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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
Jeremías 10:14-23:8

14 La humanidad es necia e ignorante;
    todo orfebre se avergüenza de sus ídolos.
Sus imágenes son un engaño,
    y no hay en ellas aliento de vida.
15 No valen nada, son obras ridículas;
    cuando llegue el día de su castigo, serán destruidas.
16 La heredad de Jacob no es como ellos,
    porque él es quien hace todas las cosas;
su nombre es el Señor Todopoderoso,
    e Israel es la tribu de su herencia.

Destrucción inminente

17 Recoge del suelo tus cosas,
    tú que te encuentras sitiado.
18 Porque así dice el Señor:
«Esta vez arrojaré a los habitantes del país
    como si los lanzara con una honda.
Los pondré en aprietos
    y dejaré que los capturen».

19 ¡Ay de mí, que estoy quebrantado!
    ¡Mi herida es incurable!
Pero es mi enfermedad,
    y me toca soportarla.
20 Devastada está mi tienda,
    y rotas todas mis cuerdas.
Mis hijos me han abandonado;
    han dejado de existir.
Ya no hay nadie que arme mi tienda,
    y que levante mis toldos.
21 Los pastores se han vuelto necios,
    no buscan al Señor;
por eso no han prosperado,
    y su rebaño anda disperso.

22 ¡Escuchad! ¡Llega un mensaje!
    Un gran estruendo viene de un país del norte,
que convertirá las ciudades de Judá
    en guarida de chacales, en un montón de ruinas.

Oración de Jeremías

23 Señor, yo sé que el hombre
    no es dueño de su destino,
que no le es dado al caminante
    dirigir sus propios pasos.
24 Corrígeme, Señor, pero con justicia,
    y no según tu ira, pues me destruirías.
25 Derrama tu furor
    sobre las naciones que no te reconocen,
    y sobre las familias que no invocan tu nombre.
Porque han devorado a Jacob;
    se lo han tragado por completo,
    y han asolado su morada.

Violación del pacto

11 Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Atiende a los términos de este pacto, y comunícaselos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Diles que así ha dicho el Señor, Dios de Israel: “Maldito sea el hombre que no obedezca los términos de este pacto, que yo mismo prescribí a vuestros antepasados el día que los hice salir de Egipto, de esa caldera para fundir hierro”. Les dije: “Obedecedme y cumplid con todo lo que os prescribo, y vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Así cumpliré el juramento que les hice a vuestros antepasados, de darles una tierra donde abundan la leche y la miel, como la que hoy tenéis vosotros”».

Yo respondí: «Amén, Señor».

El Señor me dijo: «Proclama todo esto en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: “Escuchad los términos de este pacto, y cumplidlos. Desde el día en que hice salir a vuestros antepasados de la tierra de Egipto hasta el día de hoy, una y otra vez les he advertido: ‘Obedecedme’. Pero no obedecieron ni prestaron atención, sino que siguieron la terquedad de su malvado corazón. Por eso hice caer sobre ellos todo el peso de las palabras de este pacto, que yo les había ordenado cumplir, pero que no cumplieron”».

El Señor también me dijo: «Se está fraguando una conspiración entre los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 10 Han vuelto a los mismos pecados de sus antepasados, quienes se negaron a obedecerme. Se han ido tras otros dioses para servirlos. Tanto el pueblo de Israel como la tribu de Judá han quebrantado el pacto que hice con sus antepasados. 11 Por eso, así dice el Señor: “Les enviaré una calamidad de la cual no podrán escapar. Aunque clamen a mí, no los escucharé. 12 Entonces las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a clamar a los dioses a los que quemaron incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue el tiempo de su calamidad. 13 Tú, Judá, tienes tantos dioses como ciudades. Erigiste tantos altares como calles hay en Jerusalén; altares para quemar incienso a Baal, para vergüenza tuya”.

14 »Pero en cuanto a ti, Jeremías, no intercedas por este pueblo. No me ruegues ni me supliques por ellos, porque yo no escucharé cuando clamen a mí por causa de su calamidad.

15 »¿Qué hace mi amada en mi casa,
    después de haber cometido tantas vilezas?
¿Acaso la carne consagrada
    alejará de ti la calamidad?
¿Podrás así regocijarte?»

16 El Señor te puso por nombre:
    «Olivo frondoso, lleno de hermosos frutos».
Pero, en medio de grandes estruendos,
    te ha prendido fuego,
    y tus ramas se consumen.

17 El Señor Todopoderoso, el que te plantó, ha decretado una calamidad contra ti, por causa de la maldad que cometieron el pueblo de Israel y la tribu de Judá. Dice el Señor: «Me han agraviado al quemar incienso a Baal».

18 El Señor me lo hizo saber y lo comprendí. Me mostró las maldades que habían cometido. 19 Pero yo era como un manso cordero que es llevado al matadero; no sabía lo que estaban maquinando contra mí, y que decían:

«Destruyamos el árbol con su fruto,
    arranquémoslo de la tierra de los vivientes,
    para que nadie recuerde más su nombre».
20 Pero tú, Señor Todopoderoso,
    que juzgas con justicia,
    que pruebas los sentimientos y la mente,
¡déjame ver cómo te vengas de ellos,
    porque en tus manos he puesto mi causa!

21 «Por eso, así dice el Señor en contra de los hombres de Anatot, que buscan quitarte la vida y afirman: “¡No profetices en nombre del Señor, si no quieres morir a manos nuestras!” 22 Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: “Voy a castigarlos. Los jóvenes morirán a filo de espada, y sus hijos y sus hijas se morirán de hambre. 23 No quedará ni uno solo de ellos. En el año de su castigo haré venir una calamidad sobre los hombres de Anatot”».

