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Old/New Testament

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Génesis 46-48

Jacob viaja a Egipto

46 Israel emprendió el viaje con todas sus posesiones, y fue hasta Berseba, donde ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Aquella noche Dios le habló en visión:

―¡Jacob, Jacob!

―¿Qué quieres, Señor? —respondió.

―Yo soy Dios —dijo la voz—, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque allí te haré una nación grande. Yo iré contigo a Egipto y haré que tus descendientes vuelvan de allí. Tú morirás en Egipto, y José estará a tu lado.

Entonces Jacob salió de Berseba, y sus hijos lo llevaron a Egipto, juntamente con sus descendientes y sus esposas, en los carros que el faraón les había proporcionado. También llevaron todo el ganado y todas las pertenencias que habían acumulado en la tierra de Canaán. De ese modo Jacob y sus familiares llegaron a Egipto. Es decir que a Jacob lo acompañaron todos sus seres queridos: hijos, hijas, nietos y nietas.

8-14 Estos son los nombres de los hijos y nietos de Jacob que fueron con él a Egipto:

Rubén, su primogénito.

Los hijos de Rubén: Janoc, Falú, Jezrón y Carmí.

Simeón y sus hijos: Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Zojar y Saúl (cuya madre era una cananea).

Leví y sus hijos: Guersón, Coat y Merari.

Judá y sus hijos: Er, Onán, Selá, Fares y Zera (pero Er y Onán murieron cuando todavía estaban en Canaán, antes de que Israel fuera a Egipto).

Los hijos de Fares fueron Jezrón y Jamul.

Isacar y sus hijos: Tola, Fuvá, Job y Simrón.

Zabulón y sus hijos: Séred, Elón y Yalel.

15 Estos son los descendientes de Jacob y Lea, sin contar a Dina, que nacieron en Padán Aram. En total eran treinta y tres personas.

16-17 También fueron con él:

Gad y sus hijos: Zefón, Jaguí, Esbón, Suni, Erí, Arodí y Arelí.

Aser y sus hijos: Imná, Isvá, Isví, Beriá, y Sera, hermana de ellos.

Los hijos de Beriá fueron Héber y Malquiel.

18 Estas dieciséis personas fueron los hijos de Jacob y Zilpá, la esclava que Lea recibió de su padre Labán.

19-22 Los siguientes son los descendientes de Jacob y Raquel: José y Benjamín.

Los hijos de José, que nacieron en Egipto, fueron Manasés y Efraín (la madre de ellos fue Asenat, hija de Potifera, sacerdote de Heliópolis).

Los hijos de Benjamín: Bela, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ehí, Ros, Mupín, Jupín y Ard.

En total, los descendientes de Jacob y Raquel fueron catorce personas.

23-25 Además, en el grupo estaban estos siete descendientes de Jacob y Bilhá, la esclava que Raquel recibió de su padre Labán:

Dan y su hijo Jusín; Neftalí y sus hijos: Yazel, Guní, Jéser y Silén.

26 De modo que el total de los que fueron a Egipto, de los descendientes directos, sin contar a las esposas de los hijos de Jacob, eran sesenta y seis. 27 Considerando la familia de José con sus dos hijos, que estaban en Egipto, sumaban setenta.

28 Jacob envió a Judá adelante para que le dijera a José que ya estaban en camino y que pronto llegarían a Gosén. Cuando llegaron a ese lugar, 29 José pidió que le prepararan su carro, y fue hasta allá, para ver a su padre. Cuando se encontraron se abrazaron y lloraron largo rato.

30 Entonces Israel le dijo a José:

―¡Ya me puedo morir, porque te he vuelto a ver y sé que estás vivo!

31 José entonces le dijo a sus hermanos y a sus familias:

―Voy a decirle al faraón que ustedes están aquí, que han venido de la tierra de Canaán a quedarse conmigo. 32 Además le diré: “Estos hombres son pastores. Trajeron consigo sus ovejas y vacas, y todo lo que tenían”. 33 Entonces, cuando el faraón los llame y les pregunte por su ocupación, 34 díganle: “Hemos sido pastores de ovejas desde nuestra niñez, y nuestros padres lo han sido durante generaciones”. Cuando le digan esto, los dejará vivir en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es cosa detestable vivir junto a pastores de ovejas.

