Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
El Señor cuida de mí
Canción de David.
1 El SEÑOR es mi luz y mi salvación.
¿A quién podría yo temerle?
El SEÑOR es la fortaleza de mi vida,
así que no le temo a nadie.
2 Aunque los perversos me ataquen
y traten de destruirme,
aunque mis enemigos me ataquen,
serán ellos los que tropiecen y caigan.
3 No tendré miedo aunque todo un ejército me rodee.
Confiaré en Dios aunque me declaren la guerra.
4 Sólo una cosa le pido al SEÑOR;
esto es lo que más quiero:
habitar en la casa del SEÑOR
por el resto de mi vida.
Así podré disfrutar del placer de estar junto al SEÑOR
y visitarlo en su templo.
5 Cuando esté en peligro,
él me protegerá en su casa.
Él me esconderá bajo su techo,
me llevará a un lugar seguro.
6 El SEÑOR me ayudará a derrotar
a los enemigos que me rodean.
Así con alegría podré ofrecerle sacrificios en su templo
y cantar en su honor.
27 Mientras Saúl caminaba con su siervo y con Samuel cerca de los límites del pueblo, Samuel le dijo:
—Dile a tu siervo que se adelante porque tengo que darte un mensaje de parte de Dios.
Samuel consagra a Saúl
10 Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo:
—El SEÑOR te ha elegido[a] para ser jefe de su pueblo. Tú serás el líder del pueblo de Dios y lo salvarás de los enemigos que están a su alrededor. Aquí está la señal que lo comprobará[b]: 2 Después de que te vayas, encontrarás a dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en Selsa, en el territorio de Benjamín. Ellos te dirán: “Alguien encontró los asnos que buscabas y ahora tu papá está preocupado por ti y se pregunta cómo hacer para encontrarte”.
3 »De allí seguirás a Tabor, hasta donde está el roble y allí te encontrarás con tres hombres que van camino a Betel para adorar a Dios, llevando sus ofrendas para el santuario. Uno de ellos llevará tres cabritos; otro, tres panes; y otro, una bota de vino. 4 Los tres hombres te saludarán y te ofrecerán dos ofrendas de pan para consagrar,[c] y tú los aceptarás. 5 Luego irás a Guibeá de Dios, donde se encuentra un fortín filisteo. Cuando llegues, saldrá a recibirte un grupo de profetas del lugar de adoración[d]. Vendrán profetizando, tocando arpas, panderetas, flautas y liras. 6 Entonces el Espíritu del SEÑOR vendrá sobre ti con gran poder y ocurrirá un cambio en ti. Serás una persona diferente y empezarás a profetizar como ellos. 7 Después, podrás hacer lo que te parezca mejor porque Dios estará contigo. 8 Ve a Guilgal antes que yo. Allí me reuniré contigo para presentar sacrificios que deben quemarse completamente y ofrendas para festejar. Pero espera allá siete días a que vaya y te diga qué hacer.
Los otros apóstoles aceptan a Pablo
2 Catorce años después regresé a Jerusalén, pero esta vez fui con Bernabé, y también llevé a Tito. 2 Fui a Jerusalén porque Dios me mostró que debía volver. Allí, tuve una reunión en privado con los líderes de la iglesia. Les expliqué el mensaje de salvación que anuncio a los que no son judíos. Quería asegurarme de que el trabajo que ya había hecho y que estaba haciendo no era trabajo perdido. 3 Pero Tito estaba conmigo, y aunque él es griego, no fue obligado a circuncidarse. 4 Era necesario hablar de estos problemas porque se habían infiltrado algunos falsos hermanos para espiar la libertad que tenemos en Jesucristo y hacernos esclavos de la ley. 5 Pero no nos pusimos bajo la autoridad de nadie en ningún momento, pues queríamos que la verdad que caracteriza las buenas noticias permaneciera a favor de ustedes.
6 Los líderes que parecían más importantes no me pidieron cambiar en nada el mensaje que yo enseño. Aunque a mí me da igual si ellos son importantes o no, porque ante Dios todos los seres humanos son iguales. 7 En cambio, sí se dieron cuenta de que Dios me había dado una misión especial; así como la misión de Pedro es anunciar la buena noticia de salvación entre los judíos, la mía es anunciar la buena noticia entre los que no son judíos. 8 Dios le dio a Pedro el poder de hacer su trabajo de apóstol con los judíos; también Dios me dio a mí el poder de hacer mi trabajo de apóstol con los que no son judíos. 9 Santiago, Pedro y Juan, que parecían ser los líderes allí, reconocieron que Dios me había dado ese privilegio. Así que, como señal de compañerismo, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé. Santiago, Pedro y Juan dijeron: «Pablo y Bernabé, ustedes trabajen con los que no son judíos y nosotros trabajaremos con los judíos». 10 Ellos nos hicieron sólo una petición: que siempre ayudáramos a los pobres, que es precisamente lo que yo he estado haciendo con dedicación.
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