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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Deuteronomio 25-27

25 En caso de pleito entre dos personas, que los contendientes acudan al tribunal para ser juzgados: el inocente será absuelto y el culpable condenado. Si el culpable merece ser azotado, el juez lo obligará a tenderse en el suelo y hará que en su presencia le den el número de azotes que su crimen merezca. Podrán darle hasta cuarenta azotes, no más; aplicar un castigo excesivo serviría para humillar públicamente a tu hermano.

No le pondrás bozal al buey mientras trilla.

Ley del levirato

Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin dejar hijos, la viuda no se casará con un extraño que no sea de la familia. Su cuñado tiene el deber de tomarla, casarse con ella y cumplir con los deberes legales de cuñado. El primer hijo que ella tenga llevará el nombre del hermano muerto, para que su memoria no desaparezca de Israel. Pero si el cuñado no quiere casarse con su cuñada, ella recurrirá ante los ancianos que están en la puerta de la ciudad y les dirá: “Mi cuñado se niega a mantener viva en Israel la memoria de su hermano. Se niega a cumplir conmigo su deber de cuñado”. Entonces los ancianos de la ciudad lo citarán e intentarán convencerlo. Si él persiste en su negativa, diciendo: “No quiero casarme con ella”, su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará la sandalia del pie, lo escupirá en la cara y le dirá: “Esto es lo que se hace con quien se niega a perpetuar la familia de su hermano”. 10 Y en adelante, se conocerá en Israel a esa familia por el apodo de “los descalzos”.

Leyes diversas

11 Si dos hombres se están peleando y la mujer de uno de ellos, para librar a su marido del que lo golpea, mete la mano y agarra los genitales del otro, 12 le cortarás a ella la mano sin contemplaciones.

13 No tendrás en tu bolsa dos pesas desiguales: una más pesada que la otra. 14 Tampoco tendrás en tu casa dos medidas desiguales: una más grande que la otra. 15 Tendrás pesas y medidas precisas y cabales, y así vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor tu Dios te da. 16 Porque quien practica el fraude y la estafa es abominable para el Señor tu Dios.

Condena contra los amalecitas

17 Recuerda lo que te hicieron los amalecitas cuando ustedes iban de camino, después de haber salido de Egipto: 18 te asaltaron en el camino, aprovechando que estabas cansado y extenuado, y sin el menor respeto a Dios atacaron por la espalda a los rezagados. 19 Por eso, cuando el Señor tu Dios te libre de todos los enemigos que te rodean, en la tierra que el Señor tu Dios va a darte en heredad para que la poseas, borrarás el recuerdo de los amalecitas de debajo del cielo. ¡No lo olvides!

Ofrenda de las primicias

26 Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia, hayas tomado posesión de ella y ya estés establecido allí, recogerás las primicias de los frutos que produzca la tierra que el Señor tu Dios va a darte, las pondrás en una cesta e irás con ellas al lugar que el Señor tu Dios escoja como morada de su nombre. Te presentarás al sacerdote que esté en funciones por aquellos días, y le dirás: “Yo declaro hoy ante el Señor tu Dios, que he entrado en la tierra que él prometió darnos, según juró a nuestros antepasados”. El sacerdote tomará la cesta que tú le entregues y la depositará ante el altar del Señor tu Dios; entonces tú dirás ante el Señor tu Dios: “Un arameo errante era mi padre. Bajó a Egipto y allí vivió como emigrante con un puñado de personas convirtiéndose en una nación grande, fuerte y numerosa. Pero los egipcios nos maltrataron, nos hicieron sufrir y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros antepasados, y él escuchó nuestras súplicas y vio nuestra miseria, nuestras fatigas y nuestra opresión. Por eso el Señor nos sacó de Egipto con gran poder y destreza sin igual, con terribles portentos, señales y prodigios; nos condujo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. 10 Por eso ofrezco ahora los primeros frutos que produce esta tierra que tú Señor, me has dado”.

