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Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
2 Crónicas 18-20

Micaías advierte al rey Acab

(1 R 22:1-40)

18 Josafat llegó a ser muy rico y poderoso. Hizo un acuerdo con el rey Acab y llegaron a ser consuegros. Entonces Josafat fue a visitar a Acab en Samaria y juntos celebraron sacrificios de ovejas y mucho ganado junto al pueblo. Luego Acab animó a Josafat a atacar a Ramot de Galaad. Acab, el rey de Israel, le preguntó a Josafat, rey de Judá:

—¿Irás conmigo a ayudarme a atacar a Ramot de Galaad?

Josafat le contestó:

—Por supuesto que te ayudaré. Mis soldados están tan dispuestos para la guerra como los tuyos. Pero primero consultemos al SEÑOR para ver lo que él dice.

Así que Acab llamó una reunión de los profetas. Había como 400 profetas y Acab les preguntó:

—¿Debemos ir a la guerra contra el ejército de Siria y atacar a Ramot de Galaad o esperar hasta otro momento?

Los profetas contestaron:

—Ve a luchar ahora porque Dios te va a entregar la ciudad.

Pero Josafat les dijo:

—¿Hay otros profetas del SEÑOR por acá? Si hay, deberíamos preguntarles lo que dice Dios.

El rey Acab contestó:

—Hay otro profeta, Micaías hijo de Imlá, pero lo detesto porque cuando él habla de parte del SEÑOR nunca me dice nada agradable. Siempre dice lo que no me gusta.

Josafat le dijo:

—El rey no debería hablar así.

Así que el rey Acab le dijo a uno de sus oficiales que fuera rápido a buscar a Micaías hijo de Imlá.

Los dos reyes estaba sentados cada uno en su trono y vestidos con sus trajes reales. Estaban en los tribunales cerca de la puerta de Samaria y todos los profetas estaban de pie delante de ellos. Mientras profetizaban, 10 Sedequías hijo de Quenaná, uno de los profetas, hizo unos cuernos de hierro[a]. Entonces él le dijo a Acab:

—El SEÑOR dice: “Tú usarás estos cuernos para luchar en contra del ejército de Siria, lo derrotarás y destruirás”.

11 Los demás profetas estuvieron de acuerdo con Sedequías, diciendo:

—Que marche ya tu ejército a luchar contra el ejército de Siria en Ramot de Galaad. Los vencerás, porque el SEÑOR te dará la victoria.

12 Entretanto, un oficial fue a buscar a Micaías y le dijo:

—Todos los profetas sin excepción están diciendo que el rey va a tener éxito. Así que te conviene acomodar tu mensaje al de ellos.

13 Pero Micaías contestó:

—Nada de eso. Te aseguro por el poder del SEÑOR que yo le diré al rey lo que mi Dios me diga.

14 Entonces Micaías se presentó ante el rey Acab. El rey le dijo:

—Micaías, ¿debemos el rey Josafat y yo juntar fuerzas para luchar contra el ejército de Siria en Ramot de Galaad o debo esperar otro momento?

Micaías le contestó:

—¡Ataca ahora, porque se te permitirá vencerlos!

15 Pero Acab dijo:

—¿Cuántas veces tengo que decirte que estás bajo juramento y que digas sólo lo que el SEÑOR te dice?

16 Así que Micaías contestó:

—Esto es lo que va a suceder: el ejército de Israel será dispersado por las colinas como ovejas sin pastor. El SEÑOR dice: “Estos no tienen líderes; que se devuelvan a casa y no hagan la guerra”.

17 Entonces Acab le dijo a Josafat:

—¿Ves? ¿No es como te dije? Este profeta no me dice nada bueno, sino que siempre me dice lo que no quiero escuchar.

