Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
Lucas 20:20 - Juan 5:47

El pago de impuestos al césar(A)

20 Entonces, para acecharlo, enviaron espías que fingían ser gente honorable. Pensaban atrapar a Jesús en algo que él dijera, y así poder entregarlo a la jurisdicción del gobernador.

21 ―Maestro —dijeron los espías—, sabemos que lo que dices y enseñas es correcto. No juzgas por las apariencias, sino que de verdad enseñas el camino de Dios. 22 ¿Nos está permitido pagar impuestos al césar o no?

23 Pero Jesús, dándose cuenta de sus malas intenciones, replicó:

24 ―Mostradme una moneda romana.[a] ¿De quién son esta imagen y esta inscripción?

―Del césar —contestaron.

25 ―Entonces dadle al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios.

26 No pudieron atraparlo en lo que decía en público. Así que, admirados de su respuesta, se callaron.

La resurrección y el matrimonio(B)

27 Luego, algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección, se acercaron a Jesús y le plantearon un problema:

28 ―Maestro, Moisés nos enseñó en sus escritos que, si un hombre muere y deja a la viuda sin hijos, el hermano de ese hombre tiene que casarse con la viuda para que su hermano tenga descendencia. 29 Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. 30 Entonces el segundo 31 y el tercero se casaron con ella, y así sucesivamente murieron los siete sin dejar hijos. 32 Por último, murió también la mujer. 33 Ahora bien, en la resurrección, ¿de cuál será esposa esta mujer, ya que los siete estuvieron casados con ella?

34 ―La gente de este mundo se casa y se da en casamiento —les contestó Jesús—. 35 Pero en cuanto a los que sean dignos de tomar parte en el mundo venidero por la resurrección: esos no se casarán ni serán dados en casamiento, 36 ni tampoco podrán morir, pues serán como los ángeles. Son hijos de Dios porque toman parte en la resurrección. 37 Pero que los muertos resucitan lo dio a entender Moisés mismo en el pasaje sobre la zarza, pues llama al Señor “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”.[b] 38 Él no es Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él todos ellos viven.

39 Algunos de los maestros de la ley le respondieron:

―¡Bien dicho, Maestro!

40 Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.

¿De quién es hijo el Cristo?(C)

41 Pero Jesús les preguntó:

―¿Cómo es que dicen que el Cristo es el hijo de David? 42 David mismo declara en el libro de los Salmos:

»“Dijo el Señor a mi Señor:
    ‘Siéntate a mi derecha,
43 hasta que ponga a tus enemigos
    por estrado de tus pies’ ”.[c]

44 David lo llama “Señor”. ¿Cómo puede entonces ser su hijo?»

45 Mientras todo el pueblo lo escuchaba, Jesús dijo a sus discípulos:

46 ―Cuidaos de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y les encanta que los saluden en las plazas, y ocupar el primer puesto en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes. 47 Devoran los bienes de las viudas y a la vez hacen largas plegarias para impresionar a los demás. Estos recibirán peor castigo.

La ofrenda de la viuda(D)

21 Jesús se detuvo a observar y vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del templo. También vio a una viuda pobre que echaba dos moneditas de poco valor.[d]

―Os aseguro —dijo— que esta viuda pobre ha echado más que todos los demás. Todos ellos dieron sus ofrendas de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para su sustento.

Señales del fin del mundo(E)(F)

Algunos de sus discípulos comentaban acerca del templo, de cómo estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas dedicadas a Dios. Pero Jesús dijo:

―En cuanto a todo esto que veis, llegará el día en que no quedará piedra sobre piedra; todo será derribado.

―Maestro —le preguntaron—, ¿cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que está a punto de suceder?

―Tened cuidado; no os dejéis engañar —les advirtió Jesús—. Vendrán muchos que usando mi nombre dirán: “Yo soy”, y: “El tiempo está cerca”. No los sigáis. Cuando oigáis de guerras y de revoluciones, no os asustéis. Es necesario que eso suceda primero, pero el fin no vendrá en seguida.

10 »Se levantará nación contra nación y reino contra reino —continuó—. 11 Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias por todas partes, cosas espantosas y grandes señales del cielo.

