Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
123 Levanto mis ojos a ti,
oh Dios, entronizado en el cielo.
2 Seguimos buscando la misericordia del Señor nuestro Dios,
así como los sirvientes fijan los ojos en su amo
y la esclava observa a su ama, atenta al más mínimo gesto.
3 Ten misericordia de nosotros, Señor, ten misericordia,
porque ya estamos hartos de tanto desprecio.
4 Ya estamos más que hartos de las burlas de los orgullosos
y del desprecio de los arrogantes.
Muerte de Josué
6 Después que Josué despidió al pueblo, cada una de las tribus salió para tomar posesión del territorio que se le había asignado. 7 Los israelitas sirvieron al Señor todo el tiempo que vivieron Josué y los líderes que lo sobrevivieron, aquellos que habían visto todas las grandes cosas que el Señor había hecho por Israel.
8 Entonces Josué, hijo de Nun y siervo del Señor, murió a los ciento diez años de edad. 9 Lo enterraron en Timnat-sera,[a] tierra que se le había asignado en la zona montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas.
Israel desobedece al Señor
10 Después de que murieron todos los de esa generación, creció otra que no conocía al Señor ni recordaba las cosas poderosas que él había hecho por Israel.
11 Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor y sirvieron a las imágenes de Baal. 12 Abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, quien los había sacado de Egipto. Siguieron y rindieron culto a otros dioses—los dioses de los pueblos vecinos—y así provocaron el enojo del Señor. 13 Abandonaron al Señor para servir a Baal y a las imágenes de Astoret, 14 lo cual hizo que el Señor ardiera de enojo contra Israel y que los entregara en manos de saqueadores, quienes les robaron sus posesiones. Los vendió a los enemigos que tenían a su alrededor, y ya no podían vencerlos. 15 Cada vez que los israelitas salían a la batalla, el Señor peleaba en contra de ellos e hizo que sus enemigos los derrotaran, tal como él les había advertido. Y el pueblo estaba muy angustiado.
16 Luego oí una voz potente que venía del templo y decía a los siete ángeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas que contienen la ira de Dios».
2 Así que el primer ángel salió del templo y derramó su copa sobre la tierra, y a todos los que tenían la marca de la bestia y que adoraban a su estatua les salieron horribles llagas malignas.
3 Después el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y el agua se volvió como la sangre de un cadáver, y murió todo lo que estaba en el mar.
4 Entonces el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales, y estos se convirtieron en sangre. 5 Y oí que el ángel que tenía autoridad sobre todas las aguas decía:
«Oh Santo, el que es y que siempre era, tú eres justo,
porque has enviado estos juicios.
6 Como derramaron la sangre
de tu pueblo santo y de tus profetas,
tú les has dado a beber sangre.
Es su justa recompensa».
7 Y oí una voz que venía del altar y[a] decía:
«Sí, oh Señor Dios, el Todopoderoso,
tus juicios son verdaderos y justos».
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