18 Pero Micaías dijo:

—Escucha este mensaje que el SEÑOR tiene para ti: Vi al SEÑOR sentado en su trono en el cielo. Todo el ejército del cielo estaba presente con él a su derecha y a su izquierda. 19 El SEÑOR les dijo: “¿Quién engañará a Acab, rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y muera ahí?” Los ángeles no estaban de acuerdo en cuanto a qué hacer. 20 Entonces salió un espíritu y se puso delante del SEÑOR y le dijo: “¡Yo lo engañaré!” El SEÑOR contestó: “¿Cómo engañarás al rey Acab?” 21 El ángel dijo: “Confundiré a todos los profetas de Acab. Les diré mentiras a los profetas para que engañen al rey Acab. Sus profecías serán mentiras”. Así que el SEÑOR dijo: “¡De acuerdo! Ve y hazlo, que tendrás éxito en engañar al rey Acab”.

22 Micaías dijo:

—Efectivamente, es lo que ha ocurrido. El SEÑOR ha inspirado a tus profetas para que te engañen. El SEÑOR decidió que todo te saldrá mal.

23 Entonces el profeta Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le dio una bofetada. Sedequías le dijo:

—¿De veras crees que el Espíritu del SEÑOR me ha dejado y ahora habla por ti?

24 Micaías contestó:

—Mira, pronto verás el día en que tratarás de escapar yendo de cuarto en cuarto.

25 Entonces el rey Acab le ordenó a uno de sus oficiales que arrestara a Micaías. El rey Acab le dijo:

—Agárrenlo y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joás. 26 Diles que el rey ordena que lo pongan en prisión y que sólo le den un poco de pan y agua. Manténganlo ahí hasta que yo vuelva de la batalla.

27 Micaías dijo en voz alta:

—¡Escúchenme todos! Si el rey Acab regresa sano y salvo de esta batalla, el SEÑOR no ha hablado por mí.

28 Entonces el rey Acab y el rey Josafat fueron a pelear en contra del ejército de Siria en Ramot de Galaad. 29 Acab le dijo a Josafat:

—Preparémonos para la batalla. Me disfrazaré para ocultar que soy el rey. Pero tú vístete de las vestimentas reales.

Así que el rey de Israel empezó la batalla vestido como cualquiera que no es rey.

30 El rey de Siria tenía comandantes de carros de combate y les dijo que nadie tenía tanta importancia para él como el rey de Israel. Por eso les ordenó buscar al rey de Israel y matarlo sin preocuparse por el resto del enemigo. 31 Así que durante la batalla, los comandantes de carruaje se fijaron en el rey Josafat, pensando que él era el rey de Israel. Cambiaron el rumbo para atacarlo cuando Josafat comenzó a gritar, y el SEÑOR lo ayudó. Dios hizo que se apartaran de él; 32 al ver que no era el rey Acab, dejaron de perseguirlo. 33 Sin embargo un soldado tiró una flecha al aire, sin apuntar a nada en particular, la flecha entró por un pequeño espacio entre la malla y la armadura de Acab, el rey de Israel. Entonces Acab le dijo al conductor del carro: «¡Me hirió una flecha! Sal del área y retirémonos de la batalla».

34 Los ejércitos continuaron en batalla y el rey Acab se quedó en su carro. Se apoyó en el carro mirando el ejército de Siria hasta caer la tarde, y murió al ponerse el sol.

19 Josafat, rey de Judá, volvió a su casa en Jerusalén sano y salvo, pero el vidente Jehú hijo de Jananí le dijo al rey Josafat: «¿Por qué ayudas al perverso y haces amistad con los enemigos del SEÑOR? Debido a eso el SEÑOR está enojado contigo. Sin embargo, tienes a tu favor que quitaste los postes de Aserá del país y tomaste la decisión de seguir a Dios de todo corazón».

