Book of Common Prayer
Salmo 20 (19)
Ahora sé que el Señor da la victoria a su ungido
20 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 El Señor te atienda en el día de angustia,
el nombre del Dios de Jacob te salve.
3 Desde el santuario te preste ayuda,
desde Sión te proteja.
4 Recuerde todas tus ofrendas,
que tu holocausto le agrade. [ Pausa]
5 Te conceda lo que deseas,
realice lo que te propones.
6 Y nos alegraremos con tu victoria,
enarbolaremos banderas en nombre de nuestro Dios.
¡Que el Señor te otorgue cuanto has pedido!
7 Ahora sé que el Señor dará la victoria a su ungido:
desde sus santos cielos le responde
con el poder salvador de su diestra.
8 Unos confían en sus carros, otros en sus caballos,
nosotros invocamos al Señor nuestro Dios.
9 Ellos se doblegan y caen,
nosotros permanecemos en pie.
10 Señor, concede la victoria al rey,
atiéndenos cuando te invoquemos.
Salmo 21 (20)
El rey confía en el Señor
21 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Señor, por tu poder se alegra el rey,
¡cómo se regocija por tu victoria!
3 Le concedes lo que su corazón desea,
no le niegas lo que sus labios piden; [ Pausa]
4 con las mejores bendiciones te acercas a él,
ciñes a su cabeza una corona de oro fino.
5 Te pidió vida y se la diste,
una larga vida que no tendrá fin.
6 Por tu victoria es grande su honor,
tú le confieres gloria y majestad,
7 le otorgas bendiciones eternas,
lo llenas, junto a ti, de alegría.
8 Porque el rey confía en el Señor,
por el amor del Altísimo no sucumbirá.
9 Tu mano golpeará a tus enemigos,
tu diestra golpeará a tus adversarios.
10 Harás de ellos un horno ardiente
cuando estalle tu ira, Señor,
cuando los consuma tu cólera y el fuego los devore.
11 Harás desaparecer a sus hijos de esta tierra,
a sus descendientes de entre los mortales.
12 Porque intentaron hacerte daño,
tramaron intrigas sin éxito alguno.
13 Tú los pondrás en fuga
tensando tu arco contra ellos.
14 Álzate, Señor, con tu poder;
nosotros cantaremos y alabaremos tu bravura.
Salmo 110 (109)
Siéntate a mi derecha
110 Salmo de David.
Oráculo del Señor a mi señor:
“Siéntate a mi derecha,
hasta que haga de tus rivales
el estrado de tus pies”.
2 El Señor te entrega desde Sión
un cetro poderoso.
¡Domina en medio de tus enemigos!
3 Tu pueblo se te ofrecerá
cuando se manifieste tu poder;
con sagrado esplendor,
desde el seno de la aurora,
como rocío te he engendrado.
4 El Señor lo ha jurado
y no va a arrepentirse:
“Tú serás sacerdote para siempre,
como lo fue Melquisedec”.
5 El Señor está a tu derecha,
abate a los reyes el día de su ira;
6 juzga a las naciones,
las llena de cadáveres,
aplasta cabezas por toda la tierra.
7 En el camino beberá de un torrente,
por ello alzará su cabeza.
Salmo 116 (114—115)
El Señor ha sido bueno conmigo
116 Amo al Señor porque escucha
mi voz suplicante.
2 Lo invocaré de por vida,
porque es todo oídos para mí.
3 Las cadenas de la muerte me cercaban,
me alcanzaba la tristeza del abismo,
era presa de la angustia y el dolor.
4 Pero invoqué el nombre del Señor:
“Te ruego, Señor, que me salves”.
5 El Señor es clemente y justo,
es compasivo nuestro Dios.
6 El Señor protege a los sencillos:
estaba yo abatido y me salvó.
7 ¡A ver si recobro la calma,
pues el Señor ha sido bueno conmigo!
8 Me ha librado de la muerte,
ha preservado mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
9 Caminaré en presencia del Señor
en la tierra de los vivos.
10 Tenía yo confianza aunque decía:
“¡Qué desgraciado soy!”.
11 En mi turbación exclamaba:
“Todos los humanos mienten”.
12 ¿Cómo pagaré al Señor
todos los beneficios que me ha hecho?
13 Alzaré la copa de la salvación,
invocaré el nombre del Señor.
14 Cumpliré al Señor mis promesas
delante de todo su pueblo.
15 Mucho le importa al Señor
la muerte de sus fieles.
16 Yo soy tu siervo, Señor;
soy tu siervo, el hijo de tu esclava;
tú desataste mis ataduras.
17 Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocaré el nombre del Señor.
18 Cumpliré al Señor mis promesas
delante de todo su pueblo,
19 en los atrios de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
¡Aleluya!
Salmo 117 (116)
Aclamen al Señor
117 Aclamen al Señor todas las naciones,
alábenlo todos los pueblos,
2 pues su amor nos sobrepasa,
la verdad del Señor es eterna.
¡Aleluya!
31 Al oír lo que decía David, fueron a contárselo a Saúl y este lo mandó llamar. 32 David dijo a Saúl:
— ¡Que nadie se desmoralice por su culpa! ¡Este siervo tuyo irá a luchar contra ese filisteo!
33 Saúl le respondió:
— Tú no puedes ir a enfrentarte con ese filisteo, pues tú no eres más que un muchacho y él es todo un guerrero desde su mocedad.
