Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 125 (124)
El Señor rodea a su pueblo
125 Cántico de peregrinación.
Los que confían en el Señor
son como el monte Sión,
inamovible, firme por siempre.
2 Como los montes rodean Jerusalén,
así el Señor rodea a su pueblo
desde ahora y para siempre.
3 El cetro de la maldad
no se abatirá sobre los justos,
para que estos no se entreguen al mal.
4 Señor, trata bien a los buenos,
a los que son de corazón recto.
5 Mas a quienes siguen senderos tortuosos,
que el Señor los lleve con los malhechores.
¡Que reine la paz en Israel!
Elías, Abdías y Ajab
18 Mucho tiempo después, al tercer año, el Señor envió este mensaje a Elías:
— Vete y preséntate a Ajab, porque voy a mandar la lluvia sobre la tierra.
2 Elías marchó a presentarse a Ajab. En Samaría había un hambre atroz. 3 Ajab llamó a Abdías, el mayordomo de palacio. Abdías era profundamente religioso 4 y cuando Jezabel quiso acabar con los profetas del Señor, recogió a cien de ellos, los escondió en cuevas en dos grupos de cincuenta y les proporcionó alimento y agua. 5 Ajab dijo a Abdías:
— Vamos a recorrer todas las fuentes y arroyos del país, a ver si encontramos pasto y mantenemos vivos a caballos y mulos sin tener que sacrificar animales.
6 Se dividieron el territorio a recorrer: Ajab se fue por un lado y Abdías por otro. 7 Mientras Abdías iba de camino, Elías le salió al encuentro. Al reconocerlo, Abdías se inclinó ante él y le pregunto:
— ¿Eres tú mi señor Elías?
8 Él le respondió:
— Sí, soy yo. Vete y dile a tu amo que Elías está aquí.
9 Abdías le dijo:
— ¿Qué pecado he cometido para que me entregues a Ajab y me mate? 10 ¡Te juro por el Señor, tu Dios, que no hay nación ni reino donde mi amo no haya mandado a buscarte! Y cuando respondían que no estabas, él hacía jurar a la nación o al reino que no te habían encontrado. 11 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí! 12 Seguro que cuando me separe de ti, el espíritu del Señor te llevará a un lugar desconocido; así que cuando yo llegue a comunicárselo a Ajab, al no encontrarte, me matará. Este siervo tuyo ha respetado al Señor desde su juventud. 13 ¿No te han contado lo que hice cuando Jezabel estaba matando a los profetas del Señor? Escondí a cien de ellos en dos cuevas, cincuenta por cueva, y les proporcioné alimento y comida. 14 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí! ¡Me matará!
15 Elías le dijo:
— ¡Te juro por el Señor del universo, a quien sirvo, que hoy me presentaré ante Ajab!
16 Abdías fue a buscar a Ajab para informarle. Entonces Ajab salió al encuentro de Elías 17 y cuando lo vio, le dijo:
— ¿Eres tú, azote de Israel?
18 Elías le respondió:
— No soy yo el azote de Israel, sino tú y tu familia que han abandonado los mandamientos del Señor para seguir a los baales.
La lucha contra el mal
10 Sólo me resta desear que ustedes se mantengan fuertes, apoyados en el poder irresistible del Señor.
11 Utilicen todas las armas que Dios les proporciona, y así harán frente con éxito a las estratagemas del diablo. 12 Porque no estamos luchando contra enemigos de carne y hueso, sino contra las potencias invisibles que dominan en este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno. 13 Por eso es preciso que empuñen las armas que Dios les proporciona, a fin de que puedan mantenerse firmes en el momento crítico y superar todas las dificultades sin ceder un palmo de terreno. 14 Estén, pues, listos para el combate: ceñida con la verdad la cintura, protegido el pecho con la coraza de la rectitud 15 y calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz. 16 Tengan siempre embrazado el escudo de la fe, para que en él se apaguen todas las flechas incendiarias del maligno. 17 Como casco, usen el de la salvación, y como espada, la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España