Josafat nombra jueces

Aunque Josafat vivía en Jerusalén, salía a visitar a su pueblo, desde Berseba hasta la región montañosa de Efraín, para hacerlos volver al SEÑOR, Dios de sus antepasados. Josafat entonces estableció jueces en cada una de las ciudades fortificadas de Judá. Él les dijo a los jueces: «Fíjense en lo que hacen. No están ejerciendo su cargo en nombre de seres humanos, sino en nombre del SEÑOR, quien estará con ustedes cuando dicten sentencia. Así que tengan respeto al SEÑOR y obren con mucho cuidado, porque el SEÑOR nuestro Dios no permite injusticias, favoritismos ni sobornos».

En honor al SEÑOR, Josafat también estableció en Jerusalén una administración de justicia que trataba disputas. Estaba formada por miembros del grupo de los levitas, los sacerdotes y los jefes familiares. Entonces volvieron a Jerusalén. Josafat les dio esta orden: «Actúen con el debido respeto al SEÑOR, con fidelidad y con integridad. 10 Cuando la gente de sus ciudades les traiga casos en los que deben decidir si una muerte fue producto de un crimen o no, casos en cuanto a la ley, los mandamientos, los estatutos o decretos, ustedes tienen que advertirles que no pequen contra el SEÑOR para que Dios no se enoje con ustedes y con ellos. Si actúan así, no tendrán culpa.

11 »El sumo sacerdote Amarías los presidirá en todo asunto que tenga que ver con el SEÑOR. Zebadías hijo de Ismael se encargará de todos los asuntos del rey en Judá, y los levitas les ayudarán a ustedes como escribas. Tengan cuidado en todo lo que hagan y que el SEÑOR esté con el que haga lo correcto».

Guerras de Josafat

20 Después, los moabitas, los amonitas y los meunitas[b] le declararon la guerra a Josafat. Esto se le informó a Josafat: «Viene un gran ejército contra ti desde Edom, desde el otro lado del mar Muerto y ya está en Jazezón Tamar, es decir en Engadi». Josafat se llenó de temor y buscó la ayuda del SEÑOR, así que proclamó ayuno en todo Judá. Los de Judá se reunieron para pedir ayuda al SEÑOR. También de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir ayuda al SEÑOR. Josafat se puso de pie frente al atrio nuevo del templo del SEÑOR, ante la asamblea de Judá y Jerusalén, y les dijo:

«SEÑOR, Dios de nuestros antepasados, ¿acaso no eres tú el Dios de los cielos y dominas a todas las naciones? ¿Acaso no está en tus manos el poder y la fuerza que no hay quien te pueda hacer frente? Tú fuiste quien expulsó a los habitantes de esta tierra para dársela a los descendientes de tu amigo Abraham. Ellos la habitaron e hicieron un templo en tu honor, diciendo: “Si nos viene algún mal, espada, juicio, epidemia o hambre, nos presentaremos delante de este templo y delante de ti, porque en este templo se da honra a tu nombre; clamaremos a ti y tú nos escucharás y nos salvarás”.

10 »Pues aquí están los amonitas, los moabitas y los del monte Seír. No dejaste que nosotros los atacáramos cuando salimos de Egipto, los dejamos tranquilos y no los destruimos. 11 Ahora ellos en pago nos atacan para expulsarnos de la tierra que tú nos diste en posesión. 12 Dios nuestro, ¿acaso no vas a castigarlos? Es que no tenemos fuerza para enfrentar a semejante ejército que se nos viene encima. No sabemos qué hacer y por eso nuestros ojos están fijos en ti».

13 Todos los hombres de Judá estaban de pie ante el SEÑOR, junto con sus niños, sus mujeres y sus hijos. 14 En plena asamblea vino el espíritu del SEÑOR sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías, el levita de los hijos de Asaf. 15 Él dijo: «Presten atención ustedes, todo Israel y habitantes de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Así dice el SEÑOR: “No tengan miedo y no pierdan la esperanza ante este gran ejército, porque esta guerra no es de ustedes, sino de Dios. 16 Bajen contra ellos mañana. Ellos vendrán subiendo por la cuesta de Sis y ustedes los encontrarán al final del valle, frente al desierto de Jeruel. 17 Ustedes no tendrán que luchar en esta batalla, quédense quietos en sus puestos y verán cómo el SEÑOR los salvará. Habitantes de Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden. Salgan mañana a hacerles frente, que yo, el SEÑOR, estaré con ustedes”».