Queja de Jeremías

12 Tú, Señor, eres justo
    cuando discuto contigo.
Sin embargo, quisiera exponerte
    algunas cuestiones de justicia.
¿Por qué prosperan los malvados?
    ¿Por qué viven tranquilos los traidores?
Tú los plantas, y ellos echan raíces;
    crecen y dan fruto.
Te tienen cerca de su boca,
    pero estás lejos de su corazón.
Señor, tú me conoces;
    tú me ves y sabes lo que siento por ti.
Arrástralos como ovejas al matadero;
    apártalos para el día de la matanza.
¿Hasta cuándo estará seca la tierra,
    y marchita la hierba de todos los campos?
Los animales y las aves se mueren
    por la maldad de los que habitan el país,
quienes se atreven a decir:
    «Dios no verá nuestro fin».

Respuesta de Dios

«Si los que corren a pie han hecho que te canses,
    ¿cómo competirás con los caballos?
Si te sientes confiado en una tierra tranquila,
    ¿qué harás en la espesura del Jordán?
Aun tus hermanos, los de tu propia familia,
    te han traicionado y gritan contra ti.
Por más que te digan cosas agradables,
    no confíes en ellos.

»He abandonado mi casa,
    he rechazado mi herencia,
he entregado a mi pueblo amado
    en poder de sus enemigos.
Mis herederos se han comportado conmigo
    como leones en la selva.
Lanzan rugidos contra mí;
    por eso los aborrezco.
Mi heredad es para mí
    como un ave de muchos colores
    acosada por las aves de rapiña.
¡Id y reunid a todos los animales salvajes!
    ¡Traedlos para que la devoren!
10 Muchos pastores han destruido mi viña,
    han pisoteado mi terreno;
han hecho de mi hermosa parcela
    un desierto desolado.
11 La han dejado en ruinas,
    seca y desolada ante mis ojos;
todo el país ha sido arrasado
    porque a nadie le importa.
12 Sobre todas las lomas del desierto
    vinieron depredadores.
La espada del Señor destruirá al país
    de un extremo al otro,
    y para nadie habrá paz.
13 Sembraron trigo y cosecharon espinos;
    ¡de nada les valió su esfuerzo!
Por causa de la ardiente ira del Señor
    se avergonzarán de sus cosechas».

14 Así dice el Señor: «En cuanto a todos los vecinos malvados que tocaron la heredad que le di a mi pueblo Israel, los arrancaré de sus tierras, y a la tribu de Judá la quitaré de en medio de ellos. 15 Después que los haya desarraigado, volveré a tener compasión de ellos, y los haré regresar, cada uno a su heredad y a su propio país. 16 Y, si aprenden bien los caminos de mi pueblo, y, si así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, aprenden a jurar por mi nombre y dicen: “Por la vida del Señor”, entonces serán establecidos en medio de mi pueblo. 17 Pero a la nación que no obedezca, la desarraigaré por completo y la destruiré», afirma el Señor.

El cinturón de lino

13 Así me dijo el Señor: «Ve y cómprate un cinturón de lino, y póntelo en la cintura, pero no lo metas en agua».

Conforme a las instrucciones del Señor, compré el cinturón y me lo puse en la cintura. Entonces el Señor me dijo por segunda vez: «Toma el cinturón que has comprado y que tienes puesto en la cintura, y ve a Perat,[a] y escóndelo allí, en la grieta de una roca». Fui entonces y lo escondí en Perat, tal como el Señor me lo había ordenado.

Al cabo de muchos días, el Señor me dijo: «Ve a Perat y busca el cinturón que te mandé esconder allí». Fui a Perat, cavé y saqué el cinturón del lugar donde lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada.

Entonces el Señor volvió a decirme: «Así dice el Señor: “De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén. 10 Este pueblo malvado, que se niega a obedecerme, que sigue la terquedad de su corazón y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, será como este cinturón, que no sirve para nada. 11 Porque así como el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así procuré que todo el pueblo de Israel y toda la tribu de Judá se ajustaran a mí —afirma el Señor— para que fueran mi pueblo y mi fama, mi honor y mi gloria. ¡Pero no obedecieron!”

Los cántaros rotos

12 »Diles también lo siguiente: “Así dice el Señor, el Dios de Israel: ‘Todo cántaro se llenará de vino’”. Y, si ellos te dicen: “¿Acaso no sabemos bien que todo cántaro se debe llenar de vino?”, 13 entonces les responderás que así dice el Señor: “Voy a llenar de vino a todos los habitantes de este país: a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Haré que se despedacen unos a otros, padres e hijos por igual. No tendré piedad ni lástima de ellos, sino que los destruiré sin compasión”. Lo afirma el Señor».

Advertencia oportuna

15 ¡Escuchadme, prestadme atención!
    ¡No seáis soberbios, que el Señor mismo lo ha dicho!
16 Glorificad al Señor vuestro Dios,
    antes de que haga venir la oscuridad
    y tropecéis contra los montes sombríos.
Vosotros esperáis la luz,
    pero él la cambiará en densas tinieblas;
    ¡la convertirá en profunda oscuridad!
17 Pero, si no obedecéis,
    lloraré en secreto
    a causa de vuestro orgullo;
mis ojos llorarán amargamente
    y se desharán en lágrimas,
porque el rebaño del Señor
    será llevado al cautiverio.
18 Di al rey y a la reina madre:
    «¡Humillaos, sentaos en el suelo,
que ya no ostentáis sobre vuestra cabeza
    la corona de gloria!»
19 Las ciudades del Néguev están cerradas,
    y no hay quien abra sus puertas.
Todo Judá se ha ido al destierro,
    exiliado en su totalidad.
20 Alzad los ojos y mirad
    a los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que te fue confiado,
    el rebaño que era tu orgullo?
21 ¿Qué dirás cuando el Señor te imponga como jefes
    a los que tú mismo enseñaste
    a ser tus aliados predilectos?
¿No tendrás dolores
    como de mujer de parto?
22 Y, si preguntas:
    «¿Por qué me pasa esto?»,
¡por tus muchos pecados
    te han arrancado las faldas
    y te han violado![b]
23 ¿Puede el etíope cambiar de piel,
    o el leopardo quitarse sus manchas?
¡Pues tampoco podéis vosotros hacer el bien,
    acostumbrados como estáis a hacer el mal!