12 »Pero antes de todo esto os echarán mano y os perseguirán. Os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y por causa de mi nombre os llevarán ante reyes y gobernadores. 13 De esta manera tendréis oportunidad de dar testimonio ante ellos. 14 Pero tened en cuenta que no hay por qué preparar una defensa de antemano, 15 pues yo mismo os daré tal elocuencia y sabiduría para responder que ningún adversario podrá resistiros ni contradeciros. 16 Seréis traicionados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos, y a algunos de vosotros se le dará muerte. 17 Todo el mundo os odiará por causa de mi nombre. 18 Pero no se perderá ni un solo cabello de vuestra cabeza. 19 Si os mantenéis firmes, os salvaréis.[e]

20 »Ahora bien, cuando veáis Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed que su desolación ya está cerca. 21 Entonces los que estén en Judea huyan a las montañas, los que estén en la ciudad salgan de ella, y los que estén en el campo no entren en la ciudad. 22 Ese será el tiempo del juicio cuando se cumplirá todo lo que está escrito. 23 ¡Ay de las que estén embarazadas o amamantando en aquellos días! Porque habrá gran aflicción en la tierra, y castigo contra este pueblo. 24 Caerán a filo de espada y los llevarán cautivos a todas las naciones. Los gentiles pisotearán Jerusalén, hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos.

25 »Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra, las naciones estarán angustiadas y perplejas por el bramido y la agitación del mar. 26 Se desmayarán de terror los hombres, temerosos por lo que va a sucederle al mundo, porque los cuerpos celestes serán sacudidos. 27 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y gran gloria. 28 Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención».

29 Jesús también les propuso esta comparación:

―Fijaos en la higuera y en los demás árboles. 30 Cuando brotan las hojas, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca. 31 Igualmente, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.

32 »Os aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.

34 »Tened cuidado, no sea que se os endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improviso sobre vosotros, 35 pues vendrá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estad siempre vigilantes, y orad para que podáis escapar de todo lo que está por suceder, y presentaros delante del Hijo del hombre».

37 De día Jesús enseñaba en el templo, pero salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos, 38 y toda la gente madrugaba para ir al templo a oírlo.

Judas acuerda traicionar a Jesús(G)

22 Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. Este fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. Él aceptó, y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente.

La última cena(H)(I)(J)(K)(L)

Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:

―Id y haced los preparativos para que comamos la Pascua.

―¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.

10 ―Mirad —contestó él—: al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa en que entre, 11 y decid al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” 12 Él os mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparad allí la cena.

13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:

―He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, 16 pues os digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.

17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:

―Tomad esto y repartidlo entre vosotros. 18 Os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio y dijo:

―Este pan es mi cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí.

20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:

―Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros. 21 Pero sabed que la mano del que va a traicionarme está con la mía, sobre la mesa. 22 A la verdad el Hijo del hombre se irá según está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto.

24 Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. 25 Jesús les dijo:

―Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26 No sea así entre vosotros. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve. 28 Ahora bien, vosotros sois los que habéis estado siempre a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso, yo mismo os concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearos como si fuerais trigo. 32 Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos».

33 ―Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.

34 ―Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.

35 Luego Jesús dijo a todos:

―Cuando os envié sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso os faltó algo?

―Nada —respondieron.

36 ―Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. 37 Porque os digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores”.[f] En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo.[g]

38 ―Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas.

―¡Basta! —les contestó.

Jesús ora en el monte de los Olivos(M)

39 Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. 40 Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación». 41 Entonces se separó de ellos a una buena distancia,[h] se arrodilló y empezó a orar: 42 «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo;[i] pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». 43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. 44 Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.[j]

45 Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. 46 «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación».

Arresto de Jesús(N)

47 Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, 48 pero Jesús le preguntó:

―Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:

―Señor, ¿atacamos con la espada?

50 Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.

51 ―¡Dejadlos! —ordenó Jesús.

Entonces tocó la oreja al hombre, y lo sanó. 52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:

―¿Acaso soy un bandido,[k] para que vengáis contra mí con espadas y palos? 53 Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no os atrevisteis a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado vuestra hora, cuando reinan las tinieblas.

Pedro niega a Jesús(O)

54 Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. 55 Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. 56 Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:

―Este estaba con él.

57 Pero él lo negó.

―Muchacha, yo no lo conozco.

58 Poco después lo vio otro y afirmó:

―Tú también eres uno de ellos.

―¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.

59 Como una hora más tarde, otro lo acusó:

―Seguro que este estaba con él; pues también es galileo.

60 ―¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.

En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. 61 El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». 62 Y saliendo de allí, lloró amargamente.

Los soldados se burlan de Jesús(P)

63 Los hombres que vigilaban a Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64 Le vendaron los ojos, y le increpaban:

―¡Adivina quién te pegó!

