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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Salmos 20-22

Al director musical. Salmo de David.

20 Que el Señor esté contigo en el día de tu tribulación. ¡Que el Dios de Israel te libre de todo mal! Que desde su santuario te envíe ayuda; que desde Jerusalén te fortalezca. Que recuerde con agrado lo que le has brindado: tus sacrificios y ofrendas quemadas: Que él te conceda lo que tu corazón anhela y haga realidad todos tus planes. Que haya griterío de júbilo cuando sepamos la noticia de tu victoria; que se agiten las banderas en alabanza a Dios por todo lo hecho en favor tuyo. Que él responda a todas tus plegarias.

«Dios salve a su ungido rey». ¡Y yo sé que lo salva! Él le escucha desde el alto cielo y lo rescatará con su gran poder. Algunas naciones se vanaglorian de sus ejércitos y armamento; pero nosotros nos gloriamos en el Señor nuestro Dios. Esas naciones caerán y perecerán; nosotros nos alzaremos y permaneceremos firmes y a salvo.

Otorga la victoria a nuestro rey, Señor. Escucha nuestra oración.

Al director musical. Salmo de David.

21 En tu fuerza, Señor, se regocija el rey, ¡qué gozo siente en tus victorias! Porque le has dado cuanto su corazón anhelaba, todo cuanto te pidió.

Con triunfo y prosperidad lo recibiste para darle el trono. Le pusiste regia corona de oro purísimo. Él pidió larga y buena vida y tú se la concediste; los días de su vida se prolongan para siempre. Por tu victoria le diste renombre y honor. Lo vestiste de esplendor y majestad. Lo dotaste de eterna felicidad. Le concediste el inagotable gozo de tu presencia. Y por cuanto confía en el Señor, en el gran amor del Altísimo, el rey jamás tropezará, nunca caerá.

Tu mano, Señor, alcanzará a tus enemigos, tu diestra a cuantos te odian. Cuando todos te veamos, ellos serán consumidos como por el fuego de un horno, en tu presencia. En su ira los devorará el Señor; fuego los consumirá. 10 Borrarás de la faz de la tierra a sus hijos; nunca tendrán descendientes. 11 Porque esos hombres traman en contra tuya, Señor, pero jamás triunfarán. 12 Volverán la espalda y huirán al ver que tus flechas les apuntan.

13 Señor, acepta nuestra alabanza por todo tu glorioso poder. Escribiremos cánticos para celebrar tus poderosos hechos.

Al director musical. Sígase la tonada de «La cierva de la aurora». Salmo de David.

22 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué te niegas a ayudarme y ni siquiera escuchas mis gemidos? Cada día clamo a ti, mi Dios, pero tú no me respondes; clamo de noche pero no hallo reposo. Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! Ellos confiaron en ti y tú los libraste. Escuchaste su clamor y los salvaste; jamás quedaron defraudados cuando buscaron tu ayuda. Pero yo sólo soy un gusano y no un ser humano; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me miran se ríen de mí, se mofan y se encogen de hombros, diciendo: «Este es aquel que se encomendó al Señor, ¡pues que el Señor lo salve! Si el Señor lo ama tanto, ¡que el Señor lo libere!». Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. 10 Desde antes de mi nacimiento he sido puesto a tu cuidado; desde el mismo momento en que nací, has sido tú mi Dios. 11 No me abandones ahora, cuando la tribulación está próxima y ningún otro puede ayudarme.

12 Temibles enemigos me rodean, fuertes como manada de enormes toros de Basán. 13 Se me vienen encima con las fauces abiertas, como leones al asaltar su presa. 14 Mi fuerza se escurrió como agua y tengo todos los huesos descoyuntados. Mi corazón se derrite como cera; 15 mi fuerza se ha secado como una teja quemada por el sol; la lengua se me pega al paladar, porque me has echado en el polvo de la muerte. 16 Mis enemigos me rodean, me rodean como perros en jauría; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies. 17 Puedo contar cada uno de mis huesos. Miro cómo brillan de regocijo los ojos de esos malvados; 18 se reparten entre ellos mis vestidos; juegan a los dados por mi ropa.

