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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Josué 10

Derrota de los amorreos

10 Cuando Adonisedec rey de Jerusalén oyó que Josué había tomado a Hay, y que la había asolado (como había hecho a Jericó y a su rey, así hizo a Hay y a su rey), y que los moradores de Gabaón habían hecho paz con los israelitas, y que estaban entre ellos,

tuvo gran temor; porque Gabaón era una gran ciudad, como una de las ciudades reales, y mayor que Hay, y todos sus hombres eran fuertes.

Por lo cual Adonisedec rey de Jerusalén envió a Hoham rey de Hebrón, a Piream rey de Jarmut, a Jafía rey de Laquís y a Debir rey de Eglón, diciendo:

Subid a mí y ayudadme, y combatamos a Gabaón; porque ha hecho paz con Josué y con los hijos de Israel.

Y cinco reyes de los amorreos, el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquís y el rey de Eglón, se juntaron y subieron, ellos con todos sus ejércitos, y acamparon cerca de Gabaón, y pelearon contra ella.

Entonces los moradores de Gabaón enviaron a decir a Josué al campamento en Gilgal: No niegues ayuda a tus siervos; sube prontamente a nosotros para defendernos y ayudarnos; porque todos los reyes de los amorreos que habitan en las montañas se han unido contra nosotros.

Y subió Josué de Gilgal, él y todo el pueblo de guerra con él, y todos los hombres valientes.

Y Jehová dijo a Josué: No tengas temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.

Y Josué vino a ellos de repente, habiendo subido toda la noche desde Gilgal.

El socorro de lo alto

10 Y Jehová los llenó de consternación delante de Israel, y los batió con gran mortandad en Gabaón; y los siguió por el camino que sube a Bet-horón, y los hirió hasta Azecá y Maquedá.

11 Y mientras iban huyendo de los israelitas, a la bajada de Bet-horón, Jehová arrojó desde el cielo grandes piedras sobre ellos hasta Azecá, y murieron; y fueron más los que murieron por las piedras del granizo que los que los hijos de Israel mataron a espada.

12 Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas:

Sol, detente en Gabaón;

Y tú, luna, en el valle de Ajalón.

13 Y el sol se detuvo y la luna se paró,

Hasta que el pueblo se hubo vengado de sus enemigos.

¿No está escrito esto en el libro de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero.

14 Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel.

15 Y Josué, y todo Israel con él, volvió al campamento en Gilgal.

Los cinco reyes de la cueva de Maquedá

16 Y los cinco reyes huyeron, y se escondieron en una cueva en Maquedá.

17 Y fue dado aviso a Josué que los cinco reyes habían sido hallados escondidos en una cueva en Maquedá.

18 Entonces Josué dijo: Rodad grandes piedras a la entrada de la cueva, y poned hombres junto a ella para que los guarden;

19 y vosotros no os detengáis, sino seguid a vuestros enemigos, y heridles la retaguardia, sin dejarles entrar en sus ciudades; porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.

20 Y aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas.

21 Todo el pueblo volvió sano y salvo a Josué, al campamento en Maquedá; y nadie osó hablar contra los hijos de Israel.

22 Entonces dijo Josué: Abrid la entrada de la cueva, y sacad de ella a esos cinco reyes.

23 Y lo hicieron así, y sacaron de la cueva a aquellos cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Jarmut, al rey de Laquís y al rey de Eglón.

24 Y cuando los hubieron llevado a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos.

25 Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.

26 Acto seguido, Josué los hirió y los mató, y los hizo colgar en cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta caer la noche.

27 Y cuando el sol se iba a poner, mandó Josué que los quitasen de los árboles, y los echasen en la cueva donde se habían escondido; y pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, y allí están todavía hoy.

28 En aquel mismo día tomó Josué a Maquedá, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maquedá como había hecho al rey de Jericó.

29 Y de Maquedá pasó Josué, y todo Israel con él, a Libná; y peleó contra Libná;

30 y Jehová la entregó también a ella y a su rey en manos de Israel; y la hirió a filo de espada, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo a su rey de la manera como había hecho al rey de Jericó.

31 Y Josué, y todo Israel con él, pasó de Libná a Laquís, y acampó cerca de ella, y la combatió;

32 y Jehová entregó a Laquís en mano de Israel, y la tomó al día siguiente, y la hirió a filo de espada, con todo lo que en ella tenía vida, así como había hecho en Libná.

