Old/New Testament
Descendientes de Esaú
36 Esta es la lista de los descendientes de Esaú (que también se llama Edom):
2-3 Esaú se casó con Ada (hija de Elón el hitita), con Aholibama (hija de Aná y nieta de Zibeón el heveo), y con Basemat (hija de Ismael y hermana de Nebayot).
Estas tres mujeres eran de Canaán.
4 Esaú y Ada tuvieron un hijo que se llamó Elifaz. Esaú y Basemat tuvieron un hijo llamado Reuel. 5 Los hijos de Esaú y Aholibama fueron: Jeús, Jalán y Coré. Todos ellos nacieron en la tierra de Canaán.
6-8 La tierra no daba abasto para alimentar el ganado de Esaú y de Jacob. Por eso, Esaú tomó a sus esposas, sus niños, sus esclavos, todo su ganado y toda la riqueza que había obtenido en la tierra de Canaán, y se fue a vivir en la región montañosa de Seír, lejos de su hermano.
9 Estos son los nombres de los edomitas, es decir, los descendientes de Esaú, que vivieron en la región montañosa de Seír:
10-12 Descendientes a través de Elifaz, hijo de su esposa Ada:
Temán, Omar, Zefo, Gatán y Quenaz.
Además, Elifaz tuvo otro hijo con su concubina Timná, al que llamó Amalec.
Así que estos son los nietos de Esaú y Ada.
13 Esaú también tuvo descendientes a través de Reuel, hijo de Basemat:
Najat, Zera, Sama y Mizá.
Así que estos fueron los nietos de Esaú y Basemat.
14 Hay que recordar que Esaú tuvo otra esposa, la cual se llamaba Aholibama, que era hija de Aná y nieta de Zibeón.
Con ella también tuvo tres hijos, que fueron: Jeús, Jalán y Coré.
15-16 Los nietos de Esaú fueron jefes de los siguientes clanes:
El clan de Temán,
el clan de Omar,
el clan de Zefo,
el clan de Quenaz,
el clan de Coré,
el clan de Gatán,
el clan de Amalec.
Estos clanes estaban formados por los descendientes de Elifaz, el hijo mayor de Esaú y Ada, y vivían en la tierra de Edom.
17 Los siguientes clanes estaban formados por los descendientes de Reuel, hijo de Esaú y de Basemat:
El clan de Najat,
el clan de Zera,
el clan de Sama
y el clan de Mizá.
18 Los siguientes clanes recibieron el nombre de los hijos de Esaú y de Aholibama (hija de Aná):
El clan de Jeús,
el clan de Jalán
y el clan de Coré.
19 De modo que todos estos fueron los descendientes de Esaú, conocido también como Edom. Todos ellos fueron jefes de sus clanes.
20-21 Las siguientes son las tribus que descendieron de Seír el horeo, una de las familias nativas de la tierra de Seír:
La tribu de Lotán,
la tribu de Sobal,
la tribu de Zibeón,
la tribu de Aná,
la tribu de Disón,
la tribu de Ezer
y la tribu de Disán.
Todos estos fueron jefes de los horeos, los cuales vivían en Edom.
22 Los hijos de Lotán (el hijo de Seír) fueron:
Horí y Homán (Lotán tuvo una hermana que se llamaba Timná).
23 Los hijos de Sobal fueron:
Alván, Manajat, Ebal, Sefó y Onam.
24 Los hijos de Zibeón fueron:
Ayá y Aná. (Este fue el que descubrió manantiales en el desierto mientras apacentaba los burros de su padre).
25 Los hijos de Aná fueron:
Disón y Ahoibama, hija de Aná.
26 Los hijos de Disón fueron:
Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.
27 Los hijos de Ezer fueron:
Bilán, Zaván y Acán,
28 Los hijos de Disán fueron:
Uz y Arán.
29-30 Los jefes de las tribus de los horeos fueron Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán.
Los reyes de Edom
31-39 Estos son los nombres de los reyes de Edom (antes que Israel tuviera su primer rey):
El rey Bela (hijo de Beor), reinó en la ciudad de Dinaba, en Edom.
Fue sucedido por el rey Jobab (hijo de Zera), del pueblo de Bosra. Este fue sucedido por el rey Jusán, de la tierra de Temán. A su muerte fue sucedido por el rey Hadad (el hijo de Bedad), caudillo de las fuerzas que derrotaron al ejército de Madián, en el campo de Moab. Su capital fue Avit.