Acto seguido, pondrás la cesta delante del Señor tu Dios y te postrarás ante él. 11 Después festejarás con alegría los bienes que el Señor tu Dios te haya dado a ti y a tu familia. Se unirán a tu celebración los levitas e inmigrantes que viven en medio de ti.

El diezmo trienal

12 En el tercer año, el año del diezmo, cuando ya hayas apartado el diezmo de todas tus cosechas y se lo hayas dado al levita, al inmigrante, al huérfano y a la viuda, para que coman y se sacien en tus ciudades, 13 declararás ante el Señor tu Dios: “Ya he retirado de mi casa la porción consagrada a ti, y se la he dado al levita, al inmigrante, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que tú me mandaste. No he desobedecido ninguno de tus mandamientos ni los he olvidado. 14 Mientras estuve de luto no comí nada de lo consagrado; tampoco lo he apartado encontrándome en estado de impureza ni lo he ofrecido a un muerto. Te he obedecido, Señor mi Dios, y he cumplido todo lo que me has ordenado. 15 Mira desde el cielo, desde tu santa morada, y bendice a tu pueblo Israel y a la tierra que nos has dado, tal como se lo juraste a nuestros antepasados: una tierra que mana leche y miel”.

IV.— CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO DISCURSO (26,16—28,68)

Ratificación de la alianza

16 Hoy el Señor tu Dios te ordena cumplir estas normas y preceptos. Pon todo tu corazón en cumplirlos; pon todo tu empeño en ponerlos en práctica. 17 Hoy has declarado que el Señor es tu Dios y seguirás sus caminos, que lo obedecerás y cumplirás sus estatutos, normas y preceptos. 18 También el Señor ha declarado hoy que tú serás el pueblo de su propiedad, tal como te había prometido; y tú cumplirás todos sus mandamientos. 19 El Señor te hará superior en dignidad, fama y gloria a todas las naciones que él ha creado, para que seas un pueblo consagrado al Señor tu Dios, como te ha prometido.

Liturgia en Siquén

27 Moisés y los ancianos de Israel dieron al pueblo esta orden:

— Cumplan todos los mandamientos que yo les prescribo hoy. El día en que cruces el Jordán para entrar en la tierra que el Señor tu Dios va a darte, erigirás unas grandes piedras, las revocarás con cal y escribirás en ellas todos los mandamientos de esta ley. Esto lo harás cuando hayas cruzado el Jordán. Así podrás entrar en la tierra que el Señor tu Dios va a darte: una tierra que mana leche y miel, tal como te prometió el Señor, el Dios de tus antepasados. Cuando estén al otro lado del Jordán, erigirán esas piedras en el monte Ébal, tal como les ordeno hoy y las revocarás con cal. Construirás allí un altar de piedra en honor del Señor tu Dios. No usarás ningún instrumento de hierro para labrar las piedras, porque el altar del Señor tu Dios deberá estar construido con piedras sin labrar. Sobre él ofrecerás holocaustos al Señor tu Dios; ofrecerás sacrificios de comunión y los comerás allí haciendo fiesta ante el Señor tu Dios; y sobre las piedras escribirás, de manera bien legible, todos los mandamientos de esta ley.

Después, Moisés y los sacerdotes levitas dijeron a todo Israel:

— ¡Guarda silencio, Israel, y presta atención! Hoy te has convertido en el pueblo del Señor tu Dios. 10 Obedecerás al Señor tu Dios y cumplirás los mandamientos y preceptos que yo te prescribo hoy.

Las doce maldiciones

11 Aquel mismo día Moisés dio esta orden al pueblo:

12 — Cuando hayan cruzado el Jordán, las tribus de Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín se situarán en el monte Garizín para pronunciar la bendición a favor del pueblo; 13 y las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí se situarán en el monte Ébal para pronunciar la maldición. 14 Los levitas se dirigirán a todos los israelitas y proclamarán en voz alta lo siguiente:

15 ¡Maldito sea quien haga un ídolo tallado o de metal fundido —creación humana, que el Señor abomina— y lo adore en secreto!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

16 ¡Maldito sea quien desprecie a su padre o a su madre!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

