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Revised Common Lectionary (Semicontinuous)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with sequential stories told across multiple weeks.
Duration: 1245 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Salmos 118:1-2

118 Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. Que diga el pueblo de Israel: «Su gran amor perdura para siempre».

Salmos 118:19-29

19 Ábranme las puertas de la justicia para que entre yo a dar gracias al Señor. 20 Esas puertas llevan a la presencia del Señor, y por ellas entran los justos. 21 Oh Señor, gracias por contestar mi oración y salvarme.

22 La piedra que los constructores rechazaron se ha convertido en piedra angular. 23 ¡Esto es obra del Señor, y nos deja maravillados! 24 Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos y alegrémonos. 25 Señor, sálvanos. Señor, concédenos la victoria. 26 Bendito el que viene en el nombre del Señor. Te bendecimos desde la casa del Señor.

27 El Señor es Dios y nos ilumina. Traigan al frente el sacrificio y déjenlo en el altar. 28 Tú eres mi Dios, y te alabaré. Tú eres mi Dios, y te exaltaré. 29 ¡Den gracias al Señor, porque él es bueno! Su gran amor permanece para siempre.

Lucas 19:28-40

La entrada triunfal

28 Al terminar de decir esto, siguió su camino hacia Jerusalén. 29 Cuando estuvo cerca de Betfagué y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos y les dijo: 30 «Vayan a la aldea que está enfrente. Cuando entren, van a encontrar un burrito atado en el que nadie antes se ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 31 Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: “El Señor lo necesita”».

32 Ellos fueron y lo encontraron tal como él les había dicho. 33 Al estar ellos desatando al burrito, los dueños les preguntaron:

―¿Por qué lo desatan?

34 Ellos contestaron:

―El Señor lo necesita.

35 Después, llevaron al burrito a donde estaba Jesús; pusieron sobre el animal sus mantos y ayudaron a Jesús a montarse. 36 Conforme iba avanzando, la gente extendía sus mantos sobre el camino. 37 Cuando ya estaban cerca de la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores se llenaron de alegría y comenzaron a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. Y gritaban:

38 ―¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!

―¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

39 Algunos de los fariseos que estaban entre la gente le dijeron a Jesús:

―¡Maestro, reprende a tus discípulos!

40 Él les respondió:

―Les aseguro que si ellos se callan, las piedras gritarán.

Isaías 50:4-9

El Señor Dios me ha dado sus palabras de sabiduría para que yo sepa qué debo decirles a todos estos fatigados. Cada mañana me despierta y abre mi entendimiento a su voluntad. El Señor Dios me ha hablado y yo escuché; no me rebelo ni me aparto. Entrego mi espalda al látigo y mis mejillas a quienes me mezan la barba. No rehúso la vergüenza. En la cara me escupen.

Ya que el Señor Dios me ayuda, no me desanimaré. Esa es la razón por la que me mantengo firme como roca, y sé que venceré. Cerca está el que me hace justicia. ¿Quién se atreverá ahora a luchar contra mí? ¿Dónde están mis enemigos? ¡Que se presenten! ¡Miren! ¡El Señor, Dios mismo se ha puesto de parte mía! ¿Quién me declarará culpable? Todos mis enemigos serán destruidos como harapos, consumidos por la polilla.

Salmos 31:9-16

¡Señor, apiádate de mí en mi angustia! Tengo los ojos enrojecidos de llorar; el dolor ha quebrantado mi salud. 10 Me va consumiendo la pena; mis años se han acortado, agotados por la tristeza. Mi desgracia ha acabado con mi fuerza. Me estoy acabando por dentro. 11 Todos mis enemigos se burlan, mis vecinos me desprecian y mis amigos tienen miedo de acercárseme. Temen toparse conmigo; vuelven la vista cuando yo paso. 12 Me han echado al olvido como a un muerto, como a vasija rota y desechada. 13 Son muchos los rumores que he oído acerca de mí, y estoy rodeado de terror. Se han confabulado contra mí mis enemigos, porque traman quitarme la vida.