34 Pero David le replicó:
— Este siervo tuyo ha sido pastor del rebaño de mi padre y cuando llegaba un león o un oso a llevarse alguna oveja del rebaño, 35 yo lo perseguía, lo golpeaba y se la quitaba de la boca. Y si me atacaba, lo agarraba de la cabeza y lo golpeaba hasta matarlo. 36 Este siervo tuyo ha matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso correrá la misma suerte por haber desafiado a las huestes del Dios vivo.
37 Y añadió:
— El Señor que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará del poder de ese filisteo.
Entonces Saúl le dijo:
— Anda y que el Señor te acompañe.
38 Saúl vistió a David con su armadura, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo revistió con una coraza. 39 Luego David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas e intentó andar, pero no estaba entrenado. Entonces le dijo a Saúl:
— No puedo moverme con esto, porque no estoy entrenado.
Se quitó, pues, todo aquello de encima, 40 agarró su bastón, escogió cinco piedras lisas del arroyo, las metió en los bolsillos de su zurrón de pastor y, con su honda en la mano, se acercó al filisteo. 41 El filisteo, precedido de su escudero, se iba acercando poco a poco a David. 42 El filisteo miró y, cuando vio a David, lo menospreció, pues no era más que un muchacho de piel sonrosada y bien parecido. 43 El filisteo le dijo a David:
— ¿Acaso me tomas por un perro y vienes a atacarme con un palo?
Y maldijo a David invocando a sus dioses. 44 Luego le dijo:
— Ven aquí, que voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.
45 David le respondió:
— Tú vienes contra mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. 46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos, te mataré y te arrancaré la cabeza. Y hoy mismo echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo. Así sabrá todo el mundo que Israel tiene un Dios. 47 Y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin espadas ni lanzas, pues esta es la guerra del Señor y él los entregará a ustedes en nuestro poder.
48 Entonces el filisteo se puso en marcha para acercarse a David; este, por su parte, salió corriendo velozmente a su encuentro, 49 echó mano a su zurrón, sacó una piedra, la lanzó con la honda y le pegó en la frente al filisteo. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces al suelo.
Informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén
11 Los apóstoles y los fieles de origen judío se enteraron de que los no judíos habían recibido también el mensaje de Dios. 2 Así que, cuando Pedro subió a Jerusalén, les faltó tiempo a los partidarios de la circuncisión para echarle en cara en tono acusador:
3 — ¡Has entrado en casa de incircuncisos y hasta has comido con ellos!
4 Pedro comenzó entonces a relatarles detalladamente y desde el principio lo ocurrido.
5 — Estaba yo orando en Jope —les dijo— cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi algo así como un enorme mantel que descendía del cielo colgado de sus cuatro puntas y que llegaba hasta mí. 6 Al mirarlo con detenimiento, comprobé que contenía cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. 7 En esto oí una voz que me decía: “¡Anda, Pedro, mata y come!”. 8 “¡De ninguna manera, Señor —respondí—, pues jamás entró en mi boca nada profano o impuro!”. 9 La voz replicó por segunda vez desde el cielo: “No consideres tú profano lo que Dios ha purificado”. 10 Esto ocurrió por tres veces, y después todo volvió al cielo. 11 En ese mismo momento llegaron tres hombres a la casa donde me encontraba. Venían a buscarme desde Cesarea, 12 y el Espíritu me había dicho que los acompañara sin ningún reparo.
Mis seis acompañantes, aquí presentes, entraron conmigo en casa de aquel hombre, 13 que nos refirió cómo en su propia casa se le había aparecido un ángel para decirle: “Envía a alguien a Jope y haz venir a Simón, a quien también se conoce como Pedro. 14 Él te hablará de algo que puede ser tu salvación y la de tu familia”. 15 Apenas comencé a hablarles, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, como lo hizo sobre nosotros al principio. 16 Recordé entonces que el Señor había dicho: “Juan bautizaba con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. 17 Por consiguiente, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros que hemos creído en Jesucristo el Señor, ¿quién era yo para oponerme a Dios?
18 Estas razones hicieron callar a los oyentes, que alabaron a Dios y comentaron:
— ¡Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna!
II.— REVELACIÓN PROGRESIVA DEL MESÍAS (1,14—8,30)
Predicación inaugural (Mt 4,12-17; Lc 4,14-15)
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús se dirigió a Galilea, a predicar la buena noticia de Dios. 15 Decía:
— El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en la buena noticia.
Jesús llama a los cuatro primeros discípulos (Mt 4,18-22; Lc 5,1-11)
16 Iba Jesús caminando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red en el lago. 17 Jesús les dijo:
— Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
18 Ellos dejaron al punto sus redes y se fueron con él.
19 Un poco más adelante vio a Santiago, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes. 20 Los llamó también, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los trabajadores contratados, se fueron en pos de él.
Curación de un endemoniado (Lc 4,31-37)
21 Se dirigieron a Cafarnaún y, cuando llegó el sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque los enseñaba como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. 23 Estaba allí, en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, que gritaba:
24 — ¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!
25 Jesús lo increpó, diciéndole:
— ¡Cállate y sal de él!
26 El espíritu impuro, sacudiéndolo violentamente y dando un gran alarido, salió de él. 27 Todos quedaron asombrados hasta el punto de preguntarse unos a otros:
— ¿Qué está pasando aquí? Es una nueva enseñanza, llena de autoridad. Además, este hombre da órdenes a los espíritus impuros, y lo obedecen.
28 Y muy pronto se extendió la fama de Jesús por todas partes en la región entera de Galilea.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España