M’Cheyne Bible Reading Plan
David, vasallo filisteo (27—30)
David en Gat y Siclag
27 David se hizo el siguiente razonamiento:
— Cualquier día de estos voy a sucumbir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir al país de los filisteos. Así Saúl dejará de perseguirme por todo el territorio de Israel y podré escapar de sus manos.
2 Luego David se puso en camino y, con los seiscientos hombres que tenía, se pasó a Aquís, hijo de Maón y rey de Gat. 3 David se estableció con Aquís en Gat, junto con sus hombres, cada uno con su familia; llevó también consigo a sus dos mujeres: Ajinoán de Jezrael y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel. 4 Saúl fue informado de que David había huido a Gat y dejó de perseguirlo.
5 Un día David dijo a Aquís:
— Si merezco tu confianza, te ruego que me asignes un sitio en cualquiera de las aldeas del término, para que pueda instalarme allí; pues tu siervo no debe residir junto a ti en la ciudad real.
6 Y aquel mismo día Aquís le asignó Siclag. Por eso Siclag ha pertenecido a los reyes de Judá hasta hoy.
7 David permaneció en territorio filisteo durante un año y cuatro meses. 8 David y sus hombres salían a saquear a los guesureos, guercitas y amalecitas, pues esos son los pueblos que habitaban desde siempre la región en dirección a Surá hasta el país de Egipto. 9 David devastaba la región, sin dejar con vida a hombres ni mujeres; se llevaba ovejas, vacas, burros, camellos y ropas y regresaba junto a Aquís. 10 Cuando Aquís le preguntaba:
— ¿Dónde habéis estado saqueando hoy?
David le respondía:
— En la región al sur de Judá.
O bien:
— En la región de los jerajmelitas.
O bien:
— En la región de los quenitas.
11 David no llevaba a Gat ningún hombre o mujer con vida, para que no lo denunciasen por lo que hacía. Y esa fue su forma de actuar durante todo el tiempo que vivió en territorio filisteo. 12 Aquís se fiaba de David, pensando que estaba enemistado con su pueblo, Israel, y que sería siempre su vasallo.
La carne sacrificada a los ídolos
8 En cuanto a la carne ofrecida en sacrificio a los ídolos, todos conocemos el modo de proceder. Pero el conocimiento envanece; sólo el amor es verdaderamente provechoso. 2 Si alguien presume de conocer alguna cosa, es que ignora todavía cómo hay que conocer. 3 Pero si ama a Dios, entonces es objeto del conocimiento amoroso de Dios. 4 En lo que se refiere a comer carne ofrecida en sacrificio a los ídolos, sabemos que los ídolos no significan nada en el mundo y que no hay más que un Dios. 5 Existen, sí, esos a los que llaman dioses, sea en el cielo o en la tierra —y son, por cierto, muchos esos dioses y señores—. 6 Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios: el Padre, de quien todo procede y a quien todos estamos destinados; y sólo hay un Señor: Jesucristo, mediante el cual han sido creadas todas las cosas y por quien vivimos también nosotros.
7 Pero no todos tienen este conocimiento. Algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace muy poco, comen pensando que es carne sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que está poco formada, incurre en culpa. 8 No será un alimento lo que nos haga estar más cerca de Dios; nada perderemos por dejar de comer, ni ganaremos nada por comer. 9 Eso sí, procurad que esta libertad vuestra no se convierta en ocasión de caída para los poco formados.
10 Porque vamos a suponer que alguien te ve a ti, que tienes la conciencia bien formada, tomando parte en un banquete en el que se sirve carne sacrificada a los ídolos. Su conciencia poco formada ¿no se dejará llevar de tu ejemplo y comerá de esa carne? 11 Y así, porque tú te las das de sabio, se perderá ese hermano poco formado todavía, pero por quien Cristo murió. 12 Con lo que, además de pecar contra los hermanos al hacer daño a su conciencia mal formada, pecáis también contra Cristo. 13 Por eso, si tomar un alimento va a ser ocasión de pecado para mi hermano, jamás tomaré ese alimento, para no dar a mi hermano ocasión de pecar.
