde estaba. 7 Después de esto les dijo a sus seguidores:
—Vámonos otra vez para Judea.
8 Sus seguidores le dijeron:
—Maestro, los líderes judíos querían matarte a pedradas hace sólo unos días, ¿y vas a ir otra vez allá?
9 Jesús contestó:
—¿No tiene el día doce horas? El que camina durante el día no tropieza ni cae porque ve la luz de este mundo, 10 pero el que camina durante la noche tropieza porque no tiene luz.
11 Y después les dijo:
—Nuestro amigo Lázaro está dormido, pero yo lo voy a despertar.
12 Entonces sus seguidores le dijeron:
—Señor, si duerme es que va a sanar.
13 Jesús estaba hablando de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que estaba hablando del sueño natural.
14 Entonces Jesús les dijo claramente:
—Lázaro está muerto. 15 Me alegro por ustedes de no haber estado allí porque ahora ustedes creerán en mí, pero vamos a verlo.
16 Entonces Tomás, llamado el Gemelo[a], les dijo a los otros seguidores:
—Vamos nosotros también para morir con él.
Jesús en Betania
17 Luego Jesús llegó y se enteró de que Lázaro llevaba cuatro días en el sepulcro. 18 Betania quedaba cerca, a unos tres kilómetros[b] de Jerusalén. 19 Así que muchos judíos habían venido a consolar a Marta y a María por la muerte de su hermano. 20 Marta supo que Jesús había llegado y fue a encontrarse con él; pero María se quedó en la casa. 21 Entonces Marta le dijo a Jesús:
—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero aun así sé que si tú le pides algo a Dios, él te lo dará.
23 Jesús le dijo:
—Tu hermano volverá a vivir.
24 Marta le dijo:
—Yo sé que él volverá a vivir cuando sea la resurrección, en el día final.
25 Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. 26 Si alguien vive y cree en mí, realmente no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 —¡Sí, Señor! Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que iba a venir al mundo.
Jesús llora
28 Después de decir esto, Marta se fue a llamar a su hermana María y le dijo en privado:
—El maestro está aquí y te mandó llamar.
29 Al oír esto, María se levantó rápidamente y fue a encontrarse con él. 30 Jesús todavía no había entrado al pueblo. Estaba en el mismo lugar donde se había encontrado con Marta. 31 Los judíos estaban consolando a María en la casa. La vieron ponerse de pie rápidamente e irse y pensaron que iba a llorar al sepulcro. 32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se postró a sus pies y le dijo:
—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Jesús vio que María estaba llorando y también los judíos que la seguían. Esto le afectó profundamente y se sintió muy conmovido. 34 Jesús preguntó:
—¿Dónde lo han puesto?
Ellos le dijeron:
—Señor, ven y podrás ver.
35 Jesús lloró. 36 Entonces los judíos empezaron a decir:
—Miren, ¡cómo habrá querido a Lázaro!
37 Pero algunos de ellos dijeron:
—Este hombre le dio vista al ciego, ¿por qué no pudo evitar la muerte de Lázaro?
Jesús resucita a Lázaro
38 Nuevamente muy conmovido, Jesús fue al sepulcro. Era una cueva cerrada con una piedra. 39 Él dijo:
—Quiten la piedra.
Marta, la hermana del muerto, dijo:
—Señor, ya huele mal porque murió hace cuatro días.
40 Jesús le dijo:
—¿No te dije que si creías ibas a ver la grandeza de Dios?
41 Entonces quitaron la piedra. Jesús miró hacia arriba y dijo:
—Padre, te agradezco porque me has escuchado. 42 Sé que siempre me escuchas, pero lo digo por toda la gente que está alrededor. Así creerán que tú me enviaste.
43 Después de decir esto, Jesús gritó:
—¡Lázaro, sal de ahí!
44 El hombre que había estado muerto salió. Sus manos y pies estaban todavía atados con vendas, y su cara estaba envuelta en un lienzo. Jesús le dijo a la gente:
—Desátenlo y déjenlo ir.