14 Pero yo confío en ti, Señor y digo: Tú eres mi Dios. 15 En tus manos está mi vida entera. Rescátame de quienes me persiguen implacables. 16 Que tu gracia brille sobre tu siervo; ¡sálvame tan sólo por tu misericordia!

Filipenses 2:5-11

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús: aunque él era igual a Dios, no consideró esa igualdad como algo a qué aferrarse. Al contrario, por su propia voluntad se rebajó, tomó la naturaleza de esclavo y de esa manera se hizo semejante a los seres humanos. Al hacerse hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte en la cruz!

Por eso, Dios lo engrandeció al máximo y le dio un nombre que está por encima de todos los nombres, 10 para que ante el nombre de Jesús todos se arrodillen, tanto en el cielo como en la tierra y debajo de la tierra, 11 y para que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para que le den la gloria a Dios Padre.

Lucas 22:14-23:56

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa.

15 Él les dijo:

―Había deseado muchísimo comer esta Pascua con ustedes, antes que sufra. 16 Pues les aseguro que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios.

17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:

―Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Pues yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 Entonces tomó el pan, dio gracias por él, lo partió, se lo dio a ellos y les dijo:

―Este pan es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto para que se acuerden de mí.

20 Después de la cena, tomó la copa y dijo:

―Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que es derramada por todos ustedes. 21 Pero la mano del que va a traicionarme, está aquí con la mía, sobre la mesa. 22 Es verdad que el Hijo del hombre irá por el camino que le está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría tal cosa. 24 Y empezaron a discutir sobre cuál de ellos sería el más importante. 25 Jesús les dijo:

―Los reyes de las naciones son unos tiranos con sus súbditos. Y aun así, ellos dicen de sí mismos que le hacen bien a la gente. 26 Pero entre ustedes no debe ser así. El más importante debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es más importante?, ¿el que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve. 28 Ustedes han estado siempre a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso, yo mismo les doy un reino como mi Padre me lo ha dado a mí. 30 En mi reino van a comer y a beber en mi mesa y se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 »Simón, Simón, date cuenta de que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo; 32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falle. Y cuando eso pase y tú te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos».

33 Pedro respondió:

―Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y aun a la muerte.

34 Él le dijo:

―Pedro, pues te digo que hoy mismo, antes de que el gallo cante, tres veces dirás que no me conoces.

35 Luego, Jesús les dijo a todos:

―Cuando los envié sin dinero ni bolsa ni sandalias, ¿les hizo falta algo?

Respondieron:

―Nada.

36 ―Pero ahora les digo: El que tenga dinero, que lo lleve, y también el que tenga una bolsa, que la lleve. El que no tenga espada, que venda su manto y se compre una. 37 Les digo que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: “A él lo contaron como otro malvado más”. Y eso que se ha escrito de mí, se cumplirá.

38 Los discípulos le dijeron:

―Señor, mira, aquí hay dos espadas.

Y él les contestó:

―¡Basta!

Jesús ora en el monte de los Olivos

39 Jesús salió de la ciudad acompañado por sus discípulos y se dirigió al monte de los Olivos, como era su costumbre. 40 Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación».

41 Entonces se alejó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y se puso a orar: 42 «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

43 En ese momento, un ángel del cielo se le apareció para darle fortaleza. 44 Estaba tan angustiado, que se puso a orar con más intensidad, y su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre. 45 Cuando terminó de orar, volvió adonde estaban los discípulos y los encontró dormidos, estaban agotados por la tristeza.

46 Les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para que no caigan en tentación».

Arresto de Jesús

47 Mientras Jesús decía esto, llegó mucha gente y al frente de ellos iba Judas, que era uno de los doce. Este se acercó para besar a Jesús.

48 Pero Jesús le preguntó:

―Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Los discípulos, al ver lo que pasaba, le dijeron:

―Señor, ¿atacamos con la espada?