24 «Los dispersaré como a la paja
    que arrastra el viento del desierto.
25 Esto es lo que te ha tocado en suerte,
    ¡la porción que he medido para ti!
            —afirma el Señor—.
Ya que me has olvidado,
    y has confiado en la mentira,
26 ¡yo también te alzaré las faldas
    hasta cubrirte el rostro
    y descubrir tus vergüenzas!
27 He visto tus adulterios,
    tus relinchos,
tu vergonzosa prostitución
    y tus abominaciones,
    en los campos y sobre las colinas.
¡Ay de ti, Jerusalén!
    ¿Hasta cuándo seguirás en tu impureza?»

Sequía, hambre y espada

14 Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías con motivo de la sequía:

«Judá está de luto
    y sus ciudades desfallecen;
hay lamentos en el país,
    y sube el clamor de Jerusalén.
Los nobles mandan por agua a sus siervos,
    y estos van a las cisternas,
    pero no la encuentran.
Avergonzados y confundidos,
    vuelven con sus cántaros vacíos
    y cubriéndose la cabeza.
El suelo está agrietado,
    porque no llueve en el país.
Avergonzados están los campesinos,
    cubriéndose la cabeza.
Aun las ciervas en el campo
    abandonan a sus crías por falta de pastos.
Parados sobre las lomas desiertas,
    y con los ojos desfallecientes,
los asnos salvajes jadean como chacales
    porque ya no tienen hierba».

Aunque nuestras iniquidades nos acusan,
    tú, Señor, actúas por causa de tu nombre;
muchas son nuestras infidelidades;
    ¡contra ti hemos pecado!
Tú, esperanza y salvación de Israel
    en momentos de angustia,
¿por qué actúas en el país como un peregrino,
    como un viajero que solo pasa la noche?
¿Por qué te encuentras confundido,
    como un guerrero impotente para salvar?
Señor, tú estás en medio de nosotros,
    y se nos llama por tu nombre;
    ¡no nos abandones!

10 Así dice el Señor acerca de este pueblo:

«Les encanta vagabundear;
    no refrenan sus pies.
Por eso yo no los acepto,
    sino que voy a recordar sus iniquidades
    y a castigar sus pecados».

11 Entonces el Señor me dijo: «No ruegues por el bienestar de este pueblo. 12 Aunque ayunen, no escucharé sus clamores; aunque me ofrezcan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré. En verdad, voy a exterminarlos con la espada, el hambre y la peste».

13 Pero yo respondí: «¡Ah, Señor mi Dios! Los profetas les dicen que no se enfrentarán con la espada ni pasarán hambre, sino que tú les concederás una paz duradera en este lugar».

14 El Señor me contestó: «Lo que están profetizando en mi nombre esos profetas es mentira. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Lo que os están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación. 15 Por eso, así dice el Señor: “En cuanto a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que además dicen que no habrá espada ni hambre en este país, ellos mismos morirán de hambre y a filo de espada. 16 Y el pueblo al que profetizan será arrojado a las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada, y no habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus esposas, ni a sus hijos, ni a sus hijas; también les echaré encima su propia maldad”.

17 »Tú les dirás lo siguiente:

»“Que corran lágrimas de mis ojos
    día y noche, sin cesar,
porque la virginal hija de mi pueblo
    ha sufrido una herida terrible,
    ¡un golpe muy duro!
18 Si salgo al campo, veo los cuerpos
    de los muertos a filo de espada;
si entro en la ciudad, veo los estragos
    que el hambre ha producido.
Tanto el profeta como el sacerdote
    andan errantes en el país sin saber lo que hacen”».

19 ¿Has rechazado por completo a Judá?
    ¿Detestas a Sión?
¿Por qué nos has herido de tal modo
    que ya no tenemos remedio?
Esperábamos tiempos de paz,
    pero nada bueno recibimos.
Esperábamos tiempos de salud,
    pero solo nos llegó el terror.
20 Reconocemos, Señor, nuestra maldad,
    y la iniquidad de nuestros padres;
    ¡hemos pecado contra ti!
21 Por causa de tu nombre, no nos desprecies;
    no deshonres tu trono glorioso.
¡Acuérdate de tu pacto con nosotros!
    ¡No lo quebrantes!
22 ¿Acaso hay entre los ídolos falsos
    alguno que pueda hacer llover?
Señor y Dios nuestro,
    ¿acaso no eres tú, y no el cielo mismo,
    el que manda los aguaceros?
Tú has hecho todas estas cosas;
    por eso esperamos en ti.

15 El Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se presentaran ante mí, no tendría compasión de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia! ¡Que se vayan! Y, si te preguntan: “¿A dónde iremos?”, adviérteles que así dice el Señor:

»“Los destinados a la muerte, a la muerte;
los destinados a la espada, a la espada;
los destinados al hambre, al hambre;
los destinados al cautiverio, al cautiverio”.

»Enviaré contra ellos cuatro clases de calamidades —afirma el Señor—: la espada para matar, los perros para arrastrar, las aves del cielo para devorar y las bestias de la tierra para destruir. Los convertiré en motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, por causa de lo que Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, hizo en Jerusalén.

»¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?
    ¿Quién llorará por ti?
¿Quién se detendrá a preguntar por tu salud?
Tú me has rechazado,
    te has vuelto atrás
            —afirma el Señor—.
Extenderé mi mano contra ti,
    y te destruiré;
    estoy cansado de tener compasión de ti.
Te aventaré con la horquilla
    por las puertas de la ciudad.
A ti te dejaré sin hijos,
    y a mi pueblo lo destruiré,
    porque no cambió su conducta.
Haré que sus viudas sean más numerosas
    que la arena de los mares;
en pleno día enviaré destrucción
    contra las madres de los jóvenes.
De repente haré que caigan sobre ellas
    la angustia y el pavor.
Se desmaya la que tuvo siete hijos;
    se queda sin aliento.
Su sol se pone en pleno día;
    ¡se queda avergonzada y humillada!
A sus sobrevivientes los entregaré a la espada
    delante de sus enemigos»,
            afirma el Señor.

10 ¡Ay de mí, madre mía,
    que me diste a luz
como hombre de contiendas y disputas
    contra toda la nación!
No he prestado ni me han prestado,
    pero todos me maldicen.

11 El Señor dijo:

«De veras te libraré para bien;
    haré que el enemigo te suplique
    en tiempos de calamidad y de angustia.

12 »¿Puede el hombre romper el hierro,
    el hierro del norte, y el bronce?
13 Por causa de todos tus pecados
    entregaré como botín, sin coste alguno,
tu riqueza y tus tesoros,
    por todo tu territorio.
14 Haré que sirvas[c] a tus enemigos
    en una tierra que no conoces,
porque en mi ira un fuego se ha encendido,
    y arde contra vosotros».

15 Tú comprendes, Señor;
    ¡acuérdate de mí, y cuídame!
    ¡Toma venganza de los que me persiguen!
Por causa de tu paciencia,
    no permitas que sea yo arrebatado;
    mira que por ti sufro injurias.
16 Al encontrarme con tus palabras,
    yo las devoraba;
ellas eran mi gozo
    y la alegría de mi corazón,
porque yo llevo tu nombre,
    Señor Dios Todopoderoso.
17 No he formado parte de grupos libertinos,
    ni me he divertido con ellos;
he vivido solo, porque tú estás conmigo
    y me has llenado de indignación.
18 ¿Por qué no cesa mi dolor?
    ¿Por qué es incurable mi herida?
    ¿Por qué se resiste a sanar?
¿Serás para mí un torrente engañoso
    de aguas no confiables?

19 Por eso, así dice el Señor:

«Si te arrepientes,
    yo te restauraré y podrás servirme.
Si evitas hablar en vano,
    y hablas lo que en verdad vale,
    tú serás mi portavoz.
Que ellos se vuelvan hacia ti,
    pero tú no te vuelvas hacia ellos.
20 Haré que seas para este pueblo
    como invencible muro de bronce;
pelearán contra ti,
    pero no te podrán vencer,
porque yo estoy contigo
    para salvarte y librarte
            —afirma el Señor—.
21 Te libraré del poder de los malvados;
    ¡te rescataré de las garras de los violentos!»

Mensaje de juicio

16 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «No te cases, ni tengas hijos ni hijas en este lugar». Porque así dice el Señor en cuanto a los hijos y las hijas que han nacido en este lugar, y en cuanto a las madres que los dieron a luz y los padres que los engendraron en este país: «Morirán de enfermedades horribles. Nadie llorará por ellos ni los sepultará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol. La espada y el hambre acabarán con ellos, y sus cadáveres servirán de alimento para las aves del cielo y para las bestias de la tierra».

Así dice el Señor: «No entres en una casa donde estén de luto, ni vayas a llorar, ni los consueles, porque a este pueblo le he retirado mi paz, mi amor y mi compasión —afirma el Señor—. En este país morirán grandes y pequeños; nadie llorará por ellos ni los sepultará; nadie se hará heridas en el cuerpo ni se rapará la cabeza por ellos. Nadie ofrecerá un banquete fúnebre a los que estén de duelo para consolarlos por el muerto ni a nadie se le dará a beber la copa del consuelo, aun cuando quien haya muerto sea su padre o su madre.

»No entres en una casa donde haya una celebración, ni te sientes con ellos a comer y beber. Porque así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a poner fin en este lugar a toda expresión de alegría y de regocijo, y al cántico del novio y de la novia. Esto sucederá en vuestros propios días, y vosotros lo veréis.

10 »Cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te preguntarán: “¿Por qué ha decretado el Señor contra nosotros esta calamidad tan grande? ¿Cuál es nuestra iniquidad? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?” 11 Entonces les responderás: “Esto es porque vuestros antepasados me abandonaron y se fueron tras otros dioses, y los sirvieron y los adoraron. Me abandonaron, y no cumplieron mi ley —afirma el Señor—. 12 Pero vosotros os habéis comportado peor que vuestros antepasados. Cada uno sigue la terquedad de su corazón malvado, y no me ha obedecido. 13 Por eso os voy a arrojar de esta tierra, a un país que ni vosotros ni vuestros antepasados habéis conocido, y allí serviréis a otros dioses día y noche. No os tendré clemencia”.

14 »Por eso —afirma el Señor—, vienen días en que ya no se dirá: “Por la vida del Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto”, 15 sino: “Por la vida del Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra del norte, y de todos los países adonde los había expulsado”. Yo los haré volver a su tierra, la que antes di a sus antepasados.

16 »Voy a enviar a muchos pescadores —afirma el Señor—, y ellos los pescarán. Después, enviaré a muchos cazadores, y ellos los cazarán por todas las montañas y colinas, y por las grietas de las rocas. 17 Ciertamente mis ojos ven todas sus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no puede esconderse de mi vista. 18 Primero les pagaré el doble por su iniquidad y su pecado, porque con los cadáveres de sus ídolos detestables han profanado mi tierra, y han llenado mi herencia con sus abominaciones».

