Revised Common Lectionary (Complementary)
7 Porque el Señor dice: Canten jubilosos por todo lo que haré por Israel, la más grande de las naciones. Clamen con gozo y alabanza: «¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de los sobrevivientes que él ha protegido!».
8 Porque los traeré del norte, de los lugares más lejanos de la tierra, sin olvidarme de sus ciegos y cojos, de las madres jóvenes con sus pequeños, y de las que están prontas a dar a luz. ¡Una gran compañía será la que vendrá! 9 Lágrimas de gozo les correrán por las mejillas, y con mucha suavidad los conduciré a su hogar. Andarán junto a serenas corrientes de agua sin tropezar. Porque yo soy Padre para Israel, y Efraín es mi hijo mayor.
Cántico de los peregrinos.
126 Cuando el Señor hizo volver a Sion a los cautivos, ¡fue como un sueño! 2 ¡Cómo reímos y cantamos de júbilo! y las demás naciones decían: «¡El Señor ha hecho grandes cosas por ellos!».
3 Sí, el Señor ha hecho cosas maravillosas por nosotros, ¡qué alegría! 4 Haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos al desierto. 5 Los que siembran con lágrimas cosecharán con alegría. 6 Plantarán llorando sus semillas, y regresarán cantando, trayendo su cosecha.
23 A los otros sacerdotes la muerte no les permitía continuar con su oficio y por eso llegaron a ser tantos; 24 pero como Jesús nunca morirá, su sacerdocio es eterno. 25 Por eso puede salvar para siempre a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive para siempre y está pidiendo por ellos. 26 Era provechoso para nosotros tener un sumo sacerdote así como él: santo, sin maldad, intachable, apartado de los pecadores y elevado más alto que el cielo. 27 Él no es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que ofrecer sacrificios cada día por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Él se ofreció a sí mismo como sacrificio una sola vez y para siempre. 28 Porque la ley pone como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero después de la ley vino el juramento que nos daría al Hijo como sumo sacerdote, hecho perfecto para siempre.
El ciego Bartimeo recibe la vista
46 Fueron luego a Jericó. Poco después, Jesús salió de allí con sus discípulos y con mucha gente de la ciudad. Sentado junto al camino estaba un pordiosero ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo. 47 Cuando oyó que Jesús de Nazaret se acercaba, se puso a gritar:
―¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 ―¡Cállate! —le gritaron algunos.
Él gritó aun con más fuerza:
―¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Cuando Jesús lo oyó, se detuvo en el camino y ordenó:
―Díganle que venga.
Se acercaron al ciego y le dijeron:
―¡Ánimo! ¡Levántate, te llama!
50 Bartimeo se quitó la capa, la tiró a un lado, dio un salto y fue a donde estaba Jesús.
51 ―¿Qué quieres que te haga? —le preguntó Jesús.
―Maestro —dijo—, ¡quiero recobrar la vista!
52 Jesús le dijo:
―Puedes irte, tu fe te ha sanado.
Instantáneamente el ciego vio; y siguió a Jesús en el camino.
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