Este fue sucedido por el rey Samla, del pueblo de Masreca.
Su sucesor fue el rey Saúl de Rejobot, junto al Éufrates. Fue sucedido por Baal Janán hijo de Acbor. Su sucesor fue el rey Hadad, de la ciudad de Pau.
La esposa del rey Hadad fue Mehitabel hija de Matred y nieta de Mezab.
40-43 Estos son los nombres de los clanes de Esaú, que vivieron en las localidades que llevan su nombre:
El clan de Timná, el clan de Alvá,
el clan de Jetet, el clan de Aholibama,
el clan de Elá, el clan de Pinón,
el clan de Quenaz, el clan de Temán,
el clan de Mibzar, el clan de Magdiel
y el clan de Iram.
Estos son, pues, los nombres de los jefes de Edom, cada uno de los cuales dio su nombre a la región en que vivían (todos eran edomitas, descendientes de Edom, que es el mismo Esaú).
Los sueños de José
37 Jacob se fue a vivir a la tierra de Canaán, donde su padre había vivido como extranjero. 2 Esta es la historia de la familia de Jacob:
José, el hijo de Jacob, tenía diecisiete años. Su trabajo consistía en apacentar los rebaños de su padre, en compañía de los hijos de Bilhá y de Zilpá, que eran concubinas de Jacob. Pero José le informaba a su padre de la mala conducta de aquellos. 3 Israel amaba más a José que a sus otros hijos, porque José le había nacido en su vejez. Un día Jacob le regaló una túnica de mangas largas. 4 Los hermanos notaban que su padre prefería a José. Por eso, llegaron a odiarlo y no le podían hablar en buenos términos. 5 Una noche José tuvo un sueño y se lo contó de inmediato a sus hermanos, lo que hizo que estos lo odiaran aún más.
6 ―Oigan, les voy a contar el sueño que tuve —les dijo—. 7 Soñé que todos nosotros estábamos en el campo atando manojos de trigo. Mi manojo se mantuvo derecho, mientras que los de ustedes se reunieron alrededor del mío y le hicieron reverencias.
8 ―¿Quiere decir que vas a ser nuestro rey? —se burlaron—, y lo odiaron aún más por el sueño y porque creían que él se jactaba de ser superior a ellos.
9 Luego tuvo otro sueño, y también se lo contó a sus hermanos:
―Oigan mi segundo sueño —les dijo—. Soñé que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias.
10 Esta vez José le contó el sueño también a su padre, después de habérselo contado a sus hermanos. Su padre lo reprendió:
―¿Qué es esto que has soñado? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos vamos a inclinarnos delante de ti?
11 Los hermanos se sintieron molestos y se llenaron de envidia, pero Jacob se quedó pensando qué significaría todo aquello.
José es vendido por sus hermanos
12 Un día los hermanos de José llevaron los rebaños de su padre a Siquén, para apacentarlos allí. 13-14 Pocos días después Israel llamó a José y le dijo:
―Tus hermanos están en Siquén apacentando el ganado. Anda a ver cómo están ellos y el ganado, y vuelve a avisarme.
―Muy bien —respondió José.
Entonces José salió del valle de Hebrón y se dirigió a Siquén. 15 Un hombre que lo vio caminando por los campos le preguntó:
―¿A quién buscas?
16 ―Busco a mis hermanos y sus rebaños. ¿Los ha visto?
17 ―Sí —respondió el hombre—, ya no están aquí. Les oí decir que iban a Dotán.
José entonces se fue hasta Dotán y allí encontró a sus hermanos. 18 Pero cuando ellos lo vieron, lo reconocieron a la distancia y decidieron matarlo.
19-20 ―¡Ahí viene el soñador! —exclamaron—. Vamos, matémoslo y echémoslo en una cisterna. Luego le diremos a nuestro padre que algún animal salvaje se lo comió. ¡Veremos en qué paran sus sueños!
21-22 Cuando Rubén escuchó esto, intentó salvarle la vida a José.
―No lo matemos —dijo—; no debemos derramar sangre. Echémoslo vivo dentro de la cisterna. Así morirá sin que lo toquemos.
El plan de Rubén era sacarlo más tarde y enviarlo a casa de su padre. 23 Cuando José llegó donde ellos estaban, le quitaron su túnica de mangas largas, 24 y lo arrojaron a una cisterna vacía. 25 Luego se sentaron a comer. De repente vieron a la distancia una caravana de Ismaelitas que venían de Galaad. Sus camellos iban cargados de perfumes, especias y bálsamos que llevaban a vender a Egipto.
