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Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Salmos 17

Plegaria pidiendo protección contra los opresores

Oración de David

17 Oye, Jehová, una causa justa;
atiende a mi clamor.
Escucha mi oración
hecha de labios sin engaño.
De tu presencia proceda mi defensa;
vean tus ojos la rectitud.

Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;
me has puesto a prueba y nada malo hallaste.
He resuelto que mi boca no cometa delito.
En cuanto a las obras humanas,
por la palabra de tus labios
yo me he guardado de las sendas de los violentos.
Afirma mis pasos en tus caminos,
para que mis pies no resbalen.

Yo te he invocado por cuanto tú, Dios, me oirás;
inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
Muestra tus maravillosas misericordias,
tú que salvas a los que se refugian a tu diestra
de los que se levantan contra ellos.
Guárdame como a la niña de tus ojos;
escóndeme bajo la sombra de tus alas,
de la vista de los malos que me oprimen,
de mis enemigos que buscan mi vida.

10 Envueltos están en su gordura;
con su boca hablan arrogantemente.
11 Han cercado ahora nuestros pasos;
tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra.
12 Son como león que ansía agarrar su presa
y como leoncillo que está en su escondite.

13 Levántate, Jehová; sal a su encuentro, derríbalos;
libra mi vida de los malos con tu espada,
14 de los hombres, con tu mano, Jehová,
de los hombres de este mundo,
para quienes lo mejor es esta vida,
y cuyo vientre está lleno de tus bienes.
Sacian a sus hijos
y aun les sobra para sus pequeños.

15 En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;
estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.

2 Samuel 11:2-26

Un día, al caer la tarde, se levantó David de su lecho, y se paseaba sobre el terrado de la casa real, cuando vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: «Aquella es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo.» Envió David mensajeros que la trajeran, y la tomó; cuando llegó, él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y regresó a su casa.

La mujer concibió y mandó a decir a David: «Estoy encinta.» Entonces David envió a decir a Joab: «Envíame a Urías, el heteo.» Y Joab envió a Urías a David. Cuando Urías llegó ante él, David le preguntó por la salud de Joab, por la salud del pueblo y por la marcha de la guerra. Después dijo David a Urías: «Desciende a tu casa, y lava tus pies.»

Cuando Urías salió de la casa del rey, le enviaron un presente de la mesa real. Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey, con todos los guardias de su señor, y no descendió a su casa. 10 Le hicieron saber esto a David diciendo: «Urías no ha descendido a su casa.» Entonces David dijo a Urías:

—¿Acaso no vienes de viaje? ¿Por qué, pues, no descendiste a tu casa?

11 Urías respondió a David:

—El Arca, Israel y Judá habitan bajo tiendas; mi señor Joab y los siervos de mi señor, en el campo; ¿cómo iba yo a entrar en mi casa para comer y beber, y dormir con mi mujer? ¡Por vida tuya y por vida de tu alma, nunca haré tal cosa!

12 David dijo entonces a Urías:

—Quédate aquí hoy también, y mañana te despediré.

Se quedó Urías aquel día y el siguiente en Jerusalén. 13 David lo convidó a comer y a beber con él hasta embriagarlo. Por la tarde salió a dormir en su cama, junto a los guardias de su señor; pero no descendió a su casa.

14 A la mañana siguiente, escribió David una carta a Joab, la cual envió por mano de Urías. 15 En ella decía: «Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y alejaos de él, para que sea herido y muera.»

16 Así, cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. 17 Salieron los de la ciudad y pelearon contra Joab; cayeron algunos del ejército de los siervos de David, y murió también Urías, el heteo.

18 Entonces Joab mandó a comunicar a David todos los asuntos de la guerra. 19 Y dio esta orden al mensajero: «Cuando acabes de contar al rey todos los asuntos de la guerra, 20 si el rey comienza a enojarse, y te dice: “¿Por qué os habéis acercado tanto a la ciudad para combatir? ¿No sabíais lo que suelen tirar desde el muro? 21 ¿Quién hirió a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No arrojó una mujer desde el muro un pedazo de rueda de molino, y murió él en Tebes? ¿Por qué os habéis acercado tanto al muro?” Entonces tú le dirás: “También tu siervo Urías, el heteo, ha muerto.”»

22 Partió el mensajero y, al llegar, contó a David todo aquello que Joab le había mandado. 23 Dijo el mensajero a David:

—Pudieron más que nosotros los hombres que salieron al campo en contra nuestra, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta; 24 pero los flecheros tiraron contra tus siervos desde el muro, y murieron algunos de los siervos del rey; también murió tu siervo Urías, el heteo.

25 David respondió al mensajero:

—Así dirás a Joab: “No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas.” Y tú aliéntale.

26 Al oír la mujer de Urías que su marido Urías había muerto, hizo duelo por él.

Apocalipsis 3:1-6

El mensaje a Sardis

»Escribe al ángel de la iglesia en Sardis:

»“El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto:

»”‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras bien acabadas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete, pues si no velas vendré sobre ti como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’”

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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