José le informa al faraón

47 Luego, José fue a ver al faraón, y le dijo:

―Han llegado mi padre y mis hermanos desde Canaán con todas sus posesiones, ovejas y vacas. En este momento se encuentran en la región de Gosén.

José había llevado consigo a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón. Este entonces les preguntó:

―¿A qué se dedican?

Y ellos contestaron:

―Somos pastores, como nuestros antepasados. Hemos venido a vivir en Egipto porque no hay pasto para nuestro ganado en Canaán. El hambre es mucha allá. Queremos pedirle permiso para vivir en la tierra de Gosén.

5-6 El faraón le dijo a José:

―Escoge el lugar que tú quieras para que vivan ellos. Dales la mejor tierra de Egipto. La tierra de Gosén es buena. Y si alguno de ellos quiere, ponlo a cargo de mis rebaños también.

Entonces José llevó a su padre Jacob ante el faraón. Y Jacob bendijo al faraón.

―¿Qué edad tienes? —le preguntó el faraón.

Jacob le respondió:

―He vivido ciento treinta años que han sido largos y difíciles, pero no se pueden comparar con la edad de mis antepasados.

10 Entonces Jacob bendijo nuevamente al faraón y salió.

11 José, pues, les dio la tierra de Ramsés, de acuerdo con lo que el faraón le había ordenado. 12 José les proporcionó alimentos, según el número de los miembros de la familia.

La administración de José

13 La escasez de alimentos fue cada vez mayor, de modo que toda la gente de Egipto y de Canaán estaba experimentando mucha hambre. 14 José reunió todo el dinero de Canaán y de Egipto a cambio del trigo que les vendía, e ingresó ese dinero en la tesorería del faraón. 15 Cuando a la gente se le terminó el dinero, fueron a José a suplicar que se les diera alimentos.

―Se nos ha terminado el dinero —dijeron—. Por favor, denos alimentos, porque si no moriremos de hambre.

16 ―Bueno —replicó José—, denme sus ganados y yo les daré alimentos en cambio.

17 Así que trajeron el ganado a José para cambiarlo por alimentos. Pronto todos los caballos, ovejas, vacas y burros que había en Egipto pasaron a ser del faraón.

18 Al año siguiente vino nuevamente el pueblo y le dijo:

―Señor, usted sabe que ya no tenemos dinero. Además, todo nuestro ganado ahora es suyo. Tan solo podemos pagarle con nuestros cuerpos y nuestras tierras. 19 ¿Por qué hemos de morir? Cómprenos a nosotros y a nuestras tierras, y seremos esclavos del faraón. Cómprenos a nosotros por alimentos para que vivamos y para que la tierra no quede deshabitada.

20 Entonces José compró toda la tierra de Egipto para el faraón. La verdad es que, debido al hambre, los egipcios vendieron sus tierras. De ese modo, todo el país pasó a poder del faraón. 21 Y todos los egipcios pasaron a ser esclavos del faraón. 22 La única tierra que no compró fue la de los sacerdotes, porque tenían ración de parte del faraón y no necesitaban venderla.

23 Entonces José dijo a la gente:

―Los he comprado a ustedes y a sus tierras para el faraón. Aquí está el trigo. Vayan y siembren la tierra. 24 Cuando llegue la cosecha, la quinta parte será para el faraón. Reserven cuatro partes para que se alimenten y tengan semilla para el año siguiente. Así tendrán alimento para ustedes y sus familias.

25 ―¡Usted nos ha salvado la vida! —le dijeron—. ¡Con todo gusto seremos esclavos del faraón!

26 Entonces José estableció esta ley en Egipto: la quinta parte de todas las cosechas es del faraón. Esta ley todavía se sigue aplicando. Las únicas tierras que no pasaron a ser propiedad del faraón fueron las de los sacerdotes.

