Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 27 (26)
El Señor me acoge
27 De David.
El Señor es mi luz, mi salvación,
¿de quién tendré miedo?
El Señor es mi refugio,
¿a quién temeré?
2 Cuando los malvados me atacan
para devorarme,
son ellos, enemigos y adversarios,
los que tropiezan y caen.
3 Si acampara contra mí un ejército,
no tendría miedo;
si se declarase contra mí una guerra,
me sentiría seguro.
4 Una sola cosa pido al Señor,
sólo esto quiero:
sentarme en la casa del Señor
todos los días de mi vida,
contemplar la gracia del Señor
y frecuentar su Templo.
5 Me resguardará en su cabaña
en el tiempo adverso,
me protegerá al abrigo de su Tienda,
me alzará sobre una roca.
6 Y entonces yo venceré
al enemigo que me asedia,
ofreceré en su tienda
sacrificios jubilosos;
cantaré y alabaré al Señor.
7 Escúchame, Señor, yo te llamo;
apiádate de mí, atiéndeme.
8 De ti el corazón me dice:
“¡Busca mi rostro!”.
Y yo, Señor, tu rostro estoy buscando.
9 No me ocultes tu rostro,
no rechaces con ira a tu siervo;
tú eres mi ayuda:
no me dejes, no me abandones,
Dios salvador mío.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me acogerá.
11 Muéstrame, Señor, tu camino,
llévame por la senda recta
porque tengo enemigos.
12 No me dejes a merced de mis rivales,
que se alzan contra mí testigos falsos
y se extiende la violencia.
13 Confío en ver la bondad del Señor
en la tierra de los vivos.
14 Espera en el Señor,
sé fuerte, ten firmeza;
pon tu esperanza en el Señor.
Abrán y Melquisedec
17 Cuando Abrán volvía de derrotar a Codorlaomer y a sus reyes aliados, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el valle de Save, el valle del Rey.
18 Y Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, le ofreció pan y vino, 19 y bendijo a Abrán con estas palabras:
¡Que el Dios Altísimo,
creador del cielo y de la tierra
bendiga a Abrán!
20 ¡Bendito sea el Dios Altísimo,
que entregó en tus manos a tus enemigos!
Entonces Abrán dio a Melquisedec el diezmo de todo. 21 El rey de Sodoma dijo a Abrán:
— Dame las personas y quédate con los bienes.
22 Pero Abrán le respondió:
— He jurado solemnemente por el Señor, Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra, 23 que no tomaré nada de lo que es tuyo, ni siquiera un hilo ni la correa de una sandalia. Así nunca podrás decir que tú me hiciste rico. 24 No quiero nada para mí, excepto lo que ya han comido los criados. En cuanto a los hombres que me han acompañado, es decir, Aner, Escol y Mambré, que tomen su parte.
17 Sigan, hermanos, mi ejemplo y fíjense en aquellos que nos han tomado como modelo de conducta. 18 Porque hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo; lo he dicho muchas veces y lo repito ahora con lágrimas en los ojos. 19 Su paradero es la perdición; su dios, el vientre; su orgullo, aquello que debería avergonzarlos; su pensamiento, las cosas terrenas. 20 Nosotros, en cambio, somos ciudadanos de los cielos y esperamos impacientes que de allí nos venga el salvador: Jesucristo, el Señor.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España