65 Y le lanzaban muchos otros insultos.

Jesús ante Pilato y Herodes(Q)(R)(S)

66 Al amanecer, se reunieron los ancianos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo.

67 ―Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.

Jesús les contestó:

―Si os lo dijera, no me creeríais 68 y, si os hiciera preguntas, no me contestaríais. 69 Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.

70 ―¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —le preguntaron a una voz.

―Vosotros mismos lo decís.

71 ―¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.

23 Así que la asamblea en pleno se levantó, y lo llevaron a Pilato. Y comenzaron la acusación con estas palabras:

―Hemos descubierto a este hombre agitando a nuestra nación. Se opone al pago de impuestos al emperador y afirma que él es el Cristo, un rey.

Así que Pilato preguntó a Jesús:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

―Tú mismo lo dices —respondió.

Entonces Pilato declaró a los jefes de los sacerdotes y a la multitud:

―No encuentro que este hombre sea culpable de nada.

Pero ellos insistían:

―Con sus enseñanzas agita al pueblo por toda Judea.[l] Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.

Al oír esto, Pilato preguntó si el hombre era galileo. Cuando se enteró de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo mandó a él, ya que en aquellos días también Herodes estaba en Jerusalén.

Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; hacía tiempo que quería verlo por lo que oía acerca de él, y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús. Lo acosó con muchas preguntas, pero Jesús no le contestaba nada. 10 Allí estaban también los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, acusándolo con vehemencia. 11 Entonces Herodes y sus soldados, con desprecio y burlas, le pusieron un manto lujoso y lo mandaron de vuelta a Pilato. 12 Anteriormente, Herodes y Pilato no se llevaban bien, pero ese mismo día se hicieron amigos.

13 Pilato entonces reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 y les dijo:

―Me habéis traído a este hombre acusado de fomentar la rebelión entre el pueblo, pero resulta que lo he interrogado delante de vosotros sin encontrar que sea culpable de lo que lo acusáis. 15 Y es claro que tampoco Herodes lo ha juzgado culpable, puesto que nos lo devolvió. Como podéis ver, no ha cometido ningún delito que merezca la muerte, 16 así que le daré una paliza y después lo soltaré.[m]

18 Pero todos gritaron a una voz:

―¡Llévate a ese! ¡Suéltanos a Barrabás!

19 A Barrabás lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad, y por homicidio. 20 Pilato, como quería soltar a Jesús, apeló al pueblo otra vez, 21 pero ellos se pusieron a gritar:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Por tercera vez les habló:

―Pero ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré.

23 Pero a grandes voces ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron. 24 Por fin Pilato decidió concederles su demanda: 25 soltó al hombre que le pedían, el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que hicieran con Jesús lo que quisieran.

La crucifixión(T)

26 Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27 Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. 28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

―Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. 29 Mirad, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” 30 Entonces

»“dirán a las montañas: ‘¡Caed sobre nosotros!’,
    y a las colinas: ‘¡Cubridnos!’ ”[n]

31 Porque, si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco?»

32 También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.

34 ―Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.[o]

Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús.

35 La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.

―Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Escogido.

36 También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37 y le dijeron:

―Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Este es el Rey de los judíos».

39 Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:

―¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

40 Pero el otro criminal lo reprendió:

―¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? 41 En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo.

42 Luego dijo:

―Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 ―Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.

Muerte de Jesús(U)

44 Desde el mediodía y hasta la media tarde[p] toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 46 Entonces Jesús exclamó con fuerza:

―¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y al decir esto, expiró.

47 El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:

―Verdaderamente este hombre era justo.

48 Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.

Sepultura de Jesús(V)

50 Había un hombre bueno y justo llamado José, miembro del Consejo, 51 que no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta de ellos. Era natural de un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios. 52 Este se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no se había sepultado a nadie. 54 Era el día de preparación para el sábado, que estaba a punto de comenzar.

55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. 56 Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.

La resurrección(W)

24 El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron:

―¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado! Acordaos de lo que os dijo cuando todavía estaba con vosotros en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará”.

Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús. Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo y las demás que las acompañaban. 11 Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no las creyeron. 12 Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.

De camino a Emaús

13 Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros[q] de Jerusalén. 14 Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. 15 Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; 16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.

17 ―¿Qué venís discutiendo por el camino? —les preguntó.

Se detuvieron, cabizbajos; 18 y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo:

―¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente?

