M’Cheyne Bible Reading Plan
Asedio de Samaría
20 Benadad, rey de Siria, reunió todas sus tropas y acompañado de treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros subió hasta Samaría para sitiarla y atacarla. 2 Una vez allí, envió sus mensajeros a la ciudad para decir a Ajab:
3 — Así dice Benadad: “Dame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus mejores hijos”.
4 El rey de Israel le respondió:
— Hágase como deseas, mi rey y señor. Yo y todo lo que tengo estamos a tu disposición.
5 Los mensajeros volvieron a decirle:
— Así dice Benadad: “He enviado a comunicarte que me des tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos. 6 Mañana a estas horas te enviaré a mis soldados para que registren tu palacio y las casas de tus súbditos; tomarán todo lo que más aprecias y se lo llevarán”.
7 El rey de Israel convocó a todos los ancianos del país y les dijo:
— Como podéis ver, este anda buscando mi desgracia, pues me ha reclamado mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, a pesar de que yo no me he negado.
8 Todos los ancianos y el pueblo le aconsejaron:
— No le hagas caso ni aceptes sus exigencias.
9 Ajab dijo a los emisarios de Benadad:
— Decid a vuestro señor el rey, que haré todo lo que me ordenó la primera vez; pero que no puedo hacer esto otro.
Los emisarios llevaron al rey la respuesta. 10 Entonces Benadad mandó a decir a Ajab:
— ¡Que los dioses me castiguen, si queda de Samaría polvo suficiente para darle un puñado a cada uno de mis seguidores!
11 Pero el rey de Israel respondió:
— Decidle que no cante victoria antes de la batalla.
12 Benadad, que estaba bebiendo con los reyes en el campamento, dijo a sus soldados al escuchar esta respuesta:
— ¡Cada uno a su puesto!
E inmediatamente tomaron posiciones frente a la ciudad.
13 Pero entonces un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel y le dijo:
— Así dice el Señor: “¿Ves todo ese gran ejército? Pues te lo voy a entregar hoy mismo, para que reconozcas que yo soy el Señor”.
14 Ajab preguntó:
— ¿Por medio de quién?
El profeta respondió:
— El Señor dice que por medio de los escuderos de los gobernadores de provincias.
Ajab insistió:
— ¿Quién iniciará el ataque?
Respondió:
— Serás tú.
15 Ajab pasó revista a los escuderos de los gobernadores de provincias: eran doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el ejército israelita, que eran siete mil. 16 Al mediodía hicieron una salida, mientras Benadad seguía emborrachándose en el campamento con los treinta y dos reyes aliados. 17 Abrían la avanzadilla los escuderos de los gobernadores de provincias. Benadad pidió informes y le comunicaron:
— Acaban de salir unos hombres de Samaría.
18 Benadad ordenó:
— Si salen en son de paz, prendedlos vivos; y si salen a atacar, también.
19 Los que habían salido de la ciudad eran los escuderos de los gobernadores de provincias, y el ejército salió tras ellos. 20 Cada uno mató a su contrincante, y los sirios huyeron, perseguidos por los israelitas. Benadad, el rey de Siria, logró escapar a caballo con algunos jinetes. 21 Salió también el rey de Israel, atacó a la caballería y a los carros e infringió a los sirios una gran derrota.
Segunda victoria en Afec
22 El profeta se acercó al rey de Israel y le dijo:
— Anda, refuérzate y piensa bien lo que tienes que hacer, porque dentro de un año el rey de Siria volverá a atacarte.
23 Por su parte, los oficiales del rey de Siria le dijeron:
— Su Dios es dios de los montes y por eso nos han derrotado. Si los atacamos en la llanura, seguro que los venceremos. 24 Te aconsejamos, pues, hacer lo siguiente: quita a los reyes y sustitúyelos por gobernadores. 25 Organiza luego un ejército como el que has perdido, con igual número de caballos y carros. Los atacaremos en la llanura y sin duda los venceremos.
Benadad atendió sus razones y actuó en consecuencia. 26 Al año siguiente Benadad pasó revista al ejército sirio y partió hacia Afec para luchar contra Israel. 27 También los israelitas pasaron revista, se aprovisionaron y salieron al encuentro de los sirios. Cuando acamparon frente a ellos, parecían dos rebaños de cabras, mientras que los sirios ocupaban todo el terreno. 28 Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo:
— Así dice el Señor: Puesto que los sirios han dicho que el Señor es un dios de los montes y no de los valles, entregaré en tu poder a ese ejército tan numeroso, para que reconozcáis que yo soy el Señor.