Contra la idolatría de Israel
6 Me llegó la palabra del Señor:
2 — Hijo de hombre, ponte mirando a los montes de Israel y profetiza contra ellos. 3 Les dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor Dios. Esto dice el Señor Dios a los montes y colinas, barrancas y vaguadas: Mirad que traigo contra vosotros la espada para destruir vuestros santuarios de los altos. 4 Vuestros altares serán demolidos y destrozados vuestros cipos, y haré que vuestros muertos caigan ante vuestros ídolos. 5 Arrojaré los cadáveres de los israelitas delante de sus ídolos, y esparciré vuestros huesos alrededor de vuestros altares. 6 Las poblaciones de todas vuestras comarcas quedarán devastadas, y los santuarios de los altos arrasados; así vuestros altares quedarán devastados y arrasados, vuestros ídolos destrozados y vuestros cipos arrancados; y no quedará huella de vuestras obras. 7 Caerá gente muerta en medio de vosotros, y reconoceréis que yo soy el Señor. 8 Los que de vosotros consigan huir de la espada a otras naciones, los que se dispersen por otros países, 9 se acordarán de mí en esas naciones adonde vayan deportados. Haré trizas su corazón adúltero, que se apartó de mí, y arrancaré sus ojos, que se prostituyeron con sus ídolos. Tendrán entonces asco de sí mismos, por las maldades que cometieron, por todas sus acciones abominables. 10 Y reconocerán que yo, el Señor, no hablaba en vano cuando decía que iba a traerles esa desgracia.
11 Esto dice el Señor Dios: Palmotea y golpea con los pies; diles: ¡Ay, qué graves son las abominaciones de Israel! Caerán víctimas de la espada, la hambruna y la peste. 12 El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, el que sobreviva morirá de hambre. Me serviré de ellos para dar satisfacción a mi cólera. 13 Y reconoceréis que yo soy el Señor cuando veáis sus cadáveres mezclados con sus ídolos alrededor de sus altares, en las colinas, en los cabezos, al pie de cualquier árbol frondoso o de cualquier encina bravía, esos lugares donde ofrecían a sus ídolos aromas que aplacan. 14 Extenderé mi mano contra vosotros y convertiré el país en un desierto desolado: todos los poblados, desde el desierto hasta Ribla. Y reconocerán que yo soy el Señor.
Salmo 44 (43)
¿Por qué ocultas tu rostro?
44 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Poema.
2 Lo hemos escuchado con nuestros oídos, oh Dios;
nuestros padres nos han contado
lo que tú hiciste en sus días,
en los días del pasado.
3 Expulsaste naciones para asentarlos a ellos,
oprimiste a pueblos para que ellos crecieran.
4 No conquistaron la tierra con la espada
ni fue su brazo quien les dio la victoria;
fue tu diestra y tu brazo,
fue la luz de tu rostro
porque tú los amabas.
5 Tú, Dios, eres mi rey,
tú decides la victoria de Jacob.
6 Contigo atacamos a nuestros rivales,
por tu nombre humillamos al adversario.
7 Pues no confié yo en mi arco
ni mi espada me dio la victoria.
8 Tú nos salvaste de nuestros rivales,
tú hiciste fracasar a nuestros enemigos.
9 A Dios alabamos en todo momento,
tu nombre ensalzamos por siempre. [ Pausa]
10 Pero tú nos has rechazado y humillado,
ya no marchas con nuestras tropas.
11 Nos haces retroceder ante el rival,
los enemigos nos han saqueado.
12 Nos entregas como oveja al matadero,
nos has dispersado entre las naciones.
13 Vendes tu pueblo por nada,
no le has puesto un alto precio;
14 nos haces la burla de los vecinos,
la risa y la mofa de quienes nos rodean;
15 nos haces la irrisión de las naciones
y los pueblos mueven burlones la cabeza.
16 Estoy siempre abochornado
y la vergüenza cubre mi rostro
17 a causa del grito insultante y ofensivo
del enemigo, del que quiere vengarse.
18 Todo esto nos ha sucedido
y, aun así, no te hemos olvidado,
no hemos quebrantado tu alianza;
19 no se ha descarriado nuestro corazón,
no se han desviado de tus sendas nuestros pasos,
20 aunque nos oprimiste en tierras de chacales
y nos cubriste con sombras tenebrosas.
21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
o alzado nuestras manos hacia un dios extraño,
22 ¿no lo hubiera averiguado Dios,
él, que conoce los secretos del corazón?
23 Por tu causa no dejan de matarnos,
nos ven como ovejas del matadero.
24 ¡Despierta! ¿Por qué sigues dormido?
¡Ponte, Señor, en acción!
No nos rechaces para siempre.
25 ¿Por qué ocultas tu rostro
y olvidas nuestra opresión y miseria?
26 Estamos postrados en el polvo,
con el vientre adherido a la tierra.
27 ¡Ponte en acción, danos tu ayuda
y que tu amor nos redima!
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España