27 Los israelitas, pues, vivieron en la tierra de Gosén, en Egipto, consiguieron terrenos, prosperaron y tuvieron muchos hijos. 28 Jacob vivió diecisiete años en Egipto, y en total, vivió ciento cuarenta y siete años. 29 Cuando se le acercaba el momento de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo:

―Júrame solemnemente que harás lo que te voy a pedir. ¡Si de veras me amas, por favor, no me entierres en Egipto! 30 Cuando yo haya muerto, sácame de Egipto y sepúltame junto a mis antepasados.

Y José se lo prometió.

31 ―¡Júrame que lo harás! —insistió Jacob.

Y José se lo juró. Luego, Israel se recostó sobre la cabecera de la cama.

Bendición de Efraín y Manasés

48 Poco tiempo después de esto, José recibió la noticia de que su padre estaba enfermo. Entonces, tomó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, y fue a visitarlo. Cuando Jacob oyó que José había llegado, reunió todas sus fuerzas y se sentó en la cama y le dijo:

―El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán. Allí me dijo: “Haré de ti una nación grande, y esta tierra de Canaán será para ti y para los hijos de tus hijos, como posesión permanente”.

»A tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron antes de que yo llegara a esta tierra, los adopto como hijos míos. Ellos recibirán parte de mi herencia tal como lo harán Rubén y Simeón. Pero cualesquiera otros hijos que te nazcan serán tuyos, y heredarán de ti la porción de Efraín y Manasés. Raquel, tu madre, murió cerca de Efrata, en la tierra de Canaán, cuando yo regresaba de Padán Aram. Entonces la sepulté allí junto al camino de Efrata, que es la misma ciudad de Belén.

En eso, Jacob vio a los hijos de José, y le preguntó:

―¿Y quiénes son estos?

José le respondió:

―Son mis hijos, los cuales Dios me ha dado aquí en Egipto.

―Acércamelos, para que los bendiga —dijo Israel.

10 Debido a su avanzada edad, Israel no podía ver bien. Por eso, José le acercó sus hijos. Entonces Israel los besó y abrazó.

11 Israel entonces le dijo a José:

―Jamás pensé que te volvería a ver. Sin embargo Dios me ha permitido ver a tus hijos también.

12-13 José tomó a sus hijos de la mano, se inclinó delante de su padre, e hizo que los muchachos se postraran delante de su abuelo: Efraín a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha. 14 Sin embargo, Israel cruzó los brazos y los extendió para ponerlos en la cabeza de los muchachos, de modo que su mano derecha estaba sobre la cabeza de Efraín y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, el mayor. Hizo esto intencionalmente.

15 Entonces bendijo a José, diciéndole:

―Quiera Dios, el Dios de mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me pastoreó toda la vida, bendecir a estos muchachos. 16 Él es el Ángel que me ha librado de todo mal. Que estos muchachos hagan perpetua la memoria de mi nombre y la de mis padres Abraham e Isaac, y que lleguen a ser una nación grande.

17 Pero José, al ver que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, se molestó. Entonces agarró la mano de su padre y se la quitó de encima de la cabeza de Efraín y se la puso sobre la cabeza de Manasés, y le dijo:

18 ―¡No hagas esto, padre mío! Por favor, pon tu mano derecha sobre mi hijo Manasés, pues él es el mayor.

19 Pero su padre se rehusó a hacerlo.

―Yo sé lo que estoy haciendo, hijo mío —le dijo—. Manasés también será una nación grande, pero su hermano menor será más importante, y de él saldrán muchos pueblos.

20 Así, pues, aquel día Jacob les dio a los muchachos la siguiente bendición:

―Que el pueblo de Israel use el siguiente dicho como bendición: “Dios te haga próspero como Efraín y Manasés”.

Y puso a Efraín antes que a Manasés. 21 Entonces Israel le dijo a José:

―Estoy para morir; pero Dios estará con ustedes y los hará volver a Canaán, la tierra de sus antepasados. 22 A ti te doy la tierra escogida de Siquén, pues estás por encima de tus hermanos. Esa tierra se la quité a los amorreos, luchando fieramente contra ellos.