17 ¡Maldito sea quien mueva los mojones de su vecino!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

18 ¡Maldito sea quien desvíe de su camino a un ciego!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

19 ¡Maldito sea quien quebrante los derechos del inmigrante, del huérfano o de la viuda!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

20 ¡Maldito sea quien se acueste con una de las mujeres de su padre, porque usurpa los derechos de su padre!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

21 ¡Maldito sea quien tenga trato sexual con un animal!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

22 ¡Maldito sea quien se acueste con su hermana, hija de su padre o de su madre!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

23 ¡Maldito sea quien se acueste con su suegra!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

24 ¡Maldito sea quien mate a escondidas a su prójimo!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

25 ¡Maldito sea quien se deje sobornar para quitar la vida a un inocente!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

26 ¡Maldito sea quien no cumpla y ponga en práctica los mandamientos de esta ley!

Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!

Marcos 14:27-53

Jesús predice la negación de Pedro (Mt 26,31-35; Lc 22,31-34; Jn 13,36-38)

27 Jesús les dijo:

— Todos me van a abandonar, porque así lo dicen las Escrituras: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. 28 Pero después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea.

29 Pedro le dijo:

— ¡Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré!

30 Jesús le contestó:

— Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.

31 Pedro insistió, asegurando:

— ¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo!

Y lo mismo decían todos los demás.

Oración de Jesús en Getsemaní (Mt 26,36-46; Lc 22,39-46)

32 Llegados al lugar llamado Getsemaní, Jesús dijo a sus discípulos:

— Quédense aquí sentados mientras yo voy a orar.

33 Se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a sentirse atemorizado y angustiado. 34 Les dijo:

— Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quédense aquí y manténganse vigilantes.

35 Se adelantó unos pasos más y, postrándose en tierra, oró pidiéndole a Dios que, si era posible, pasara de él aquel trance. 36 Decía:

— ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! Líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

37 Volvió entonces y, al encontrar dormidos a los discípulos, dijo a Pedro:

— Simón, ¿duermes? ¿Ni siquiera has podido velar una hora? 38 Manténganse vigilantes y oren para que no desfallezcan en la prueba. Es cierto que tienen buena voluntad, pero les faltan las fuerzas.

39 Otra vez se alejó de ellos y oró diciendo lo mismo. 40 Regresó de nuevo a donde estaban los discípulos y volvió a encontrarlos dormidos, pues tenían los ojos cargados de sueño. Y no supieron qué contestarle. 41 Cuando volvió por tercera vez, les dijo:

— ¿Aún siguen durmiendo y descansando? ¡Ya basta! Ha llegado la hora: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. 42 Levántense, vámonos. Ya está aquí el que me va a entregar.

Jesús es arrestado (Mt 26,47-56; Lc 22,47-53; Jn 18,1-12)

43 Todavía estaba Jesús hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce. Venía acompañado de un tropel de gente armada con espadas y garrotes, que habían sido enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos. 44 Judas, el traidor, les había dado esta contraseña:

— Aquel a quien yo bese, ese es. Aprésenlo y llévenselo bien sujeto.

45 Al llegar, se acercó en seguida a Jesús y le dijo:

— ¡Maestro!

Y lo besó. 46 Los otros, por su parte, echando mano a Jesús, lo apresaron. 47 Uno de los que estaban con él sacó la espada y, de un golpe, le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. 48 Jesús, entonces, tomó la palabra y les dijo:

— ¿Por qué han venido a arrestarme con espadas y garrotes como si fuera un ladrón? 49 Todos los días he estado entre ustedes enseñando en el Templo, y no me han arrestado. Pero así debe ser para que se cumplan las Escrituras.

50 Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 51 Un muchacho, cubierto sólo con una sábana, iba siguiendo a Jesús. También quisieron echarle mano; 52 pero él, desprendiéndose de la sábana, huyó desnudo.

Jesús ante el Consejo Supremo (Mt 26,57-68; Lc 22,54-55.63-71; Jn 18,12-14.19-24)

53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron también todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España