19 Señor, fuerza y fortaleza mía,
    mi refugio en el día de la angustia:
desde los confines de la tierra
    vendrán a ti las naciones, y dirán:
«Solo mentira heredaron nuestros antepasados;
    heredaron lo absurdo,
    lo que no sirve para nada.
20 ¿Acaso puede el hombre hacer sus propios dioses?
    ¡Pero si no son dioses!»

21 «Por eso, esta vez les daré una lección;
    les daré a conocer mi mano poderosa.
    ¡Así sabrán que mi nombre es el Señor!

17 »El pecado de Judá está escrito
    con cincel de hierro;
grabado está con punta de diamante
    sobre la tabla de su corazón
    y sobre los cuernos de sus altares.
Bien que se acuerdan sus hijos
    de sus altares junto a árboles frondosos;
de sus imágenes de Aserá sobre altas colinas
    y sobre mi montaña a campo abierto.

»Entregaré como botín tu riqueza,
    tus tesoros y tus santuarios paganos,
por todos tus pecados
    en todo tu territorio.
Por tu culpa perderás la herencia
    que yo te había dado.
Te haré esclava de tus enemigos,
    en un país para ti desconocido,
porque has encendido mi ira,
    la cual se mantendrá ardiendo para siempre».

Así dice el Señor:

«¡Maldito el hombre que confía en el hombre!
    ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza
    y aparta su corazón del Señor!
Será como una zarza en el desierto:
    no se dará cuenta cuando llegue el bien.
Morará en la sequedad del desierto,
    en tierras de sal, donde nadie habita.

»Bendito el hombre que confía en el Señor
    y pone su confianza en él.
Será como un árbol plantado junto al agua,
    que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme que llegue el calor,
    y sus hojas están siempre verdes.
En época de sequía no se angustia,
    y nunca deja de dar fruto».

Nada hay tan engañoso como el corazón.
    No tiene remedio.
    ¿Quién puede comprenderlo?

10 «Yo, el Señor, sondeo el corazón
    y examino los pensamientos,
para darle a cada uno según sus acciones
    y según el fruto de sus obras».

11 El que acapara riquezas injustas
    es perdiz que empolla huevos ajenos.
En la mitad de la vida las perderá,
    y al final no será más que un insensato.

12 Trono de gloria,
    exaltado desde el principio,
    es el lugar de nuestro santuario.
13 Señor, tú eres la esperanza de Israel,
    todo el que te abandona quedará avergonzado.
El que se aparta de ti
    quedará como algo escrito en el polvo,
porque abandonó al Señor,
    al manantial de aguas vivas.

14 Sáname, Señor, y seré sanado;
    sálvame y seré salvado,
    porque tú eres mi alabanza.
15 No falta quien me pregunte:
    «¿Dónde está la palabra del Señor?
    ¡Que se haga realidad!»
16 Pero yo no me he apresurado
    a abandonarte y dejar de ser tu pastor,
    ni he deseado que venga el día de la calamidad.
Tú bien sabes lo que he dicho,
    pues lo dije en tu presencia.
17 No seas para mí un motivo de terror;
    tú eres mi refugio en tiempos de calamidad.
18 ¡No me pongas a mí en vergüenza;
    avergüénzalos a ellos!
¡No me llenes de terror a mí;
    aterrorízalos a ellos!
Envíales tiempos difíciles;
    ¡destrózalos, y vuelve a destrozarlos!

La observancia del sábado

19 Así me dijo el Señor: «Ve y párate en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego en todas las puertas de Jerusalén, 20 y diles: “¡Escuchad la palabra del Señor, reyes de Judá, y toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas! 21 Así dice el Señor: ‘Cuidaos bien de no llevar ninguna carga en día sábado, y de no meterla por las puertas de Jerusalén. 22 Tampoco saquéis ninguna carga de vuestras casas en día sábado, ni hagáis ningún tipo de trabajo. Observad el reposo del sábado, tal como se lo ordené a vuestros antepasados. 23 Pero ellos no me prestaron atención ni me obedecieron, sino que se obstinaron y no quisieron escuchar ni recibir corrección.

24 »” ’Si de veras me obedecéis —afirma el Señor— y no metéis ninguna carga por las puertas de esta ciudad en día sábado, sino que observáis este día no haciendo ningún trabajo, 25 entonces entrarán por las puertas de esta ciudad reyes y príncipes que se sentarán en el trono de David. Ellos y los príncipes entrarán montados en carros y caballos, acompañados por la gente de Judá y por los habitantes de Jerusalén, y esta ciudad será habitada para siempre. 26 Vendrá gente de las ciudades de Judá y de los alrededores de Jerusalén, del territorio de Benjamín y de la Sefelá, de la región montañosa y del Néguev. Traerán a la casa del Señor holocaustos y sacrificios, ofrendas de cereal y de incienso, y ofrendas de acción de gracias. 27 Pero, si no obedecéis mi mandato de observar el reposo del sábado, y de no llevar carga al entrar en sábado por las puertas de Jerusalén, entonces les prenderé fuego a sus puertas, que no podrá ser apagado y que consumirá los palacios de Jerusalén’ ”».

Parábola del alfarero

18 Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías: «Baja ahora mismo a la casa del alfarero, y allí te comunicaré mi mensaje».

Entonces bajé a la casa del alfarero, y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija que estaba modelando se le deshizo en las manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado bien.