Mateo 13:1-30

Parábola del sembrador

13 Mas tarde, aquel mismo día, Jesús salió de la casa y se dirigió a la orilla del lago. Pronto se congregó una multitud tan inmensa que se vio obligado a subir a una barca y enseñar desde allí a la gente que lo escuchaba con atención en la orilla. 3-4 En su sermón, empleó muchos simbolismos que ilustraban sus puntos de vista. Por ejemplo, usó el siguiente:

«Un agricultor salió a sembrar sus semillas en el campo. Mientras lo hacía, algunas semillas cayeron en el camino, y las aves vinieron y se las comieron. Otras cayeron sobre terreno pedregoso, donde la tierra no era muy profunda. Las plantas nacieron pronto, pero a flor de tierra, y el sol ardiente las abrasó y se secaron, porque casi no tenían raíz. Otras semillas cayeron entre espinos, y los espinos las ahogaron. Pero algunas cayeron en buena tierra y produjeron una cosecha de treinta, sesenta y hasta cien granos por semilla plantada. ¡El que tenga oídos, oiga!».

10 Sus discípulos se le acercaron y le dijeron:

―¿Por qué usas esos simbolismos tan difíciles de entender?

11 Él les explicó que ellos, los discípulos, era a los únicos a los que se les permitía entender las cosas del reino de los cielos, pero no a los demás. Y añadió:

12 ―Al que tiene se le dará más, pero al que no tiene nada, aun lo poco que tiene le será quitado. 13 Usé estos simbolismos porque esta gente oye y ve, pero no entiende. 14 Así se cumple la profecía de Isaías:

»“Oirán, pero no entenderán; verán, pero no percibirán, 15 porque tienen el corazón endurecido, no oyen bien y tienen los ojos cerrados. Por lo tanto, no verán ni oirán ni entenderán ni se convertirán ni dejarán que yo los sane”.

16 »¡Dichosos los ojos de ustedes, porque ven! ¡Dichosos los oídos de ustedes, porque oyen! 17 Muchos profetas y muchos hombres justos anhelaron ver lo que ustedes están viendo y oír lo que están oyendo; pero no lo lograron. 18 Y ahora les voy a explicar el simbolismo del sembrador.

19 »El camino duro en que algunas de las semillas cayeron representa el corazón de las personas que escuchan las buenas nuevas del reino y no las entienden. Por eso, cuando Satanás llega, les quita lo que se les sembró. 20 El terreno pedregoso y poco profundo simboliza el corazón del hombre que escucha el mensaje y lo recibe con gozo, 21 pero no hay profundidad en su experiencia, y las semillas no echan raíces profundas; luego, cuando aparecen los problemas o las persecuciones por causa de sus creencias, el entusiasmo se le desvanece y se aparta de Dios. 22 El terreno lleno de espinos es el corazón del que escucha el mensaje, pero se afana tanto en esta vida que el amor al dinero ahoga en él la Palabra de Dios, y cada vez trabaja menos para el Señor. 23 La buena tierra representa el corazón del hombre que escucha el mensaje, lo entiende y sale a ganar treinta, sesenta y hasta cien almas para el reino de Dios.

Parábola de la mala hierba

24 Otra de las parábolas o simbolismos que usó Jesús fue la siguiente:

«El reino de los cielos es como el labrador que planta la buena semilla en el campo; 25 pero por la noche, mientras la gente duerme, su enemigo va y siembra malas hierbas entre el trigo. 26 Cuando las plantas empiezan a crecer, la mala hierba crece también. 27 Al verlas, los trabajadores del labrador corren a donde está este y le dicen: “Señor, el terreno en que sembraste aquellos granos de buena calidad está lleno de hierbas malas”. 28 “Seguro que alguno de mis enemigos las sembró”, explicó el labrador. “¿Quieres que arranquemos la mala hierba?”, preguntaron los trabajadores. 29 “No”, respondió el labrador, “porque pueden dañar el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos, y cuando llegue el tiempo de la cosecha daremos instrucciones a los segadores para que arranquen primero la cizaña y la quemen; y después, que pongan el trigo en el granero”».

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