29 Durante siete días estuvieron acampados unos frente a otros. Al séptimo día se entabló la batalla: los israelitas derrotaron a los arameos y mataron en un solo día a cien mil soldados de infantería. 30 Los supervivientes se refugiaron en la ciudad de Afec. Pero la muralla se desplomó sobre los veintisiete mil supervivientes. Benadad también huyó y entró en la ciudad, escondiéndose de casa en casa.
31 Sus oficiales le dijeron:
— Hemos oído decir que los reyes de Israel suelen ser clementes. Vamos a vestirnos con sacos y con una cuerda al cuello; nos presentaremos así al rey de Israel, a ver si te perdona la vida.
32 Se vistieron con sacos y con cuerdas al cuello y se presentaron ante el rey de Israel, diciendo:
— Tu siervo Benadad te suplica que le perdones la vida.
Ajab respondió:
— Pero, ¿todavía vive? ¡Es mi hermano!
33 Aquellos hombres lo interpretaron como buena señal y, tomándole la palabra, se apresuraron a contestar:
— ¡Sí, Benadad es tu hermano!
Ajab les dijo:
— Id y traedlo.
Benadad se presentó ante Ajab y él lo subió en su carro. 34 Entonces Benadad le dijo:
— Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó a tu padre y además podrás instalar bazares en Damasco, como mi padre los instaló en Samaría. Ajab respondió:
— Con ese compromiso te dejaré en libertad.
Ajab firmó un tratado con él y lo dejó en libertad.
Denuncia y castigo de Ajab
35 Un miembro de la comunidad de profetas dijo a un compañero, por orden del Señor:
— ¡Pégame!
El compañero se negó 36 y el otro le dijo:
— Por no haber obedecido la palabra del Señor, cuando te separes de mí, te matará un león.
Y cuando se separó de él, lo encontró un león y lo mató.
37 El profeta encontró a otro hombre y le pidió:
— ¡Pégame!
Aquel hombre le pegó y lo dejó herido.
38 Luego se fue a esperar al rey junto al camino, disfrazado con una venda en los ojos. 39 Cuando pasó el rey, el profeta le dijo a voces:
— Cuando tu servidor estaba en el fragor de la batalla, un hombre se acercó y me entregó un prisionero, encargándome: “Vigila a este hombre y, como llegue a escapar, lo pagarás con tu vida o con un talento de plata”. 40 Pero mientras tu servidor andaba ocupado en otras cosas, el prisionero desapareció.
El rey de Israel le dijo:
— ¡Tú mismo acabas de pronunciar tu sentencia!
41 Pero inmediatamente se quitó la venda de los ojos y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas. 42 Entonces le dijo al rey:
— Así dice el Señor: Por haber dejado en libertad al hombre que yo había condenado al exterminio, tú y tu pueblo pagaréis con la vida por la de él y la de su pueblo.
43 El rey de Israel entró en Samaría y se encerró en su palacio malhumorado y furioso.
3 Por eso, no pudiendo aguantar ya más, decidimos quedarnos solos en Atenas 2 y enviaros a Timoteo, hermano nuestro y colaborador en el anuncio del mensaje salvador de Cristo, con la misión de fortaleceros y animaros en la fe, 3 para que ninguno sucumba ante esas pruebas a las que, como sabéis, estamos destinados. 4 Ya os lo anunciamos estando entre vosotros: “Es preciso que sobrevengan dificultades”. Y es lo que ha sucedido, como bien sabéis. 5 Así que, no pudiendo aguantar ya más, envié [a Timoteo] para que me informara acerca de vuestra fe, no sea que os hubiera seducido el Seductor y todo nuestro esfuerzo terminara siendo baldío.
Alegría y acción de gracias por las buenas noticias
6 Pero he aquí que Timoteo acaba de regresar de visitaros trayendo muy buenas noticias sobre vuestra fe y vuestro amor. Nos asegura que conserváis un buen recuerdo nuestro y que estáis tan deseosos de vernos como lo estamos nosotros de veros a vosotros. 7 Por eso, hermanos, en medio de tantos sufrimientos y tribulaciones como hemos tenido que soportar por vosotros, hemos sentido el consuelo de vuestra fe. 8 De modo que ahora, al saber que os mantenéis fieles al Señor, hemos vuelto a vivir.