19 Señor, ¡no te quedes lejos! ¡Oh Dios, fuerza mía, apresúrate a socorrerme! 20 Rescátame de la muerte; libra mi vida de todos estos perros. 21 Sálvame de las fauces de estos leones y de los cuernos de estos toros salvajes.

22 Ante todos mis hermanos te alabaré; me levantaré ante la congregación y daré testimonio de las maravillas que has hecho. 23 «Alaben al Señor, los que le temen», diré yo; ¡Hónrenlo descendientes de Jacob! ¡Adórenlo descendientes de Israel! 24 Porque no ha desdeñado mi clamor ni mi profunda desesperación; no me ha vuelto la espalda ni se ha alejado. Cuando clamé a él, me escuchó y acudió. 25 Me levantaré y te alabaré delante de todo el pueblo. Públicamente cumpliré mis votos en presencia de cuantos te adoran. 26 Los pobres comerán y se saciarán; cuantos busquen al Señor lo hallarán. De gozo constante tendrán lleno el corazón. 27 Todos en esta tierra lo verán y se volverán al Señor. Y la gente de todas las naciones lo adorará.

28 Porque del Señor es el reino y él gobierna sobre las naciones. 29 Los ricos de la tierra festejarán y le adorarán, todo mortal nacido para morir, se postrará ante él y lo adorará. 30 También nuestros hijos le servirán, porque de nuestros labios oirán las maravillas del Señor. 31 Generaciones no nacidas aún oirán las maravillas que Dios hizo por nosotros.

Hechos 21:1-17

Rumbo a Jerusalén

21 Después de separarnos de ellos navegamos en línea recta hasta Cos. Al siguiente día llegamos a Rodas, y de Rodas seguimos a Pátara. Allí abordamos un barco que se dirigía a Fenicia. En la travesía avistamos a la izquierda la isla de Chipre, pero seguimos de largo hasta el puerto de Tiro, en Siria, donde descargaron el barco.

Allí estuvimos con los discípulos una semana. Y ellos, iluminados por el Espíritu, le advirtieron a Pablo que no fuera a Jerusalén.

Al cabo de la semana, cuando regresamos al barco, la congregación en pleno, incluyendo esposas e hijos, nos acompañaron hasta la orilla del mar, donde oramos y nos despedimos de ellos. Abordamos entonces la nave, y ellos regresaron a sus casas.

Tras partir de Tiro, hicimos escala en Tolemaida, donde tuvimos la oportunidad de saludar a los hermanos y estar con ellos un día.

De allí Pablo y nosotros fuimos a Cesarea, y nos alojamos en casa de Felipe el evangelista, uno de los primeros siete diáconos. Felipe tenía cuatro hijas solteras que poseían el don de la profecía.

10 Durante nuestra estancia, que se prolongó varios días, un hombre llamado Ágabo, profeta también, llegó procedente de Judea 11 y fue a visitarnos. Al ver a Pablo, le quitó el cinturón, se ató con él de pies y manos y dijo:

―El Espíritu Santo dice: “Así atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón y lo entregarán a los gentiles”.

12 Al escuchar aquello, los creyentes de Cesarea y nosotros le suplicamos que no fuera a Jerusalén.

13 ―¿A qué viene tanto llanto? —nos respondió Pablo—. ¿Quieren destrozarme el corazón? Estoy dispuesto no sólo a sufrir las prisiones de Jerusalén sino también a morir por la causa del Señor Jesús.

14 Al darnos cuenta de que no podríamos disuadirlo, nos dimos por vencidos y dijimos:

―Hágase la voluntad del Señor.

15 Poco después recogimos el equipaje y partimos hacia Jerusalén, 16 acompañados por varios discípulos de Cesarea, que traían con ellos a Mnasón.

En Jerusalén, nos hospedamos en la casa de Mnasón, que era de Chipre y uno de los primeros discípulos.

Llegada de Pablo a Jerusalén

17 Los hermanos de Jerusalén nos dieron una bienvenida gozosa.

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