19 ―¿Qué es lo que ha pasado? —les preguntó.

―Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. 20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; 21 pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto. 22 También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro, 23 pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles, quienes les dijeron que él está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.

25 ―¡Qué torpes sois —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26 ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?

27 Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

28 Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. 29 Pero ellos insistieron:

―Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche.

Así que entró para quedarse con ellos. 30 Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32 Se decían el uno al otro:

―¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?

33 Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. 34 «¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón».

35 Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.

Jesús se aparece a los discípulos

36 Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:

―Paz a vosotros.

37 Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu.

38 ―¿Por qué os asustáis tanto? —les preguntó—. ¿Por qué dudáis? 39 Mirad mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tocadme y ved; un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo.

40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41 Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó:

―¿Tenéis aquí algo de comer?

42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43 así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo:

44 ―Cuando todavía estaba yo con vosotros, os decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.

46 ―Esto es lo que está escrito —les explicó—: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, 47 y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. 49 Ahora voy a enviaros lo que ha prometido mi Padre; pero quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto.

La ascensión

50 Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. 51 Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. 52 Ellos, entonces, lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. 53 Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios.

El Verbo se hizo hombre

En el principio ya existía el Verbo,
    y el Verbo estaba con Dios,
    y el Verbo era Dios.
Él estaba con Dios en el principio.
Por medio de él todas las cosas fueron creadas;
    sin él, nada de lo creado llegó a existir.
En él estaba la vida,
    y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas,
    y las tinieblas no han podido extinguirla.[r]

Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo.[s]

10 El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

14 Y el Verbo se hizo hombre y habitó[t] entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de él, y a voz en grito proclamó: «Este es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». 16 De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, 17 pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, quien es Dios[u] y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

Juan el Bautista niega ser el Cristo

19 Este es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. 20 No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza:

―Yo no soy el Cristo.

21 ―¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías?

―No lo soy.

―¿Eres el profeta?

―No lo soy.

22 ―¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Qué dices de ti mismo?

23 ―Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderezad el camino del Señor”[v] —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías.

24 Algunos que habían sido enviados por los fariseos 25 lo interrogaron:

―Pues, si no eres el Cristo ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?

26 ―Yo bautizo con[w] agua, pero entre vosotros hay alguien a quien no conocéis, 27 y que viene detrás de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias.

28 Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Jesús, el Cordero de Dios

29 Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30 De este hablaba yo cuando dije: “Detrás de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. 31 Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua».

32 Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. 33 Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. 34 Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios».

Los primeros discípulos de Jesús(X)

35 Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. 36 Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo:

―¡Aquí tenéis al Cordero de Dios!

37 Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:

―¿Qué buscáis?

―Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro).

39 ―Venid a ver —les contestó Jesús.

Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde.[x]

40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. 41 Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo:

―Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo).

42 Luego lo llevó a Jesús, quien, mirándolo fijamente, le dijo:

―Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).

Jesús llama a Felipe y a Natanael

43 Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe, y lo llamó:

―Sígueme.

44 Felipe era del pueblo de Betsaida, lo mismo que Andrés y Pedro. 45 Felipe buscó a Natanael y le dijo:

―Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas.

46 ―¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?

―Ven a ver —le contestó Felipe.

47 Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó:

―Aquí tenéis un verdadero israelita, en quien no hay falsedad.

48 ―¿De qué me conoces? —le preguntó Natanael.

―Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto.

49 ―Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael.

50 ―¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que estas!

Y añadió:

51 ―Ciertamente os aseguro que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

Jesús cambia el agua en vino

Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús se encontraba allí. También habían sido invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Cuando el vino se acabó, la madre de Jesús le dijo:

―Ya no tienen vino.

―Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los sirvientes:

―Haced lo que él os ordene.

Había allí seis tinajas de piedra, de las que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada una cabían unos cien litros.[y]

Jesús dijo a los sirvientes:

―Llenad las tinajas de agua.

Y los sirvientes las llenaron hasta el borde.

―Ahora sacad un poco y llevadlo al encargado del banquete —les dijo Jesús.

Así lo hicieron. El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio 10 y le dijo:

―Todos sirven primero el mejor vino y, cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.

11 Esta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto, Jesús bajó a Capernaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos días.

Jesús purifica el templo(Y)

13 Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén. 14 Y en el templo[z] halló a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, e instalados en sus mesas a los que cambiaban dinero. 15 Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos del templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero y derribó sus mesas. 16 A los que vendían las palomas les dijo:

―¡Sacad esto de aquí! ¿Cómo os atrevéis a convertir la casa de mi Padre en un mercado?