50 Y uno de ellos le cortó la oreja derecha al sirviente del jefe de los sacerdotes.

51 Jesús les ordenó:

―¡Basta ya, déjenlos!

Entonces tocó la oreja del hombre y lo sanó.

52 Luego les dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos que habían venido a llevárselo: —¿Por qué vienen contra mí con espadas y palos como si yo fuera un bandido? 53 Yo estaba con ustedes en el templo todos los días, y sin embargo, no se atrevieron a arrestarme. Pero esta es ya la hora de ustedes, hora en que reinan las tinieblas.

Pedro niega a Jesús

54 Entonces arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa del jefe de los sacerdotes. Pedro los seguía de lejos. 55 Allí, en medio del patio, encendieron una fogata y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos. 56 Una sirvienta, al verlo sentado junto al fuego, se le quedó mirando y dijo:

―¡Este estaba con él!

57 Pero él lo negó, diciendo:

―Mujer, yo no lo conozco.

58 Poco después alguien lo vio también y dijo:

―Tú también eres uno de ellos.

Pedro contestó:

―¡No, hombre, no lo soy!

59 Como una hora después, otro insistió diciendo:

―Seguro que este estaba con él, pues es de Galilea.

60 Pedro respondió:

―¡Hombre, no sé de qué hablas!

Y mientras aun estaba hablando, el gallo cantó.

61 El Señor se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante tres veces, dirás que no me conoces». 62 Y Pedro salió de allí a llorar amargamente.

Los soldados se burlan de Jesús

63 Los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Le vendaron los ojos y luego le decían:

―¡Adivina quién te pegó!

65 Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas.

Jesús ante Pilato y Herodes

66 Cuando amaneció, se reunieron los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley y llevaron a Jesús ante el Consejo. Entonces le preguntaron:

67 ―Dinos, ¿eres tú el Cristo?

Jesús les contestó:

―Si les dijera que sí, ustedes no me lo creerían. 68 Y si les hiciera preguntas, no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.

70 Todos le preguntaron:

―Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios?

Él les contestó:

―Ustedes mismos lo han dicho.

71 Entonces ellos dijeron:

―¿Qué más testigos necesitamos? Ya lo oímos de sus propios labios.

23 En ese momento, toda la asamblea se levantó y lo llevaron ante Pilato.

Comenzaron a acusarlo, diciendo:

―Encontramos a este hombre alborotando a nuestra nación. Está en contra de que se paguen impuestos al emperador y asegura que él es el Cristo, el rey.

Pilato le preguntó a Jesús:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

Él respondió:

―Tú mismo lo dices.

Entonces Pilato le dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:

―No encuentro nada que haga culpable a este hombre.

Pero ellos seguían insistiendo:

―Con sus enseñanzas alborota al pueblo por toda Judea. Comenzó en Galilea y ya llegó hasta aquí.

Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era de Galilea.

Al enterarse de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo mandó a él, pues en aquellos días también Herodes estaba en Jerusalén.

Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque ya hacía tiempo que quería verlo. Había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas pero Jesús no le contestó nada. 10 También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley y lo acusaban con insistencia. 11 Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio y, para burlarse de él, le pusieron un manto lujoso. Después lo mandaron de vuelta a Pilato. 12 Herodes y Pilato antes no se llevaban bien, pero desde ese mismo día se hicieron amigos.

13 Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 y les dijo:

―Ustedes me trajeron a este hombre acusado de incitar al pueblo a la rebelión. Pero ya lo he interrogado delante de ustedes y no lo encuentro culpable de lo que ustedes lo acusan. 15 Herodes tampoco lo encontró culpable, y por eso nos lo devolvió. Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Por lo tanto, ordenaré que lo azoten y después lo dejaré libre. 17 Ahora bien, durante la fiesta tenía la obligación de soltarles un preso. 18 Pero todos gritaban a una voz:

―¡Llévate a ese! ¡Deja libre a Barrabás!

