Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo 107 (106)
Alaben al Señor por su bondad
107 Alaben al Señor por su bondad,
porque es eterno su amor.
2 Que lo digan los que el Señor ha salvado,
los que ha salvado del poder del enemigo,
3 los que reunió de entre los países,
de oriente y de occidente,
del norte y del poniente.
23 Los que surcan el mar en naves,
comerciando por aguas caudalosas,
24 han visto las obras del Señor,
sus maravillas en el mar profundo.
25 Pues habló y se alzó un viento huracanado
que hizo encresparse a las olas.
26 Subían hasta el mismo cielo,
hasta el abismo bajaban,
desfallecidos por el terror;
27 rodaban, daban tumbos cual borracho,
y era inútil su destreza.
28 Pero en su angustia gritaron al Señor
y él los salvó de sus penurias.
29 Hizo que la tormenta amainara,
que enmudecieran las olas.
30 Se alegraron al verlas en calma
y Dios los condujo al puerto añorado.
31 ¡Que alaben al Señor por su amor,
por sus maravillas con el ser humano!
32 Que en la asamblea del pueblo lo ensalcen,
que en la reunión de los ancianos lo alaben.
Final del diálogo (29—31)
Quejas y autodefensa de Job: el pasado
29 Job continuó así su discurso:
2 ¡Si pudiera revivir el pasado,
cuando Dios se ocupaba de mí,
3 cuando su lámpara
brillaba sobre mi cabeza
y su luz iluminaba mis tinieblas!
4 ¡Aquellos días de mi otoño,
cuando Dios era un íntimo en mi tienda,
5 cuando sentía al Todopoderoso conmigo
y todos mis hijos me rodeaban!
6 Cuando lavaba mis pies en leche
y la roca me daba arroyos de aceite.
7 Cuando iba a la puerta de la ciudad
y, al tomar asiento en la plaza,
8 los jóvenes se escondían al verme,
los ancianos se ponían de pie;
9 la gente principal callaba,
tapándose la boca con la mano;
10 enmudecía la voz de los notables,
se les pegaba la lengua al paladar.
11 La gente que me oía me felicitaba,
quien lo veía se ponía de mi parte;
12 yo libraba al pobre suplicante,
al huérfano carente de ayuda;
13 recibía la gratitud del moribundo,
devolvía la alegría a las viudas.
14 La justicia me cubría como un vestido,
me arropaba lo mismo que un manto,
y el derecho me servía de turbante.
15 Yo era ojos para el ciego,
era pies para los cojos;
16 era padre de los pobres,
abogado de extranjeros.
17 Rompía los colmillos del malvado
y arrancaba la pieza de sus dientes.
18 Pensaba: “Moriré en mi nido,
prolongaré mi vida como el Fénix,
19 con mis raíces a la orilla del agua
y el rocío de la noche en mi ramaje;
20 mi prestigio irá en aumento
y mi arco se reafirmará en mi mano”.
Visita a Macedonia y a Grecia
20 Cuando se aplacó el alboroto, Pablo mandó llamar a los discípulos para infundirles ánimo. Después se despidió de ellos y partió para Macedonia. 2 Recorrió aquella región, confortando a los fieles con abundantes exhortaciones, y finalmente llegó a Grecia, 3 donde pasó tres meses. Cuando estaba a punto de embarcar para Siria, supo que los judíos habían organizado un complot contra él; así que decidió regresar por Macedonia. 4 Lo acompañaban Sópater, hijo de Pirro y natural de Berea; los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe y Timoteo; y también Tíquico y Trófimo, oriundos de la provincia de Asia. 5 Estos se nos adelantaron y nos esperaron en Troas. 6 Nosotros, después de la fiesta de la Pascua, tomamos el barco en Filipos, y a los cinco días nos unimos a ellos en Troas, donde pasamos una semana.
Resurrección del joven Eutiquio en Troas
7 El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan*. Pablo se puso a hablarles y, como tenía que marcharse al día siguiente, se extendió en su charla hasta la medianoche. 8 Multitud de lámparas alumbraban la habitación en que nos hallábamos congregados en la parte superior de la casa. 9 Sentado en el antepecho de la ventana estaba un joven llamado Eutiquio, quien, como se alargaba la plática de Pablo, comenzó a dormirse. Vencido ya completamente por el sueño, cayó desde el tercer piso abajo. Cuando lo recogieron, estaba muerto. 10 Pablo bajó rápidamente y se tendió sobre él. Lo tomó luego en sus brazos y les dijo:
— ¡No se preocupen, está vivo!
11 Subió otra vez y continuó con el partimiento del pan; y, una vez que hubo comido, prolongó su charla hasta el amanecer. Concluido todo, se marchó. 12 En cuanto al muchacho, lo llevaron vivo, y todos se sintieron muy consolados.
Viaje desde Troas a Mileto
13 Como Pablo había decidido hacer el viaje por tierra, nosotros zarpamos con tiempo suficiente rumbo a Asón con el fin de recogerlo allí. 14 Cuando se nos unió en Asón, subió a bordo con nosotros y navegamos hasta Mitilene. 15 Zarpando de allí, al día siguiente pasamos a la altura de Quío y llegamos a Samos un día después. Navegamos un día más y arribamos a Mileto. 16 Pablo no quiso hacer escala en Éfeso para evitar demorarse en la provincia de Asia, pues le urgía estar en Jerusalén, a ser posible, el día de Pentecostés.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España