17 Sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo por tu casa me consumirá».[aa] 18 Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole:

―¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera?

19 ―Destruid este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días.

20 ―Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días?

21 Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo. 22 Así pues, cuando se levantó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

23 Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. 24 En cambio, Jesús no les creía, porque los conocía a todos; 25 no necesitaba que nadie le informara nada[ab] acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano.

Jesús enseña a Nicodemo

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Este fue de noche a visitar a Jesús.

―Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él.

―De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo[ac] no puede ver el reino de Dios —dijo Jesús.

―¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? —preguntó Nicodemo—. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?

―Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”. El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu.

Nicodemo replicó:

―¿Cómo es posible que esto suceda?

10 ―Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? —respondió Jesús—. 11 Te aseguro que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿entonces cómo vais a creer si os hablo de las celestiales? 13 Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.[ad]

Jesús y el amor del Padre

14 »Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna.[ae]

16 »Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18 El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. 19 Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. 20 Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. 21 En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.[af]

Testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús

22 Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea. Allí pasó algún tiempo con ellos, y bautizaba. 23 También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque allí había mucha agua. Así que la gente iba para ser bautizada. 24 (Esto sucedió antes de que encarcelaran a Juan). 25 Se entabló entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío[ag] en torno a los ritos de purificación. 26 Aquellos fueron a ver a Juan y le dijeron:

―Rabí, fíjate, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, ahora está bautizando, y todos acuden a él.

27 ―Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda —respondió Juan—. 28 Vosotros sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él”. 29 El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Esa es la alegría que me inunda. 30 A él le toca crecer, y a mí, menguar.

El que viene del cielo

31 »El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra es terrenal y de lo terrenal habla. El que viene del cielo está por encima de todos 32 y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. 33 El que lo recibe certifica que Dios es veraz. 34 El enviado de Dios comunica el mensaje divino, pues Dios mismo le da su Espíritu sin restricción. 35 El Padre ama al Hijo, y ha puesto todo en sus manos. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios».[ah]

Jesús y la samaritana

Jesús[ai] se enteró de que los fariseos sabían que él estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan (aunque en realidad no era Jesús quien bautizaba, sino sus discípulos). Por eso se fue de Judea y volvió otra vez a Galilea. Como tenía que pasar por Samaria, llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía.[aj] 7-8 Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.

En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:

―Dame un poco de agua.

Pero, como los judíos no se tratan[ak] con los samaritanos, la mujer le respondió:

―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?

10 ―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.

11 ―Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida? 12 ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?

13 ―Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, 14 pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.

15 ―Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

16 ―Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo Jesús.

17 ―No tengo esposo —respondió la mujer.

―Bien has dicho que no tienes esposo. 18 Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.

19 ―Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta. 20 Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero vosotros los judíos decís que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.

21 ―Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos. 23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad,[al] porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

25 ―Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.

26 ―Ese soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús.

Los discípulos vuelven a reunirse con Jesús

27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de verlo hablando con una mujer, aunque ninguno le preguntó: «¿Qué pretendes?» o «¿De qué hablas con ella?»

28 La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:

29 ―Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?

30 Salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús. 31 Mientras tanto, sus discípulos le insistían:

―Rabí, come algo.

32 ―Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis —replicó él.

33 «¿Le habrán traído algo de comer?», comentaban entre sí los discípulos.

34 ―Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús—. 35 ¿No decís vosotros: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”? Yo os digo: ¡Abrid los ojos y mirad los campos sembrados! Ya la cosecha está madura; 36 ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el segador se alegran juntos. 37 Porque, como dice el refrán: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 38 Yo os he enviado a cosechar lo que no os costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y vosotros habéis cosechado el fruto de ese trabajo.

Muchos samaritanos creen en Jesús

39 Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho». 40 Así que cuando los samaritanos fueron a su encuentro le insistieron en que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días, 41 y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía.

42 ―Ya no creemos solo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo.

Jesús sana al hijo de un funcionario

43 Después de esos dos días, Jesús salió de allí rumbo a Galilea 44 (pues, como él mismo había dicho, a ningún profeta se le honra en su propia tierra). 45 Cuando llegó a Galilea, fue bien recibido por los galileos, pues estos habían visto personalmente todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, ya que ellos habían estado también allí.

