Revised Common Lectionary (Complementary)
8 Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre[a] y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles. 9 Entonces el Señor Dios llamó al hombre:
—¿Dónde estás?
10 El hombre contestó:
—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.
11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo?—le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras?
12 El hombre contestó:
—La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí.
13 Entonces el Señor Dios le preguntó a la mujer:
—¿Qué has hecho?
—La serpiente me engañó—contestó ella—. Por eso comí.
14 Entonces el Señor Dios le dijo a la serpiente:
«Por lo que has hecho, eres maldita
más que todos los animales, tanto domésticos como salvajes.
Andarás sobre tu vientre,
arrastrándote por el polvo durante toda tu vida.
15 Y pondré hostilidad entre tú y la mujer,
y entre tu descendencia y la descendencia de ella.
Su descendiente te golpeará la cabeza,
y tú le golpearás[b] el talón».
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
130 Desde lo profundo de mi desesperación, oh Señor,
clamo por tu ayuda.
2 Escucha mi clamor, oh Señor.
Presta atención a mi oración.
3 Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados,
¿quién, oh Señor, podría sobrevivir?
4 Pero tú ofreces perdón,
para que aprendamos a temerte.
5 Yo cuento con el Señor;
sí, cuento con él.
En su palabra he puesto mi esperanza.
6 Anhelo al Señor
más que los centinelas el amanecer,
sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
7 Oh Israel, espera en el Señor,
porque en el Señor hay amor inagotable;
su redención sobreabunda.
8 Él mismo redimirá a Israel
de toda clase de pecado.
13 Sin embargo, seguimos predicando porque tenemos la misma clase de fe que tenía el salmista cuando dijo: «Creí en Dios, por tanto hablé»[a]. 14 Sabemos que Dios, quien resucitó al Señor Jesús,[b] también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará ante sí mismo junto con ustedes. 15 Todo esto es para beneficio de ustedes, y a medida que la gracia de Dios alcance a más y más personas, habrá abundante acción de gracias, y Dios recibirá más y más gloria.
16 Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu[c] va renovándose cada día. 17 Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! 18 Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.
Nuevos cuerpos
5 Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas.
Jesús y el príncipe de los demonios
20 Cierta vez, Jesús entró en una casa y las multitudes empezaron a juntarse nuevamente. Pronto ni él ni sus discípulos encontraron un momento para comer. 21 Cuando sus familiares oyeron lo que sucedía, intentaron llevárselo. «Está fuera de sí», decían.
22 Pero los maestros de la ley religiosa que habían llegado de Jerusalén decían: «Está poseído por Satanás,[a] el príncipe de los demonios. De él recibe el poder para expulsar los demonios».
23 Jesús los llamó para que se acercaran y respondió con una ilustración. «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?—preguntó—. 24 Un reino dividido por una guerra civil acabará destruido. 25 De la misma manera una familia dividida por peleas se desintegrará. 26 Si Satanás está dividido y pelea contra sí mismo, ¿cómo podrá mantenerse en pie? Nunca sobreviviría. 27 Permítanme darles otra ilustración. ¿Quién tiene suficiente poder para entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes? Solo alguien aún más fuerte, alguien que pudiera atarlo y después saquear su casa.
28 »Les digo la verdad, cualquier pecado y blasfemia pueden ser perdonados, 29 pero todo el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado. Este es un pecado que acarrea consecuencias eternas». 30 Les dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu maligno».
La verdadera familia de Jesús
31 Luego la madre y los hermanos de Jesús vinieron a verlo. Se quedaron afuera y le mandaron a decir que saliera para hablar con ellos. 32 Había una multitud sentada alrededor de Jesús, y alguien dijo: «Tu madre y tus hermanos[b] están afuera y te llaman».
33 Jesús respondió: «¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?». 34 Entonces miró a los que estaban a su alrededor y dijo: «Miren, estos son mi madre y mis hermanos. 35 Todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre».
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