33 Entonces Horam rey de Gézer subió en ayuda de Laquís; mas a él y a su pueblo destruyó Josué, hasta no dejar a ningún superviviente.

34 De Laquís pasó Josué, y todo Israel con él, a Eglón; y acamparon cerca de ella, y la combatieron;

35 y la tomaron el mismo día, y la hirieron a filo de espada; y aquel día mató a todo lo que en ella tenía vida, como había hecho en Laquís.

36 Subió luego Josué, y todo Israel con él, de Eglón a Hebrón, y la combatieron.

37 Y tomándola, la hirieron a filo de espada, a su rey y a todas sus ciudades, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; como había hecho a Eglón, así la destruyeron con todo lo que en ella tenía vida.

38 Después volvió Josué, y todo Israel con él, sobre Debir, y combatió contra ella;

39 y la tomó, y a su rey, y a todas sus ciudades; y las hirieron a filo de espada, y destruyeron todo lo que allí dentro tenía vida, sin dejar uno solo; como había hecho a Hebrón, y como había hecho a Libná y a su rey, así hizo a Debir y a su rey.

40 Hirió, pues, Josué toda la región de las montañas, del Négueb, de los llanos y de las laderas, y a todos sus reyes, sin dejar nada; todo lo que tenía vida lo mató, como Jehová Dios de Israel se lo había mandado.

41 Y los hirió Josué desde Cadés-barnea hasta Gaza, y toda la tierra de Gosén hasta Gabaón.

42 Todos estos reyes y sus tierras los tomó Josué de una vez; porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel.

43 Y volvió Josué, y todo Israel con él, al campamento de Gilgal.

Salmos 142-143

Petición de ayuda en medio de la prueba

Masquil de David. Oración que hizo cuando estaba en la cueva.

142 Con mi voz clamo a Jehová;
Con mi voz suplico a Jehová misericordia.
Delante de él expongo mi queja;
Delante de él manifiesto mi angustia.
Cuando mi espíritu desfallece dentro de mí, tú conoces mi senda.

En el camino por donde voy, me han tendido un lazo.
Mira a mi diestra y observa:
No hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.

Clamo a ti, oh Jehová;
Digo: Tú eres mi refugio,
Y mi porción en la tierra de los vivientes.
Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido.
Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre;
Me rodearán los justos,
Porque tú me habrás favorecido.

Súplica de liberación y dirección

Salmo de David.

143 Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos;
Respóndeme por tu verdad y por tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo;
Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.

Porque persigue el enemigo mi alma;
Ha postrado en tierra mi vida;
Me ha hecho habitar en tinieblas como los muertos para siempre.
Y mi espíritu se angustia dentro de mí;
Está desolado mi corazón.

Recuerdo los días de antaño;
Medito en todas tus obras;
Reflexiono sobre las obras de tus manos.
Extiendo mis manos hacia ti,
Mi alma hacia ti como la tierra sedienta.
Selah

Respóndeme pronto, oh Jehová, porque ya me falta el aliento;
No escondas de mí tu rostro,
Pues sería yo semejante a los que descienden a la sepultura.
Hazme sentir por la mañana tu misericordia,
Porque en ti he confiado;
Hazme saber el camino por donde debo andar,
Porque hacia ti elevo mi alma.

Líbrame de mis enemigos, oh Jehová;
En ti me refugio.
10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me guíe por terreno llano.

11 Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás;
Por tu justicia sacarás mi alma de la angustia.
12 Y por tu misericordia exterminarás a mis enemigos,
Y destruirás a todos los adversarios de mi alma,
Porque yo soy tu siervo.

Jeremías 4

¡Si te volvieras, oh Israel!, dice Jehová, sí, vuélvete a mí. Y si quitas de delante de mí tus abominaciones, y no andas de acá para allá,

y juras: Vive Jehová, en verdad, en justicia y en rectitud, entonces las naciones se bendecirán en él, y en él se gloriarán.

Porque así dice Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos.

Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras.

La invasión extranjera, anunciada y descrita

Anunciad en Judá, y proclamad en Jerusalén, y decid: Tocad trompeta en la tierra; pregonad a voz en grito, y decid: Reuníos, y entrémonos en las ciudades fortificadas.

Alzad bandera hacia Sión, escapad, no os detengáis; porque yo hago venir calamidad desde el norte, y gran destrucción.

El león sube de la espesura, y el destruidor de naciones está en marcha, y ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación; tus ciudades quedarán asoladas y sin morador.

