Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Al director musical. Salmo de David. Acompáñese con instrumentos de cuerda. De David.
61 ¡Oh Dios, escucha mi clamor! ¡Atiende a mi plegaria! 2 Desde los confines de la tierra, clamo a ti pidiendo auxilio pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo. 3 Porque tú eres mi refugio, alta torre en donde mis enemigos jamás podrán tocarme. 4 Por siempre moraré en tu santuario. ¡Seguro bajo el amparo de tus alas! 5 Porque tú has escuchado mis votos, Dios, y me has dado la bendición que guardas para quienes temen tu nombre.
6 Añade más años a la vida del rey; que sus años se extiendan de generación en generación. 7 Que reine para siempre bajo tu protección. Que tu amor y fidelidad lo protejan. 8 Así cantaré siempre alabanzas a tu nombre; con lo que cumpliré mis votos cada día.
Victorias de David
8 Después de esto, David derrotó a los filisteos, les quitó Méteg Amá y los sometió bajo su dominio. 2 También venció a los moabitas, a quienes hizo tender en el suelo y los midió con un cordel. A todos los que quedaron dentro de las dos primeras medidas los hizo matar, pero dejó con vida a los que estaban en la tercera medida. Y los moabitas se convirtieron en vasallos y tributarios de David.
3 También destruyó las fuerzas del rey Hadad Ezer, hijo del rey Rejob de Sobá, cuando este se dirigía al río Éufrates con la intención de recuperar sus dominios sobre aquel territorio. 4 David capturó a mil setecientos hombres de a caballo y a veinte mil de infantería, y desjarretó los caballos de todos los carros, salvo los necesarios para cien carros.
5 Además, dio muerte a veintidós mil sirios de Damasco que acudieron en ayuda de Hadad Ezer. 6 David situó varias guarniciones en Damasco, y los sirios fueron súbditos de David y le presentaban anualmente sus tributos. El Señor le daba victorias en todas las campañas militares que emprendía.
7 David llevó a Jerusalén los escudos de oro que usaban los oficiales del rey Hadad Ezer, 8 así como una gran cantidad de bronce de Tébaj y Berotay, que eran poblaciones de Hadad Ezer.
9 Cuando el rey Tou de Jamat se enteró de las victorias de David sobre las fuerzas de Hadad Ezer, 10 envió a su hijo Jorán para felicitarlo, porque Hadad Ezer y Tou eran enemigos. Tou le envió a David presentes de plata, oro y bronce. 11-12 David dedicó todas estas cosas al Señor, juntamente con la plata y el oro que había sacado de Siria, Moab, Amón, Filistea y Amalec. Lo mismo hizo con todo el botín que le había quitado al rey Hadad Ezer, hijo de Rejob, rey de Sobá.
13 David se hizo muy famoso. Después de su regreso mató a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal. 14 Luego puso guarniciones a través de Edom y fueron tributarios de David. El Señor estaba con David y le daba la victoria donde quiera que fuera.
Los oficiales de David
15 David reinó con justicia sobre Israel y a todos los trató por igual. 16 Joab hijo de Sarvia estaba a cargo del ejército y Josafat hijo de Ajilud era el secretario; 17 Sadoc hijo de Ajitob, y Ajimélec hijo de Abiatar eran los sacerdotes; Seraías era el cronista; 18 Benaías hijo de Joyadá, era el jefe de la guardia personal del rey, la cual estaba compuesta de quereteos y peleteos. Los hijos de David ayudaban en el culto.
17 Pero desde Mileto mandó llamar a los ancianos de la iglesia de Éfeso. 18 Cuando llegaron les dijo: «Ustedes saben bien cómo me he portado desde el día en que puse los pies por primera vez en Asia hasta hoy. 19 Y saben cómo he estado trabajando para el Señor con humildad y lágrimas, ante los atentados que los judíos han preparado contra mi vida. 20 Además, ustedes están conscientes de que jamás he vacilado en anunciarles y enseñarles nada que les fuera útil, en público o en privado. 21 A judíos y gentiles les he dado testimonio de que necesitan arrepentirse de sus pecados y tener fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 »Al ir a Jerusalén lo hago llevado por el Espíritu. No sé lo que me espera, 23 pero el Espíritu Santo me ha estado repitiendo en cada ciudad que me esperan prisiones y sufrimientos. 24 No me importa cuánto haya de sufrir ni trato de salvar mi vida. Lo único que me importa es terminar con gozo mi carrera y la tarea que me señaló el Señor Jesús: dar testimonio del inmenso amor de Dios.
25 »Sé que ninguno de ustedes, entre quienes he andado pregonando el reino de Dios, me volverá a ver. 26 Por eso, puedo declarar con la frente bien alta que si alguno perece, la culpa no es mía, 27 porque jamás he eludido la responsabilidad de declararles todo el mensaje de Dios. 28 Por lo tanto, ¡cuídense y cuiden el rebaño! ¡Deben pastorear la iglesia que él compró con su sangre! ¡El Espíritu Santo les ha dado a ustedes la responsabilidad de cuidarla!
29 »Sé bien que después que yo parta, se presentarán ante ustedes falsos maestros que, como lobos rapaces, no perdonarán el rebaño. 30 Y algunos de ustedes mismos falsearán la verdad para arrastrar seguidores. 31 ¡Estén alertas! Recuerden los tres años que pasé con ustedes, y que de día y de noche con lágrimas los exhorté a todos ustedes. 32 Ahora los encomiendo al cuidado de Dios y a su palabra, que es capaz de fortalecerlos y de darles la herencia con los demás que están apartados para Dios.
33 »Jamás he codiciado el dinero ni la ropa lujosa de nadie. 34 Ustedes saben que con estas manos he trabajado para ganar el sustento propio y el de los que andaban conmigo. 35 Y les fui un ejemplo constante de cómo se debe ayudar a los pobres y recordar las palabras del Señor Jesús que dicen: “Hay más dicha en dar que en recibir”».
36 Al terminar el discurso, se arrodilló y oró con ellos. 37 Luego se fueron despidiendo de él, abrazándolo y besándolo. No podían contener el llanto 38 al pensar que, según las palabras del apóstol, no lo volverían a ver. Al final, lo acompañaron al barco.
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