Planean matar a Jesús
(Mt 26:1-5; Mr 14:1-2; Lc 22:1-2)
45 Muchos judíos que habían ido a ver a María y habían visto lo que Jesús hizo, creyeron en él. 46 Pero unos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos llamaron a una reunión del Consejo, y dijeron:
—¿Qué vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48 Si dejamos que siga con esto, todo el mundo va a creer en él. Entonces vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
49 Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote ese año, dijo:
50 —Ustedes no saben nada. Es mucho mejor para ustedes que muera solamente un hombre por el pueblo y no que sea destruida toda la nación.
51 Caifás no dijo esto por su cuenta, sino que como era el sumo sacerdote ese año, sus palabras fueron una profecía de que Jesús iba a morir por el pueblo. 52 Pero no solamente por la nación judía, sino que iba a morir para reunirlos en un grupo a los otros hijos de Dios dispersos.
53 Entonces desde ese día buscaban a Jesús para matarlo. 54 Él ya no salía en público entre los judíos. Se fue a un lugar cerca del desierto, a un pueblo llamado Efraín, donde se quedó con sus seguidores.
55 La fiesta de la Pascua estaba cerca. Muchos fueron a Jerusalén para purificarse antes de la fiesta. 56 Buscaban a Jesús cuando estaban en el área del templo y empezaron a preguntarse entre ellos: «¿Qué piensan? ¿Vendrá a la fiesta o no?» 57 Los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien sabía dónde estaba Jesús, debía informar de ello para arrestarlo.
Llamamiento de la sabiduría
8 La sabiduría está llamando,
la inteligencia se hace oír.
2 Se coloca en lo alto de la montaña,
a la orilla del cruce de caminos,
3 junto a las puertas de la entrada de la ciudad,
a la entrada de las puertas dice a gritos:
4 «A ustedes, los hombres, yo los llamo,
dirijo estas palabras a todos los seres humanos.
5 Ustedes los ignorantes, aprendan sabiduría;
y ustedes los brutos, aprendan a ser prudentes.
6 Escuchen, porque voy a decirles cosas importantes;
salen de mi boca enseñanzas justas.
7 Mi boca hablará la verdad;
a mis labios no les gusta decir mentiras.
8 Mis palabras son todas justas;
no hay en ellas nada falso ni equivocado.
9 Todo esto es claro para el que tiene entendimiento.
El que tiene conocimiento entiende todo esto.
10 Busquen mi disciplina, no la plata;
obtengan conocimiento en vez de oro.
11 La sabiduría vale más que las perlas;
vale más que cualquier cosa que se pueda desear.
12 »Yo soy la sabiduría y vivo con la inteligencia;
pueden encontrarme con el conocimiento y la prudencia.
13 El que respeta al SEÑOR, rechaza el mal.
Yo detesto el orgullo y la arrogancia,
los malos caminos y la boca que dice mentiras.
14 Míos son el consejo y la sensatez;
yo soy la inteligencia y el poder.
15 Por mí reinan los reyes,
y los gobernantes dictan leyes justas.
16 Por mí dominan los príncipes
y los gobernantes ejercen autoridad.[a]
17 Amo a los que me aman,
y los que me buscan me encontrarán.
18 También tengo riquezas y honor para dar;
yo doy bienestar y prosperidad.
19 Lo que doy es mejor que el oro puro;
mis ganancias son mejores que la plata pura.
20 Voy por el camino correcto,
por los caminos donde se hace justicia.
21 Hago prosperar a los que me aman
y lleno sus casas de tesoros.
22 Yo fui lo primero que hizo el SEÑOR,
hace mucho tiempo antes del comienzo de todo.
23 Me formó en la antigüedad más lejana,
antes que el mundo fuera creado.
24 Nací antes de que existieran los océanos
y las fuentes de abundantes aguas.
25 Nací antes de que fueran formadas las montañas;
antes de que nacieran las colinas;
26 antes de que él creara la tierra y los campos,
el polvo inicial con el que hizo el mundo.
