Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 83 (82)
Dios, no te quedes callado
83 Canto. Salmo de Asaf.
2 Oh Dios, no te quedes callado,
no enmudezcas ni estés impasible.
3 Mira, tus enemigos se amotinan,
se ensoberbecen quienes te odian.
4 Traman intrigas contra tu pueblo,
conspiran contra tus protegidos.
13 quienes decían: “¡Hagamos nuestros
los dominios de Dios!”.
14 Dios mío, haz que sean como hojarasca,
como una brizna ante el viento.
15 Como fuego que abrasa el bosque,
como llama que devora las montañas,
16 así tu huracán los ponga en fuga
y los llene de terror tu torbellino.
17 Cubre sus rostros de vergüenza
y que ellos, Señor, busquen tu nombre.
18 Sean avergonzados y turbados para siempre,
que sean deshonrados y perezcan;
Moisés y Aarón ante el faraón
5 Después de esto, Moisés y Aarón se fueron a ver al faraón y le dijeron:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: deja salir a mi pueblo para que celebre en mi honor una fiesta en el desierto.
2 Pero el faraón respondió:
— ¿Quién es el Señor para que yo lo obedezca y deje salir a los israelitas? Ni conozco al Señor, ni dejaré salir a los israelitas.
3 Replicaron Moisés y Aarón:
— El Dios de los hebreos se nos ha manifestado; permítenos, pues, hacer tres días de camino por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios; de no hacerlo, nos herirá con epidemias y guerras.
4 Pero el rey de Egipto les dijo:
— Moisés y Aarón, ¿por qué distraen al pueblo de su trabajo? ¡Vuelvan a sus quehaceres!
5 Y añadió:
— Ahora que el pueblo es numeroso, ¿pretenden que interrumpan sus trabajos?
6 Aquel mismo día el faraón dio a los capataces del pueblo y a los inspectores de las obras las siguientes instrucciones:
7 — A partir de ahora no volverán a proveer de paja a los israelitas, como antes hacían, para que fabriquen los adobes; ¡que vayan ellos mismos a buscarla! 8 Pero exíjanles la misma cantidad de adobes que antes. ¡No les perdonen ni un solo adobe! Son unos holgazanes y por eso gritan: “¡Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!”. 9 Hagan más duro su trabajo, para que estén siempre ocupados y no atiendan a patrañas.
10 Los capataces y los inspectores de las obras salieron y dijeron al pueblo:
— El faraón ha ordenado que en adelante no se les proporcione paja. 11 Ustedes mismos irán a buscarla donde puedan sin que por eso se les disminuya en nada la tarea.
12 El pueblo se dispersó por todo el territorio de Egipto en busca de rastrojos para abastecerse de paja. 13 Los capataces los apremiaban diciendo:
— ¡Completen su trabajo de cada día como cuando se les proporcionaba paja!
14 Los capataces egipcios maltrataban a los israelitas encargados de dirigir los trabajos y los recriminaban diciendo:
— ¿Cómo es que ni ayer ni hoy han cubierto el cupo de adobes que se les había asignado?
15 Entonces fueron los encargados israelitas a quejarse al faraón, y le dijeron:
— ¿Por qué tratas así a tus siervos? 16 Se nos exige que hagamos adobes, pero no se nos proporciona paja. Somos nosotros los que recibimos los golpes, cuando el culpable es tu propio pueblo.
17 El faraón les contestó:
— ¡Holgazanes!, ¡no son más que una partida de holgazanes! Por eso andan diciendo: “Vamos a ofrecer sacrificios al Señor”. 18 ¡A trabajar! No se les proporcionará paja, pero deben hacer igual cantidad de adobes que antes.
19 Los encargados israelitas se vieron en un aprieto cuando les dijeron que no se les rebajaría la producción diaria de adobes. 20 Cuando salían del palacio se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando, 21 y les dijeron:
— ¡Que el Señor juzgue y sentencie! Por culpa de ustedes el faraón y su corte nos odian. Han puesto en su mano la espada para que nos maten.
22 Entonces Moisés se quejó al Señor diciendo:
— ¿Por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me has enviado? 23 Desde que fui a hablar en tu nombre al faraón, él está maltratando a tu pueblo y tú no has hecho nada para librarlo.
6 El Señor respondió a Moisés:
— Ahora verás lo que voy a hacer con el faraón: una fuerza poderosa lo obligará a dejarlos salir y no tendrá más remedio que echarlos de su país.
Vocación renovada
2 Dios habló a Moisés y le dijo:
— Yo soy el Señor. 3 Me manifesté a Abrahán, Isaac y Jacob como el Todopoderoso, pero no les revelé mi nombre, el Señor. 4 Establecí mi alianza con ellos para otorgarles la tierra de Canaán, en la que moraron como inmigrantes, 5 y ahora he escuchado el lamento de los israelitas esclavizados en Egipto, acordándome de mi alianza. 6 Por tanto, anuncia a los israelitas: Yo soy el Señor; yo los liberaré de la opresión de los egipcios, los libraré de su esclavitud, los rescataré con gran poder y a ellos los castigaré duramente. 7 Los tomaré para que sean mi pueblo, y yo seré su Dios; así reconocerán que yo soy el Señor su Dios, el que los rescató de la opresión egipcia. 8 Los guiaré a la tierra que juré dar a Abrahán, Isaac y Jacob, la tierra que les daré a ustedes en propiedad. Yo, el Señor.
9 Con estas palabras habló Moisés a los israelitas, pero no le hicieron caso, pues estaban desalentados a causa de su dura esclavitud. 10 Entonces el Señor dijo a Moisés:
11 — Preséntate al faraón, rey de Egipto, y dile que deje salir de su país a los israelitas.
12 Respondió Moisés al Señor:
— Si ni siquiera los propios israelitas me hacen caso, ¿cómo me va a hacer caso el faraón, con lo torpe de palabra que soy?
13 Pero el Señor habló a Moisés y a Aarón y les dio órdenes para los israelitas y para el faraón, rey de Egipto, con el fin de sacar a los israelitas del país de Egipto.
A la iglesia de Filadelfia: ¡Conserva lo que tienes!
7 Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David, el que, cuando abre, nadie puede cerrar y, cuando cierra, nadie puede abrir:
8 — Conozco tu comportamiento y te he abierto una puerta que nadie podrá cerrar, porque, aunque eres débil, te has mantenido fiel tanto a mi mensaje como a mi persona. 9 Por ello, voy a poner en tus manos a los de la sinagoga de Satanás, a esos que se precian de judíos, pero mienten, porque no lo son. Voy a hacer que se postren a tus pies, para que sepan que he puesto en ti mi amor. 10 Y ya que has sido fiel a mi consigna de aguantar con paciencia el sufrimiento, yo lo seré contigo en esta difícil hora que se avecina sobre el mundo entero, en la que serán puestos a prueba los habitantes de la tierra. 11 Estoy a punto de llegar. Conserva, pues, lo que tienes, para que nadie te arrebate la corona.
12 Al vencedor lo pondré de columna en el Templo de mi Dios, para que ya nunca salga de allí. Y grabaré sobre él el nombre de mi Dios, y grabaré también, junto a mi nombre nuevo, el nombre de la ciudad de mi Dios, la Jerusalén nueva, que desciende del trono celeste de mi Dios.
13 Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España