En ese momento, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con vosotros lo mismo que hace este alfarero con el barro? —afirma el Señor—. Vosotros, pueblo de Israel, sois en mis manos como el barro en las manos del alfarero. En un momento puedo hablar de arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; pero, si la nación de la cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré del castigo que había pensado infligirles. En otro momento puedo hablar de construir y plantar a una nación o a un reino. 10 Pero, si esa nación hace lo malo ante mis ojos y no me obedece, me arrepentiré del bien que había pensado hacerles. 11 Y ahora habla con los habitantes de Judá y de Jerusalén, y adviérteles que así dice el Señor: “Estoy preparando una calamidad contra vosotros, y elaborando un plan en contra de vosotros. ¡Volveos ya de vuestro mal camino; enmendad vuestra conducta y vuestras acciones!” 12 Ellos objetarán: “Es inútil. Vamos a seguir nuestros propios planes”, y cada uno cometerá la maldad que le dicte su obstinado corazón».

13 Por eso, así dice el Señor:

«Preguntad entre las naciones:
    ¿Quién ha oído algo semejante?
La virginal Israel
    ha cometido algo terrible.
14 ¿Acaso la nieve del Líbano
    desaparece de las colinas escarpadas?
¿Se agotan las aguas frías
    que fluyen de las montañas?[d]
15 Sin embargo, mi pueblo me ha olvidado;
    quema incienso a ídolos inútiles.
Ha tropezado en sus caminos,
    en los senderos antiguos,
para andar por sendas
    y caminos escabrosos.
16 Así ha dejado desolado su país;
    lo ha hecho objeto de burla constante.
Todo el que pase por él
    meneará atónito la cabeza.
17 Como un viento del este,
    los esparciré delante del enemigo.
En el día de su calamidad
    les daré la espalda y no la cara».

18 Ellos dijeron: «Vamos, tramemos un plan contra Jeremías. Porque no le faltará la ley al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Ataquémoslo de palabra, y no hagamos caso de nada de lo que diga».

19 ¡Señor, préstame atención!
    ¡Escucha a los que me acusan!
20 ¿Acaso el bien se paga con el mal?
    ¡Pues ellos me han cavado una fosa!
Recuerda que me presenté ante ti
    para interceder por ellos,
    para apartar de ellos tu ira.
21 Por eso, entrega ahora a sus hijos al hambre;
    abandónalos a merced de la espada.
Que sus esposas se queden viudas y sin hijos;
    que sus maridos mueran asesinados,
y que sus jóvenes caigan en combate
    a filo de espada.
22 ¡Que se oigan los gritos desde sus casas,
    cuando de repente mandes contra ellos
    una banda de asaltantes!
Han cavado una fosa para atraparme,
    y han puesto trampas a mi paso.
23 Pero tú, Señor, conoces
    todos sus planes para matarme.
¡No perdones su iniquidad,
    ni borres de tu presencia sus pecados!
¡Que caigan derribados ante ti!
    ¡Enfréntate a ellos en el momento de tu ira!

19 Así dice el Señor: «Ve a un alfarero, y cómprale un cántaro de barro. Pide luego que te acompañen algunos de los ancianos del pueblo y de los ancianos de los sacerdotes, y ve al valle de Ben Hinón, que está a la entrada de la puerta de los Alfareros, y proclama allí las palabras que yo te comunicaré. Diles: “Reyes de Judá y habitantes de Jerusalén, escuchad la palabra del Señor. Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: ‘Haré venir tal calamidad sobre este lugar, que a todo el que se entere le zumbarán los oídos. Porque ellos me han abandonado. Han profanado este lugar, quemando en él incienso a otros dioses que no conocían ni ellos ni sus antepasados ni los reyes de Judá. Además, han llenado de sangre inocente este lugar. Han construido santuarios paganos en honor de Baal, para quemar a sus hijos en el fuego como holocaustos a Baal, cosa que yo jamás les ordené ni mencioné, ni jamás me pasó por la mente. Por eso vendrán días en que este lugar ya no se llamará Tofet, ni Valle de Ben Hinón, sino Valle de la Matanza —afirma el Señor—. En este lugar anularé los planes de Judá y de Jerusalén, y los haré caer a filo de espada delante de sus enemigos, es decir, a manos de los que atentan contra su vida, y dejaré sus cadáveres a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, para que les sirvan de comida. Convertiré esta ciudad en un lugar desolado y en objeto de burla. Todo el que pase por ella quedará atónito y se burlará de todas sus heridas. Ante el angustioso asedio que les impondrán los enemigos que atentan contra ellos, haré que se coman la carne de sus propios hijos e hijas, y que se devoren entre sí’ ”.

10 »Rompe después el cántaro en mil pedazos, a la vista de los hombres que te acompañaron, 11 y adviérteles que así dice el Señor Todopoderoso: “Voy a hacer pedazos a esta nación y a esta ciudad, como quien hace pedazos un cántaro de alfarero, que ya no se puede reparar; y, a falta de otro lugar, enterrarán a sus muertos en Tofet. 12 Así haré con este lugar y con sus habitantes —afirma el Señor—; esta ciudad quedará tal y como quedó Tofet. 13 Todas las casas de Jerusalén y todos los palacios de los reyes de Judá, es decir, todas esas casas en cuyas azoteas se quemó incienso a los astros de los cielos y donde se derramaron libaciones a otros dioses, quedarán tan impuras como quedó Tofet”».

14 Cuando Jeremías regresó de Tofet, adonde el Señor lo había enviado a profetizar, se paró en el atrio de la casa del Señor y dijo a todo el pueblo: 15 «Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Como esta ciudad y todos sus pueblos vecinos se han obstinado en desobedecer mis palabras, voy a mandarles toda la calamidad que les había prometido”».