27 Yo estaba allí cuando él estableció los cielos;
cuando dibujó el horizonte y puso límites a los océanos.
28 Nací antes de que él colocara las nubes en el cielo
y reforzara las fuentes del profundo océano.
29 Cuando le puso límites al agua en los mares,
los cuales no pueden rebasar;
cuando sentó las bases de la tierra,
30 estaba yo allí, a su lado, como hábil trabajador;
lo hice sentirse feliz todo el tiempo.
31 Se sentía muy feliz por el mundo que había creado;
estaba feliz por la humanidad que colocó allí.
32 »Ahora, hijos, escúchenme:
afortunados los que siguen mis caminos.
33 Escuchen mi enseñanza y sean sabios;
no le resten importancia.
34 Afortunado el que me escucha,
el que se presenta a mi puerta diariamente,
esperando a la entrada de mi habitación.
35 Porque el que me encuentra, encuentra la vida,
y se gana la buena voluntad del SEÑOR.
36 Pero el que me rechaza, se hace daño a sí mismo.
El que me odia, ama la muerte».
1 1-2 Estimado pueblo santo de Dios que es fiel a Jesucristo y vive en la ciudad de Éfeso.[a]
Un cordial saludo de Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios.
Que la paz y las bendiciones de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo estén con ustedes.
Bendiciones espirituales en Cristo
3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha dado toda clase de bendiciones espirituales en el cielo a través de Cristo. 4 Dios quiere bendecirnos de esta manera porque nos eligió por amor antes de la creación del mundo para que fuéramos su pueblo santo sin falta ante él. Por el amor que tiene, 5 Dios decidió adoptarnos como hijos suyos a través de Jesucristo. Eso era lo que él tenía planeado y le dio gusto hacerlo. 6 Dios nos eligió para que así se le honre por su grandioso amor, que nos dio gratuitamente por medio de su Hijo amado. 7 La sangre que Cristo derramó en su muerte pagó el rescate para librarnos de la esclavitud. Es decir, que Dios es tan generoso que perdona nuestras faltas, y 8 nos mostró abundantemente su bondad. Con completa sabiduría y entendimiento 9 nos ha dado a conocer su plan secreto. Esto fue lo que con gusto Dios quiso hacer por medio de Cristo. 10 El plan de Dios, que se cumplirá a su debido tiempo, es poner bajo el mando de Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra.
11 Dios nos eligió por medio de Cristo para ser su pueblo, tal como ya lo tenía planeado, pues él actúa de manera que todo lo que suceda salga de acuerdo con su voluntad. 12 Nosotros los judíos ya estábamos esperando al Cristo desde hace tiempo. Fuimos elegidos para alabarle por su grandeza, 13 y esto mismo sucede con ustedes: oyeron el mensaje de la verdad, o sea, las buenas noticias de su salvación y creyeron en Cristo. Por medio de él, Dios les puso el sello del Espíritu Santo que había prometido. 14 El Espíritu es un adelanto que se nos da como garantía de que recibiremos lo que Dios prometió, quien usó la garantía del Espíritu para darnos libertad. Como resultado Dios será alabado por su grandeza.
Oración de Pablo
15 Por eso, desde que supe que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y que aman a todo el pueblo de Dios, 16 siempre los recuerdo en mis oraciones y ruego a Dios por ustedes. 17 Ruego que Dios, el Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo, les dé el Espíritu, fuente de sabiduría, quien les revelará la verdad de Dios para que la entiendan y lleguen a conocerlo mejor.
18 Pido que Dios les abra la mente para que vean y sepan lo que él tiene preparado para la gente que ha llamado. Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. 19 Verán también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder 20 con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su derecha en el cielo. 21 Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier gobernante, autoridad, poder y dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. 22 Dios puso todo bajo sus pies y lo nombró como cabeza de todo para bien de la iglesia, 23 la cual es su cuerpo. Cristo, quien llena todo en todo momento, llena la iglesia con su presencia.
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