9 ¿Cómo podremos agradecer a Dios toda esta inmensa alegría que nos hacéis sentir en presencia de nuestro Dios? 10 Insistentemente, de día y de noche, pedimos a Dios que nos conceda veros personalmente para corregir las deficiencias de vuestra fe. 11 Que Dios, nuestro Padre, y Jesús, nuestro Señor, nos encaminen felizmente hasta vosotros. 12 Que el Señor os llene a rebosar de un amor mutuo y para con todos tan grande como el que nosotros sentimos por vosotros. 13 Que os haga, en fin, interiormente fuertes e irreprochables en cuanto consagrados a Dios, nuestro Padre, para el día en que Jesús, nuestro Señor, se manifieste acompañado de todos sus elegidos.
El sueño de la estatua
2 El año segundo de su reinado, Nabucodonosor tuvo unos sueños que turbaron su espíritu y no le dejaban dormir. 2 El rey ordenó llamar a los magos, adivinos, hechiceros y astrólogos para que interpretaran sus sueños. 3 Una vez que comparecieron ante su presencia, el rey les dijo:
— He tenido un sueño y estoy intrigado por conocer su sentido.
4 Los astrólogos respondieron al rey en arameo:
— ¡Larga vida al rey! Cuenta el sueño a tus siervos y daremos con su interpretación.
5 El rey les respondió:
— He tomado una determinación: como no me contéis el sueño y deis con su interpretación, seréis cortados en pedazos y vuestras casas serán demolidas. 6 Pero, si me contáis el sueño y dais con su interpretación, os colmaré de regalos, obsequios y honores. Os conviene, pues, contarme el sueño y dar con su interpretación.
7 Ellos insistieron:
— Que el rey nos cuente su sueño y nosotros daremos con su interpretación.
8 El rey respondió:
— Me parece que intentáis ganar tiempo, pues sabéis que he tomado la determinación de 9 haceros reos de una misma sentencia si no sois capaces de contarme el sueño. Seguro que os habéis puesto de acuerdo para mentirme y engañarme, en espera de que cambie la situación. Así que contadme de una vez el sueño; de ese modo me convenceré de que también sois capaces de interpretarlo.
10 Los astrólogos respondieron al rey:
— No hay nadie en el mundo que pueda responder a lo que pide su majestad. Y tampoco ha existido un rey, por muy grande y poderoso que haya sido, que haya preguntado cosa semejante a ningún mago, adivino o astrólogo. 11 Lo que pide su majestad es algo muy difícil. Nadie puede darlo a conocer al rey, excepto los dioses, que no habitan entre los mortales.
12 Entonces el rey se enfureció sobremanera y mandó acabar con todos los sabios de Babilonia. 13 Una vez hecha pública la orden de matar a los sabios, se buscó a Daniel y a sus compañeros, pues también a ellos les afectaba la orden real. 14 Pero cuando Arioc, jefe de la guardia real, iba a cumplir la orden de matar a los sabios de Babilonia, Daniel hizo gala de su prudencia y sensatez, 15 y le preguntó:
— ¿Por qué ha promulgado el rey una orden tan severa?
16 Cuando Arioc le puso al corriente de la situación, Daniel pidió audiencia y propuso al rey que le concediese un plazo para dar con la interpretación del sueño.
Daniel solicita la ayuda del Señor
17 Cuando volvió a casa, Daniel informó del asunto a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, 18 y les pidió que imploraran la misericordia del Dios del cielo para poder descifrar aquel misterio. De otro modo, Daniel y sus compañeros morirían junto con los demás sabios de Babilonia. 19 El misterio le fue revelado a Daniel en una visión nocturna. Entonces bendijo al Dios del cielo 20 con estas palabras:
Sea el nombre de Dios
bendito por siempre;
suyos son sabiduría y poder.
21 Él hace que se alternen
años y estaciones;
él entroniza reyes
y él mismo los destrona.
Concede sabiduría a los sabios
y ciencia a los perspicaces.
22 Revela lo profundo y lo secreto,
conoce lo que ocultan las sombras
y la luz mora junto a él.
23 Te alabo y te doy gracias,
Dios de mis antepasados,
pues me das sabiduría y poder,
me revelas lo que habíamos pedido
y me manifiestas el asunto del rey.