Jeremías y Pasur

20 Cuando el sacerdote Pasur hijo de Imer, que era el oficial principal de la casa del Señor, oyó lo que Jeremías profetizaba, mandó que golpearan al profeta Jeremías y que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta alta de Benjamín, junto a la casa del Señor. A la mañana siguiente, cuando Pasur liberó a Jeremías del cepo, Jeremías le dijo: «El Señor ya no te llama Pasur, sino “Terror por todas partes”. Porque así dice el Señor: “Te voy a convertir en terror para ti mismo y para tus amigos, los cuales caerán bajo la espada de sus enemigos, y tú mismo lo verás. Entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, el cual los deportará a Babilonia o los matará a filo de espada. Además, pondré en manos de sus enemigos toda la riqueza de esta ciudad, todos sus productos y objetos de valor, y todos los tesoros de los reyes de Judá, para que los saqueen y se los lleven a Babilonia. Y tú, Pasur, irás al cautiverio de Babilonia junto con toda tu familia. Allí morirás, y allí serás enterrado, con todos tus amigos, a quienes profetizabas mentiras”».

Quejas de Jeremías

¡Me sedujiste, Señor,
    y yo me dejé seducir!
Fuiste más fuerte que yo,
    y me venciste.
Todo el mundo se burla de mí;
    se ríen de mí todo el tiempo.
Cada vez que hablo, es para gritar:
    «¡Violencia! ¡Violencia!»
Por eso la palabra del Señor
    no deja de ser para mí
    un oprobio y una burla.
Si digo: «No me acordaré más de él,
    ni hablaré más en su nombre»,
entonces su palabra en mi interior
    se vuelve un fuego ardiente
    que me cala hasta los huesos.
He hecho todo lo posible por contenerla,
    pero ya no puedo más.
10 Escucho a muchos decir con sorna:
    «¡Hay terror por todas partes!»
y hasta agregan: «¡Denunciadlo!
    ¡Vamos a denunciarlo!»
Aun mis mejores amigos
    esperan que tropiece.
También dicen: «Quizá lo podamos seducir.
    Entonces lo venceremos
    y nos vengaremos de él».

11 Pero el Señor está conmigo
    como un guerrero poderoso;
por eso los que me persiguen
    caerán y no podrán prevalecer,
    fracasarán y quedarán avergonzados.
Eterna será su deshonra;
    jamás será olvidada.
12 Tú, Señor Todopoderoso,
    que examinas al justo,
    que sondeas el corazón y la mente,
hazme ver tu venganza sobre ellos,
    pues a ti he encomendado mi causa.

13 ¡Cantad al Señor, alabadlo!
    Él salva a los pobres
    del poder de los malvados.

14 ¡Maldito el día en que nací!
    ¡Maldito el día en que mi madre me dio a luz!
15 ¡Maldito el hombre que alegró a mi padre
    cuando le dijo: «¡Te ha nacido un hijo varón!»!
16 ¡Que sea tal hombre como las ciudades
    que el Señor destruyó sin compasión!
¡Que oiga gritos en la mañana
    y alaridos de guerra al mediodía!
17 ¿Por qué Dios no me dejó morir
    en el seno de mi madre?
Así ella habría sido mi tumba,
    y yo jamás habría salido de su vientre.
18 ¿Por qué tuve que salir del vientre
    solo para ver problemas y aflicción,
    y para terminar mis días en vergüenza?

Dios rechaza el pedido de Sedequías

21 Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías cuando el rey Sedequías envió a Pasur hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maseías, a que le dijeran:

«Consulta ahora al Señor por nosotros, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando. Tal vez el Señor haga uno de sus milagros, y lo obligue a retirarse».

Jeremías les respondió:

«Advertidle a Sedequías que así dice el Señor, el Dios de Israel: “Yo haré retroceder tus tropas, las que pelean contra el rey de Babilonia y contra los caldeos, que desde fuera de los muros os tienen sitiados. Haré que tus tropas se replieguen dentro de la ciudad. Yo mismo pelearé contra vosotros. Con gran despliegue de poder, y con ira, furor y gran indignación, heriré a hombres y animales, y los habitantes de esta ciudad morirán por causa de una peste terrible. Después de eso entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus oficiales y a la gente que haya quedado con vida después de la peste, la espada y el hambre —afirma el Señor—. Los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los enemigos que buscan matarlos. Sin ninguna piedad, clemencia ni compasión, Nabucodonosor los herirá a filo de espada”.

»Y a este pueblo adviértele que así dice el Señor: “Pongo delante de vosotros el camino de la vida y el camino de la muerte. El que se quede en esta ciudad morirá por la espada y la peste, o de hambre. Pero el que salga y se rinda a los caldeos que os están sitiando vivirá. Así salvará su vida. 10 Porque he decidido hacerle a esta ciudad el mal y no el bien —afirma el Señor—. Será entregada en manos del rey de Babilonia, quien le prenderá fuego”.

11 »Di también a la casa real de Judá que escuchen la palabra del Señor. 12 Adviértele a la dinastía de David que así dice el Señor:

»“Haced justicia cada mañana,
    y librad al explotado del poder del opresor,
no sea que mi ira se encienda como un fuego
    y arda sin que nadie pueda extinguirla,
    a causa de la maldad de sus acciones.
13 ¡Yo estoy contra ti, Jerusalén,
    reina del valle, roca de la llanura!
            —afirma el Señor—.
Vosotros decís: ‘¿Quién podrá venir contra nosotros?
    ¿Quién podrá entrar en nuestros refugios?’
14 Yo os castigaré conforme al fruto de vuestras acciones
            —afirma el Señor—;
    a su bosque le prenderé fuego,
    y ese fuego consumirá todos sus alrededores”».