18 Josafat, todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron rostro en tierra ante el SEÑOR y adoraron al SEÑOR. 19 Los levitas descendientes de Coat y de Coré se levantaron para alabar en voz muy alta al SEÑOR, Dios de Israel.

20 Se levantaron al día siguiente bien temprano y salieron al desierto de Tecoa. Mientras salían Josafat dijo: «Escúchenme, habitantes de Judá y Jerusalén, confíen en el SEÑOR su Dios y serán salvos; confíen en sus profetas y tendrán éxito».

21 Después de consultar con el pueblo, Josafat colocó al frente del ejército algunos cantores para cantar al SEÑOR y alabarlo, porque él es santo y grandioso. Cantaban la canción:

«Den gracias al SEÑOR,
    porque su fiel amor es eterno».

22 En el momento en que comenzaron a cantar y a alabar a Dios, el SEÑOR emboscó a los amonitas, a los moabitas, a los del monte de Seír que venían contra Judá, y los derrotó. 23 Los amonitas y los moabitas comenzaron a atacar a los del monte de Seír y acabaron con ellos. Después de que mataron a los del monte de Seír, se atacaron y mataron entre ellos. 24 Cuando los de Judá fueron al lugar de observación donde se ve el desierto para ver la ubicación del ejército enemigo, sólo vieron los cadáveres tendidos en el suelo. No hubo ni un solo sobreviviente. 25 Entonces Josafat y el ejército de Judá fueron a llevarse el botín y encontraron entre los cadáveres mucho ganado, riquezas, ropa y joyas muy valiosas, más de lo que se podían llevar. Gastaron tres días recogiendo el botín porque era muy grande. 26 El cuarto día se reunieron en el valle de Beracá y allí agradecieron al SEÑOR. Por eso llaman a ese lugar el valle de Beracá[c] hasta el día de hoy.

27 Josafat volvió a Jerusalén a la cabeza de todos los hombres de Judá. Todos iban muy contentos porque el SEÑOR los había llenado de alegría al haber derrotado a sus enemigos. 28 Entraron a Jerusalén con la música de arpas, de liras y de trompetas, y se dirigieron al templo del SEÑOR.

29 El terror de Dios se apoderó de todos los países vecinos cuando se enteraron que el SEÑOR había luchado contra los enemigos de Israel. 30 Por eso el reinado de Josafat tuvo tranquilidad y Dios le dio paz en todas las fronteras.

Fin del reinado de Josafat

(1 R 22:41-50)

31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando llegó al poder y reinó en Jerusalén 25 años. Su mamá se llamaba Azuba hija de Siljí. 32 Josafat fue bueno como lo fue su papá e hizo todo lo que el SEÑOR consideraba correcto. 33 Lo único que no hizo fue prohibir los santuarios sobre las colinas porque otra vez el pueblo no fue completamente fiel al Dios de sus antepasados. 34 El resto de los hechos de Josafat, de principio a fin, está escrito en La historia de Jehú hijo de Jananí que están incluidas en El libro de los reyes de Israel.

35 Después de estas cosas, Josafat rey de Judá se asoció con Ocozías, rey de Israel, un hombre perverso, 36 para hacer una flotilla de barcos que iría a Tarsis. Los barcos los hicieron en Ezión Guéber. 37 Entonces Eliezer hijo de Dodías profetizó así contra Josafat mientras estaba en Maresá: «Debido a que te has asociado con Ocozías, el SEÑOR destruirá lo que estás haciendo». Y así sucedió, los barcos se hicieron pedazos y no pudieron ir a Tarsis.

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