Por esto vestíos de cilicio, endechad y aullad; porque la ira de Jehová no se ha apartado de nosotros.

Y sucederá en aquel día, dice Jehová, que desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los príncipes, y los sacerdotes estarán atónitos, y se asombrarán los profetas.

10 Y dije: ¡Ay, Jehová Dios! Verdaderamente en gran manera has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Paz tendréis; pues la espada ha penetrado hasta el alma.

11 En aquel tiempo se dirá de este pueblo y de Jerusalén: Viento seco de las alturas del desierto vino a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar.

12 Viento demasiado fuerte para eso me vendrá a mí; y ahora yo también pronunciaré juicios contra ellos.

13 He aquí que subirá como denso nublado, y sus carros como torbellino; más ligeros son sus caballos que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque estamos perdidos!

14 Lava de maldad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo morarán dentro de ti tus siniestros pensamientos?

15 Porque una voz trae las nuevas desde Dan, y hace oír la calamidad desde los montes de Efraín.

16 Decid a las naciones: He aquí, haced oír acerca de Jerusalén: Vigías enemigos vienen de tierra lejana, y lanzarán su voz contra las ciudades de Judá.

17 Como guardas de campo están en derredor de ella, porque se rebeló contra mí, dice Jehová.

18 Tu camino y tus obras te causaron esto; ésta es tu maldad, por lo cual esta amargura penetra hasta tu corazón.

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque has oído sonido de trompeta, oh alma mía, pregón de guerra.

20 Quebrantamiento sobre quebrantamiento es anunciado; porque toda la tierra es destruida; de repente son destruidas mis tiendas, en un momento mis cortinas.

21 ¿Hasta cuándo he de ver bandera, he de oír sonido de trompeta?

22 Porque mi pueblo es necio, no me conocen; son hijos ignorantes y no tienen entendimiento; sabios para hacer el mal, pero para hacer el bien no tienen conocimiento.

23 Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz.

24 Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados se cimbreaban.

25 Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido.

26 Miré, y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas ante la presencia de Jehová, delante del ardor de su ira.

27 Porque así dice Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo.

28 Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, lo decidí, y no me he arrepentido, ni desistiré de ello.

29 Al estruendo de la gente de a caballo y de los flecheros huye toda la ciudad; entran en las espesuras de los bosques, y suben a los peñascos; todas las ciudades fueron abandonadas, y no quedó en ellas morador alguno.

30 Y tú, destruida, ¿qué haces, que te vistes de grana, que te adornas con atavíos de oro, y te pintas con antimonio los ojos? En vano te engalanas; te menosprecian tus amantes, buscan tu vida,

31 porque oí una voz como de mujer que está de parto, angustia como de primeriza; la voz de la hija de Sión que, con el aliento entrecortado, extiende sus manos, diciendo: ¡Ay ahora de mí!, que mi alma desmaya delante de los asesinos.

Mateo 18

¿Quién es el mayor?

18 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, mayor en el reino de los cielos?

Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,

y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como los niños, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos.

Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.

Ocasiones de caer

Pero al que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno, y que le hundieran en el fondo del mar.

¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtatelo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.

Y si tu ojo te es ocasión de caer, arráncatelo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

Parábola de la oveja perdida

10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.

11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?

13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se habían descarriado.

14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.

Cómo se debe perdonar al hermano

15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas tú con él; si te escucha, has ganado a tu hermano.

16 Pero si no te escucha, toma aún contigo a uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra.

17 Si rehúsa escucharles a ellos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano.

18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, estará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, estará desatado en el cielo.

19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.

El perdón de las injurias

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete veces?

22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino aun hasta setenta veces siete.

Parábola de los dos deudores

23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

24 Y al comenzar a ajustar cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 No teniendo él con qué pagar, su señor mandó que fuera vendido él, su mujer y sus hijos, y todo lo que tenía, y que se le pagase la deuda.

26 Entonces aquel siervo se postró ante él, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

27 El señor de aquel siervo, movido a compasión, le soltó y le perdonó la deuda.

28 Pero aquel siervo, al salir, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y agarrándolo, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.

29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.

31 Viendo sus consiervos lo ocurrido, se entristecieron sobremanera, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.

32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me lo suplicaste.

33 ¿No debías tú también haberte compadecido de tu consiervo, como yo tuve compasión de ti?

34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.

35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.