Juicio contra reyes malvados

22 Así dice el Señor: «Ve a la casa del rey de Judá, y proclama allí este mensaje: “Tú, rey de Judá, que estás sentado sobre el trono de David, y tus oficiales y tu pueblo, que entran por estas puertas, escuchad la palabra del Señor. Así dice el Señor: ‘Practicad el derecho y la justicia. Librad al oprimido del poder del opresor. No maltratéis ni hagáis violencia al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar. Si de veras cumplís con esta palabra, entonces por las puertas de este palacio entrarán reyes que ocuparán el trono de David; entrarán en carros y a caballo, acompañados por sus oficiales y su pueblo. Pero, si no obedecéis estas palabras, juro por mí mismo que este palacio se convertirá en un montón de ruinas. Yo, el Señor, lo afirmo’ ”».

Porque así dice el Señor acerca de la casa real de Judá:

«Para mí, tú eres como Galaad
    y como la cima del Líbano,
pero juro que te convertiré en un desierto,
    en ciudades deshabitadas.
Enviaré contra ti destructores,
    cada uno con sus armas,
que talarán tus cedros más hermosos
    y los echarán en el fuego.

»Gente de muchas naciones pasará por esta ciudad, y se preguntará: “¿Por qué habrá tratado así el Señor a esta gran ciudad?” Y se le responderá: “Porque abandonaron el pacto del Señor su Dios, adorando y sirviendo a otros dioses”».

10 No lloréis por el que está muerto,
    ni hagáis lamentaciones por él.
Llorad más bien por el exiliado,
    por el que nunca volverá
    ni verá más la tierra en que nació.

11 Así dice el Señor acerca de Salún hijo de Josías, rey de Judá, que ascendió al trono después de su padre Josías y que salió de este lugar: «Nunca más volverá, 12 sino que morirá en el lugar donde ha sido desterrado. No volverá a ver más este país.

13 »¡Ay del que edifica su casa
    y sus habitaciones superiores
    violentando la justicia y el derecho!
¡Ay del que obliga a su prójimo
    a trabajar de balde,
    y no le paga por su trabajo!
14 ¡Ay del que dice: “Me edificaré una casa señorial,
    con habitaciones amplias en el piso superior”!
Y le abre grandes ventanas,
    y la recubre de cedro y la pinta de rojo.

15 »¿Acaso eres rey
    solo por acaparar mucho cedro?
Tu padre no solo comía y bebía,
    sino que practicaba el derecho y la justicia,
    y por eso le fue bien.
16 Defendía la causa del pobre y del necesitado,
    y por eso le fue bien.
¿Acaso no es esto conocerme?
    —afirma el Señor—.

17 »Pero tus ojos y tu corazón
    solo buscan ganancias deshonestas,
solo buscan derramar sangre inocente
    y practicar la opresión y la violencia».

18 Por eso, así dice el Señor acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá:

«Nadie lamentará su muerte ni gritará:
    “¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!”
Nadie lamentará su muerte ni gritará:
    “¡Ay, señor! ¡Ay, Majestad!”
19 Será enterrado como un asno,
    y lo arrastrarán y lo arrojarán
    fuera de las puertas de Jerusalén».

20 «¡Sube al Líbano y grita;
    levanta tu voz en Basán!
¡Grita desde Abarín,
    pues todos tus amantes han sido destruidos!
21 Yo te hablé cuando te iba bien,
    pero tú dijiste: “¡No escucharé!”
Así te has comportado desde tu juventud:
    ¡nunca me has obedecido!
22 El viento arrastrará a todos tus pastores,
    y tus amantes irán al cautiverio.
Por culpa de toda tu maldad
    quedarás avergonzada y humillada.
23 Tú que habitas en el Líbano,[e]
    que has puesto tu nido entre los cedros,
¡cómo gemirás cuando te vengan los dolores,
    dolores como de parturienta!

24 »¡Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor—, que aunque Jeconías[f] hijo de Joacim, rey de Judá, sea un anillo en mi mano derecha, aun de allí lo arrancaré! 25 Yo te entregaré en manos de los que buscan matarte, y en manos de los que tú más temes, es decir, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los babilonios. 26 A ti y a la madre que te dio a luz os arrojaré a un país que no os vio nacer, y allí moriréis. 27 Jamás volverán al país al que tanto anhelan volver».

28 ¿Es Jeconías una vasija despreciable y rota,
    un objeto que nadie desea?
¿Por qué son arrojados él y su descendencia,
    y echados a un país que no conocen?
29 ¡Tierra, tierra, tierra!
    ¡Escucha la palabra del Señor!
30 Así dice el Señor: «Anotad a este hombre
    como si fuera un hombre sin hijos;
    como alguien que fracasó en su vida.
Porque ninguno de sus descendientes
    logrará ocupar el trono de David,
    ni reinar de nuevo en Judá».

El Rey justo

23 «¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan el rebaño de mis praderas!», afirma el Señor. Por eso, así dice el Señor, el Dios de Israel, a los pastores que apacientan a mi pueblo: «Vosotros habéis dispersado a mis ovejas; las habéis expulsado y no os habéis encargado de ellas. Pues bien, yo me encargaré de castigaros por vuestras malas acciones —afirma el Señor—. Al resto de mis ovejas yo mismo las reuniré de todos los países adonde las expulsé; y las haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán. Pondré sobre ellas pastores que las pastorearán, y ya no temerán ni se espantarán, ni faltará ninguna de ellas —afirma el Señor—.

»Vienen días —afirma el Señor—,
    en que de la simiente de David
    haré surgir un vástago justo;
él reinará con sabiduría en el país,
    y practicará el derecho y la justicia.
En esos días Judá será salvada,
    Israel morará seguro.
Y este es el nombre que se le dará:
    “El Señor es nuestra salvación”.

»Por eso —afirma el Señor— vienen días en que ya no se dirá: “Por la vida del Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto”, sino: “Por la vida del Señor, que hizo salir a los descendientes de la familia de Israel, y los hizo llegar del país del norte, y de todos los países adonde los había expulsado”. Y habitarán en su propia tierra».

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