26-27 ―¡Miren! —dijo Judá a los demás—. Allá vienen unos ismaelitas. ¡Vendámosles a José! ¿Para qué hemos de matarlo y cargar con esta culpa en la conciencia? No seamos responsables de su muerte porque, después de todo, es nuestro hermano.
Todos los hermanos estuvieron de acuerdo. 28 Cuando llegaron los comerciantes, sacaron a José de la cisterna y se lo vendieron por veinte monedas de plata. Los comerciantes siguieron el viaje llevando consigo a José hasta Egipto. 29 Un poco más tarde llegó Rubén (que había estado fuera cuando pasaron los ismaelitas) y fue hasta la cisterna para sacar a José. Cuando vio que José no estaba allí, rasgó sus ropas lleno de angustia y de frustración.
30 ―El muchacho no está; y yo, ¿dónde me meto ahora?
31 Ellos entonces tomaron un cabrito, lo degollaron y con la sangre mancharon la túnica de José. 32 Luego le llevaron la túnica a Jacob para que la identificara.
―Encontramos esto en el campo —le dijeron—. ¿Será la túnica de José?
33 El padre la reconoció de inmediato.
―Sí, es la túnica de mi hijo. Algún animal salvaje destrozó a mi hijo y se lo comió.
34 Entonces Israel rasgó su ropa y se vistió de ropas ásperas e hizo duelo por su hijo, y lo lloró durante varias semanas. 35 Toda su familia trató en vano de consolarlo. Pero él decía: «No dejaré de llorar hasta que muera y me reúna con mi hijo». Y seguía llorando.
36 Mientras tanto en Egipto, José fue vendido a Potifar por los mercaderes. Potifar era un funcionario del faraón, rey de Egipto. Era nada menos que el capitán de la guardia.
Judá y Tamar
38 Más o menos por ese tiempo, Judá salió de la casa de su padre y se fue a vivir a Adulán, a casa de un hombre llamado Hirá. 2 Allí se casó con una mujer cananea, hija de Súa. 3 La mujer quedó embarazada y tuvo un hijo, al que llamó Er. 4 Después volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al que llamó Onán. 5 Tiempo después tuvo otro hijo, al que llamó Selá. Este nació en Quezib.
6 Cuando creció Er, su hijo mayor, Judá lo casó con Tamar. 7 Pero Er era malo y Dios lo mató, 8 Entonces Judá le dijo a Onán, hermano de Er:
―Tienes que casarte con Tamar, conforme a lo que nuestra ley exige del hermano del muerto. Así los hijos que ella tenga serán los herederos de tu hermano.
9 Pero Onán no quería tener hijos que no se consideraran suyos, sino de su hermano. Por eso, aunque se casó con Tamar, cada vez que tenía relaciones sexuales con ella derramaba el semen fuera. De esa manera evitaba darle hijos a su hermano. 10 Esto le pareció muy malo a Dios, y lo mató también a él.
11 Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera, que no se casara por el momento y que se quedara en la casa de sus padres, hasta que Selá tuviera edad suficiente para casarse con ella. Realmente era una excusa, porque temía que su hijo menor también muriera al casarse con ella. Tamar, pues, volvió a vivir con sus padres.
12 Pasó el tiempo, y la esposa de Judá, que era hija de Súa, murió. Cuando terminó el tiempo del duelo, Judá y su amigo Hirá, el adulanita, fueron a Timnat a esquilar las ovejas. 13 Alguien le dijo a Tamar que su suegro iba a Timnat a esquilar las ovejas. 14 Entonces ella, comprendiendo que él no iba a dejarla casar con Selá, a pesar de que él ya tenía edad suficiente, se quitó la ropa de viuda, se cubrió con un velo para no ser reconocida, y se sentó junto al camino, a la entrada de Enayin, que está en el camino a Timnat. 15 Judá la vio al pasar y creyó que era una prostituta, ya que tenía el rostro cubierto con un velo. 16 Él se detuvo y le propuso que lo dejara acostarse con ella, sin darse cuenta de que era su nuera.
―¿Cuánto me pagarás? —preguntó ella.
17 ―Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió él.
―¿Qué prendas me darás para que tenga la seguridad de que me lo vas a mandar? —preguntó ella.
18 ―Bien, ¿qué es lo que quieres? —preguntó Judá.