19 Barrabás estaba preso por una rebelión ocurrida en la ciudad y por haber matado a alguien. 20 Pilato quería dejar libre a Jesús y por eso habló con el pueblo otra vez. 21 Pero la gente gritaba:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Entonces él les dijo por tercera vez:

―Pero, ¿qué delito ha cometido este hombre? No lo encuentro culpable de nada que merezca la pena de muerte. Voy a ordenar que lo azoten y después lo dejaré libre.

23 Pero ellos siguieron insistiendo a gritos que lo crucificara, y por fin lo consiguieron. 24 Pilato les concedió lo que pedían. 25 Ordenó que dejaran libre al hombre que estaba preso por rebelde y asesino, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.

La crucifixión

26 Cuando se lo llevaban, obligaron a un hombre de Cirene, llamado Simón, a que fuera detrás de Jesús cargando la cruz. Este hombre volvía en ese momento del campo. 27 Mucha gente del pueblo y muchas mujeres lo seguían. Ellas lloraban por él y se golpeaban el pecho. 28 Jesús se volvió hacía ellas y les dijo:

―Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Porque se acerca el día en que dirán: “¡Dichosas las mujeres estériles, que nunca dieron a luz ni tuvieron que amamantar hijos!”. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Cúbrannos!”, 31 pues si cuando el árbol está verde hacen esto, ¿qué no harán cuando esté seco?

32 Llevaban también con él, para matarlos, a otros dos que eran criminales. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron. También a los criminales, uno a la derecha de él y otro a su izquierda.

34 Jesús dijo:

―Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Mientras, echaban suertes para ver quién se quedaba con la ropa de Jesús. 35 La gente se quedó allí para mirar; y por su parte, los gobernantes se burlaban de él. Decían:

―Si es el Cristo de Dios, el Escogido, que se salve a sí mismo como salvó a otros.

36 Los soldados también se burlaban de él. Se acercaron para ofrecerle vinagre, 37 y le dijeron:

—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Sobre él había un letrero que decía: «este es el rey de los judíos».

39 Uno de los criminales que estaban allí colgados también empezó a insultarlo:

―¿Acaso, no eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros también!

40 Pero el otro criminal lo reprendió:

―¿Ni siquiera tienes temor de Dios aunque estés sufriendo el mismo castigo?

41 Nosotros merecemos este castigo y sufrimos a causa de nuestros delitos; pero este no ha hecho nada malo.

42 Luego le dijo:

―Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Jesús le contestó:

―Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús

44 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó a oscuras, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del templo se partió en dos. 46 Entonces Jesús gritó con fuerza:

―¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y después de decir esto, murió.

47 El capitán romano, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:

―En verdad, este hombre era justo.

48 Los que estaban allí reunidos para presenciar ese espectáculo, al ver lo que pasaba, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.

Sepultura de Jesús

50 Había un hombre llamado José que era bueno y justo. Era miembro del Consejo, 51 pero no había estado de acuerdo con la decisión y la conducta de los demás. Procedía del pueblo de Arimatea, en la región de Judea, y esperaba el reino de Dios. 52 Este fue ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en una roca. Ese sepulcro nunca antes lo habían usado.

54 Era el día en que se preparaban para el descanso del sábado, que ya estaba a punto de comenzar. 55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José hasta el sepulcro y vieron cómo colocaba el cuerpo. 56 Luego regresaron a su casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Después descansaron el sábado, como lo manda la ley.

Lucas 23:1-49

23 En ese momento, toda la asamblea se levantó y lo llevaron ante Pilato.

Comenzaron a acusarlo, diciendo:

―Encontramos a este hombre alborotando a nuestra nación. Está en contra de que se paguen impuestos al emperador y asegura que él es el Cristo, el rey.

Pilato le preguntó a Jesús:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

Él respondió:

―Tú mismo lo dices.

Entonces Pilato le dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:

―No encuentro nada que haga culpable a este hombre.

Pero ellos seguían insistiendo:

―Con sus enseñanzas alborota al pueblo por toda Judea. Comenzó en Galilea y ya llegó hasta aquí.

Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era de Galilea.

Al enterarse de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo mandó a él, pues en aquellos días también Herodes estaba en Jerusalén.

Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque ya hacía tiempo que quería verlo. Había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas pero Jesús no le contestó nada. 10 También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley y lo acusaban con insistencia. 11 Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio y, para burlarse de él, le pusieron un manto lujoso. Después lo mandaron de vuelta a Pilato. 12 Herodes y Pilato antes no se llevaban bien, pero desde ese mismo día se hicieron amigos.

13 Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 y les dijo:

―Ustedes me trajeron a este hombre acusado de incitar al pueblo a la rebelión. Pero ya lo he interrogado delante de ustedes y no lo encuentro culpable de lo que ustedes lo acusan. 15 Herodes tampoco lo encontró culpable, y por eso nos lo devolvió. Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Por lo tanto, ordenaré que lo azoten y después lo dejaré libre. 17 Ahora bien, durante la fiesta tenía la obligación de soltarles un preso. 18 Pero todos gritaban a una voz:

―¡Llévate a ese! ¡Deja libre a Barrabás!

19 Barrabás estaba preso por una rebelión ocurrida en la ciudad y por haber matado a alguien. 20 Pilato quería dejar libre a Jesús y por eso habló con el pueblo otra vez. 21 Pero la gente gritaba:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Entonces él les dijo por tercera vez:

―Pero, ¿qué delito ha cometido este hombre? No lo encuentro culpable de nada que merezca la pena de muerte. Voy a ordenar que lo azoten y después lo dejaré libre.

23 Pero ellos siguieron insistiendo a gritos que lo crucificara, y por fin lo consiguieron. 24 Pilato les concedió lo que pedían. 25 Ordenó que dejaran libre al hombre que estaba preso por rebelde y asesino, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.

La crucifixión

26 Cuando se lo llevaban, obligaron a un hombre de Cirene, llamado Simón, a que fuera detrás de Jesús cargando la cruz. Este hombre volvía en ese momento del campo. 27 Mucha gente del pueblo y muchas mujeres lo seguían. Ellas lloraban por él y se golpeaban el pecho. 28 Jesús se volvió hacía ellas y les dijo:

―Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Porque se acerca el día en que dirán: “¡Dichosas las mujeres estériles, que nunca dieron a luz ni tuvieron que amamantar hijos!”. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Cúbrannos!”, 31 pues si cuando el árbol está verde hacen esto, ¿qué no harán cuando esté seco?

32 Llevaban también con él, para matarlos, a otros dos que eran criminales. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron. También a los criminales, uno a la derecha de él y otro a su izquierda.

34 Jesús dijo:

―Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Mientras, echaban suertes para ver quién se quedaba con la ropa de Jesús. 35 La gente se quedó allí para mirar; y por su parte, los gobernantes se burlaban de él. Decían:

―Si es el Cristo de Dios, el Escogido, que se salve a sí mismo como salvó a otros.

36 Los soldados también se burlaban de él. Se acercaron para ofrecerle vinagre, 37 y le dijeron:

—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Sobre él había un letrero que decía: «este es el rey de los judíos».

39 Uno de los criminales que estaban allí colgados también empezó a insultarlo:

―¿Acaso, no eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros también!

40 Pero el otro criminal lo reprendió:

―¿Ni siquiera tienes temor de Dios aunque estés sufriendo el mismo castigo?

41 Nosotros merecemos este castigo y sufrimos a causa de nuestros delitos; pero este no ha hecho nada malo.

42 Luego le dijo:

―Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Jesús le contestó:

―Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús

44 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó a oscuras, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del templo se partió en dos. 46 Entonces Jesús gritó con fuerza:

―¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y después de decir esto, murió.

47 El capitán romano, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:

―En verdad, este hombre era justo.

48 Los que estaban allí reunidos para presenciar ese espectáculo, al ver lo que pasaba, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.

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