46 Y volvió otra vez Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaún. 47 Cuando este hombre se enteró de que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicó que bajara a sanar a su hijo, pues estaba a punto de morir.

48 ―Nunca vais a creer a menos que veáis señales y prodigios —le dijo Jesús.

49 ―Señor —rogó el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo.

50 ―Vuelve a casa, que tu hijo vive —le dijo Jesús.

El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando se dirigía a su casa, sus siervos salieron a su encuentro y le dieron la noticia de que su hijo estaba vivo. 52 Cuando les preguntó a qué hora había comenzado su hijo a sentirse mejor, le contestaron:

―Ayer a la una de la tarde[am] se le quitó la fiebre.

53 Entonces el padre se dio cuenta de que precisamente a esa hora Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Así que creyó él con toda su familia.

54 Esta fue la segunda señal que hizo Jesús tras volver de Judea a Galilea.

Jesús sana a un inválido

Algún tiempo después, se celebraba una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre en arameo es Betzatá.[an] En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.[ao] Entre ellos se encontraba un hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya llevaba mucho tiempo en esa condición, le preguntó:

―¿Quieres quedar sano?

―Señor —respondió—, no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua y, cuando trato de hacerlo, otro se mete antes.

―Levántate, recoge tu camilla y anda —le contestó Jesús.

Al instante aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a andar. Pero ese día era sábado. 10 Por eso los judíos le dijeron al que había sido sanado:

―Hoy es sábado; no te está permitido cargar tu camilla.

11 ―El que me sanó me dijo: “Recoge tu camilla y anda” —les respondió.

12 ―¿Quién es ese hombre que te dijo: “Recógela y anda”? —le interpelaron.

13 El que había sido sanado no tenía idea de quién era, porque Jesús se había escabullido entre la mucha gente que había en el lugar.

14 Después de esto Jesús, lo encontró en el templo y le dijo:

―Mira, ya has quedado sano. No vuelvas a pecar, no sea que te ocurra algo peor.

15 El hombre se fue e informó a los judíos que Jesús era quien lo había sanado.

Vida mediante el Hijo

16 Precisamente por esto los judíos perseguían a Jesús, pues hacía tales cosas en sábado. 17 Pero Jesús les respondía:

―Mi Padre aún hoy está trabajando, y yo también trabajo.

18 Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no solo quebrantaba el sábado, sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.

19 Entonces Jesús afirmó:

―Ciertamente os aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo. 20 Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que estas le mostrará, de modo que os dejará asombrados. 21 Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes le place. 22 Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió.

24 »Ciertamente os aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 25 Ciertamente os aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. 26 Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, 27 y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre.

28 »No os asombréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz 29 y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados. 30 Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo solo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad, sino cumplir la voluntad del que me envió.

Los testimonios a favor del Hijo

31 »Si yo testifico en mi favor, ese testimonio no es válido. 32 Otro es el que testifica en mi favor, y me consta que es válido el testimonio que él da de mí.

33 »Vosotros enviasteis una delegación a preguntar a Juan, y él dio un testimonio válido. 34 Y no es que acepte yo el testimonio de un hombre; más bien lo menciono para que seáis salvos. 35 Juan era una lámpara encendida y brillante, y vosotros decidisteis disfrutar de su luz por algún tiempo.

36 »El testimonio con que yo cuento tiene más peso que el de Juan. Porque esa misma tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado. 37 Y el Padre mismo que me envió ha testificado en mi favor. Nunca habéis oído su voz, ni visto su figura, 38 ni vive su palabra en vosotros, porque no creéis en aquel a quien él envió. 39 Estudiáis[ap] con diligencia las Escrituras porque pensáis hallar en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! 40 Sin embargo, no queréis venir a mí para tener esa vida.

41 »La gloria humana no la acepto, 42 pero a vosotros os conozco, y sé que no amáis realmente a Dios.[aq] 43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me aceptáis; pero, si otro viniera por su propia cuenta, a ese sí lo aceptaríais. 44 ¿Cómo va a ser posible que creáis vosotros si buscáis la gloria los unos de los otros, pero no buscáis la gloria que viene del Dios único?[ar]

45 »Pero no penséis que yo voy a acusaros delante del Padre. Quien os va a acusar es Moisés, en quien tenéis puesta vuestra esperanza. 46 Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. 47 Pero, si no creéis lo que él escribió, ¿cómo vais a creer mis palabras?»

Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)

Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® (Castellano) © 1999, 2005, 2017 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.