―Dame el sello que usas para identificarte, tu cordón y tu bastón —respondió ella. Él le entregó las prendas, y tuvieron relaciones sexuales. Ella quedó embarazada 19 y volvió a ponerse su ropa de viuda.
20 Judá le pidió a su amigo Hirá, el adulanita, que le llevara el cabrito a la mujer y le pidiera que le devolviera las prendas que le había dado. Pero Hirá no pudo encontrarla; 21 así que les preguntó a los hombres de la ciudad:
―¿Dónde vive la prostituta que estaba junto al camino, a la entrada del pueblo?
―Aquí nunca ha habido una prostituta —le contestaron.
22 Entonces Hirá volvió a donde estaba Judá y le dijo que no la había podido encontrar. También le contó lo que le habían dicho los hombres del pueblo.
23 ―¡Que se quede con las prendas! —exclamó Judá—. Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Yo cumplí con enviarle el cabrito, pero tú no la encontraste. Seríamos el hazmerreír del pueblo si volvemos a ir.
24 Tres meses más tarde, le contaron a Judá que Tamar, su nuera, se había acostado con otro hombre, y que estaba embarazada.
―¡Sáquenla y quémenla! —ordenó Judá.
25 Pero, cuando la sacaban para quemarla, ella le envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de este sello de identificación, de este cordón y de este bastón es el padre de mi hijo. ¿Los reconoces?».
26 Judá reconoció que eran suyos y dijo:
―Ella es más justa que yo, porque yo no quise cumplir mi promesa de darle a mi hijo Selá por esposo.
Por su parte, Judá nunca más volvió a tener relaciones sexuales con ella. 27 Llegado el tiempo del parto, Tamar tuvo mellizos. 28 En el momento de nacer, la partera le ató un hilo rojo en la muñeca del que apareció primero. 29 Pero este metió la mano, y nació primero el otro. Entonces la partera exclamó: «¡Qué brecha te abriste!». Por eso le pusieron Fares, (el que salió). 30 Poco después nació el bebé que tenía el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zera.
21 »El hermano entregará a muerte a su hermano, los padres traicionarán a sus hijos y los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán. 22 El mundo entero los va a odiar a ustedes por causa de mí, pero el que se mantenga fiel hasta el fin será salvo. 23 Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Les aseguro que no terminarán de recorrer todas las ciudades de Israel antes que yo haya regresado: 24 Ningún estudiante es más que su maestro, ni ningún siervo es mayor que su señor. 25 Es suficiente para el discípulo ser como su maestro y para el siervo como su señor. Y si a mí, que soy como el padre de familia, me llaman Beelzebú, ¿qué no les dirán a ustedes? 26 Pero no tengan miedo, porque pronto llegará la hora de la verdad y no habrá secreto que no se descubra. 27 Lo que les digo en la penumbra, proclámenlo a la luz del día; y lo que les susurro al oído, divúlguenlo desde las azoteas. 28 No teman a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden tocar el alma. Sólo teman a Dios, que es el único que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.
29 »¿Qué valen dos pajarillos? ¡Apenas unos centavos! Sin embargo, ni uno solo cae a tierra sin que el Padre lo permita. 30 Pues yo les digo que hasta el último cabello de ustedes está contado. 31 Así que no teman, que para Dios ustedes valen más que muchos pajarillos.
32 »Si alguno declara ante la gente que es mi seguidor, yo declararé a su favor ante mi Padre que está en los cielos. 33 Pero al que me niegue públicamente, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos. 34 No crean que vine a traer paz a la tierra. ¡Vine a traer guerras!; 35 a poner al hijo contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra. 36 ¡Cada quien tendrá a sus peores enemigos en su propia casa! 37 El que ame a su padre o madre más que a mí, no es digno de ser mío; y el que ame a su hijo o hija más que a mí, no es digno de ser mío. 38 Y el que se niegue a tomar la cruz y seguirme, no es digno de ser mío. 39 El que se apegue demasiado a su vida, la perderá; pero el que renuncie a ella porque me ama, la salvará.
40 »El que los reciba a ustedes me estará recibiendo a mí; y el que me reciba está recibiendo al que me envió. 41 Quien reciba a un profeta por el hecho de que es profeta, recibirá la misma recompensa que reciben los profetas. Y quien reciba a un hombre justo sólo porque es justo, recompensa de justo recibirá. 42 Y el que le dé al más humilde de mis discípulos un vaso de agua por el simple hecho de que es mi discípulo recibirá su recompensa: esto se lo aseguro yo a ustedes».
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