Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Cántico de los peregrinos. Salmo de David.
122 Me alegré mucho cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor». 2 Hemos llegado, Jerusalén. ¡Ya estamos dentro de tus muros! 3 Jerusalén, ciudad que estás bien edificada, bien unida entre sí. 4 Todo el pueblo de Israel, el pueblo del Señor, sube aquí. Vienen para alabar el nombre del Señor como la ley lo ordena. 5 Aquí están los tronos de justicia, los tronos de la dinastía de David.
6 Pidamos por la paz de Jerusalén: «Que vivan en paz los que te aman. 7 Que reine la paz dentro de tus muros y la prosperidad en tus palacios». 8 Por causa de mi familia y amigos, yo diré: «Deseo que tengas paz». 9 Por la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bienestar.
Humillación y muerte de Amán
7 El rey y Amán llegaron al banquete que Ester les preparó. 2 Nuevamente, mientras bebían vino, el rey le preguntó a la reina Ester:
―¿Cuál es tu petición, reina Ester? ¿Qué es lo que deseas? Cualquier cosa que sea. ¡Te daré hasta la mitad de mi reino!
3 La reina Ester le contestó:
―Si de verdad me he ganado el favor de Su Majestad, y si lo desea, le ruego que salve mi vida y la vida de mi pueblo. 4 Porque mi pueblo y yo hemos sido vendidos a quienes quieren destruirnos. ¡Estamos condenados a la destrucción total! Si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo no me quejaría delante de Su Majestad, pues eso no sería motivo para inquietarlo.
5 ―¿De qué estás hablando? —le preguntó el rey Asuero—. ¿Quién se atrevería a hacerte daño?
6 Ester replicó:
―¡Nuestro enemigo y adversario es este malvado Amán!
Entonces Amán se perturbó delante del rey y de la reina. 7 El rey se levantó y salió del banquete al jardín del palacio. Pero Amán se quedó suplicándole a la reina Ester que le salvara la vida, porque sabía que ya no contaba con la ayuda del rey. 8 Cuando el rey regresó del jardín y entró a la sala, vio que Amán estaba inclinado sobre el sofá donde se hallaba recostada Ester. Entonces, al ver esto, el rey gritó:
―¡Y es que te vas a atrever a violar a la reina aquí mismo en el palacio, delante de mis propios ojos!
Al oír el grito del rey, sus guardias entraron y le cubrieron el rostro a Amán con el velo de los condenados a muerte. 9 Entonces Jarboná, otro de los hombres de confianza del rey, dijo:
―Su Majestad, Amán ordenó construir, en el patio de su casa, una horca de veintidós metros y medio de alto para colgar a Mardoqueo, el hombre que salvó al rey de ser asesinado.
―¡Cuelguen a Amán en ella! —ordenó el rey.
10 Así que colgaron a Amán en la misma horca que había preparado para Mardoqueo, y así se apaciguó la ira del rey.
Alguien semejante al Hijo del hombre
9-10 Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en el sufrimiento, en el reino y en la fortaleza que nos da Jesucristo, un día del Señor estaba en la isla de Patmos, a donde me habían desterrado por predicar la palabra de Dios y contar lo que sé de Jesucristo. Entonces quedé bajo el poder del Espíritu y escuché detrás de mí una voz que, estridente como toque de trompeta, 11 me dijo:
«Escribe en un libro todo lo que veas, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia:[a] Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea».
12 Cuando me volví para mirar al que me hablaba, vi siete candeleros de oro. 13 En medio de los candeleros estaba un personaje muy parecido al Hijo del hombre, vestido de un manto que le llegaba hasta los pies, y ceñido al pecho con una banda de oro.
14 Tenía el pelo blanco como la lana o la nieve, y los ojos penetrantes como llamas de fuego. 15 Sus pies parecían como bronce al rojo vivo en un horno, y su voz retumbaba tan fuerte como una catarata. 16 En la mano derecha sostenía siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos. El rostro le brillaba con el resplandor del sol cuando brilla con toda su fuerza.
17 Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero puso la mano derecha sobre mí y me dijo: «¡No temas! Soy el primero y el último, 18 el que vive aunque estuvo muerto; pero ahora vivo para siempre y tengo las llaves del infierno y de la muerte.
19 »Escribe lo que viste, lo que está sucediendo y lo que sucederá después. 20 El significado de las siete estrellas que tengo en la mano derecha, y de los siete candeleros de oro, es el siguiente: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias.
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