Daniel interpreta el sueño
24 Daniel fue después donde estaba Arioc, a quien el rey había dado orden de ejecutar a los sabios de Babilonia, y le dijo:
— No ejecutes a los sabios de Babilonia. Preséntame ante el rey y yo le interpretaré el sueño.
25 Arioc llevó a Daniel sin pérdida de tiempo ante el rey, y le dijo:
— He encontrado entre los deportados de Judá a uno que dice ser capaz de interpretar el sueño de su majestad.
26 El rey dijo a Daniel (apodado Baltasar):
— ¿De verdad eres capaz de contarme el sueño que he tenido y de interpretarlo?
27 Daniel respondió:
— No hay ningún sabio, adivino, mago o astrólogo capaz de descifrarle a su majestad ese misterio. 28 En cambio, hay un Dios en el cielo que revela misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al final de los tiempos. El sueño y las visiones que tuviste mientras dormías son como siguen:
29 — Majestad, mientras estabas acostado, reflexionabas intentando saber lo que sucederá en el futuro. Pues bien, el que revela misterios te ha dado a conocer lo que sucederá. 30 A mí precisamente se me ha revelado este misterio, no porque mi sabiduría sea superior a la de los demás, sino para poner en conocimiento de su majestad la interpretación del sueño y para que comprendas los pensamientos que te turban.
31 Majestad, la visión que tuviste es la siguiente: Ante ti se alzaba una estatua enorme, de brillo deslumbrante y aspecto terrible. 32 La cabeza de la estatua era de oro puro, su pecho y brazos de plata, y su vientre y sus caderas de bronce; 33 sus piernas eran de hierro, y sus pies mitad de hierro y mitad de barro. 34 Mientras la contemplabas, se desprendió una piedra sin que interviniera fuerza alguna, chocó contra los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo añicos. 35 Al mismo tiempo, todo quedó pulverizado: el hierro con el barro, el bronce, la plata y el oro. Todo quedó como el tamo de la era que el viento arrebata en verano sin dejar rastro. Pero la piedra que había chocado contra la estatua se convirtió en una montaña enorme, que cubrió toda la tierra.
36 Este fue el sueño. Ahora le ofreceremos a su majestad la interpretación. 37 Tú, majestad, rey de reyes, has recibido del Dios del cielo imperio, poder, fuerza y gloria. 38 Él ha puesto en tus manos a los seres humanos, las bestias del campo y las aves del cielo, allí donde habiten, y te ha dado dominio sobre todo ello. Eso quiere decir que tú eres la cabeza de oro. 39 Después de ti surgirá otro reino inferior al tuyo, y a continuación un tercer reino de bronce que dominará toda la tierra. 40 Después aparecerá un cuarto reino, duro como el hierro que todo lo tritura y pulveriza; del mismo modo que el hierro, él triturará y pulverizará a todos los demás. 41 Los pies y los dedos que viste, mitad de barro de alfarero y mitad de hierro, significan que habrá un reino dividido: será sólido como el hierro, pues viste cómo el barro estaba mezclado con hierro. 42 Los dedos de los pies, mitad de hierro y mitad de barro, significan que el reino será al mismo tiempo sólido y frágil. 43 Los linajes se mezclarán, del mismo modo que viste mezclados hierro y barro, pero no se fundirán, pues hierro y barro no pueden fundirse. 44 En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará que surja un reino que nunca será destruido. No cederá su poder a otros pueblos, antes bien hará trizas y aniquilará a los otros reinos; y él subsistirá para siempre. 45 Este es el significado de la piedra que viste desprenderse del monte sin intervención de fuerza alguna, la piedra que hizo añicos el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha revelado a su majestad los acontecimientos del futuro. El sueño es verdadero, y su interpretación fidedigna.
Resultados de la interpretación
46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra ante Daniel y mandó que le presentaran ofrendas y le dieran perfumes. 47 Después el rey dijo a Daniel:
— Está claro que vuestro Dios es Dios de dioses, Señor de reyes y revelador de misterios, pues tú has conseguido desvelar este misterio.
48 Después el rey honró a Daniel y le hizo muchos y magníficos regalos. Lo nombró gobernador de la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. 49 Daniel suplicó al rey que concediera la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abednegó, y así lo hizo. Daniel, por su parte, se quedó en la corte.
Salmo 106 (105)
No confiaron en su palabra
106 ¡Aleluya!
Alabad al Señor por su bondad,
porque es eterno su amor.
2 ¿Quién podrá contar las proezas del Señor,
quién proclamar toda su alabanza?
3 Felices quienes respetan el derecho,
quienes practican siempre la justicia.
4 Señor, acuérdate de mí por amor a tu pueblo,
con tu fuerza salvadora ven a mí,
5 para que me goce con tus elegidos,
me alegre con la alegría de tu pueblo,
me llene de orgullo con tu heredad.
6 Como nuestros antepasados,
también nosotros hemos pecado;
cometimos faltas, hicimos el mal.
7 En Egipto nuestros padres
no comprendieron tus maravillas,
no recordaron tu inmenso amor,
se rebelaron contra ti en el mar de las Cañas.
8 Pero él los salvó honrando su nombre,
y mostrando así su poder.
9 Gritó al mar de las Cañas y quedó seco,
los guió por los abismos como por el desierto.
10 Los salvó de la mano de su enemigo,
los libró de la garra de su rival.
11 El agua anegó a sus adversarios,
ni uno de ellos sobrevivió.
12 Creyeron entonces en sus palabras,
cantaron sus alabanzas.
13 Pero pronto se olvidaron de sus obras,
no confiaron en sus designios.
14 En el desierto la avidez los consumía,
en el yermo retaron a Dios.
15 Él les dio lo que pedían,
pero también les envió un mal devastador.
16 Envidiaron a Moisés en el campamento,
también a Aarón, el consagrado del Señor.
17 La tierra se abrió y engulló a Datán,
enterró a la banda de Abirán:
18 el fuego abrasó a sus secuaces,
una llama devoró a los malvados.
19 En Horeb hicieron un becerro,
adoraron una imagen de metal,
20 cambiaron a quien era su gloria
por la estatua de un toro que come hierba.
21 Olvidaron a Dios salvador suyo,
el que hizo cosas grandes en Egipto,
22 maravillas en la tierra de Cam,
prodigios en el mar de las Cañas.
23 Pensaba el Señor exterminarlos,
pero Moisés, su elegido,
intercedió delante de él
para calmar su furia destructora.
24 Despreciaron una tierra deliciosa,
no confiaron en su palabra.
25 Se quejaban en sus tiendas,
no escuchaban la voz del Señor.
26 Por eso el Señor les juró solemnemente
que los haría morir en el desierto,
27 que a su estirpe arrojaría entre paganos,
que los dispersaría entre los países.
28 Ellos siguieron a Baal Peor
y comieron sacrificios de muertos.
29 Con sus actos enfurecieron al Señor
y descargó sobre ellos una plaga.
30 Entonces surgió Finés,
hizo justicia y la plaga se detuvo.
31 Esto se le contó en su haber
de padres a hijos para siempre.
32 En las aguas de Meribá lo enojaron
causando la desgracia de Moisés,
33 pues le hicieron rebelarse
y habló sin pensar lo que decía.
34 No destruyeron a los pueblos
como el Señor les ordenó.
35 Se mezclaron con los paganos,
aprendieron sus costumbres
36 y adoraron a sus ídolos
que se convirtieron en trampa para ellos.
37 Sacrificaron a sus hijos
y a sus hijas a demonios;
38 vertieron sangre inocente,
la sangre de sus hijos y sus hijas,
que inmolaron a los ídolos de Canaán,
profanando con sangre el país.
39 Con sus acciones se deshonraron,
con sus hechos se pervirtieron.
40 Y el Señor se airó contra su pueblo,
aborreciendo su heredad.
41 Los entregó a las naciones,
sus rivales los dominaron,
42 los subyugaron sus enemigos,
los sometieron a su poder.
43 El Señor los libró muchas veces,
pero ellos se obstinaron en su idea,
se hundieron en su propia culpa.
44 Pero él se fijó en su angustia,
escuchó su clamor
45 y recordó su alianza con ellos;
por su inmenso amor se compadeció,
46 e hizo que se apiadaran
quienes los tenían cautivos.
47 Señor, Dios nuestro, sálvanos.
Reúnenos de entre las naciones
para que alabemos tu santo nombre
y nos llene de orgullo tu alabanza.
48 ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y para siempre!
Y que todo el pueblo diga:
¡Amén! ¡Aleluya!
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España